Partida Rol por web

Bonnie vuelve a morder el tentáculo desgarrando carne, desgarrando su carne cual feriante gallego. El tentátulo se retuerce pero no consigue retener a la reina de los lutines. Mientras Bill se lanza sobre él, azadón en ristre y consigue clavárselo profundamente. El tentáculo comienza a segregar un líquido rojizo oscuro y comienza a contraerse. El otro tentáculo también se retrae, asustado por el inesperado ataque del lutín. Ambos lutines consiguen llegar de nuevo al puente mientras Batracius sigue intentando concentrarse sin éxito. El camino está despejado, pero no sabéis por cuanto tiempo. 

Finalmente temí lo peor durante breves segundos pero mi mordida letal, resultó ser lo suficientemente poderosa como para que el tentáculo me soltara de una buena vez. Eso si, al sentir mis pequeños pies en el suelo salí disparando hacia la entrada del puente ya que no pensaba cruzar nuevamente, el miedo me carcomía y pese a la proeza de Bill no tenía las agallas suficientes para dejar a mi pueblo sin una reina. 

- Gracias Bill, has sido un héroe para mi. Tú también Batracius, aunque no sé que estabas intentando hacer. - agradezco y expreso en un tono animado aunque ligeramente preocupado, morder aquella masa de carne horrenda no había sido una gran experiencia de la que quisiera recordar. 

Y como el cansancio me ganaba, tomo asiento mientras espero la decisión de los lutines. 

-¡Por las barbas de mi tia Lutínia! No pienso volver a la torre sin haber cumplido con el encargo- dijo Bill volviendo a su lado del puente.
-¡Vamos! Esa cosa no volverá a por más leña en un buen rato. Crzad de una maldita ves el maldito puente y busquemos el maldito cobertizo. Patitas, tus cartas seguirán ahí mismo a la vuelta. Y tú Bonnie, si te vuelves y no cumples el encargo, todo lo que has hecho hasta ahora no habrá valido de nada...- esperaba que sus palabras hicieran entrar en razón a sus compañeros.

¡Ejem! Ale, ale, ya pasó, no te preocupes. -dijo a Bonnie intentando sonar reconfortante.

Se rascó la cabeza y estudió el puente. El maldito bicho había demostrado ser rápido Y peligroso.

Hombre, yo puedo cruzar el puente de un par de saltos, pero habrá que pensar algo para la vuelta u os veréis atrapados fuera de la torre. -dijo pensativo.

Bueno, -dijo tras ponderar los hechos- lo que es indudable es que Bill tiene razón, hay que terminar todas las tareas. Por las cartas no te preocupes, Bill, ya están ordenadas. Las dejaré aquí dentro del buzón para recogerlas a la vuelta, no me gustaría perderlas.

¿Vamos, Bonnie? -dijo tendiéndole la mano a la lutina con una media sonrisa. Era obvio que tras el trauma que acababa de pasar, iba a necesitar un poco de galantería.

Con el ceño fruncido escucho atentamente las palabras de Bill y luego las de Batracius, comprendiendo a regañadientes que llevaban la razón en ello y si o si debía terminar con el encargo, así me costara otro bamboleo con los tentáculos. 

Por ello, di un paso hacia el frente y sosteniendo la mano de Batracius expreso. - Sólo si no me sueltas hasta cruzar el puente, no es que tenga miedo... Sólo que no deseo volver a pasar por lo mismo.- respondo un tanto cabizbaja para luego comenzar a caminar mirando hacia todos lados. Los traumas lutinianos no se quitaban tan fácilmente. 

Lo bueno de todo es que el lutín verde había tenido un gesto adorable y gracias a ese detalle, le regalo mi mejor sonrisa. 

Intentáis de nuevo cruzar el puente. Parece que en esta ocasión, la bestia del foso no se atreve a intentar impedir vuestro paso. Y de este modo, llegáis a los ansiados jardines de Rudesindus. 

