Partida Rol por web

Cerca de ti ves el cadáver de uno de los sotacómitres. Después de asegurarte de que está muerto le registras en busca de alguna llave que abra las cadenas de los forzados. Y ¡bingo! En una de sus faltriqueras y atada con una cadena está la llave. Das un fuerte tirón y te haces con ella.

Apenas Rhogar atraviesa el umbral de entrada al sollado experimenta la incómoda sensación de la macabra salmodia de heridos y moribundos. Ese espacio reducido del sollado que parece contraerse aún más axfisiando la cordura de todo aquel que lo cruza. Pronto contempla las hileras de hombres -o lo que queda de ellos- sentados o postrados en jergones y en el suelo, y el dulzón olor a sangre.

Inesperadamente el bravo soldado tolfaliano tiene miedo. No el de siempre, cuando las saetas silban cerca y siente los músculos y tendones encogidos, esperando el flechazo cabrón que tumba patas arriba. Tampoco se trata del lento escalofrío de la espera antes del combate inminente -el peor miedo de todos-, cuando el paisaje próximo, incluso bajo los rayos de Arien, parece volverse gris y sale dentro una extraña congoja que sube por el pecho hasta la boca y los ojos, sin remedio, obligando a respirar muy hondo y muy despacio. El miedo de ahora es diferente: sórdido, mezquino. Egoísta. Avergüenza sentir esta aprensión turbadora que urge a uno a salir corriendo de allí, abandonándolo a los heridos a la desesperanza, y encontrar en casa el cálido abrazo de las mujer y los hijos para sentirse vivo. Y entero...

Mientras, en la proa del Turupanto, dais de nuevo sobre los enemigos, y Herion el primero. Sin cuidar mucho de su persona, que la furia del combate lo tenía fuera de sí y de todo recaudo. Así avanza hasta la posición donde se bate Fiaras cuyo rostro y camisola se hayan ensangrentados -no sabes si sangre suya o del enemigo-, cuando de repente te entra un enorme haradan sin dejarte espacio para mover las manos*...

Corro raudo y veloz hacia la portezuela para abrirla y que ellos puedan salir, no quiero que mueran ahogados y espero que ayuden en el combate. Si no que Eru descargue su ira sobre ellos y sus descendientes.

- Apartaros...voy abrir la portezuela...cuidado al salir...

Accedo al sitio donde están encadenados y libero a los de sangre gondoriana y a los aliados del reino; dejando encadenados a los haradrim para que perezcan en el mar si el navío llega a hundirse.

- Cuidado al salir...los sarracenos están deseando mataros a todos...habrá que demostrarles que no estamos dispuestos a morir ¿no?

Salgo después con las llaves en la mano y marcho corriendo hacia el lugar donde se encuentra Roghar y Herión ya que es hora de que retomemos el combate y luchemos hasta el final. Ahora nos toca devolverles el golpe a los malditos haradrim.

Sangre, sangre y más sangre, el aspecto del sollado era terrorifico, pero no mucho mejor que el panorama que había sobre la cubierta, Rhogar tenía la boca seca, estaba paralizado por alguna extraña razón, tenía la sensación de que nada podría hacer que consiguieran la victoria, no tenía esperanzas...

Se quedó justo en la entrada y cayó lentamente de rodillas sobre la madera del sollado mirando fijamente a su protegida, esa muchacha era valiente, no había estado nunca en ninguna gran batalla, pero parecía que esta sería la única que viviria, le había decepcionado a ella y a su padre.

.- un poco de agua .- dijo con un hilo de voz y mirando fijamente a Elenezer, repetía una y otra vez .- lo siento, lo siento....

 Habia recorrido el largo del Turupanto, hasta casi lograr colocarme junto a Fiaras. Pero de repente una enorme mole de carne jenizara se interpone en mi camino

- Pero de donde.. - pensaba mientras buscaba con la mano mi daga pues se me habia echado tan encima que no podia maniobrar mi espada. Agarrando la daga con la izquierda, y sin soltar la espada con la derecha.

Una guardia de la que decian Destreza Verdadera, no era la adecuada en ese momento, pues no podia usar la espada, y la daga estaria demasiado atrasada. Emplearia una guardia con la daga avanzada para acometer de primera intención a esa mano y tras abrir hueco, previo atajo, intentar lanzar una estocada con la espada. Las dagas deciden, pero son las espadas las que rematan por lo que no soltaria la mia.

