Partida Rol por web

Mabuz entiende la reprimenda de sir Lothar aunque cree que el castigo ha podido ser excesivo delante de invitados; ya se había encontrado con algún que otro maniático de la perfección que venían igual de mal el exceso que el defecto...el mayordomo parecía uno de esos.

Cerré fuertemente e instintivamente los ojos por un momento al intuir como aquella fusta desagradecida golpeaba el rostro del cochero. No esperaba aquel gesto por parte del mayordomo, ciertamente era un tipo de lo más extraño, aquel comportamiento tan vil delante de unos invitados no era propio de personas de su estatus, o eso pensaba yo hasta ese preciso instante, empecé a sospechar que realmente a Lothar no le importaba en absoluto causarnos una mala impresión.

No hice ningún gesto que delatase demasiado mis pensamientos o mi incómodidad, solo me cruce de brazos sintiéndome algo retraída mientras tragaba saliva. Afortunadamente Carlos parecía ser un hombre atento prestando su pañuelo, mientras miraba como ofrecía su pañuelo al cochero reflexioné, no entendía la actitud de Lothar, tampoco entendía a que hacía referencia con sus palabras, su presencia enrarecía el aire de una manera notable, ¿Qué diablos le pasaba?, el cochero no es que fuese precisamente santo de mi devoción, pero no merecía aquel trato tan bochornoso.

Si esta es la recompensa por realizar bien y rápido el trabajo, si lo hacen mal y tarde...¿?

Las palabras del joven me parecieron inapropiadas, no pensé que fuese buena idea importunar a Lothar dadas las circunstancias, pero estaba segura de que aquello nos serviría para tantear mejor al mayordomo, busqué las miradas cómplices de las señoras, para después, esperar con expectación una respuesta de aquel mayordomo chiflado a las palabras de Damir.

-¿Estás bien? Aparte de lo obvio, me refiero... -voy directa al grano, no me gusta divagar en ese tipo de situaciones- no logro quitarme los grilletes, llevo un rato intentándolo pero sólo consigo arañarme las manos... Obviamente no te queda ningún arma encima, ¿no?

Lothar no añade ni dice nada mas salvo un lacónico entrad haciendo un gesto para que entre´si en la habitación. Sin embargo, detiene el cochero

Como castigo, no tomarás parte en el festín de esta noche. No comerás mas que sobras. Ahora vete- ordena el mayordomo señalando la puerta con su fusta manchada de sangre- y llevate el soldado- añade señalando a vuestro acompañante Paul- ya le daré mas tarde algo que hacer.

Paul te mira con gratitud:

Gracias por todo- le dijo a Mabuz. Tras esto, acompañó al cochero a la salida.

Lothar contempla la marcha de Roderigo y el soldado por un instante y después se vuelve hacia los invitados:

Bienvenidos a la mansión Giovanni. He de terminar algunos preparativos. Esperad aquí- tras esto, sale de la estancia dejandoos solos. 

Miré a mi ropa, pero estaba intacta. No acostumbraba a llevar armas encima y ni habia ni rastro de mi arco.

-Figli di puttana... ¡Se han llevado hasta mi dinero!- Musité amargamente. Por lo menos no habian abusado de nosotras. Lo cual hizo que me diera un escalofrío por toda la espalda.- Maeve... Se lo han llevado todo. pero aparte del golpe estoy intacta. No deben ser bandidos normales y corrientes. Si seguimos vivas es por que quieren algo más de nosotras...

Como antes Lothar le seguia pareciendo bastante excesivo en su trato de otras personas, haciendole retroceder y poner blanca ante el golpe que le dio al cochero, que parecia haber cumplido con su trabajo mejor de lo pactado. Agradece que Don Carlos sea lo suficiente caballero para extenderle un pañuelo al pobre para que se limpie.

Solo hasta que el mayodormo se marcha es que Imara vuelve a reaccionar. "Por nuestro señor..." dijo en lo bajo Imara.

Se volvio a acercar a sus compañeras y miro la habitacion donde habian quedado. "Es grande..." comento tratando de sacar sus mentes del tema del cochero, no creia necesario hablar de algo que seguramente estaban de acuerdo las tres. "Es mi primera vez en un castillo."

-Yo estoy igual... -respondí... no sabía qué hacer a continuación... no se me ocurría nada.. no era la primera vez qeu me secuestraban, eso estaba claro, pero desde luego, esta vez era diferente, muy diferente...

