Partida Rol por web

Cojo el arco que un infante me pasa cargo la flecha con la celeridad de un rayo y disparo contra uno de esos malditos sarracenos. Hay que ayudar a Rhogar y al capitán.

- Soldados...acabad con los que podáis...que nuestras flechas atraviesen sus carnes...echarlos al mar... 

 Yo... puedo hacer aun algo? o espero a la resolucion del ataque que hice? Se que voy a morir, pero bueno...

Tarcil empulgó el arco, tensando hasta que sintió como la cuerda empezaba a cortar sus dedos*. Sólo entonces disparó. La saeta voló majestuosa entre enemigos y camaradas hasta alojarse en la espalda de un sarraceno, que con un gruñido sordo cayó al mar. Y aunque Tarcil nunca lo supo ni tampoco le importaba -ya estaba cargando otra flecha y buscando otra víctima-, había enviado a ese infortunado haradan a cenar con Ossë en los Infiernos. O donde carajo cenara el veleidoso e iracudo maia.

 La sangre inundaba mi armadura, las fuerzas ivan desapareciendo. Kharasdil aparecio en mi ayuda ¿o yo en la suya?. Ambos malheridos nos apoyabamos mientras nuestras espadas trataban de mantener ocupados a los jenizaros.

Sabia que no provocaria ninguna muerte mas entre aquellos malnacidos, pero tambien que mientras se ocuparan de nosotros el resto tendria alguna oportunidad. No los veia, no los oia, tan solo esperaba el momento de sucumbir. A nuestro alrededor el edor a sangre y sudor era irrespirable, eso sumado a la flecha que aun se alojaba en mi costado, me hacia casi imposible insuflar el aire que necesitaba. La vista se me iba, no aun no...

Veo que mi flecha alcanza de lleno a un enemigo. Perfecto, uno menos. Saco otra flecha del carcaj que me han acercado y me preparo para otro disparo. Tenemos que ayudar como sea a nuestros compañeros que aún quedan en el barco y la única forma.

- Arqueros de Nuestra Señora...intenten alejar a los haradrim de nuestros hombres...que teman acercarse a ellos...

Espero que sus arqueros sean de élite. Con ello lograríamos evitar la muerte de muchos hombres, aunque pocos quedan ya en el Turupanto. Pero si logro salvar al capitán y a Rhogar algo es algo. 

Tenso la cuerda del arco y la suelto apuntando a un maldito corsario. La flecha silba y va directo hacia él. Creo que otro morderá el polvo dentro de un segundo...

Un golpe de refilón. Pero dado el estado del Turupanto, logra desequilibrar al haradan, que para cuando se quiere dar cuenta ya tiene un espadazo mortal en el cuello. Gruñe y sangra copiosamente. Cada vez es más difícil reñir con toda esa sangre por cubierta.

¡Gondor!¡Gondor! ¡Elendil!¡Elendil!-vuelve a sonar.

La situación se estaba volviendo insostenible, la proa del turupanto estaba casi destrozada y teñida de rojo y era muy dificil poder moverse con total libertad, Rhogar había herido a los dos jenizaros pero sus espadazos habían sido insuficientes, más su escudo repelía las pobres embestidas de los haradrim, tenía que darles un golpe mortal o la vida de Fiaras estaría perdida.

El tolfaliano observó como las flechas de Tarcil silbaban desde la popa de Nuestra Señora de Unien hasta los cuerpos de los jenizaros, haciendo que algunas de ellas pasaran muy cerca de su cuerpo, pero la confianza de Rhogar en las manos del norteño era total.

Rhogar lanzó dos nuevos ataques contra los malditos esbirros del desierto, más cada vez era más complicado, necesita solo un poco de tiempo para sacar a Fiaras, solo un poco de tiempo.

.- Tarcil cubreme... voy a sacar a Fiaras! .- Rhogar señaló a los dos Jenizaros que tenía encima, si Tarcil les daba el golpe de gracia el podría sacar a Fiaras.

Rhogar resopló maldiciendo a los dioses de los infieles, tenía que acabar con ellos lo antes posible, notó como sus heridas le dolían pero por suerte no perdía sangre y no le afectaba los más mínimo, Rhogar era un hombre demasiado curtido para que unos simples rasguños pudieran frenar su ira.

