Partida Rol por web

No me había dado tiempo a contestar a sus brabuconerias cuando Shail decidió acabar con su rehén. Desde luego, no sabía negociar, ni tampoco tenía paciencia. En esos momentos, hacer daño al prisionero era lo que quizá podía hacerle soltar la lengua. Pero de esa manera tan sumamente radical, lo único que podía conseguir eran dos cosas: O que se cerrara en banda o que se bloqueara por la muerte de su compañero.

Sin querer echar ningún tipo de mirada a mi hermano, seguí centrada en mi objetivo.

Oh, es que no todo es blanco o negro, ¿no crees? La bondad infinita no es tan buena, ni la maldad suprema es tan terrorífica. Eso pasa por prejuzgar. Al fin y al cabo, le habías considerado como un héroe que no haría daño a nadie, pero claro, ni siendo tan inteligente ni siendo moralmente superior a nosotros lo has visto venir. Es una lástima.

Shail se alejó a por los papeles mientras me quedaba con el ser. Me da igual los fuertes que sean tus jefes o los capaces que sean. Incluso que creas que no seremos capaces de hacer nada más y que moriremos por vuestra forma de ver el mundo. Al fin y al cabo, las guerras son eso: dos maneras diferentes de ver el mundo, y una tiene que acabar con la otra. Que la consideres mejor que la nuestra me da exáctamente igual. Pero lo que está claro es que nosotros queremos información, y tú me la vas a dar.

Volvamos al principio. Quiero que me digas por qué asesinais a los gladiadores. No me digas que no se adaptan. Dudo mucho que todos decidieran luchar contra vosotros. Es más, dudo que ellos supieran de vuestros asuntos. Se que no les dejáis escapar, que decidís acabar con ellos incluso cuando duermen. Así que dame los motivos. Y los quiero ya.

El cultista la miró con mayor burla.

-"No sé si os creéis más especiales de lo que sois o sois más especiales de lo que os creéis." - se rió con ganas - "Pero para alguien que se burla de los conocimientos de los demás muestras mucha ignorancia. Supongo que es verdad lo que dicen de las chicas guapas..." - dejó que Xera rumiara su insulto antes de seguir.

-"No asesinamos gladiadores en sus camas, zorra estúpida. Necesitamos materia prima de calidad y prescindible, seguro que pronto entendéis por qué, y aún así seguiréis in albis... pero algún día os encontraréis con el Maestro Supremo y entonces... entonces sufreriréis por vuestro error. ¡Lleva siglos preparando su vuelta!"

El cultista rompió a reír como un maníaco, una risa estridente, ronca, absurda y crispante que amenazaba con ahogarle. Parecía haberle aislado e, incluso, empezaba a ponerse rojo por la falta de respiración, y pronto morado. Nada parecía capaz de pararle.

Shail no contestó nada más, simplemente tomó todos los papeles que faltaban por quemar y tras escuchar la carcajada que le puso los pelos de punta, sintió como se ahogaba. No le dio ninguna pena. Eran meras piezas en todo aquel rompecabezas y tenían que resolverlo cuanto antes.

El hecho de ver que los muertos se alzaban o que hubiera algún extraño ritual pendiente, le provocó cierto temor al lobo urbano. Los guerreros, más que muertos, habrían sido raptados, y además les estarían usando para un mal terrible. Debían darse prisa en encontrar a todos aquellos que estaban causando tanto mal, y algo le decía que tendría las respuestas en los papeles que tenía delante.

Me aparté del hombre sin ningún tipo de miramiento. Estaba convencida de que esa manera de ahogarse formaba parte de una presencia "venenosa" en su interior. Él mismo la habría activado en algún momento en el que no me di cuenta. Y, como no creía que me pudiera decir algo más, le dejé morirse tranquilo.

Me acerqué a Shail con un gesto de preocupación en el rostro. No debías haber matado a esa criatura. Estaba claro que están desvariando, no son muy cuerdos ni saben bien lo que dicen. Esperando que su propia conciencia fuera castigo suficiente, dejé el tema ¿Qué dicen esos papeles? Me temo que quieran a los gladiadores para algún tipo de ejército, sea como muertos vivientes o con su cerebro lavado.

Los papeles estaban bastante incompletos. Los primeros eran los restos de manuales, un primer vistazo indicaba que eran de naturaleza arcana y bastante avanzados, demasiado para ellos que no tenían una formación formal en esa materia.

Las últimas hojas estaban más completas, aunque algunas partes habían ardido. Parecían listados, entre ellos encontraron algunos nombres de desaparecidos. Para cada uno se indicaban un montón de datos: los primeros parecía que eran cantidades de recursos representados con dos letras, tras ellos venía un código - si entendían bien de transformación - y uno de destino. Estos no parecían identificables a priori, los segundos sólo eran números entre el 1 y el 5, mientras los primeros parecían dos letras: había Sk, Wa, Nf, Nr, Ev y So. Tras ellos había tres nombres, etiquetado el primero como Artífice, éstos variaban poco y no había más que cuatro diferentes, y los siguientes como Asistentes, éstos eran más numerosos y sumaban en total una docena.

