Los pasos apresurados del Gnomo lo llevaron finalmente al nivel superior. Con sólo poner un pie allí observó como el lugar se había convertido en un escenario de muerte. Varios piratas y la maldita asesina que con la que se había enfrentado momentos atrás yacían tendidos en el suelo sobre un charco de su propia sangre. Cuando levanto la vista y se dispuso a seguir avanzando hasta donde se escuchaban los gruñidos de desesperación y rabia de la bola de pelos con cuernos, bajo el dintel de la puerta vio a uno de sus compañeros, el bárbaro Davros, quien permanecía allí contemplando hacia el interior de la cubierta de batalla. Sobre él la misma sustancia pegajosa producto de una bolsa de maraña. Una sonrisa maquiavélica se dibujó en su rostro divertido imaginando la muerte y desesperación de la Duergar a la cual tan cerca estuvo de darle muerte. Finalmente su rápido avance lo llevó a pasar junto a Davros, el Gnomo aparecía a la vista de todos sus compañeros con apariencia deplorable. Su pecho, su hombro izquierdo y su pierna derecha estaban completamente manchadas de su misma sangre, pero allí estaba, con su Daga-espada en la mano y su acostumbrada sonrisa, observando como sus amigos tenían sometido al minotauro que tan cerca estuvo de darle muerte. - ¡Eres más inútil de lo que creía Cornudo!- Exclamó llamando la atención de la bestia quien parecía estar en su último suspiro de vida. Le dedicó una sonrisa macabra y un guiño mientras lo despedía con un ademán de su mano libre. - Te vas de este mundo y no pudiste con una pequeño Gnomo jajajajaja - Reía divertido mientras se deleitaba viéndolo sufrir a manos de Kormack.

Morwing sabía que el pirata al que hirió anteriormente estaba sentenciado y, ahora que su compañero se encontraba inmovilizado por la bolsa de maraña, se podría centrar por fin en el gran enemigo de la sala.

El Minotauro se enfrentaba en esta ocasión a Kormack después de que el paladín reculara claramente herido. El enano repelía magistralmente cada golpe que le lanzaba la criatura, y cuando llegó su turno de atacar no pudo ser más certero. Con tan sólo dos golpes consiguió hacer caer al astado ser, y aunque no acabó él, los mugidos de dolor evidenciaban que su vida pendía de un hilo.

Esto lo aprovechó el hechicero para atacar. Señaló con el dedo a la criatura y lanzó un rayo de escarcha blanquecina y fría que a pesar de golpear contra la criatura, no acabó con su sufrimiento... 

TURNO 5

¡Ya lo tenemos Vishna!- Pensaba Ogna mientras seguía cantando la canción compuesta de improviso para salvar a su compañero Zanc. Delante de ella un pirata a punto de sucumbir. Lo veía en su mirada perdida y en la pálida piel fruto de la pérdida enorme de sangre por sus estocadas y la flecha de Morwing. Lanzó una última estocada directa a su corazón. Le quitaría el sufrimiento mostrando así que era piadosa. Cual fue su sorpresa cuando el hombre cayó desplomado al suelo y su estoque, en vez de trinchar carne y vísceras, rasgó el aire. Trató de corregir la trayectoria de su espada hacia el otro pirata, el que desesperadamente trataba de liberarse de la maraña. Pero ya fue demasiado tarde. La punta de Vishna llegó ya sin fuerza, rozando la armadura del pirata sin causarle el más mínimo rasguño.

¡Mierda!Un poco másss...

A pesar de dos buenos ataques de Kormack, la imponente bestia se alzó aún con vida y preparado para darle muerte al enano. Losse, ya recompuesto de su mala maniobra anterior, se colocó con firmeza esperando que el minotauro le mostrara el lugar por el que su flecha debía entrar para darle muerte. Cuando éste levantó el brazo para dejar caer su hacha sobre el enano, el explorador de Everlund dejó salir su proyectil, entrando por el axila y perforando sus órganos vitales, haciendo que su monstruoso cuerpo cayera con fuerza sobre las tablas de aquel barco en el que flotaban.

Tras el estruendo, Ogna aún tenía un rival frente a ella, el cual pudo esquivar su última estocada. No así ocurriría con otra flecha de Losse, que alcanzó su clavícula justo en el momento en que se inclinaba hacia el lado derecho debido a los movimientos del combate. Por muy poco, su férrea armadura evitó un mal mayor, impidiendo caer muerto en el acto, aunque la herida había sido importante. - ¡ÉSTE ES NUESTRO BARCO! - Gritó Losse con rabia recordándoles el error que habían cometido al invadirlo.

