Partida Rol por web

Ahora que Shail podía hablar no lo hizo. No entendía por qué su hermana había terminado rompiendo el conjuro de silencio, puestos a hacerlo debería haberlo hecho desde el principio. Ahora ya era absurdo, pues a penas quedaban unos cuantos movimientos para deshacerse del esqueleto. Estaba convencido que si ajustaba un poco más los gestos podría acertar. Pero lo que no llegaba a entender era porque no conjuraba mejor algo de luz, y así sus golpes podrían ser mucho más certeros.

Mientras tanto, él estaba empeñado en defender a su hermana, aunque no estuviese de acuerdo con la decisión tomada.

La distracción del esqueleto resultó muy positiva, pero eso sólo sirivió para aumentar su frustración con las sombras. Había conseguido una precisión asombrosa, todos sus golpes fueron certeros en lo que a él comprendía... Pero los mejores se perdieron disipando un reflejo entre la oscuridad, un fantasma de la posición real del esqueleto.

Aún así el monstruo se llevó tres buenos arreones, que le dejaron casi sin costillas. Con la guardia abierta, los hermanos recuperaron la confianza de que ambos sobrevivirían a aquel encuentro.
 

Apenas podía respirar tranquila, pues el esqueleto parecía obsesionado con acabar conmigo. ¿Sería por lanzar magia? ¿O simplemente porque era la débil en combate? Ví cómo mis soldados fantasmales no conseguían casi golpear al esqueleto, y Shail tampoco lo conseguía con suficiente eficiencia, aunque sí para reventar una costilla a la criatura.

Esto es absurdo miré a mi alrededor. Estaba demasiado oscuro para continuar. Quizá estaban rodeados de esqueletos, o de hechiceros oscuros que nos matarían al hacer un movimiento más. Pero poco importaba.

Se alejó de nuevo y volvió a conjurar. Unas esferas aparecieron alrededro del combate.

La figura del esqueleto, ahora plenamente visible resultaba aún más espelucnante, plenamente conscientes de que sus ojos no les engañaban y sin las sombras para evitar poder percibir los detalles en conjunto. Pero también permitía a Shail centrarse en el combate de una forma eficaz, por fin.

Shail suspiró entre aliviado y aterrado al ver el verdadero aspecto de aquella bestia. Pero por suerte ya podría encajar los golpes con algo más de certeza y sin errar tanto golpeando a las sombras. Así que, una vez más, volvió a lanzar su descarga de golpes con la parte plana de la espada, para ver si, de una vez por todas, lograba reducir a polvo a ese saco apestoso de huesos.

La nueva luz dejó en evidencia las carencias del esqueleto, sin las sombras para cobijarle y con la guardia fantasmal distrayéndole incluso una rutina de ataque apresurada bombardeó la macabra caja torácica visible lanzando esquirlas de hueso hasta partir la mayor parte del costillar.

Ahora el esqueleto se tambaleaba peligrosamente, sujeto tan sólo por la columna pero aún blandiendo con fuerza la cimitarra. El blanco a su columna era más claro que nunca y Xera tenía la iniciativa, con el monstruo a la defensiva y distraído por una infinidad de fintas fantasmales.

Tengo que intentarlo pensé. Cogí todo el aire que podían recaudar mis pulmones doloridos y me preparé. Igual que yo, el esqueleto estaba en las últimas. Era ahora o nunca. Y Shail estaba de mi lado.

Con energía, me lancé contra la criatura, con la maza por delante. Mis golpes tenían que ser certeros y directos a la columna. Si se la terminaba de quebrar, ya no habría enemigo posible.

El primer mazazo de Xera había quebrado la columna, el esqueleto se partió en dos y un segundo golpe, veloz y fuerte, más que certero, pero eficaz de todos modos envió la cabeza a hacerse trizas contra la pared. No pudo decir si era necesario o el ser ya había perdido la magia impía que lo sostenía pero para cuando Shail recuperó la verticalidad y el equilibrio suficientes para iniciar su rutina de ataque de nuevo, sólo quedaba un montón de huesos mondos en el suelo.

Ahora pudieron observar más despacio el almacen, las esferas de luz de colores que había conjurado Xera apenas alcanzaban a desvelar que parecía no tener ningún piso entre suelo y techo más que en la zona de ventanales altas y una pequeña oficina al fondo, con pinta de abandonada.