Los hermanos dieron un respingo cuando, repasando la lista, encontraron el nombre de su madre, al que habían añadido un Von Strauffen detrás, como Artífice tras tres de los nombres que se referenciaban con EV. ¿Estaría por el túnel que se adentraba? Parecía improbable, puesto que no habían oído a nadie y tenía pinta que habían desmantelado aquella operación cuando ellos se hicieron evidentes, probablemente tras asaltar la casa de Safraner.

En cualquier caso, si tenían algo más que sacar de allí estaría en aquel pasillo oscuro y siniestro, si no tal vez era hora de volver, puesto que era obvio que aquellos nigromantes estaban detrás de las desapariciones y la operación había sido rebelada y desmantelada.

Sin embargo su pensamiento volvió a la trama que les había unido a los Comandos. ¿Cuántos campesinos, viajeros y mendigos habrían desaparecido hasta que pusieron fin a la operaciones del barón ayudados por Venpaulo? ¿Sería la misma gente la que estaba detrás de aquello? Si era así, ¿cuántas aberraciones como las que habían combatido podía tener el Puño, a la espera de llevarlas al campo de batalla?

Al ver el nombre de la mujer que nos dio a luz, apreté con tanta fuerza la daga que mis uñas se clavaron en mi piel y me hice una pequeña herida que me volvió a la realidad

Maldita zorra se escapó de mi boca sin casi darme cuenta. No podía apartar los ojos de esos papeles. ¿Cómo se había metido hasta ese punto? ¿Sería tan mala gente antes de casarse con nuestro padre? ¿Y dónde estaría él?

Ya sabía yo que al final terminaríamos dando con ella. Y no me temblará el pulso cuando tenga que cortarle el cuello mi voz era fría, calculadora y amenazadora. La furia se concentró en mis ojos, en los que se me vería la maldad que irradiaba en esos momentos.

Shail. Esta operación se ha desmantelado seguramente en nuestro asalto a la casa. Estaban quemando los papeles y ambos han muertos. Pero, aún así, creo que deberíamos continuar por el pasillo, a ver qué más encontramos.

Shail se quedó mudo al ver la presencia de su madre en los papeles. No creía que estuviera metida hasta tal punto en todo aquel punto. Pero, pensando que quizá hubiera alguna posibilidad de que todo fuera un error, decidió coger todos los papeles que quedaban y guardarlos en la mochila. 

Que la operación se hubiera desmantelado era un consuelo, pero ver a su madre entre ellos... le ponía triste, nervioso y sobre todo le agobiaba. Al escuchar las palabras de su hermana, Shail se asustó aún más, confiaba en que no tendrían que matarla. Esperaba que cuando les viera luchar por la verdadera causa creyeran en ambos y lo dejase todo por reunirse con sus hijos. 

En el fondo sabía que tenía muchos pájaros en la cabeza, pero también sabía que tendría que salvarla de su propia hermana, aunque si en algún momento se viera obligado a salvar solo a uno de los dos, o si tuviera que ponerse del bando de alguien, tendía claro a quién es coger. Pero confiaba en que en el corazón de su madre aún hubiera algún atisbo de bondad de la que existió cuando se enamoró de su padre y los crió a ellos. Cuando todavía eran una familia feliz... 

Shail echó un último vistazo por la sala y después asintió ante las palabras de Xera para continuar avanzando por el pasillo.

Las galerías eran naturales y, en realidad, eran el mismo pasillo pues el agua que hubiera generado hace eones esa caverna no había sido capaz de desgastar el gran pilar de roca metálica que les separaba. Pronto volvían a unirse en un serpenteante túnel cuya oscuridad apenas era rota por el débil resplandor de alguna piedra de luz encajada en la pared de algunos de los cuartos laterales que iban en parejas a ambos lados del corredor.

Las cuatro primeras cavernas habilitadas como barracones, con dos literas apiñadas. Habían sido abandonados recientemente, aunque una de las literas ellas tenía en cada cama un petate con artículos personales y una modesta cantidad de plata, listos para agarrar y marcharse.

Tras esas habitaciones había un par de huecos convertidos en celdas enrejadas cerradas, una a cada lado. Apestaban a suciedad y miedo, aunque ya no quedaba nadie allí, aún había restos de sangre seca y otras cosas aún menos agradables.