Mientras veía como la bestia caía, Zanc se dirigió prestó hacia el indefenso pirata que estaba frente a Ogna. Con premura y sin piedad clavó el acero de su daga-espada en la garganta del infeliz, a la vez que trazaba un corte horizontal que acabó degollándolo por completo. Su mirada estaba pérdida y su sonrisa no se borraba de su rostro. De cierta forma había liberado la rabia que tenía con aquel desdichado pirata, que ahora yacía de rodillas con la cabeza hacia atrás y la lengua por fuera, los ojos en blanco y espesa sangre brotando a borbotones por la herida en su garganta.

Ya estoy aquí chicos. ¿No creerían que podían acabar esto sin mi verdad?

El enano ya se retiraba sonriente de encima del minotauro iba a celebrar su victoria cuando la mole se erigió con un empujón. Sorprendido Kormack no tenía escapatoria, cogía su escudo intentando defenderse. Una flecha dio fin a la mole que cayó nuevamente pesada. Ja! Demasiado confiado...- Dijo con una sonrisa. Era la primera vez que veía una flecha con alegría, miro a Losse para dar las gracias y dijo - ¡IESE CUENTA COMO MÍO! Ya estaba muerrrto... - Decía con cierta rabia subiéndose encima del minotauro y comenzando a cortar los cuernos. En esos cuernos Losse y Kormack podrían beber cerveza, sin duda pelo-nieve se había ganado su trofeo y Kormack sabría recompensar a pelo-nieve.

¡Dioses qué sangría! - Pensó al caminar entre los cuerpos de los hombres caídos para acabar deteniéndose  junto al cadáver del minotauro. Sin duda la cubierta de batalla se había ganado merecidamente ese nombre después del combate que había tenido lugar sobre sus viejas maderas. ¿Estás bien? – Preguntó seriamente preocupado a su gran amigo de nombre desconocido señalando el pequeño corte que surcaba su rostro. A continuación extrajo un pañuelo de seda blanca de su bolsillo que no tardó en ceder a Morwing. No había que ser un sastre de Noyvern para darse cuenta de que aquel pañuelo, de finas puntillas e intrincados bordados, debía ser producto de algún saqueo y que su antiguo dueño sería probablemente una mujer.

Yubian Talere no era una persona que se escandalizase al ver la sangre ni mucho menos. Tenía totalmente asumido que aquel espeso y cálido líquido rojo era simplemente un producto secundario de su trabajo. No es que la tripulación de la que formaba parte cuando recorrían la Costa de la Espada se dedicase a matar a cualquiera que cayese en sus manos, cosa que no es verdad,  más que nada porque la gente, menos algunos casos puntuales, solía valer más viva que muerta. Había que ser consciente de que aquellas cosas pasaban. Sin embargo, el caso particular del que en ese mismo instante era testigo, no dejaba de erizarle el vello de los brazos. Algo allí no era normal, eso estaba claro, pero, ¿qué era? El hecho de que conociese la mayoría de los nombres de los difuntos que lo rodeaban y de que los marineros liberados del Trueno del Mar le dedicasen extrañas miradas ni siquiera pasó por su mente.

Observó con curiosidad como más hombres llegaban a la cubierta procedentes de la bodega donde había curado al inquieto gnomo rubio. Todos sin excepción mostraban sinceras sonrisas en sus rostros y se detenían a dar las gracias a los aventureros de los que su amigo elfo formaba parte. Deben ser los prisioneros que he de escoltar… - Concluyó ajeno al ligero matiz de que éstos estuviesen libres.

Bien, ¿habrá que irse no? Me están esperando y no sé si…– Comentó tras un sonoro carraspeo a fin de hacerse notar por encima de aquella cacofonía de agradecimientos acompañados por la risa del enano quien serraba alegremente los cuernos del minotauro.

A lo lejos, seguramente en el puente de toldilla o en alcázar, alguien gritaba algo repetidamente, algo que Yubian no alcanzaba a entender del todo debido al barullo imperante en la cubierta, no obstante el estruendo que llegó a continuación le dio una pista clara de qué era lo que aquel hombre quería advertir.

