Partida Rol por web

Oh…sí…sí…la humedad y el frío de ese lugar no me han sentado bien. Eso es todo. – Dio por respuesta Vishna sin rastro alguno de su orgullo o prepotencia. Hubo un silencio mental en el que la presencia del alma de la espada incluso llegó a desaparecer, de vuelta a las profundidades de la cabeza de Ogna. Sin embargo, no tardó en volver al notar el cristal mata-infernales.  - ¿No los notáis? ¡Han estado aquí! – Dijo ahora con un tono de voz mental mucho más sereno pero aun así con signos de temor en él.- Son muchos…han dejado esto totalmente impregnado de su apestoso olor. Es…es asqueroso…pero creo que no están por aquí ya. Puajs…reconocería a el olor de Gibados en cualquier lugar…pero si hay tantos y no se han matado entre ellos quiere decir que hay algunos mucho más poderosos que los mantienen en orden. – Comentó nuevamente tras un par de pasadas de Ogna con el estoque por el aire a su alrededor. ¿Hemos bajado a alguno de los nueve infiernos? – Preguntó, tras meditar durante unos segundos acerca de en qué lugar podían juntarse tal cantidad de demonios.

- Vishna dice que huele a Gibados. Que eran muchos y que ya no están por aquí. Que si no se han matado entre ellos es que hay unos más poderosos que los mantienen a raya...- Concordaba con lo visto por Losse. Ogna se rascó la cabeza como si así pudiera deshacerse de la incómoda sensación de que te hablaran directamente en la mente.- ...no, no hemos bajado a uno de los nueve infiernos, estamos en nuestro plano...aún.

El enano vagaba por las calles reviviendo su paso por aquellos mismos empedrados junto al antiguo grupo, parecía casi una eternidad lo que había pasado. Los restos de los Ocho de Valigar se había visto reducido a cuatro y buscaban cobijo en Oaksville tras encontrar los restos de un cabecilla con mucho ego. En aquel entonces la vida era más sencilla... Aquel día consiguieron una importante misión. El arquero elfo Losse se unía al grupo. Morwing era recomendado por el mediano y Davros... El enano no recordaba en que circunstancias se unía Davros, tampoco importaba mucho, sus pensamientos los interrumpía la porta-antorchas, parecía que todo apuntaba que la casa ya había sido saqueada. Pese a que el tema le jodía enormemente al enano soltó un -¡JA!- recordando el momento en que tiró algo de valor al suelo a posta. -Ia les pillarrremos... y segurrro que no tiene los bolsillos vacíos.- dijo a la única chica que les acompañaba, era la única que seguía allí. El enano se preguntaba como una niña podía seguir acompañando al grupo durante tanto tiempo, pero al girarse al mirar a los otros tres integrantes se dio cuenta que podía hacerse la misma pregunta a sí mismo. Sus amigos habían muerto o desaparecido. El lobo de traishor, ese era al que más echaba de menos junto con Zanc. Aquel idiota mediano - algo que nunca se le había metido en la cabeza a Kormack era que su compañero era un gnomo - a saber por qué había desaparecido, y más sin decirle nada a él. Y Morwing... Lo de Morwing también fue duro. A Losse había aprendido a tragarlo, había demostrado ser útil aunque no aprobase su crueldad y sus métodos. En Davros podía ver al mismo diablo escapado de los nueve infiernos, había visto su mirada enfermiza y su sonrisa demoniaca. Ninguno de sus compañeros parecía haber visto lo peligroso que era aquel tipo. Pese a eso, Kormack no le tenía ningún miedo, sabía que podía derrotarlo. Y el nuevo...

Vamos...