El corredor descendía hasta una caverna especialmente amplia, probablemente había sido un almacén atestado, pero ahora sólo había cajas rotas y abandonadas, la mayoría del tamaño de ataúdes. De hecho con frecuencia auténticos ataúdes. Apenas unas pocas tenían algunos restos de suministros, como si sus contenidos hubierna sido recogidos con prisas, el resto no tenían nada.

La iluminación era escasa, producto de alguna piedra de luz tirada en el suelo aquí y allá, creando por todas partes sombras fantasmales y nubes de oscuridad titilante.

El centro de la habitación era un gran agujero que daba a un río subterráneo con poca corriente, un puente descendente hecho de madera permitía bajar hasta cierta altura del río, como un trampolín sin sentido pero que lo cobraba al pensar en él como un embarcadero para una nave que había partido ya hacía tiempo.

El fondo de la sala había sido habilitado, mediante biombos, cortinas de seda y muretes como habitaciones con cierto encanto o comodidad, mucho más refinados que los barracones, aunque dentro de lo factible para una cueva subterránea. Pero un ruido entre las cajas abandonadas evitó que pudieran mirar mucho más, pues una figura ágil se deslizó entre ellas.

La figura que salió entre las cajas habló con voz de mujer, pero fría como el hielo y con un eco extraño.

-"Mi paladín. Que emoción. Trataste de protegerme en vida"

El vuelco que le había dado el corazón a Shail se tranquilizó en parte cuando un rayo de luz iluminó brevemente la parte izquierda del rostro, algo macilento, de Yemma, la gladiadora a la que rescató unas noches atrás y cuya desaparición había provocado que encontraran aquel lugar. Aunque sus palabras siguientes volvieron a helar su sangre.

-"En balde. Tu ayuda no me sirvió de una mierda. Tal vez en la muerte me seas más útil."

Entonces terminó de salir, quedando de frente y mejor iluminada, ambos hermanos pudieron ver con pavor que la parte derecha de su rostro estaba demacrada, incluso algo quemada. El labio había desaparecido en aquella parte revelando que todos sus dientes eran colmillos puntiagudos. Estaba desnuda, su belleza mancillada por una piel gris y por su carne consumida hasta marcar muchos de sus huesos; que era un cadáver resultaba más que evidente por dos heridas críticas en el costado y el hombro y otra mortal de necesidad en el pecho.

El cadáver animado por necromancia de Yemma se lanzó contra ellos ansiosa por destrozarles con unas garras de hueso largas como las de un león.

El rostro de Shail fue un auténtico poema. No esperaba encontrarse a nadie allí, por lo que al principio empezó siendo el de alguien que se asustaba porque alguien se había escondido. Cuando se giró y escuchó las palabras de Yemma, su rostro cambió por completo. ¡Era Yemma! ¡Yemma! Por ella es por quien habían llegado hasta allí. La mujer con la que Shail había compartido más momentos en la celda. Con quien había entablado conversación y a quien había tratado de rescatar cuando creía que todo iba mal. ¡Yemma era una de las gladiadoras desaparecidas y verla allí hizo que Shail se alegrara muchisimo de verla!

Pero la alegría cambió rápidamente, y se tornó en terror. Una cara de susto mucho más significativa que la primera. Finalmente sus temores se habían hecho realidad, era muy probable que su amiga hubiera muerto, y aquellos nigromantes habían jugado a ser dios y lo habían alzado para manejarlo a sus anchas. Pero parecía tener vida propia y parecía ser capaz de reconocerle. Eso le dolió aún más. Enfrentarse a su amiga consciente de que ella sabía quién era él le dolió en el alma. ¿No habría alguna posibilidad de convertirla de nuevo? ¿Realmente habría muerto y se había alzado como un ser maligno? Negó con la cabeza. ¡Tenía que ser fuerte! ¡Esa mujer ya no era Yemma! Por lo que su rostro volvió a cambiar y a convertirse en uno de ira y odio. Esa mujer había dejado de ser su amiga, y ahora era una abominación que había que destruir y no tendría contemplaciones, porque si las tenía, no tendría más remedio que irse a un rincón y quedarse allí tirado y agobiado por su presencia. 

Había que ser fuerte. Así que sacó sus hachas y empezó a cercenar lo que antiguamente había sido un hermoso cuerpo.

El hacha hendió el cuerpo muerto de la ex-gladiadora abriendo un tajo descomunal. El olor de la podredumbre les asaltó las fosas nasales a la vez que más del interior ennegrecido del cadáver de la chica era visible, músculos y tendones de acero era todo lo que quedaba dentro de un miasma de putrefacción.

Aunque el ser del averno no mostraba el más mínimo dolor sí parecía afectada por los efectos que el tajo había tenido en su forma física.