Debia esquivar su primer ataque, que podria ser a puño desnudo o con alguna hoja escondida, peus no habia visto aun arma en sus manos. Asi pues, tras agarrar mi vizcaina, lanzo un medio estoque ascendente mas para abrir hueco que para herirle propiamente. Despues lanzaria un estoque directo con la espada ante la imposibilidad de removerme.

 El jenizaro me tenia agarrado por las muñecas, me habia sorprendido del todo. Aun sostenia la espada en la mano derecha, pero poco podia hacer con ella. El malnacido pretendia lanzarme contra la bancada, alli pocas probabilidades tendira para moverme lo suficiente como para lanzar mi espada contra el.

Me intento zafar de su presa, par despues hacerle perder el equilibrio, intentando golpearle en la parte baja de las piernas. Era una maniobra harto dificil pues su tamaño era considerable, mas lejos de amilanarme, me armo de fuerza para revolverme. Una vez suelto, para bien o para mal, guardaria la espada y cogeria la daga con la mano derecha, lista para usarla contra el. Su tamaño seria contrarestado con mi habilidad con ese arma.

A mi alrededor Fiaras estaba cubierto de sangre. No sabria decir de quien, pero al menso estaba en pie y eso ya era bastante. No tenia tiempo de preguntar por su estado, pero tan solo esperaba que no estubiese malherido. 

Los músculos te arden. Y no sólo no puedes descansar sino que tienes a un enemigo encima. Pero los soldados de Tolfalas están hechos de otra pasta, así que, sin dejarle espacio para mover las manos, te aferras a él, y agarrándolo por la gola -aunque te resbalan los dedos de su mucho sudor-, consigues darle un traspiés y dos vaivenes, con lo que ambos vais al suelo sobre una ballestera. Intentas desarmarlo retorciendo su muñeca pero no puedes, y él agarra tu yelmo por el borde, buscando echarte hacia atrás la cabeza para descubrir tu cuello y degollarte mientras da unos gritos espantosos. Tú, sin abrir la boca, y abrazado a él, le das dos o tres piquetes y heridas pequeñas, de lo que parece sentirse pues ya grita de otra manera. Mas deja de hacerlo cuando de repente -y aprovechando que estaba conmocionado por tus cuchilladas-, una mano le echa atrás la cabeza, y una daga le abre la gorja con hondo tajo.

Te incorporas dolorido, limpiándote la sangre, que te había saltado a los ojos; y antes de que pudieras agradecer nada a nadie, ya estaba Fiaras descosiéndose a puñaladas con el siguiente haradan. De modo que enfundas la daga, recuperas tu espada y recuperas el resuello*.

Antes de que me de cuenta Tárcil "huye" de mis cuidados, dispuesto a dar más palos...Eso me hace pensar que o yo soy muy mala o allí arriba están las cosas muy mal...Y casi que prefiero lo primero, por la cuenta que nos trae a todos.

Al poco veo llegar a mi guardián y protector, le sonrío levemente antes de ver cómo se desploma. Corro hacia él y pido agua a uno de msi ayudantes.

Es irónico que yo, mujer, y de tan pequeña estatura y forma física, tenga que sujetar a semejante Gigante para que no de de bruces en el suelo.

- Cuidado, cuidado, Rhogar.... Lo dejo suavemente en el suelo, donde lo siento, sabiendo que si cae desde ahí, no hay mucha distancia y por lo tanto no se hará mucho daño. Ahora me toca a mi cuidaros...prometo guardar el secreto frente a mi padre. Digo con una leve sonrisa. Mis manos lo exploraban rápido, tocando allí y allá, y mis ojso recorrían su cuerpo, semidesnudo...ya me había acostumbrado a verlo así y no me extrañaba, pero aun así me parecía un comportamiento tan...salvaje, tan, casi, animal...ir sin ropa por el mundo...

Si no hubiese sido por la situación, me hubiese puesto roja.

- ¿Te duele algo? Tomé el agua que me tendía uno de los chicos y se la ofrecí, lentamente, para que no se atragantase. Tomé una de sus muñecas notando el vigor y la rapidez de su corazón y miré sus ojos, para ver la forma de sus pupilas...puede que estuviese perdiendo sangre... ¿Dónde te han herido?

3ª RONDA DEL TURUPANTO