A falta de un buen rastreador en el grupo, Losse se erigía, una vez más, como el guía de todos ellos, explicándoles con minuciosidad cada uno de los rastros encontrados. Al llegar a la Casa del Representante del Consejo, varios humanos habían pasado por allí no hacía más de cuatro horas. - Percibo una gran actividad reciente de humanos provenientes del establo. No sé qué habría ahí, pero en su interior debe estar la clave. No andamos lejos de ellos a pesar de nuestra larga travesía. Es una buena señal. -

Mientras él seguía ensimismado en narrarles todo lo que encontraba, Ogna decidió hacerle una broma cariñosa. Estas jornadas de tranquilo viaje habían devuelto a Losse su buen humor, lejos de las continuas amenazas de muerte. Así, el elfo se giró hacia ella mirándola con los ojos entrecerrados mientras una sonrisilla se le dibujaba en el rostro. - ¡Asquerosa! ¡Jajajá! - Reía el elfo mientras se disponía a continuar con los rastros no sin antes recordarse lo que le depararía a la humana - Ésta te la devolveré -

Todo parecía tranquilo hasta que Ogna cambió el cristal de su arma. Ese gesto fue confirmado con lo que sus palabras trajeron a continuación. Losse hizo lo propio con Spujnur y le colocó el cristal que perteneciera a Davros días atrás. El muy ruin se lo había vendido como si de un mercader se tratara, pero, vistas las circunstancias, a Losse no le parecía mal negocio a fin de cuentas. - Parece que nuestra tranquilidad ha terminado. ¡Atentos! -

De nuevo el numeroso grupo se puso en marcha, esta vez en dirección oeste. Tenían muy claro su destino y, si bien lo que les esperaría allí quedaba en la imaginación de cada uno, no había nadie que dudase de las palabras de su señor con respecto a lo peligroso que sería.  Dejaron atrás la desierta Oaksville sin demasiado reparo, pues poco había allí para hacer aparte de registrar casas vacías bajo la atenta mirada de los malditos cuervos, a quien todos comenzaron a  mirar con recelo por ser los únicos seres vivos que parecían vivir tranquilamente en el pueblo.

En el horizonte pronto se dibujó la silueta reconocible de la colina donde se emplazaba la fortaleza Felbar, dueña y señora de las colinas circundantes. En ella se había acantonado durante años un generoso contingente de tropas amnianas. Éstas eran las encargadas de proteger las fronteras y el territorio interior del condado de Cherrybroof  de las más que frecuentes rapiñas de las tribus de hobgoblins y trasgos de la zona. En los últimos años, a raíz del traslado de una unidad de caballería procedente de Murann, las llanuras se habían vuelto más seguras pero en las zonas limítrofes al bosque de Cherrybroof todavía era frecuente que las caravanas sufriesen ataques; prueba  de ese hecho para Morwing era la presencia de Davros en casa de Aranar Brusta el día en que se conocieron.

Pronto, según iba haciéndose más nítida la forma de la fortaleza y del barco inmóvil que la sobrevolaba en las alturas, las dudas fueron acrecentándose y el paso ralentizándose. – Señor… - Se atrevió a tomar la palabra Selpen. – No sé qué habrá allí, pero acercarnos a plena luz del día hasta la ciudadela lo considero un suicidio, nos verán llegar desde kilómetros…

Los cinco compañeros rodearon el la Casa del Representante y entraron en un amplio terreno que había sido dividido en dos partes. La primera y más cercana a la vivienda principal era un jardín que de no estar el invierno tan avanzado y no haber sido pisoteado por numerosos pies en los últimos días seguramente hubiese sido tan encantador como acogedor. La segunda zona, separada del jardín por una valla de madera de más de un metro y medio de altura, se trataba de un corral; las boñigas de caballo y las rodaduras de los carros daban fe del frecuente uso que éste tenía. Sin embargo, para cuando los aventureros llegaron hasta él y saltaron la cerca a fin de acercarse al pequeño establo, comprobaron que el suelo llevaba inalterado desde hacía varios días. Sólo las huellas que Losse había encontrado y que pertenecían a una veintena de individuos parecían haber caminado por allí.

Cuando los compañeros entraron en el establo, armas en mano  y sentidos alerta, éstos se toparon con el más absoluto de los vacíos. Algunas cuerdas, un par de sillas de monta y un banco de herrero era todo cuanto había a la vista, tanto en la zona de las cuadras como en el pequeño cuarto de herrería. De este último provenían la totalidad de las huellas. ¿Cómo era posible que veinte personas hubiesen salido de allí si el cuarto no disponía de más puertas que por la que habían entrado?

