Partida Rol por web

Al terminar atrás del grupo, no es testigo del intercambio de palabras entre Lothar y Roderigo, pero sí del efecto de ellas en la cara del segundo al cruzarse cuando éste sale, y el grupo entra. Por las palabras de los demás, entiende qué ha pasado. No dice nada, pese a que su cara que habitualmente refleja tranquilidad, ahora refleja seriedad, incomodidad y molestia. Sólo se ve cómo es una persona por cómo interactua con sus inferiores, no con sus iguales o superiores. 

—Parece que Lothar tuviera como intención incomodarnos en cada encuentro. 

Como sí escucha que les toca esperar, por venir pronto, después de que ve como atrancan la puerta, aprovecha a fijarse en la decoración de la sala en la que están. 

—Con todo esto se podría ganar una fortuna, o dos...

Etienne miró a su escudero, extrañado por cómo el joven se arrimaba a él.

 - ¿De qué se asusta el chico? - se dijo - No correrían con los gastos de traernos desde todos los rincones del mundo sólo para tendernos una emboscada, matarnos y robarnos: para hacer eso, robarían a alguien que viviera más cerca.

Quizá el señor Giovanni fuera un patrón cruel; y así lo parecía, pues el comportamiento de Lothar con el cochero se antojaba habitual, y si era habitual eso significaba que era tolerado por su señor: pero no cabía duda de que era un patrón generoso. Convencido de que nada había que temer en aquella situación, Etienne se mantuvo tranquilo, aunque observó que su escudero no era la única persona en mostrar un cierto nerviosismo.

No le preocupaba la posible severidad de Claudius Giovanni: se dijo que prefería aquello, a una cordialidad impostada como la que había conocido en el ducado.

 - Todo va bien, muchacho - dijo entre dientes a Luigi - Esperaremos.

Mientras esperaban, se fijó en el mobiliario.

Anton detuvo a Roderigo al pasar a su lado.
Con un poco de suerte solo vuestro ego será quien recuerde este suceso y no vuestro rostro. dijo examinando la herida. Puso una moneda en su mano.Que os curen bien. luego le dejo marchar.
Acto seguido habló en voz alta, para Lothar.
No os sojuzgo, ni cuestiono, mi buen señor Lothar. Son sus tierras, sus costumbres. Y su derecho de tratar al servicio como plazca. Mas no era necesario semejante trato, no nos habíamos dado por ofendidos. Y vuestro siervo ha sido muy atento en sus quehaceres, dejando al señor Giovani, a través de vos, en muy buen lugar. explicó Anton, pues lo primero era lo primero, dejar claro que no se oponía a él.
Lo digo para que no le castiguéis más, eso es evidente(pues me causa simpatía), pero también lo digo para que usted esté más que tranquilo, el haber llegado temprano no ha influido en nuestro ánimo de modo alguno, aunque quizá el observar sangre y violencia pueda molestar a los más sensibles o los menos habituados a cualquiera de las dos cosas.
Las cosas que había visto en Nápoles no eran nada en comparación con aquello. Pero si que se había sentido violento con aquel comportamiento.

Me quedo mirando a Ana, extrañada. Curiosa pregunta cuando habéis visto la respuesta vos misma. ¿O acaso no visteis los Salteadores en el camino? Y aún me atrevería a decir que ellos solo robaban, crímenes como los que decís se castigarían seguramente con el empalamiento. El mismo con que se castiga a los presos otomanos.

Y, respecto a lo que planteáis de la rueda, si hubiéramos roto una rueda seguramente habríamos llegado tarde de todas formas. No es tan fácil cambiar una, aunque dudo que lo sepáis.

El chasquido que causa el brutal impacto de la fusta en el rostro del guía me hace dar un respingo que apenas puedo evitar. Lothar debe ser alguien de gran confianza de su señor y poderoso para hacer algo así. Parece tranquilo y educado, pero rápido en la ira y cruel.

Su frase relativa a la sangre me resulta extraña y eso sumado a la rara forma de saludarnos en la posada me provocan preguntas e incluso dudas.

Antes de que se cierren las puertas interiores miro hacia atrás, hacia el pasillo. Es largo y entre dos puertas decididamente robustas. Es una defensa muy efectiva en un castillo amurallado pero me parece algo fuera de lugar en una mansión. Una nueva cuestión se abre paso en mi mente preguntándome si ese pasillo ha sido dispuesto para evitar la entrada o la salida.

Comienzo a estar intranquilo, eso no puedo negármelo, y no puedo evitar posar mi mano en le pomo de la espada comprobando que mi arma sigue en su lugar, en mi cinturón.

Llegado a ese punto, ya no pude evitar sonreír y dedicarle esa amplia sonrisa a Bilyana.

Empalamiento sea entonces.

