Partida Rol por web

El distrito está mucho más lleno de gente que otros, uniendo a muchas personas de distintos intereses y pareceres. Las zonas verdes destacan por su abundancia y los coches circulan con cierta moderación por el lugar.

La Academia de las Artes es un edificio antiguo. Se trata de un abandonado monasterio rehabilitado para su nuevo uso, albergando de este modo varias escuelas taller, un par de museos y salas de reuiones y exposiciones. Cuenta con una pequeña iglesia anexada aunque ahora ésta no ejerce como tal. Está hecha pricipalmente de ladrillo junto con algunas vigas de granito que asoman al exterior.

Al llegar al lugar las puertas están cerradas y ninguna luz asoma del interior. A simple vista, el sitio parece abandonado. Frente a ti, dos puertas, una de gran tamaño de doble hoja con un portón de madera con remaches de hierro y otra más pequeña situada en uno de los laterales.

Busca con la mirada algún reloj que indique la hora, y se acerca hasta la puerta lateral,a ver si hay un lector de tarjetas que le de acceso al interior.

Faltan apenas unos minutos para la hora señalada. Al llegar a la puerta una mirilla alargada se mueve dejando a la vista un oscuro rostro de pequeños ojos. Te mira curioso parpadeando varias veces.

- Buenas noches. ¿Qué desea?

Mantiene el silencio y sujetando la tarjeta con dos dedos la muestra.

La mirilla se cierra nuevamente, e instantes después suena el mecanismo de la puerta. Ésta se abre ligeramente dejando a la vista a un hombre trajeado con los ojos pequeños y hundidos. Asiente respetuosamente y con una sonrisa se dirige a ti.

- Ya están algunos esperando, mi señora. ¿La han seguido? No, por supuesto que no. Sígame, por favor.

Abrió un poco más la puerta y con un gesto de la mano te invita a entrar. Tras hacerlo cierra la puerta y con una llave de hierro hueca cierra la ruidosa cerradura. Toma un pequeño candil de una mesa cercana y lo enciende alejándolo de ti. La anaranjada luz da un encanto especial al lugar. Quizá la luz estropearía la magia y el entorno, o puede que simplemente lo haga para que no se vea desde el exterior, quién sabe. Comienza a caminar y te lleva por varios pasillos. Los primeros son pequeños, pero tras atravesar varias salas éstos se vuelven más anchos y con mayor decoración en ellos. Hay retratos de los personajes más ilustres que han estado en la Academia, así como numerosas fotografías antiguas de Berlín. Al cabo de unos minutos llegáis hasta un pasillo en un piso superior terminado en una gruesa puerta de madera labrada. En un lateral hay un lector de tarjetas. El criado hace nuevamente una reverencia y abandona el lugar dejándote a solas frente a la entrada.

Cuando el extraño persojane abandona el lugar, Galatea comprueba por última vez su estado, observando sus pies, por si el vestido o los zapatos se han manchado de tierra, cosa que no ha sucedido.
Tras colocar el chal con delicadeza pasa la tarjeta por el lector y espera en silencio el resultado.

Al pasar la tarjeta una pequeña luz verde se ilumina y el mecanismo de la puerta se activa abriéndose un poco. Por el quicio de la puerta se filtra una luz azulada acompañada de una música preciosa, parece un arpa.

Dejó que sus sentidos se empapasen del ambiente, le encantaba esa sensación, la música reconfortaba su condenada alma y la transportaba a su juventud de nuevo, junto a Alexander.
Tras breves segundos, se adentró en la sala y observó la reunión, buscando a Anttoinette con la mirada

Se trataba de una gran sala con varios asientos y bancos de madera labrados colocados por las paredes de forma escalonada. En el centro hay una gran mesa de nogal. Sobre ésta, una hermosa lámpara con finos cristales desprende una luz azulada iluminando toda la sala ligeramente. Un tapiz con escenas de caza adorna la pared oeste, mientras que otra puerta similar a la que entras está en la pared de en frente.

En el lado este hay alguien con un arpa entre sus manos tocándola delicadamente. Dispersos en la sala hay otras 4 figuras, una de ellas es Anttonniette. Va ataviada con un elegante vestido de cola con los hombros al aire. Sus manos y antebrazos están cubiertos por unos largos guantes negros mientras sostiene una copa en una de ellas. Otra de las figuras es Yvette, apoyada contra una pared. Las otras dos figuras son un hombre y una mujer trajeados perfectamente que se sientan próximos el uno al otro. A simple vista uno diría que son siameses.

Tan solo Yvette te mira cuando entras en la puerta, los demás parecen absortos en la música que inunda el lugar.

Los latidos en el pecho del músico revelan que es parte del Ganado. Suena un pequeño tintineo entre los dos que se encuentran sentados, algo metálico entre ambos, como una pequeña cadena. Se escuchan algunos ruidos más por el edificio, seguramente algunos Criados que trabajan por agradar a sus señores.