La pequeña milicia del hechicero fue abandonando la aldea de Oaskville con una sabor amargo a pesar de las riquezas obtenidas en el templo. Tras ellos quedaba un poblado fantasma que por seguro terminaría quedando en el olvido con el paso de los años. Tan sólo los cuervos que revoloteaban los cielos de Oaskville quedarían como sus habitantes hasta que decidieran asentarse en otro lugar.

Fue precisamente ese pensamiento el que frenó en seco el avance de Morwing. – Será posible que…, pensaba con rostro serio a la vez que desviaba su mirada hacia la lejana aldea ya. – ¡Maldita sea! ¿¡¡Cómo he podido ser tan estúpido!!?. Y es que Morwing había estado tan centrado en localizar a Aranar Brusta, las señales dejadas por los demonios y el episodio con su antigua habitación que en ningún momento reparó en todos aquellos cuervos que habían invadido la ciudad.

Ahora lo veía claro, y puede que sólo fuesen imaginaciones suyas dado su perfil paranoico, pero no podía evitar sentir que habían sido observados todo el tiempo. Para el hechicero la explicación de todas aquellas aves no podía ser otra cosa que una treta para tener vigilado el poblado e informar de todo lo que ocurriese allí. ¿Quién podría estar detrás de todo aquello? Poco importaba ya, porque de estar en lo cierto los enemigos de Morwing pronto estarían informados de su presencia.

Lamentándose continuó el trayecto sin casi articular palabra ni compartir aquellas sospechas con Selpen, siempre cercano a él. Y no fue hasta que llegaron al lugar límite donde podrían mantener una distancia de seguridad  cuando Morwing volvió a impartir órdenes a sus hombres. – Tienes toda la razón, Selpen, afirmaba con la cabeza. – Y es probable que aquellos cuervos fuesen más de lo que parece…, le comentó en voz baja con preocupación. – Podría tratarse de algún tipo de vigilancia por parte del enemigo, y si es así nos estarán esperando. Debemos actuar con cautela y estar alerta a partir de ahora…, dijo para después quedarse pensativo. – Bien, daremos un pequeño rodeo guardando las distancias y esperaremos a que la oscuridad de la noche nos permita avanzar. Vamos… 

Losse se frotó la barbilla, carente de pelo, mientras trataba de encontrar algún rastro más. - Qué extraño... Algo no encaja aquí. - Echó mano de su estuche de pergaminos y eligió dos de los que llevaba. - Habrá que pedir a Mielikki su favor, una vez más. - Finalizó con un guiño y una sonrisa hacia Ogna buscando su complicidad.

La lectura de ambos pergaminos fue rápida y, todo aquello que parecía invisible hasta entonces, brotó de repente.

El grupo fue avanzando hasta la casa del representante del consejo guiados en todo momento por Losse, que además narraba la historia de todas aquellas pisadas con sumo detalle.

A pesar de la gran destreza del explorador, una vez llegaron al establo de la casa de Aranar, éste quedó enmudecido mientras buscaba la continuación a las pisadas que les había llevado hasta allí. - ¿Qué le pasa?, preguntó Jeldrich a Ogna en voz baja para tratar de no despistarle. - ¿Ha perdido el rastro?, preguntó asombrado, y es que si Losse no localizaba el rastro nadie podría hacerlo.

Por suerte a parte de sus múltiples habilidades constaba también de recursos, y tras hacer uso de algunos pergaminos mágicos, se puso de nuevo manos a la obra ante la mirada expectante de sus compañeros… 

Al comprobar su nuevo hallazgo, Losse se estremeció. Toda su piel se erizó y una gota de sudor cayó por su frente. - ¿Dónde nos hemos metido? - Miró a los alrededores para asegurarse de que nada ni nadie los vigilaba. - Un babau de enormes dimensiones ha salido de un portal aquí invocado. - En su memoria aún guardaba el encuentro que habían tenido con tal criatura, repeliendo cada uno de sus golpes con extraordinaria resistencia y consumiendo sus armas con el limo corrosivo de su piel. - Quizá me equivoque, pero deben haber pasado un par de días de ello. -