La gran roca entró por las cristaleras de la pared de estribor haciéndolas saltar por los aires y destrozando todo cuanto el camarote del capitán contenía. El impacto hizo tambalearse el barco provocando que algunos de los marineros que subían hasta la cubierta principal cayesen rodando por las escaleras. El polvo acumulado durante años en las junturas de los tablones caía en grandes cantidades sobre las cabezas de los sorprendidos compañeros.

Se hizo el silencio durante unos instantes hasta que la voz de Anlocen llegó clara y nítida. ¡TODOS LOS HOMBRES A SUS PUESTOS! ¡TODOS LOS HOMBRES A SUS PUESTOS! ¡TODOS LOS HOMBRES A SUS JODIDOS PUESTOS! - Repetía una y otra vez sin desgañitarse hasta que su voz enmudeció cuando el sonido de un gran cuerno retumbó en la caverna.

El enano terminaba de cortar los cuernos al minotauro- Esto ya no lo necesitarrrás! - Dijo alegre. Una vez hubo terminado se guardó un cuerno y fue hacia Losse - Pelo-nieve, te lo has ganado! - Dijo poniendo el puño* para que chocase y dándole el cuerno. Luego parecía que todo se volvía un caos y todas las abejitas comenzaban a agitar el panal. Hmmm... ¿Y cual es mi puesto? - Así que campante siguió a sus compañeros para saber que se cocía allí. Por el camino engullía una de las pociones que le daba Zanc. - Vamos muchacho... - Le decía dándole un par de golpecitos en el brazo. Se decía que estabas ien prrroblemas, yo te veo bien! JA!

Con el combate del interior del barco finalizado, Losse se acercó a Ogna - ¿Estás bien? He visto que has combatido muy bien. Estoy orgulloso de ti, una vez más - Le dijo mientras la abrazaba con un brazo y besaba su frente. Tras ese momento, Kormack se había dedicado a cortar los cuernos al minotauro, entregándole uno de ellos como regalo - Ehmmm... Gracias - Y respondió al puño del enano chocando el suyo.

El explorador se dirigió después al camarote en el que había dejado sus flechas, necesitaba recogerlas, pues ya sólo le quedaba un carcaj lleno y algunas flechas del otro.

- ¿Lo has visto?- Dijo con esperanza de que lo que decía Losse fuera cierto. Había pasado mucho miedo pero aún así se había enfrentado a los piratas de dos en dos. Recibió el beso en la frente no sin cierta decepción. Se moría de ganas de volver a probar los labios del elfo.- Muchas gracias por ayudarme, no sé que hubiera hecho sin tu apoyo.- Le dijo refiriéndose a la flecha que había visto clavarse en el pirata al que ella se enfrentaba.

Este es de los difíciles Vishna.

Y eso era precisamente lo que le gustaba de Losse, que era muy diferente a los hombres. En cuanto llegó el enano con un cuerno del minotauro y chocando puños con Losse, Ogna se hizo a un lado para dejar al los gallos pavonearse. Así que dirigió su atención al pequeño gnomo.

- ¡Zanc! Me tenías preocupada bribón, y ¡mírate!- Estaba perfectamente.- Hasta te compuse una canción pensando en que te perdíamos. Ya te la cantaré cuando estemos fuera de esta apestosa isla.- Le revolvió el pelo rubio y alocado olvidando ya las viejas rencillas que pudiera haber habido alguna vez entre los dos. Se entretuvo unos segundos en registrar los cuerpos de los piratas y hacerse con lo que más le llamó la atención.

Cuando la enorme piedra atravesó el barco provocando un estruendo, Ogna se tiró al suelo con las manos sobre la cabeza.

- ¡Aaaaaaaah!- Rápidamente, como alma que lleva el diablo, se puso de pie y salió corriendo hacia la cubierta para ver qué estaba pasando, no sin antes asegurarse de que todos estaban bien. El sonido del cuerno le hizo detenerse.- ¡Tenemos que salir de aquí pitando!- No haría descanso para el grupo de aventureros hasta que no abandonaran  la Boca de la Sirena pero ese cuerno se lo ponía más difícil.- ¿Cómo vamos a hacer que nos levanten la cadena?

El combate había terminado y, una vez más, Allen sentía que no había tenido una actuación digna. -Por más empeño que pongo en ser una gran espada para tí, Tyr, mis acciones no representan ni mi fe ni mi fervor hacia vos- quedó pensativo durante unos segundos, con la cabeza gacha y los puños apretados, cual niño agredido por un abusón sin posibilidad de devolver el golpe.