Personalmente me habría decantado por su cabeza en una badeja de plata, como si yo fuera Salomé y él Juan, pero si las gentes de la zona creían que el empalamiento era suficiente no veía motivos para cuestionarlo.

Justo cuando Constanza estaba apunto de acercarse hacia Roderigo para evaluar como estaba después del fustazo de sir Lothar contra su rostro, el mayordomo le ordenó retirarse de inmediato. Acongojada por aquella violencia sin sentido hacia el pobre cochero, le dijo a Roderigo cuándo pasó por su lado:

- Venid después del banquete, por favor, tal vez podamos encontrar un médico que os ayude - La condesa viuda juntó las manos sobre su regazo negro y caminó al interior de la sala, aunque respondiendo a Anna -  Parece ser que sí, Anna. Sin duda el señor Giovanni habrá hecho rendir cuentas al anterior encargado de la mansión. Una pena, porque los jardines aún evocan cierta belleza austera pese a su abandono.

Una vez dentro, observó alrededor tomando nota por fin de la decoración palaciega del interior. Por fin habían llegado al interior de la Mansión Giovanni y poco les quedaría para conocer a su misterioso anfitrión. En el fondo, Constanza estaba deseando que los modos de Lothar no fueran aprendidos de un señor tan cruel como para hacer esa clase de daño a sus vasallos. Ella sabía de buena mano que la única forma real de conseguir la lealtad a los súbditos era ofreciendo los castigos poco a poco y prodigándose en las bondades de golpe. La tiranía solo creaba más tiranía. 

Suspiró brevemente, con su serena compostura en alto. No se iba a dejar impresionar por las costumbres bárbaras del Este: ella era una cristiana de Borgoña y se comportaría como una dama hasta el último instante.

            - Lamento mucho qué tal vez con nuestra presión hayamos apurado al señor Roderigo en el camino, pero si importunamos al conde por llegar tan pronto bien podemos esperar un poco más afuera antes de ingresar mayordomo Lothar!  -.    Dice la duquesa con aparente tacto político al suponer que debido a la abusiva y extraña reacción del criado o tenía muchas atribuciones debido a la confianza y cercanía de un señor igual o más estricto que él o se tomaba atribuciones de más por lo mismo ... En cualquier caso no veía el caso de cuestionar sus métodos hasta no saber si su señor concordaba con los mismos, así que cuando paso el chófer a su lado lo único que hizo fue sonreír le un momento y le ofreció un pañuelo bordado con el escudo de la casa Sforza bordado para que pudiera limpiar su rostro

Escucho las palabras que Arm-Bashîr me dirige en tono bajo y realizo un gesto de negación, mientras observaba con desconfianza al mayordomo de Giovanni.

-No, no es normal -aseguré, sintiéndome bastante incómodo por la escena que había tenido lugar entre Lothar y el cochero Roderigo-. Y no sólo eso. Incluso en el caso de que ese trato fuera el que normalmente dispensasen los mayordomos de los señores de esta región a sus sirvientes, resulta de lo más descortés que lo hagan en presencia de invitados. -Miré al mercader musulmán con cierto miedo en mis ojos, como si temiera que pudieran escucharnos, y añadí con nerviosismo-: Empiezo a pensar que ese monje de la posada era mucho más cabal de lo que a todos nos pareció en un primer momento.

Robert se removió incómodo ante la escena mientras observaba el lugar. Instintivamente metió la mano en su chaqueta y la dejo allí. Se mantuvo alerta, observando no solo la opulencia del lugar y las reacciones del resto de los invitados; sino a los movimientos de sirvientes y posibles observadores que hubiera escondidos por el lugar.

No era normal que los tuvieran así, le recordaba al ganado de los pueblos justo antes de ser sacrificados...

Ya que estaba desde atrás no podía escuchar más que el chirrido de la puerta una vez se abrió, y el eco de la voz de quien parecía ser Lothar, seguido de un inexplicable sonido como de un latigazo, el cual me hizo dar un muy ligero respingo antes de llevar mi mano hacia aquel crucifijo de madera que tenía en mi cuello, acariciando leve con el pulgar la parte trasera antes de que Roderigo pasara a mi lado, notando así aquella herida que tenía en su rostro lo cual me causó más preocupación.

Lo seguí con la mirada, quieto hasta que al ver hacia el frente noté como poco a poco todos comenzaban a pasar, y como ya no tenía otra opción avancé, aún sin soltar el crucifijo hasta pasar el umbral de la gran puerta, mirando así la decoración y los muebles del mismo, reconociendo así que debía que valer más de lo que algún mobiliario normal costaría. Sin mucho más que decir solo escuchaba las conversaciones de los demás, al menos de los que hablaban en voz alta como para percibirlas.