De pronto oís los pasos de una persona que se acerca hacia la celda. La puerta se abre y un hombre entra en la estancia. La luz que lleva revela su rostro. 

Ah, mis queridas amigas. Espero que no les haya molestado en entrar en tan poca cómoda habitación.

Seguí las indicaciones del mayordomo, intentando pasar desapercibida, sin cruzar la mirada con Lothar en ningún momento, mas bien mirando al suelo de la oscura estancia, hasta que se fue a sus menesteres.

Mientras, observaba a mi alrededor escuché a Imara:

"Es mi primera vez en un castillo."

Sonreí levemente al escuchar su comentario, yo podría decir lo mismo, y aunque no estuviese especialmente emocionada u orgullosa, más bien desubicada, si pensaba que compartía con ella aquel gusanillo en el estómago, o quizá solo fuese el hambre que me provocaba pensar en una cena pudiente en un lugar privilegiado.

Intenté apartar la incertidumbre de la situación, el comentario de la novicia me invitaba a tomar conciencia y disfrutar de una ocasión de la que debería sentirme una privilegiada, algo ciertamente difícil si pensaba en la presencia de aquel desagradable mayordomo rondando por allí.

-Es muy grande, ¿Cree que el Sr. Claudius necesitará ampliar su personal para las tareas?... todo parece algo descuidado ¿no cree?- pregunté en voz baja a la novicia.

"Sumad uno más a la lista de los primerizos" añado

"Mio Cid Héctor, el fallecido Barón de Puertollano y mi señor, nos prometió que brindaríamos a la vuelta en su fortín, allá en la vieja Castilla. Pero tuvimos que enterrarlo en una iglesia del Piamonte, unos dias de viaje al norte de aquí" digo contando un poco mi historia.

Me callo que señor Héctor murió no por la espada, sino porque le gustaban las meretrices y una le contagió de algún mal.

"Aun así, me los esperaba distintos. Está tan oscuro, tan... polvoriento. No me puedo imaginar a alguien viviendo aquí" digo, comparando este sitio con las humildes casas de los campesinos. Y estas piedras que llegan a ser hasta mas frias que las casas de los pobres.

Al oir los pasos, me preparé para lo peor, pero la aparición del siervo de los Giovanni me sorprendió sobremanera.

-Tu...- Noté como la ira crecía en mi interior, pero trate de mantenerme lo más serena que pude.- Valiente bastardo amanerado, rata infecta de cloaca... ¿Se puede saber quien demonios te crees que eres para tenernos aquí encerradas? ¿No eres capaz de engañar a ninguna mujer con tus trucos de sirviente pisaverde que tienes que dejarnos inconscientes? ¿Y todo para qué? ¿Con qué fin nos tienes encerradas aquí, malnacido?

La mejor diplomática de toda Venecia, sin duda. 

No malgastes saliva mujer- replica el mayordomo mientras se coloca en el centro de la estancia- necesitarás energías para lo que viene en breves. Además, debéis estar presentables para la cena con el señor Giovanni. Espero que tu lenguaje no sea tan soez en su presencia. 

Transcurren unos cinco minutos y vuelve de nuevo Lothar: venid conmigo. Os presentaré a vuestros anfitriones.

Camináis detrás del mayordomo, el cual os guía a través de la casa. Podéis oír la música que suena mas cerca a medida que atravesáis diversas estancias cada vez más elegantemente amuebladas, y custodiadas por soldados.

Finalmente, Lothar abre dos adornadas puertas que conducen a una gran sala de banquetes, también tenuemente iluminada por unas cuantas velas protegidas. En el interior, trece personas se sientan en torno a una gran mesa, con una silla vacía junto a cada una de ellas. Son un extraño conjunto de hombres y mujeres, bien vestidos unos y desaliñados otros, unos muy atractivos y otros estremecedoramente feos, algunos con aspecto local y otros obviamente extranjeros. Un hombre bajo y panzudo, ricamente vestido, se sienta en la cabecera de la mesa. Hay cinco sirvientes (dos despenseros y tres doncellas) que permanecen inmóviles junto a la pared mas alejada.

Lothar se descubre y hace una reverencia a los anfitriones diciendo:

Señor Giovanni, señores, damas, os presente con profundo orgullo el fruto de mi larga búsqueda. ¡He aquí a 11 de los mas puros ejemplares de estas tierras.