Volvió en sí para felicitar a sus compañeros, quienes sí que habían estado a la altura de las circunstancias. -Buen trabajo compañeros- y girándose hacia Zanc, -Me alegra tenerte de vuelta- dijo con una sonrisa en su rostro.

La situación dio un giro inesperado en cuanto escucharon el impacto de algo grande sobre el barco, -¡Están usando la catapulta! debemos movernos deprisa e intentar eliminarla-. La tripulación se puso manos a la obra para poner el barco en marcha por lo que era tarea de los aventureros eliminar la amenaza que suponía aquella catapulta. Ogna ya subía la escaleras hacia la cubierta y el paladín la siguió animando a sus compañeros a hacer lo propio, -¡vamos a la cubierta, ya idearemos algo para pasar a través de la cadena!-

Con el combate concluido, el rescate de Zanc y la liberación del resto de marineros, era el momento de ponerse en marcha y abandonar de una vez por todas la Isla Mayor.

- Gracias Yubian, respondió ante el intereses por su pequeña herida, aceptando gustosamente el pañuelo de seda que le ofrecía. – Has hecho un gran trabajo ayudando al gnomo, amigo mío, continuó mientras palmeaba su espalda como agradecimiento, - Ahora debemos ponernos en marcha y salir de aquí. Esos malditos traidores no tardarán en volvernos a atacar…

Morwing confiaba en que, mientras luchaban, el resto de oficiales hubiese acabado con las catapultas que amenazan el Trueno del Mar… pero nada más lejos de la realidad. Tras un breve, muy breve momento para recomponerse tras el combate, un tremendo estruendo alteró a los aventureros así como al resto de la tripulación. – ¡¡Maldita sea!! ¿Pero a qué se han estado dedicando ahí arriba?... jodidos inútiles…, pensaba enfurecido el hechicero mientras acompañaba a sus compañeros a la cubierta del barco.

Al llegar a la cubierta, la tripulación de Hasler corría de un lado a otro de forma caótica en busca de su puesto. – Vaya caos, quizá no hubiese sido tan mala idea haber intentado liberar a Hasler..., se lamentó el hechicero justo antes de dirigirse al capitán en funciones y al mago desagradecido. – Vamos Phernangrim, Kigler, ¡sacadnos de aquí de una puta vez!... y vosotros, continuó refiriéndose a los ballesteros, ¿a qué cojones esperáis para disparar?... ¡¡¡ATACAD!!!, concluyó mientras señalaba las enormes catapultas enemigas.

Los aventureros alcanzaron la cubierta principal seguidos al instante por los marineros que habían sido liberados de sus ataduras.  Los saludos entre oficiales y tripulación fueron todo lo afectuosos que la delicada situación permitía. Aquellos que gobernaban el Trueno del Mar eran en su mayoría hombres poco acostumbrados a la lucha. Por supuesto que, en su dilatada carrera como transporte de mercancías a lo largo y ancho de la costa de la espada, la embarcación había sufrido no pocos intentos de abordaje a manos de piratas. No obstante la pericia de su capitán y de sus marineros siempre había conseguido  sacarlos indemne de la mayoría de los encuentros. El hecho de que la embarcación se encontrase ese día anclada en los muelles de la Boca de la Sirena se debía mayormente a un cúmulo de factores desfavorables. La tormenta sufrida durante la noche que soltaron a los compañeros en las cercanías de la Torre de las Drizas dañó enormemente el palo de mesana y la quilla del barco. Según comentaría más tarde Phernangrim, la decisión del Capitán Hasler de acercarse a la costa para intentar reparar los daños más serios, mientras aguardaban la llegada de los aventureros, provocó su captura debido la imposibilidad del barco de maniobrar con eficacia tan cerca de la orilla. Sin embargo ahora, con dos magos veteranos en cubierta unidos al pequeño Cuinthere, la situación para sacar al Trueno del Mar de su inmovilidad era totalmente distinta.

Kigler recibió las palabras del hechicero con su acostumbrado rostro agriado y una mirada desafiante. Su boca se abrió con la intención de replicar pero los disparos de las balistas de sus compañeros le recordaron que no era el momento más indicado para ello. Descendió del alcázar con paso apresurado y se dirigió a los compañeros para, a continuación, lanzar a Morwing una varita mientras retenía dos más en su mano. ¿Sabes utilizar una de esas? – Preguntó sin muestras de rencor, al menos en su voz. Nos ayudará a poner el barco movimiento y a alcanzar una velocidad decente antes de que esos cabrones salgan tras nosotros. – Dijo señalando al Skirganden en donde, aunque no alcanzasen a verlo, los piratas ya se apresuraban en preparar el barco para intentar cortar el paso del Trueno del Mar.