Tras un viaje en carro que, sin desmerecer la compañía, resulta un tanto inquietante, llegamos al palacio donde todo parece aún más inquietante. No sé si son los cadáveres que hemos visto por el camino, si son los espacios nobiliarios a los que en modo alguno estoy acostumbrado... algo hay, pero no sé qué, que me hace sentir como un pez fuera del agua.
Al contemplar la escena del mayordomo azotando al criado no puedo reprimir una mueca de asco. Decididamente ya recuerdo por qué salí huyendo de aquel monasterio.... y demasiado tardé.
-Disculpad, mi señor Lothar.-Digo avanzando un paso.-Creo que el castigo por la diligencia de vuestro cochero ha sido desproporcionado. En todo caso debiera ser recompensado por su diligencia, considero. Lo lamentaría si por intentar hacer su trabajo lo mejor posible ese es el premio que recibe. ¿No podríais, quizá, en honor a los huespedes que os acompañamos, perdonar su falta por esta vez?

Observas la estancia, no hay criados que pasen, pero ves junto a la puerta al guardia que acompañaba a Lothar, al levantar la vista puedes ver en la balconada a otros dos guardias armados con ballestas

Podéis observar que los muebles son de diseño italiano

Además, reconocéis el estilo como el de la última moda de Venecia

Meneo la cabeza ante los comentarios que capto de los presentes. ¿Nadie les ha dicho que mejor no meterse en la vida de los nobles? Aunque bueno, unos cuantos son nobles así que... Ellos sabrán.

Si el cochero había recibido instrucciones de llegar a una hora exacta, es normal que recibiese una reprimenda. Y estamos en tierras bárbaras. 

Me aproximo a mis compañeros de carruaje. 

Suspiro viendo la reacción de todos. Como se nota la buena vida de la mayoría...

Viendo que la noble está, la tal Ana, no dice más, me separo con una leve inclinación y empiezo a observar el lugar. Miro los cuadros, los tapices...

Pero, ¿por qué cada vez que recuerdo las palabras de Lothar me viene a la mente la absurda idea de que nosotros seremos el banquete?

Lothar ni siquiera se molesta en contestar, pero mira ceñudo a todos aquellos que han osado a contradecirlo, aunque fuese con amables palabras.

Después de marcharse, Lothar regresa a los cinco minutos luciendo una ancha sonrisa:

-Venid conmigo. Os presentaré a vuestros anfitriones

El mayordomo os guía a través de la casa. Podéis oir música a medida que atravesais diversas estancias cada vez más elegantemente amuebladas, y custodiadas por soldados.

Lothar abre dos adornadas puertas que conducen a una gran sala de banquetes, también tenuemente iluminada por una cuantas velas protegidas. En el interior, trece personas se sientan en torno a una gran mesa. Son un extraño conjunto de hombres y mujeres, bien vestidos unos y desaliñados otros, unos muy atractivos y otros estremecedoramente feos, algunos con aspecto local y otros obviamente extranjeros. Un hombre ricamente vestido, se sienta a la cabecera de la mesa. Hay cinco sirvientes que permanecen inmóviles junto a la pared más alejada.

Lothar hace una reverencia a los anfitriones, diciendo:

-Señor Giovanni, señores, damas, os presento con profundo orgullo el fruto de mi larga búsqueda. ¡He aquí los más puros ejemplares!

El hombre que está a la cabecera de la mesa se levanta:

-Queridos amigos, soy Claudius Giovanni. ¡Bienvenidos a la bella casa Giovanni! Sois mis invitados, y mientras estéis aquí, mi casa es la vuestra. ¡Venid, venid y uníos a nosotros!

Cuando os acercáis los sirvientes os ofrecen copas de vino

-Brindemos por el más memorable festín de vuestras vidas

Al alzar las copas los invitados añaden:

-Por las mejores cosas de la vida

Después del brindis Giovanni os presenta a los demás anfitriones, que se levantan a medida que los nombra.

Bajazet Al-Nasir

Gabrin

Sire Wenceslas

Lady Amisa

Lady Dimitra

Lady Jadviga Almanov

Lady Theophana

Lord Casmir

Lord Micezyzlav

Marchetus el Bravo

Matrona Violetta

Leopold Valdemar

-Deberiamos conocernos mejor. La conversación es como el buen vino: abre el apetito. Charlemos mientras esperamos el momento de la cena

Otro puto árabe, joder es el pensamiento que queda en mi cabeza. No la riqueza, los muebles, la opulencia. Ni el aspecto de los señores. Ni que me llamen "ejemplar" siquiera. Es ver un segundo árabe lo que me mosquea.

Pero no debo olvidar con quien estoy. No soy ducha en relaciones sociales, así que mejor solo tomo mi copa de vino y miro al resto. Huelo el vino, costumbre que aprendí en la guerra.