Había un sin número de cajas de madera grandes, de un metro y medio de lado cada una lo que las hacía bastante pesadas; a menudo estaban apiladas, a veces en dos altura y otras en tres. Comprobaron la primera docena de las más cercanas y ninguna parecía tener absolutamente nada, apenas un par de ratas salieron corriendo de allí, evidenciando que no había mucho que comer en ese local.

Un vistazo general le bastó a Shail para notar que las cajas no estaban puestas de cualquier manera, cerraban el acceso al centro y en algunas zonas había arañazos en el suelo. Fueron apartando las cajas que mostraban arañazos, revelando un camino entre el laberinto que formaban hasta el centro del almacén dónde un arco de cajas formaba una especie de cueva con una trampilla sellada con una cerradura de calidad.

Pero antes de que Xera se lanzase a abrir, su hermano le señaló unos tablones demasiado separados que llegaban a las cajas. Era obvio que había algo - cables seguramente - bajo el suelo desde la trampilla a las cajas que había encima de ella. Una trampa.

Sudorosa, agradecí a Shail que me avisara de la trampa. Tras el último golpe lleno de furia al esqueleto, noté que la energía me había abandonado, y me costaba concentrarme.

Apártate. No sé que tipo de será esa trampa, pero es mejor que no nos pille a los dos a la vez. Necesito concentrarme para investigarla.

Saqué todas mis herramientas y miré la cerradura y los cables para poder elegir una buena combinación de herramientas. Seleccioné unas pequeñas tenazas y una ganzúa. Tenía que jugar al mismo tiempo con el mecanismo de la cerradura y el de la trampa. Cualquier movimiento en falso podía costarme la vida.

Tras analizar con intensidad la sala, Shail descubrió una trampa para avisar a Xera. Tras las palabras de su hermana y sabiendo que el esqueleto había sido por fin aniquilado, se alejó lo máximo posible y dejó que la muchacha hiciera lo que tenía que hacer.

Pero antes de que la muchacha empezara a hacer nada, se dio cuenta del mal estado en el que se hallaba, no podía permitir que la trampa se activase y tomase desprevenida a una ya muy debilitada Xera. Por lo que la invitó a esperar un poco y desenfundando su varita mágica empezó a apuntar con ella en cada corte que le había generado el no muerto. Poco a poco sus heridas se fueron cerrando, y para cuando ya estaba en un estado mejor, se alejó dejándole vía libre y sanando algunas de sus heridas también.

Les llevó varios minutos recuperar los pequeños cortes, magulladuras y moratones hasta sentirse otra vez en plena forma. Habían consumido un porcentaje de la magia de la varita, pero estaban tan bien como cuando entraron en el lugar, tocaba enfrentar la entrada al sótano aunque para ese momento el conjuro de Xera se había agotado hacía tiempo y tuvo que renovarlo para el trabajo delicado.

La trampa no resultó difícil de desactivar, levantando las tablas que le había dicho su hermano Xera alcanzó unos cables de metal que pudo cortar con las tenazas de corte. No tenía del todo claro qué habrían hecho si se abriera la cerradura sin la llave apropiada, pero ahora ya no lo harían.

La cerradura, por contra se le resisitió. Esperaba poder forzarla con poco esfuerzo y recuperar el tiempo que les había robado el combate pero la magia de luz se acabó y aún no tenía ni idea de cómo abrir ese cerrojo. Era obvio que le llevaría más tiempo del que podría mantener luces mágicas, por lo que tuvieron que recurrir a las más prosaicas e incómodas linternas. Por suerte no sólo el almacén era grande, sino que entre aquel laberinto de cajas, su luz no se vería no ya desde la calle sino ni siquiera desde la entrada del edificio.

Para el momento que pudo abrir la portezuela un olor dulzón y putrefacto les alcanzó, un miasma de descomposición, muerte y terror que parecía tener forma física y debilitar el ánimo y el alma, además de enfermar los cuerpos. Estaba oscuro en las escaleras que se internaban en roca viva excavada que daba pronto paso a una gruta natural.
 

Por fin dejé escapar cuando la cerradura se dio por vencida. Ahora que el combate había pasado y mi cuerpo estaba restaurado, no sabía si me había costado más enfrentarse a los esqueletos o a esa cerradura. Pero ya estaba hecho.

Me llevé la mano rápidamente a la nariz para no oler, pero era tarde; ya había penetrado en mi nariz y casi me tumba. El estómago se removió al tiempo que me ponía en pie y daba un par de pasos atrás.