.- Aguanta Fiaras! por Eru que te saco de esta... .- de refilón volvió a mirar a Fiaras, el cual seguía allí sin poder moverse y lanzó otro ataque contra los Jenizaros.-

No pueden contigo pero tampoco te dejan reaccionar. Necesitas ayuda de Tarcil... ¡ya! o encomendarte a Tulkas. Elenezer tiene asientos en primera fila para contemplar tu muerte y la de Fiaras. Amén del resto...

Veo que Roghar y Fiaras están en peligro, es hora de echarles una mano. Pero seguramente no pueda sólo. Apunto a uno de sus enemigos y me preparo para asestarle un flechazo y darles algo de tiempo. Mientras aviso al resto de arqueros que ayuden al guerrero de Tol Falas. Espero que escuchen mi voz en medio del fragor de la batalla.

- Tulkas guía mi flecha contra en enemigo, que está no hiera a ningún amigo... - ruego antes de dejar fluir a la flecha a través del aire.

El jenízaro de más a la izquierda de Rhogar sangraba por varias heridas -el golpe más certero había sido la providencial saeta del arthedanio-, y apenas podía mantenerse en pie. Entonces resbala en la sangre de la cubierta y se esnuca contra uno de los tablazones quebrados, con un ruido y un gruñido sordos. El otro haradan, grita en su idioma vernáculo, Rhogar no puede entender lo que dice, pero parece que está llamando a más de sus compañeros.

Y no hay tiempo para más.

La galeota haradrim cabalgó la última ola y después, ayudada por el peso extra de los haradrim, cabeceó hacia la proa. Entonces, el espolón golpeó la popa del Turupanto, con ángulo suficiente para abrir una buena brecha. Ambas naves se quejaron por el impacto con un monstruoso lamento de maderos rechinantes. El parapeto de proa de Turupanto crujió y se estremeció como exhalando su último quejido.

¡¡¡¡¡KAAAATAAAAKKKRRRRAAAAAAAAAAAAAAAAKKKKK!!!!!

El impacto era siempre peor para el que lo recibía. El Turupanto se desplazó de golpe dos metros. Varios infantes y otros tantos haradrim se precipitaron por la borda -incluido Herion-. Algunos chocaron contra los remos y se hundieron en el agua -la mayoría de los haradrim no sabían nadar y a los gondorianos se lo impedía la armadura-. Vorömar consiguió no salir disparado de su posición. Andunacil -que se había agarrado al árbol mayor- tampoco, aunque los huesos casi se le descoyuntan por el esfuerzo. También algunos haradrim de la galeota enemiga dieron con sus huesos en el tablazón. Uno incluso cayó sobre la cubierta del Turupanto, dejándose los dientes en el tabladillo.

Los hombres que saltaban o caían al agua quedaban a merced de las flechas y las lanzas enemigas, amenazados por las palas de los remos y por los propios barcos, que aplastaban y ahogaban a muchos bajo sus cascos y quillas. Además, la sangre había atraído a numerosos marrajos*. Y sus siniestras aletas serpenteaban entre los cadáveres que flotaban por todos sitios.

Herion blues:

Mientras Herion se hundía braceando en vano y viendo como la superficie se alejaba de él, se percató de que su armadura debía de pesar casi medio talento gondoriano*. En cuanto sintió que se hundía soltó la espada. Pero no bastaba. Por mucho que intentaba nadar la armadura tiraba de él hacia las tinieblas del fondo.

Había un círculo blanco allá arriba, que se movía y temblaba en la superficie del agua, y supuso que debía ser el hálito de Arien**. Cada vez estaba más lejos y brillaba menos. Herion siguió bajando y bajando hasta que su espalda topó con algo duro. No sabía a qué profundidad se encontraba, pero aún llegaba algo de luz. La suficiente como para comprobar que había más gente como él, formas flotando en derredor cual tétricos sudarios de fantasmas.

Tenías que quitarte la coraza cuanto antes. Pero te había costado mucho ponértela, siempre que podías te ayudaba Tarcil o algún soldado, porque era bastante complicado. Tus dedos, que nunca fueron demasiado hábiles, luchan con los cierres. Te pones nervioso y empiezas a boquear, tragando agua. Sólo habías desenganchado un broche cuando la luz se desvaneció y todo se volvió negro...

aquí están!!