Un pasillo central lleva hasta una hermosa fuente en la que confluyen cuatro caminos. El lugar parece idílico. Desde el pasillo central se pueden observar varios letreros. A la derecha pone "al huerto". A la izquierda "al estanque" y de frente pone "salida". 
 

Batracius cruzó el puente llevando a Bonnie de la mano, sin que ocurriera ningún sobresalto. De alguna extraña forma, el melodramático comportamiento de la lutina empezaba a parecerle entrañable, lo cual a su vez le preocupaba bastante...

Los carteles indicadores del jardín le sirvieron de excusa a su mente para volver a procesos mentales menos perturbadores. Se ajustó las gafas y leyó las direcciones.

Bueno, queríais ir al huerto, ¿no? -dijo señalando el camino de la derecha.

Finalmente cruzamos sin dificultad alguna el puente, en mi mente surgieron un millar de temores que uno a uno se fueron disipando cuando pisamos el suelo firme del otro lado. Lo cual, curiosa y agradecida, giro sobre mis pies para observar la proeza lograda. Luego esbozando una pequeña sonrisa, le dejo un beso a Batracius en la mejilla. 

-Gracias. - agradezco haciendo una reverencia, después ojeo los carteles y voy pensando hacia donde ir. - Podríamos ir los tres juntos a la huerta, luego al estanque... y ... nada mejor regresar después. - comento a los dos esperando que aporten ideas para las tareas por hacer. 

Por fin estaban los tres en el lado correcto del puente. Ese maldito bicho había probado el sabor de sus puños, les dejaría en paz, al menos de momento.

Allí estaban, los jardines de Rudesindus, y un cartel que no dejaba lugar a dudas "Al huerto".

-Está claro, ¿no?- preguntó Bill señalando con la barbilla hacia el camino de la derecha.

-¡Al turrón!- exclamó con una sonrisa en los labios mientras se encaminaba hacia el camino.

Es Bill el que arranca con decisión por el camino de la derecha. Queda por saber si Bonnie y Batracius le siguen.
 

Vamos pues. Pero no te aceleres Bill, que tampoco hay prisa. E igual hay alguna otra "sorpresa" esperando, como para separarnos...

Levantando una de mis manos libres ya que la otra sostenía la de Batracius expreso con algarabía. - ¡Al huerto!. ¡Por tomates! - eran mi mayor debilidad y como toda lutina ansiosa ante aquella verdura, sería lo primero que haría al tocar el suelo fértil de la huerta. 

Era una reina muy consciente de mis pequeños defectos, uno de ellos era perderme como cerdo por las hortalizas y esperaba controlarme ante el despliegue de alimento para ingerir. Contrólate Bonnie, no pases vergüenza ahora que les caes bien y han salvado tu vida. - musito en silencio para mantener la compostura que perderé al encontrarme con los tomates en cuestión de segundos. 

Tomáis por el camino de vuestra derecha y no tardáis en llegar a una amplia superficie de cultivos. A vuestra izquierda se extiende un extenso campo de lo que parece algún tipo te tubérculo cuya extensión llega hasta donde os alcanza la vista.
 

A vuestra derecha, el campo de cultivo está parcelado. Una de las parcela contiene esto.

No os da muy buen rollo acercaros allí. La parcela de al lado está sin cultivar y en ella tan solo podéis ver un espantapájaros sobre el cual, están posados varios cuervos que con total despreocupación, picotean la paja que sobresale entre sus ropajes.

Pero cuando os ven aparecer, la atención de los cuervos se centra sobre vostros. Desde su cómoda posición os clavan la mirada, desafiantes. Incluso amenazantes, diríais, presagiando que en cualquier momento, podríais tener una incidencia desagradable. O quizá tan solo se tratase de un aviso. Sea lo que fuese, no pintaba bien la cosa.

Batracius observó el panorama que les rodeaba. Esos cuervos no le daban muy buena espina. Bonnie seguía sin soltarle la mano, lo cual empezaba a resultar un tanto incómodo, pues había intentado zafarse un par de veces pero su mano estaba atrapada con firmeza por la de ella.

