Partida Rol por web

Aërengoll, cansado de tanto grito, gira al párroco sobre sí mismo colocándole el bastón delante de la nuez. Comienza a apretar contra él evitando que pueda seguir gritando y, ya de paso, estrangulándolo un poco. No intenta matarle y sabe que de este modo, quedará inconsciente antes que muerto.

- Atandil, busque una salida alternativa. Esto está lleno de pasadizos y confío en que haya uno que nos saque de aqui. Erandil, podemos hacer lo que vuesa merced considere, pero no vamos a dejar aqui a ese chaval. Hagamos lo que hagamos, viene con nosotros.

por descontado maese Aerengöll, ni por un instante se me habria ocurrido dejar a la merced de las bestias a este chaval ni a otro ser humano fuere cual fuere su crimen...

Aërengoll aprieta su cayado contra la garganta del párroco, hasta que este gorgojea cuál criatura de las profundidades oceánicas, tose y finalmente deja de gemir y moverse. Mientras, Erandil ha intentado reanimar al muchacho, que yacía semi inconsciente sobre la rudimentaria mesa.

Atandil llega visiblemente alterado hasta vosotros.

-Vienen por los dos lados. No hay escapatoria. Salvo que en estas mazmorras haya alguna entrada secreta, que por otro lado no tenemos tiempo de indagar-os dice con un hilo de voz. Y tras una pausa, no exenta de tensión, parece recuperar un poco el ánimo:

-¡Voto a Dix y vive Dux que hasta aquí hemos llegado, compañeros! Pero rubricaremos nuestra muerte como hidalgos gondorianos que somos-dice finalmente levantado su estoque como apuntando a los dioses de los Cielos, y que al rozar el bajo techo, consiguiendo que muescas de roca que le caigan -poco heróicamente, por cierto- sobre hombros y cabeza.

Mientras, el párroco yace desmayado a los pies de Aërengoll, que no acierta a calcular exactamente el daño que ha causado en tan desagradable individuo. Por su parte, Erandil comprueba que el muchacho ha perdido el conocimiento y que a priori habría que cargar con él cual peso muerto.

A alguien se le dan bièn estas cosas, porque lo que es a mi veo que Erù no me doto de ese don....despues de mi fallido intento, voy cogiendo las mesas y poniendolas en la entrada para formar un parapeto

Siempre será mejor tratar de llevar a cabo la idea de maese Erandil antes de luchar desde el principio, ya tendremos tiempo de reaccionar si vemos que el plan no funciona.

La cabeza del clérigo daba muchas vueltas. Tendrían que hacer algo y rápido, pero no se le ocurría nada mejor que lo que el paladín había propuesto. Se puso, pues, manos a la obra para ayudar a su compañero. Colocando el cuerpo del párroco en una esquina, para que se preocuparan más por él que por buscar a los demás. Aërengoll se quitó la capa y se la colocó a uno de los tipos que había en el lugar, cerca del párroco. Usando sus conocimientos de primeros auxilios, trató de crear una escena que fuese más creible por parte de sus perseguidores.

Debajo de la túnica llevaba algo de ropa de abrigo, que tenía por haberse cubierto del frío mojado de la ciudad de N´gruth. Agarrando su bastón y agarrando una espada, Aërengoll pidió perdón a los dioses antes de clavarla en el pecho del párroco, mientras susurraba una oración.

- Ulmo, perdona a éste fiel servidor que no quiere sino hacer cumplir tu voluntad y traer de nuevo la paz a las aguas marinas, que estos infieles paganos han caotizado.

Al estar desmayado, el párroco soltó un quejido ahogado como respuesta al acero. Después, el clérigo colocó el arma en las manos de aquel al que segundos antes hubiera colocado su túnica. Y después fue a esconderse tras la puerta junto con los demás, no sin antes cerciorarse de que todo estaba en su lugar y de que la puerta quedaría cerrada con llave una vez estuviesen escondiéndose dentro.

Pronto, los murmullos se tornan vocerío y aullidos exaltados. Parece que habían descubierto los cadáveres, y tras la sorpresa inicial llegó la rabia. ¡La treta no parecía haber funcionado!. Y al rato, sus pisadas y arrastrares empezaron a distribuirse por toda la mazmorra, buscandoos.

Los imprecisos ruidos del corredor habían dado paso a un eco de voces y pisadas cada vez más cercano e inquietante. Os agazapáis tras la puerta, tratando de no hacer ningún ruido. Erandil todavía con Brago en sus brazos, su respiración apagada. 