Que asco. Esperemos no encontrarnos con una fosa común le dije a Shail intentando quitar peso al asunto, aunque muy en el fondo lo veía bastante probable. Se enfrentaban a un grupo de enfermos mentales que podían llegar muy lejos en sus acciones... Y esto no sería ni sus primeros pasos.

Entramos, echamos un vistazo y si vemos un problema, deberíamos retroceder. Yo creo que aquí hay más espacio para combatir.

Shail asintió ante las palabras de su hermana mientras también evitaba oler el nauseabundo hedor que se escapaba de allí. Había mantenido la respiración mientras ella se encargaba de la cerradura, y suspiró aliviado cuando vio que cedió. Ahora que tenían el camino libre por delante, una imagen le llegó a la mente. 

Hacía unos momentos había visto un par de esqueletos moverse y atacarles, como si tuvieran vida propia. Si allí olía así, la cantidad de muertos vivientes que pudiera haber podría ser infernal. Y si les había costado antes tanto enfrentarse a una simple pareja, no sabía lo que podría ser hacerlo contra una horda. 

Trató de eliminar los pensamientos negativos de su cabeza y sonrió a Xera, era mejor no plantearle sus preocupaciones. Muy probablemente ella también tendría las suyas y si no las formulaba en voz alta, seguramente estarían todos más tranquilos. Sin pensarlo dos veces, el lobo urbano se adentró el primero por aquella gruta, impaciente e intrigado por lo que podría encontrarse allí.

Los hermanos se deslizaron escaleras abajo, el túnel no tardó en mostrar iluminación ténue procedente del fondo. Tras usar las linternas para iluminar lo justo para ver dónde ponían los pies, avanzaron hasta una sala. Era natural, aunque había sido excavada toscamente para ampliarla hasta tener una forma que, de lejos y beodo, podía similar un rectángulo de 4x8 metros.

La habitación tenía en el centro cuatro mesas de losa de piedra, similares a las de las morgues con todo el equipamiento que podría uno imaginar que haría falta para tratar cadáveres con todo tipo de tratamientos. Esta sala parecía fuente principal de los olores, sobre todo por un pudridero que habia en un extremo izquierdo, obviamente excavado artificialmente y que ahora ardía, incluyendo un par de cadáveres que, probablemente cuando empezaron a arder hace un buen rato estarían completos.

No había una higiene para nada buena, todo el suelo, las mesas y las herramientas estaban repletas de restos secos, tanto sangre como carne y cosas aún menos agradables.

De la estancia, justo en el centro pero en la pared opuesta a la que ellos habían llegado, partían un par de galerías naturales repasadas a cincel para hacerlas más cómodas pero sin llegar a estar trabajadas. Mientras que en el extremo contrario del pudridero (la derecha según habían llegado), completamente ensimismados e ignorantes de su presencia, había un par de figuras envueltas en túnicas negras con grabados de runas en el dobladillo, sus manos - que era lo único visible al estar de espaldas - eran delgadas, finas, de aspecto delicado y un poco enfermizo, pues eran pálidas como si no vieran mucho el sol. Estaban muy afanados, terminando de quemar un par de cajas de pergaminos poco a poco, asegurándose que cada folio ardía hasta convertirse en cenizas.

Por mucho que quisiera, no conseguía acostumbrarme a ese olor. Había pensado que pasando unos minutos en el interior de aquella gruta, y respirando con toda la normalidad posible, mis sentidos se amoldarían y no me afectaría. Pero no. A veces tenía la sensación de que la arcada y el vómito estaban cogidas de la mano esperando el momento perfecto. Otras, mi cerebro era suficientemente fuerte como para echar hacia atrás cualquier instinto natural. Tragué saliva, necesitaba concetrarme.

Llegamos a una nueva sala que bien parecía un lugar para destripar cadáveres o para matar gente. Que hubiera tanta sangre por todas partes no presagiaba nada bueno. Cera estuve de comentarlo con mi hermano cuando vi esas figuras enfermizas. Mi mano buscó el brazo de Shail y le oprimí para que se fijara.

Mi mente se puso a trabajar. ¿Qué podíamos hacer? Una opción era intentar pasar desapercibidos, sin que presenciaran nuestra llegada, y así poder continuar por uno de esos dos túneles. Por otro, era un riesgo demasiado grande si teníamos que volver por nuestros pasos. ¿Serían ellos los que habían levantado esos esqueletos con los que acabábamos de luchar?