Intentemos no cabrear a los pajarracos... Y no os acerquéis a las plantas raras esas, creo que leí algo sobre ellas en algún compendio botánico, no son nada bueno -dijo ajustándose las gafas de forma intelectual-.

¿Qué teníais que hacer aquí? ¿Recoger verdura para la comida?

Bueno... habían conseguido llegar "sanos y salvos" al huerto de Rudesindus. Esperaba encontrarse con un vergel de ensueño, pero era un huerto normal, nadda llamaba especialmente la atención.

Escuchó el comentario de Batracius sobre las extrañas plantas.
-A mí me parecen una flores de lo más feas, pero de ahí a ser peligrosas... En fín no las tocaré, tú eres el que lleva gafas, asi que te haré caso- dijo Bill dejando a un lado aquellas plantas.

-Tenemos que encontar el cobertizo que contiene las semillas y después sembrar el huerto. Había que plantar...- se quedó pensativo, rascándose la cabezota.

-Hmmmmm... esto... Mandrágora... Madreselva... Flor de Luis... No, flor de Lys y...¡boniatos! Eso es, boniatos- las orejas del lutín echaban humo. No había utilizado tanto su cerebro en su vida.

- Y tomateeeeeeesssssssssss-  grito con fuerza mientras inicio la carrera entre las verduras, moría por probar las delicias de la huerta aunque tenía en cuenta las palabras de Batracius. -No toques esas cosas extrañas Bonnie, pórtate bien. - me sentencio mientras observo con detenimiento los surcos buscando mi alimento preferido. 

Una vez que los encuentro, junto varios tomates con las manitas y echándome en el suelo como si fuera una cerda, los voy devorando uno a uno. - Por el Averno, que deliciosooo... ñam ñam ñam... - expreso perdida entre la acidez y el rojo de la verdura. Era imposible intentar que prestara atención o hiciera una tarea hasta que no terminase de comer. 

Mientras Batracius espera vigilando a los pájaros, Bill echa un vistazo y no tarda en encontrar el cobertizo, oculto tras el tupido campo de tubérculos. Se trata de una destartalada construcción de madera sin muchas florituras. Una puerta de madera cerrada mantiene a buen recaudo lo que sea que haya en su interior.

Por su padre Bonnie echa a correr por medio del campo de tubérculos y echa mano a unos cuantos. Ha de sacar el fruto de la tierra, lo que ya le hace sospechar que no son tomates. Por fuera su color es terroso y por dentro, púrpura. Comienza a devorarlos con avidez. La mezcla entre el jugo y la terra que envuelve a los bulbos se le escapa por la comisura de los labios. Bonni percibe su sabor. Es es dulzón; bastante más que el tomate, pero resultan muy duros para comer en crudo.
 

Los cuervos no os quitan ojo de encima, pero parecen tranquilos...de momento.
 

Bonnie, ten cuidado no te vayan a sentar mal... Para dárselas de reina, es como una cría... ¿por qué le preocupaba lo más mínimo?

Batracius siguió los pasos de Bill hasta el cobertizo sin quitar ojo a los cuervos. Estaba cerrado, al parecer.

¿Está la puerta abierta, Bill? -dijo acercándose para tirar del pomo. La pregunta era una mera formalidad, dado que si tenía cerraja no dudaba que Bill, con lo fuerte y algo bruto que había demostrado ser, podría tirar la puerta abajo de ser necesario.

-Lo-ca...- dijo Bill en voz baja viendo el espectáculo que estaba dando Bonnie -Como un cencerro-.

Luego se volvió hacia Batracius.

-No he intentado abrirla aún, pero no me extrañaría, todas las puertas de esta maldita torre estan cerradas. Pero la abriremos- dijo chocando un puño contra la palma de la mano.

-Me preocupan más nuestros nuevos amigos plumiferos... Tienen la mirada torba, y parece que tiene hambre...- añadió tragando saliva.

Después se acercó a comprobar si la puerta del cobertizo estaba cerrada.