Sonriendo, Galatea comenzó a aproximarse hacia Anntoinette caminando elegantemente. No es que pretendiese pavonearse ante todos, sino que la gracia de sus movimientos siempre había sido felina, aunque no demasiado atlética.
Observandolo todo a su alrededor, si hubiese sido humana habria estado muy nerviosa, pero no era el caso, esos sentimientos habían desaparecido, aunque a ella a veces le gustase hacer parecer lo contrario.
Anntoinette ...- dijo con un hilo de voz, esperando a que la gran dama se girase

La Antigua levantó su mano poniéndola frente a ti rogándote que esperarses. Pasaron varios minutos así mientras los cainitas escuchaban el pequeño concierto particular. Cuando por fin acabó, ninguno de ellos aplaudió, pero sí había en sus caras unas miradas de satisfacción. Asintieron y murmuraron entre ellos sobre la perfección de la obra, sobre su calidad y su ritmo. El criado se adelantó y con una reverencia abandonó la sala.

Anntoinette se gira para observarte con una leve sonrisa. Parpadea dos veces antes de ponerse en pie y estirar su pequeo cuerpo.

- Bienvenida, Galatea. Lamentamos que hayas tenido que esperar, pero algo así no podía cortarse. Estoy segura de que lo entiendes -murmura ladeando un poco la cabeza-. Aquí nos encontramos los miembros del clan más notorios, aunque hoy esperamos aún otra visita. Ya conoces a Yvette, y ellos son Frank y Hana.

Anntoinette mira a cada uno y luego a Galatea para abrir su mano a modo de ofrenda para el resto.

Galatea asiente y sonríe como alguien de su posición se supone que debe hacer cuando te presentan a alguien, aunque a Yvette simplemente le hace un leve asentimiento con la cabeza. Busca con la mirada a alguien conocido.

Si no es mucha indiscrección... a quién estamos esperando?

La mujer sonríe tras carraspear un par de veces con suma delicadeza.

- Aquí no estamos todos los miembros del clan, pero sí los más influyentes en la ciudad y los que tienen que aportar algo interesante. Los Depravados se reunen a nuestras espaldas intentando no caer en lo que ellos llaman la "vulgaridad" -se mueve sinuosamente por la estancia mientras los demás la observan con atención-. Hoy contaremos con la presencia de Galatea, mi protegida. También espero la venida de otra persona, pero no me aventuraré a dar su nombre hasta que no esté aquí, no quisiera traicionar su confianza.

Yvette se incorpora con las manos en los bolsillos mirando seriamente a cada uno de los presentes. Siempre parece estar a la defensiva, con los labios torcidos en una extraña mueca. Se acerca hasta la pareja trajeada y les murmura unas frases. Parece preguntarles lo mismo que a ti horas antes, ni siquiera ahí es capaz de dejar de hacer su trabajo. Tras ello mueve su cuello y gira hacia las dos mujeres.

- Pensé que la invitación a otros vástagos se haría bajo la aprobación de la Corte -musita con un extraño tono en su voz.

Anntoinette la mira ladeando la cabeza. No parece ofenderse y simplemente se limia a asentir cortesmente hacia el Azote. Se acaricia uno de sus brazos para a continuación ir quitándose con elegancia uno de sus guantes.

- Lo sé, y por eso mismo Galatea ha traído un obsequio para el clan. Os rogaría confiéis en mí y le mostréis el mismo respeto. Galatea lleva el tiempo suficiente en la ciudad como para ser invitada. A partir de ahora deberás acudir aquí cuando seas llamada -dice mirando directamente a los ojos de Galatea-. El clan tiene sus propios intereses, al igual que cualquiera de nosotros. Yvette es el Azote, ya la conoces. Frank y Hana controlan parte de los lugares de interés de mi distrito, así se lo permito. Compran y adquieren intereses válidos para el clan.

La pareja trajeada por fin se pone en pie. Una fina cadena de plata los une a ambos por sus muñecas. Sus ojos son azules y su pelo perfectamente rubio. Parecen esculpidos, como finas estatuas. Asienten a modo de saludo y caminan por la sala compartiendo opiniones.

- Esperaremos a mi invitado un tiempo más. Hasta entonces disfrutaremos de una agradable conversación con exquisita música de fondo. ¿Estáis sedienta?

Ligeramente, ha sido una noche un tanto movida - dice mientras entrega el pequeño obserquio que ha traido a su anfitriona. Sabe que a Yvette no le cae bien, pero considera que todo esto es excesivo... al fin y al cabo apenas la conoce, pero bueno, esa es una loca y todos los saben, o al menos eso cree ella.
Se sitúa en todo momento junto a Anttoinette, aunque ocupando perfectamente un segundo lugar.

Anntoinette cierra sus ojos con una sonrisa. Asiente un par de veces a las palabras de Galatea y tras ello vuelve a abrirlos. Cruza sus manos por delante mirando hacia la puerta justo en el momento en el que la puerta se abre. En la sala entran dos humanos elgantemente trajeados. Avanzan decididamente hacia la mujer inclinando sus cabezas respetuosamente a cada uno de los presentes.

- ¿Deseas en copa o tomarla del recipiente? -pregunta Anntoinette alargando su mano hasta la barbilla de uno de ellos que sonríe satisfecho.

Frank y Hana continúan caminando por la estancia mientras intercambian opiniones. A simple vista parecen normales si no fuese por la pequeña y elegante cadena que los une. Tras la entrada de los primeros criados se produce el paso de otros pocos que traen algunos informes y papeles para la pareja. Dos de ellos portan un violín y una viola que proceden a tocar una vez hayan tomado asiento. La enterpretación es excelente, y la música deliciosa.

La habitación parece perfectamente insonorizada y ningún ruido podría alterar la paz de aquel lugar, tan alejado de Berlín como se puede estar dentro de la propia ciudad.