Podríamos enfrentarnos a ellos e intentar vencerles. O apresar a uno y matar al otro. Daba igual a quien, pues ambos parecían estar en el mismo rango. Sus ropajes eran idénticos, por lo que seguramente ambos tendrían la misma información y estarían al mismo nivel. Daría igual quién quedaba vivo... Aunque eso implicara jugar a ser algún dios. Y además, al final tendrían que matarlo igualmente.

Pero, ¿y si eran personas normales, obligadas a estar allí contra su voluntad? No podían ir a ellos y preguntarles amablemente, estaba claro. Esa idea era la más absurda pero no por eso era improbable. Además, estaban destruyendo pergaminos, que posiblemente eran pruebas que necesitaríamos...

Lo tenía claro, no quedaba otra. Uno debía morir, y el otro tenía que hablar. Me giré a mi hermano. Alcé un dedo, y acto seguido puse el pulgar hacia abajo. Uno muerto, el otro vivo.

A Shail se le irritaron los ojos de aguantar la respiración y tras oler todo aquello sintió un pinchazo en el estómago que por poco le hace devolver y destrozar todo el plan de infiltración. Se sentía asqueado y sucio. Quería marcharse de allí, prefería pasar mil noches más en la celda donde había dormido que un minuto más con toda aquella podredumbre. Era repugnante. Aún así, fue fuerte y se contuvo. Sabía que tenían que trazar un plan y a juzgar por las miradas que echaba su hermana a la zona, ella ya lo estaba haciendo. 

Cuando pudo ver en el rostro de Xera un gesto de finalización comprendió que ya había decidido lo que tenía que hacer. Acabar con uno de ellos iba a ser fácil, apresar al otro quizá no tanto. Debían ser rápidos y actuar con sigilo, cuanto antes lo hicieran antes lograrían evitar que quemasen todas las pruebas. Además, no tenía ninguna duda que aquellos dos tipos eran sumamente culpables de todo lo que estaba pasando.

Los hermanos consiguieron llegar hasta la pareja de sectarios sin ser detectados, decidieron aprovechar al máximo su ventaja incluso a fuerza de ser menos precisos, atacando de inmediato y por sorpresa, aunque el golpe inicial de Shail llegó por sorpresa lo hizo después de que Xera hubiera llamado la atención con su magia por lo que, aunque la chica mantuvo la iniciativa frente a los sorpendidos pirómanos, Shail se vio sorprendido por su rápida reacción.

Mi hermano había captado mis palabras, o al menos eso parecía. Lo que sin duda me quedaba claro es que esos años de distancia no habían cortado nuestra "comunicación mental". Con una sonrisa, y desenfundando la maza de nuevo, me abalancé sobre ellos sin pensarlo mucho más.

Los pasos hasta ellos me parecieron excesivamente largos. El sigilo y la prudencia tenían que venir con nosotros, ya que esas figuras envueltas no podían percatarse de nuestra presencia hasta que fuera tarde para esquivar nada. Tenían que ser rápido y mortales, aunque a mi se me diera mejor dejar que el tiempo acabara con mis enemigos. En este combate, uno debería caer rápido y el otro... Debía morir al terminar de sacarle información. Había mucho en juego para hacerlo mal.

Xera se abalanzó sobre el tipo más cercano con más furia que precisión, sorprendentemente una fuerza invisible parecía protegerle y lo que debería haber sido un golpe sencillo sólo consiguió la suficiente contundencia por el ímpetu de su carga. Al tipo se le cayeron los papeles y un crujido desgradable sonó junto a su quejido seco cuando una costilla se rompió y se quedó sin aliento para gritar. Trastabilló pero se mantuvo en pie, aún desconcertado por el repentino ataque.
 

Ahora que habían dado con dos de los sectarios, Shail tenía claro que mientras su hermana liquidaba a uno de ellos, él que era más eficaz con sus golpes, se encargaría de dejarle inconsciente. Era necesario no matar a los dos, pues si lo hacían no podrían interrogarles, pero hacer daño a uno de ellos seguramente fuera motivo suficiente para hacer "cantar" al otro, así que era cuestión de tiempo que lograran sus objetivos. Shail y Xera hacían una buena pareja, eso ya lo sabían, y todo lo que se proponían, lo terminaban consiguiendo.