El número de perseguidores era inusualmente alto para un pueblo tan pequeño como N´gurth. ¿Acaso estas insondables madrigueras rebosaban de una insospechada y no catalogada vida pervertida?¿O es que realmente había desembarcado una legión de intrusos desconocidos desde aquel infernal arrecife?...

Ya estaban ahí, gruñendo y farfullando en su detestable jerga gutural, que sonaba tan poco natural -como un chapoteo- que os causaba inusitada inquietud. Sentíais por momentos como os embargaba una oleada de aversión espontánea, imposible de reprimir o de explicar. Os estremecía que entre sus horribles jadeos, gruñidos y suaves rugidos, no pudierais distinguir ni un solo sonido vocal no amortiguado o que resultara inteligible.  Atandil lo llevaba peor que vosotros, y sus miradas nerviosas de un lado a otro no ayudaban en nada a calmaros.

El olor a pescado empezaba a rodearos de nuevo con una intensidad exasperante, cuando de repente oís un sonido suave y terriblemente inconfundible... alguien estaba hurgando en las cerraduras de las celdas no abiertas. ¡Incluida la vuestra! Al cabo de un momento oís otro débil chasquido apagado, y os dais cuenta de que habían conseguido entrar en la habitación contigua a la vuestra.

Parecía también que hablaban entre ellos, que tramaban algo. Pero cada vez os sentíais menos seguros de que aquellos sonidos fueran realmente voces, ya que los evidentes rugidos roncos y gruñidos desarticulados se parecían muy poco a cualquier lengua de los Pueblos Libres. Y nada podíais entender de aquella jerga.

Inmediatamente, los golpes en el exterior se convirtieron en un violento aporreo. El corazón os da un vuelco pues por sólida que fuera la puerta ¿cuánto podría aguantar contra tal cantidad de individuos?...

Bien no dejare sin dar mi vida que os toquen a ninguno, tomad maese Aerengoll y guarde con usted estos documentos que en la sala de atras encontre pese a estar malherido y algo desalentado, saco unos pergaminos algo arrugado del interior del camison y le hago entrega de los mismos, ademas tomo mi cuchillo y escudo en mano, espero que habran la puerta para embestir cual fiera herida defendiendo a sus crias, quedaros todo lo quietos que podais cosa que digo a los tres,y si encontrais con que esconderos, como algun manton degajado y viejo, taparos con él, por si los dioses tubieran a bien haceros salir de este entuerto, que por retorcido que parezca, en ocasiones se ve la luz al final del tunel, tomo tambien frente a mi una de las dos jaulas de palomas y las libero en la habitacion, esperando que salgan por la puerta nada mas ser abierta y despiste algo a los atacantes

- No hará falta. Además, bien sabe Ulmo que preferíría dar mi vida protegiendo a seres de la luz, que caer en garras de éstos paganos y dejar que me torturen hasta matarme.

El clérigo no veía ruta de escape por ningún lado. Habían intentado esconderse, haciéndose pasar por muertos, para poder seguir avanzando en la oscuridad de la ruta. Pero parecía que no había dado resultado y ahora estaban en un aprieto muy serio.
 

Por mucho que superaran el primer obstáculo, y consiguieran escapar de la sala, siempre habría otros bloqueando el pasillo... si tenían la suerte (esto ya lo dudaba) de transpasar ésta barrera, siempre habría más y más criaturas persiguiéndoles. Los pasos de la pequeña compañía, les había llevado hasta aquel lugar. Quizás era la voluntad de los dioses, quizás fuera todo un juego trazado en las manos del destino. Pero el caso era, que todo estaba bien negro ahora.

El clérigo trató de esconderse lo mejor que pudo. Mientras repasaba mentalmente algúna opción desesperada por salir de allí.

El aporreo se hace cada más insistente. Los sonidos y aullidos cada vez más desagradables. Las palomas corretean por el suelo, como si la cosa no fuera con ellas.

-¡Pardiez, déjalos entrar ya o me volverán locos, maese Erandil!-grita Atandil, como desesperado, mientras desenvaina su estoque y se coloca a tu lado.

Bien Maese Atandil, a la que entren atacamos sin mas dilación, esperando se den por servidos con  nuestros cuerpos estas bestias impías.. Maese Aerrengoll, defienda con su vida la pobre vida del zagal, si en nuestra meta fallásemos su merced es la ultima defensa posible, si bien pudiéramos por un casual recuperarle la túnica para que con ella pudiere tener alguna que otra opción más. cansado, sudorosoy algo cabizbajo, intentando encajar el cuerpo y con total entereza dispongome a recivir y ofrecer el envite de los otros seres del lado de la puerta...