Me quedé sorprendida al ver a la mujer. Había visto cómo la mataban a traición, mientras miraba la playa, seguramente dispuesta a huir de aquel lugar horrible. ¡Y estaba allí! Pero yo no era tan ingenua como Shail, que su rostro pasó por todos los estados de ánimo hasta comprender la horrible verdad, y sólo había sido al ver el rostro oculto de la joven.

En mi cerebro, todo empezó a conectarse, y mi repugnancia sobre todo aquello llegó a límites insospechados. ¿Jugaban a ser dioses? Creaban ejércitos de guerreros fuertes, pero claro, era mejor primero que estuvieran muertos. Se ahorraban muchos problemas, y seguramente el tema del pago también. Si al menos con su incursión les habían hecho huir de aquel lugar, habría servido para algo...

Cuando mi hermano se lanzó a por la mujer no-muerta, saqué mi arco y me moví hasta tenerla perfectamente posicionada. Volvería a entrar en el combate cuerpo a cuerpo cuando fuera necesario, no antes.

La monstruosidad en que habían transformado a la infortunada gladiadora se lanzó contra Shail aprovechando su ímpetu. Las garras superaron sus defensas pero el héroe evitó que le asieran del cuello y la muerta en vida tuvo que conformarse con cerrar sus dedos de hueso en torno a su torso, el mithril enano que le ceñía como una segunda piel no cedió lo más mínimo y le mantuvo seguro.

Pero algo desconocido le hizo recorrer un escalofrío por toda la columna vertebral, su camisote estaba helado. No era que se escarchado, ni siquiera se había enfriado. Era otra cosa, un frío helado como la muerte que parecía brotar de las garras del monstruo en busca de su carne caliente para hundirse en lo más profundo de sus huesos, algo sobrenatural que no tenía que ver con la temperatura, sino con aquella parodia de vida que animaba los restos de Yemma.

Sólo su armadura había evitado que aquel frío negro anidase en él, en su alma.

Mientras Xera había aprovechado para buscar la espalda de la criatura no muerta, aunque no había llegado del todo a ponerse detrás consiguió un ángulo en el que veía un tiro claro y no peligroso si lo escoraba un poco a la derecha. Eso hizo, pero por desgracia demasiado y la flecha se clavó, cimbreante, en una de las cajas de la entrada por la que llegaron.

Enfrentarse a Yemma le hacía sentir dos cosas a la vez, por un lado era una profunda lástima, no podía pensar lo que eran capaces de hacer aquella facción contra la que iban a enfrentarse, no podía pensar en más cadáveres como ella, alzándose y enfrentándose a ellos. ¿Contra cuantos más muertos tendrían que luchar y a cuantos de ellos conocerían? Era un dolor tener que desenfundar sus hachas contra ella.

Por otro lado, se le generaba una mezcla entre entusiasmo y desagrado. Entusiasmo porque era la primera vez en toda su época de explorador que se enfrentaba a una criatura así, había luchado contra infinidad de monstruos, seres humanos, e incluso criaturas, pero jamás contra algo que ya tendría que estar muerto, le generaba admiración también. Pero el desagrado era inevitable, Yemma apestaba, era un olor acre a muerte, un olor nauseabundo y que con cada tajo que le generaba sentía como si el olor fuera a llevarse sus pituitarias. No podía seguir así, tendría que acabar con lo que antes fue su amiga, cuanto antes.

Me mantuve en la distancia, maldiciendo no ser mejor luchadora para poder asistir a mi hermano en ese combate contra aquella aberración de la naturaleza. Pero, tras el combate con los esqueletos, era lo mejor que podía hacer. Sentía una ira todavía dentro de mí debido a la presencia de mi madre en esa lista, y quería pagarlo con alguien. Y la mujer muerta y reanimada era lo que más a mano podía tener. Saqué una flecha y esperé la oportunidad perfecta. Y llegó justo cuando, intercambiando golpes, se separaron levemente. Era el momento. Lancé una y rápidamente lancé la otra antes incluso de que llegaran a la no muerta
 

La rutina de golpes de Shail mostraba su efectividad sobrecogedora y trozos de carne putrefacta volaban por doquier a la vez que varios huesos se astillaban reduciendo el cadáver a jirones. Aún así no parecía que el monstruo lo acusase más allá de las dificultades que tenía, cada vez mayores, para seguir funcionando cada vez con menos integridad. Tarde o temprano caería al suelo, meramente por las propias leyes físicas a las que no parecía inmune.

Pero no lo haría a tiempo, no al menos, antes de volver a saltar sobre el explorador tratando de asirle del cuello, por suerte uno de los brazos parecía apenas funcional y el otro fue rechazado de nuevo por la cota de malla, que estaba ya tan fría como si estuviera bajo cero, desequilibrada la no muerta trastabilló por el ímpetu recibiendo una de las flechas de Xera en un riñón aumentando su ineficacia con una herida que hubiera podido dejar gravemente herido a un ser vivo.