El hombre de la cabecera de la mesa se levanta.

Queridos amigos, soy Claudius Giovanni. ¡Bienvenidos a la bella casa Giovanni! Sois mis invitados y mientras estéis aquí, mi casa es la vuestra. ¡Venid, venid y uníos a nosotros!

Cuando os acercáis, los sirvientes os ofrecen copas de vino. Tras esto, Giovanni alza su copa:

Brindemos por el mas memorable festín de vuestras vidas- al alzar las copas los invitados, añade- por las mejores cosas de la vida. 

Después de que hayáis bebido, Giovanni os presenta los otros doce anfitriones que se levantan de sus sillas al ser sus nombres pronunciados:

 Bajazet Al-Nasir

 Gabrin

 Lady Amisa

 Lady Dimitra

 Lady Jadviga Almanov

 Lady Teophana

 Leopold Valdemar

 Lord Casmir

 Lord Mieczyslav

 Marchettus el Bravo

 Matrona Violetta

 Sire Wencelas

Después de presentaros a todos los comensales, y una vez todos en pie, el señor Giovanni hace un ademán con la mano para dirigir sus palabras tanto a anfitriones como invitados

 Deberíamos conocernos mejor. La conversación es como el buen vino: abre el apetito. Charlemos mientras esperamos el momento de la cena.

"Vos decis? a mi me parece que quiere hacer parecer a este lugar de esta manera." respondió en un susurro para luego dejar salir una risita simpática. Tal vez el comentario era acertado, pero Imara no quería pensarlo asi sino como decía Viridiana que faltaba personal para cuidarlo.

Escucho a Don Carlos y enserio su rostro. "Es una lastima que bajo esas circunstancias no haya podido visitar uno." dijo lamentándolo de verdad y dando otra mirada de reconocimiento al lugar. Pero antes que digiera mas el mayordomo volvio a aparecer e Imara guardo silencio concentrada en ver lo que tramaba hacer el hombre ahora.

Finalmente cuando lo sigue empeza a sentir otras fuentes de vida en este castillo que hasta ahora le habia parecido bastante vacio. Llegando a la habitación se encuentra animada por la musica que escucha y las demas personas sentadas a la mesa aun cuando sean de aspectos tan distintos. Pero su felicidad no se vuelve mas evidente hasta que escucha las palabras del Lord Giovanni.

En comparación con las de su mayordomo, estas son mas cálidas y le hacen mirar con una sonrisa a sus compañeras, incluso el brindis le es mas fácil de realizar. Hecho eso, saluda educadamente a los demas invitados cuando el señor los presenta pero se queda mirando con algo de indecisión ante la posibilidad de conocerse mejor con los otros. Tal vez esperia a que otro lo haga primero.

Ewald se había mantenido en un discreto segundo plano durante el resto del viaje, esperando a ver como se desarrollaban los acontecimientos. Escuchó los comentarios de las cotorras, parecía que el Carlos y las damas ya habían calado al sirviente Lothar y lo cierto es que el tipo era la mar de extravagante.

Al llegar al castillo, contempló impresionado el conjunto de edificios, no era la primera vez que estaba en uno, aún así en este había algo fuera de lo habitual que no sabía identificar.

Escuchó la nueva salida de Lothar, que parecía haberla tomado ahora con el cochero, aquello estaba fuera de lugar pero él era un invitado en la casa de otro; ni quería ni debía decirle como hacer las cosas en su propia casa.

Tras esperar un poco en una sala previa, Lothar por fín les invitó a pasar a conocer a su señor, la sorpresa fué mayor cuando encontró allí a una gran cantidad de invitados al cual más peculiar de los que ya conocía. Por fín puso cara a Marcus, el cúal a parte de tener un rostro poco habitual, no parecía tener nada raro.

No pudo evitar fijarse en las mujeres que se encontraban allí, de una belleza exótica no estaba acostumbrado a contemplar a mujeres como la que habían presentado como Lady Amisa o a la que respondía con el nombre de Lady Dimitra, incluso tenían presente a una matrona, pero que se ocultaba tras un velo que sólo dejaba a la vista unos extraños ojos.

Respondío al ofrecimiento de la copa y brindó con ellos, parecía que se terciaba relacionarse con entre todos para conocerse mejor. Tras probar un poco de la bebida comenzó a observar a los nuevos caballeros, mientras paseaba entre ellos intentando averiguar los orígenes de ellos.