¿Alguien más sabe cómo se usa esto? – Interrogó mirando a todos los presentes sujetando otra de las varitas en la mano.

¡Sí! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo sé! ¡Yo sé! - Gritaba Cuinthere quien corría dando pequeños saltos en dirección al grupo. El saco en el que él y su mascota habían viajado a la espalda de Davros lo seguía de cerca puesto que una de las hebras debía haberse enganchado una de sus escamas de la cola. ¿Puedo verla?

 Los intrincados símbolos tallados sobre la varita indicaban que el hechizo contenido en ellas se trataba de uno que permitía lanzar una poderosa racha de viento que haría hincharse las velas al instante.

Sí, yo puedo hacerlo. - Concluyó el kobold tras un rápido examen.

Está bien. - Respondió el mago no demasiado convencido por el ofrecimiento de aquella pequeña criatura en cuya cabeza descansaba una gaviota.

Pues vamos. Salgamos de aquí... - Exhortó a todos cuanto le rodeaban. Estad listos a mi señal y apuntad cada uno al centro de la vela. - El mago señaló la la vela delantera, o del trinquete, más pequeña y sobre la que acertar sin arrancar poleas y cabos o poner en peligro a la tripulación, era más fácil. Tu irás allí adelante. - Indicó al Kobold. 

Morwing, tú a ésta. - Indicó dando un par de golpes al mástil del centro del barco, el palo mayor. Háganlo bien y saldremos de aquí... - Añadió volviendo en dirección al alcázar.

El sonido de la cadena del ancla era retraída con la ayuda de los marineros liberados avisó de que su salida sería inminente.

¡AHORA! - Gritó el mago apuntando con su varita hacia la vela del palo de mesana. El hechicero elfo y el escriba kobold repitieron el movimiento con sus respectivas velas con movimientos idénticos. 

El Trueno del Mar se puso en marcha con un impulso tan brusco que algunos marineros que no estaban preparados para ello cayeron de espaldas y rodaron varias veces hacia atrás. 

¡OTRA VEZ! - Volvió a gritar Kliger entusiasmado porque aquello diese resultado.

Morwing, que era un experimentado hechicero lanzó la carga de la varita sin problema alguno tan pronto escuchó la orden. Sin embargo Cuinthere no muy seguro de qué había escuchado debido al ruido de la cadena del ancla, se giró hacia atrás para preguntar a voces si alguien podía repetir lo que había gritado el mago.

¡MIERDA NOS VAMOS A ESTRELLAR! - Gritó uno de los marineros que se encargaba de levar el ancl y que tuvo que agarrarse a la borda para mantener el equilibrio.

El pequeño Gnomo no cabía de alegría al ver a sus compañeros mientras los saludaba a todos animadamente. Con exagerados gestos señalaba los lugares de su cuerpo que estaban manchados de sangre mientras narraba brevemente como había combatido el sólo contra aquella enorme bestia cornuda. Reía divertido al contar como se volvía una enorme bola de fuego con patas y después narraba como creía que iba a morir por causa del brutal e inesperado hachazo que le habían propinado... -¡Si!!!!.... Estoy vivo de milagro!.... Todo es gracias a la piadosa Tymora! Ella misma me dijo que me daría otra oportunidad!!- Zanc contaba el final de aquella historia con un brillo en sus ojos, realmente le emocionaba creer que la Diosa de la fortuna no le había abandonado cuando más lo necesitó, entonces aquel fuerte estruendo le hizo recordar en la situación en la que estaban, por lo que se apresuró a subir a la cubierta principal para ayudar en lo que pudiera para hacer que el barco zarpara lo más pronto posible.

¡Morwing...toma! - Dijo al hechicero en el descanso entre ráfaga y ráfaga. Sé que tu puedes lanzar cosas a gran distancia sin problema. Usa esto, creo que podremos romper la cadena si das en el punto justo. - Después cedió un vial explosivo al elfo con sumo cuidado. No lo dejes caer...

A continuación el gnomo salió corriendo hacia las balistas de la parte trasera del barco con el fin de ayudar a dispararlas.