Unas marcas mucho más débiles daban la solución al enigma que les condujo a ese lugar. - Aquí hay un rastro mucho más reciente que coincide con el de ahí afuera. Deberían haber unas veinte personas y... - realizó una pausa y se acercó a un lugar en concreto de aquel establo. - Aranar. Ese maldito mediano también ha estado aquí. - Se agachó buscando alguna pista más concreta, aunque no halló nada. - No soy un experto en portales, pero por aquí debe estar el glifo que abre ese portal. Quizá bajo el suelo. - Como ninguno de sus compañeros contestó, insistió en el tema. - ¿Alguno de vosotros sabe más sobre este asunto? - Losse guardaba cierto orgullo pero, pese a ello, no le costó reconocer que Morwing les hubiera sido de mucha utilidad en ese momento.

- No lo ha perdido.- Contestó a Jeldrich susurrando también para que Losse no se diera por aludido. - Simplemente recurre a la magia para acelerar las cosas...- Se lo estaba inventando pero no iba a dejar que pensaran que su Losse perdía rastros. Tras leer los pergaminos más datos salieron a la luz.

- ¿Pero cómo un mediano va a tener ese poder?- Se le escapó a Ogna delatando la manía y prejuicios que solía tener contra los bajitos. El caso es que para invocar un babau como el que decía Losse había que ser más que un renacuajo de lengua viperina. No estaría Morwing pero Ogna era perfectamente capaz de suplir su ausencia, al menos en lo que a conocimientos mágicos se refiere. - Quizá no sea el verdadero Aranar Brusta y pase como en Nashkel.- Se puso de rodillas en el suelo pasando la mano para quitar el polvo o arena a ver si veía algo del glifo del que hablaba Losse.

No hizo falta remover demasiado la tierra, la cual se encontraba llena de virutas de hierro por el trabajo de herrería; a poco menos de un dedo de profundidad Ogna sintió la piedra bajo la palma de sus manos. Las runas que componían el glifo no tardaron en aparecer a la vista de todos. 

Se trataba de una plancha de piedra grande, lo suficiente como para que dos personas se plantasen ella sin problemas sin tocar los bordes del círculo rúnico. La bardo, que había aprendido mucho acerca de planos desde que conociese a Morwing, no dudó en absoluto de que aquello fuese lo que había traído a la veintena de hombres hasta a aquel lugar. Además, al parecer, el babau habría sido el primero en utilizarlo pocos días atrás. Las dudas de que Aranar hubiese convocado a un demonio de ese poder pronto quedaron resueltas, pues el glifo podía haber sido creado en otro lugar para después haberlo transportado hasta allí con el único fin de ser enterrado. Además se unía a este hecho otro más importante si cabe: aquel glifo no era una salida entre planos, no. Se trataba de  la salida de un portal que funcionaba dentro del mismo plano, es decir, una forma de traer hasta Oaksville a seres que habitasen en los Reinos. Aquel babau no había venido de Phlegethos cuando apareció en Oaksville, ya estaba en los Reinos. Ethegax volvió a acudir a la mente de los tres que se habían enfrentado a él en Athkatla: Davros, Ogna y Losse.

-Un babau…

Jeldrich no era tan erudito en cuanto a conocimientos sobre las criaturas de otros planos como parecía serlo Ogna, sin embargo conocía lo suficiente como para saber que un demonio Babau eran palabras mayores.

El clérigo ayudó a Ogna en su intento por desenterrar la runa del portal, y en efecto allí se encontraba. Si hace varios días el primero en usarlo fue aquel demonio era evidente por las huellas encontradas que los últimos en hacer uso del portal fue la veintena de soldados. – Losse, ¿podrías reconstruir el camino recorrido por el babau y hacía dónde fue?, preguntaba mientras quedaba pensativo. – Esto no tiene ningún sentido, dijo por fin. – Esas criaturas son tan malignas que para ellos los humanos no son más que seres inferiores a los que aplastar… lo que me lleva a preguntarme que pintan aquí todas estas huellas de humanos, continuaba mientras se rascaba la barbilla… - Si han seguido el mismo rumbo que el babau, me temo que son ellos los que están realmente en peligro…, concluyó.

- Presumo que los humanos son parte del ejército de Steznag. Quizá tengamos de nuevo piratas disfrazados con armaduras del ejército de Oaksville para hacerse con el control del pueblo y que el babau pueda hacer lo que ha venido a hacer aquí con más tranquilidad, que supongo que tendrá que ver con la invocación  del Heredero.- Ogna trató de explicar brevemente a Jeldrich que en la Isla de la Sirena Muerta habían encontrado pruebas de que los piratas pretendían infiltrarse en los ejércitos de cada región llevando las mismas armaduras.

El enano no entendía ni jota de lo que hablaban. Que si Bau-baus y cosas raras. No entendía ni la afluencia de huellas, ni porque un elfo daba tanta importancia a esas cosas. Finalmente, encontraron una de esas piedras antiguas que al hechicero le solían fascinar y como Losse preguntaba inquisitivamente por alguien que supiera del tema. -Morrrwing sabía del tema.- dijo el enano mirando a la piedra y acabando su mirada en Losse -Perrrrro se fue, lo echaste. Y ya que hablamos del tiema...Le grrritaste cosas feas, ¿sabes?- dijo el enano algo disgustado por la actitud del elfo. -Perrrro es mejorrrr hablarrrlo en otrrro momento y no ahorrra... Ya habrá tiempo.- dijo como si fuese un tema intranscendental y no hubiese abierto la caja de pandora.

Losse sentía cómo Kormack le recriminaba haber defendido sus valores morales por encima de un miembro del grupo. - Y lo volvería a hacer. - Le respondió mientras endurecía el gesto de su cara. Pero como Kormack no parecía darle demasiada importancia, él prefirió hacer lo propio, pues en una cosa estaba de acuerdo con él, no era el momento más adecuado para tratar ese tipo de asuntos. Habían tenido cinco días para discutirlo abiertamente y, sin embargo, el tema no salió, cosa que parecía indicar que el grupo estaba más a gusto sin él.

- Mmm... Podría intentarlo. Supongo que esa criatura, con el tamaño que debe tener, dejará unas huellas bastante profundas. Pero antes de éso, ¿haremos algo con estos glifos? Si lo están usando como puente entre dos puntos de Faërun, tenemos dos opciones: destruirlo o... - tragó saliva para preparar al grupo sobre lo que iba a decir. - usarlo, con todos los riesgos que éso conlleva. -

Jeldrich pudo ver como la simple mención de Morwing avinagraba el rostro de Losse. No tenía ni idea de quien era ni la relación que había tenido con sus compañeros, pero era evidente que con sólo oír su nombre se podía respirar cierta incomodidad en el ambiente. Fue por ello que no quiso hacer preguntas, como bien dijo Kormack, ahora no era el momento de hablar sobre esos temas teniendo otros tan importantes sobre la mesa entre los que estaba cómo actuar con el portal hallado.

-No nos desviemos de la misión, intervino en la conversación. – Hemos venido aquí con un objetivo claro: localizar a Aranar Brusta e impedir o contrarrestar la invocación de ese al que llamáis Heredero, daba su opinión con más firmeza que en otras ocasiones. – Además, los rastros descubiertos por Losse indican que, tanto el Babau como el ejército de soldados, entraron a través del portal y se encuentran ahora por la zona. Deberíamos ir a por él y no alejarnos hasta un punto desconocido que a saber si tiene retorno, dijo con reticencia. – Si os preocupa lo que hay al otro lado y dejarlo activo, yo optaría más por destruirlo o bloquearlo, sentenció.

- Estoy totalmente de acuerdo con Jeldrich, además, no me imagino a veinte soldados usando un portal mágico, ¿no es más probable que sean los magos necesarios para abrir el portal? Morwing dijo que necesitaban uno por glifo, ¿cuántos eran para la invocación... No serían veinte, no? - No recordaba el número exacto, pero bien podía estar en lo correcto y que fuesen veinte, lo que significaría que el maldito Aranar era uno de ellos, y se la había jugado desde el principio.
- Nos llevan cuatro horas de ventaja. Con respecto al portal... Mejor destruirlo, no creo que debamos dejarlo aquí abierto...- Comentó echando una mirada a Kormack, que con seguridad no dudaría en destrozarlo a base de golpes.