Partida Rol por web

Una vez en nuestras estancias, pude hablar tranquilo con Lope y contarle mi punto de vista de aquella historia, acertado o no.

-Credo -dije-, que conozco la identidad del asesino. Non cábeme duda de que trátase de aquel misterioso mendigo que recibiónos al llegar a Piedralejo, et credo que non es otro que aquel zagal del que fablónos Marta -me refería al chico cuya madre murió entre los brazos de la curandera-. Et es por eso que, sabiendo de las buenas intenciones de la muxer et de la suya maña con la sanación, acudió a ella unas semanas atrás, embozado para que nadie pudiere reconocerle. Et que non es otro motivo que venganza lo que muévele...

Observé el rostro de mi compañero mientras asimilaba mi teoría, y tuve que añadir sin remedio:

-...Mas non todo encaja. Non puedo entender qué ha llevádole a tomar venganza contra don Diego, a non ser que el propio barón fuese culpable -o estuviese relacionado de alguna forma, et él considérelo culpable- de la desgracia de la suya madre. Tampoco logro entender qué o quién era aquella muxer resucitada que atacónos en el camposanto, ni la casual presencia de los omnes de Alfonso en el pueblo, pues dudo que aqueste omne del que fablamos haya pagado los servicios de los mercenarios, o posea algún tipo de pacto con el Maligno como para resucitar a los muertos. Diablos, que de ser así más fácil habríale resultado utilizar a esos omnes, o las artes oscuras, para acabar con don Diego de forma más segura para la suya persona.

De nuevo di un instante a Lope antes de continuar.

-Et es que agora, con don Diego muerto, non fáceseme el mexor momento para ir preguntando si algo tuvo que ver el barón con aquella muxer judía face tantos años. Et de comprobarse que algo tuvo que ver, et ser cierto lo que vos digo, tampoco alcanzo a comprender cómo podría ayudarnos esta información a dar con el asesino. Lo único que puedo pensar es que haya vuelto a casa de Marta, o quizá a donde fuere sepultada su madre, antes de abandonar el pueblo para siempre agora que ha cumplido la suya venganza.

Frunció el ceño y salió de su escondite acercándose a la puerta de la casa. Sospechaba a qué podría haber venido el jinete para ver a Marta, pero poco le importaba interrumpir lo que fuera, tenía que hacerse ver por la muchacha.

Llamó entonces con los nudillos a la puerta, entonando el nombre de la muchacha, mientras pensaba qué historia contarle para cuando abrieran la puerta.

Las palabras de Alvar confirmaban mis sospechas del mendigo y el planteamiento de la venganza también parecíame bueno. Pero aún quedaban muchas cosas sobre las que arrojar luz. Qué fue aquello que nos atacó, qué facian los mercenarios allí y una más sobre la cual, el de Hinojosa no había mentado. 

- ¿Y por qué hubo de asesinar también a la baronesa? No sé, Alvar. Todo lo que tu dudas ignórolo yo también. ¿Y si vamos, abrigados por la oscuridad, a la casa de Marta? Non se me sobreviene ningún sitio mejor donde buscar.

PNJOTIZADO.

¿Reyertas por ajustes de cuentas? Cualquiera sabe... -apunté-. Lo cierto es que hasta ahora había hilado demasiadas cosas, y estaba también en el convencimiento de algunas otras pero... no tenía conmigo toda la verdad, aún-. De acuerdo, vayamos, pronto amanecerá, pero es mejor que estar aquí de brazos cruzados. Vayamos.

Dicho lo cual, bajásteis al patio de armas y pedísteis que el portón se abriera, et dos de los soldados así lo hicieron. El caos en el castillo era evidente (no muy pronunciado, pero se notaba que faltaba la mano de algún regidor claro). Et que en aquestas, salísteis de allí y la claridad ya se daba a los vuestros ojos, pues pronto haríase de día. Cruzásteis el campamento de los mercenarios, bordeándolo, y tomásteis la vereda hacia la casa alejada de Marta. Mientras os acercábais ya veíais la pequeña vivienda... y alguien en su puerta, como llamando a ella.

¡TOC, TOC, TOC!

El murmullo interior dejó de ser tal (pues escuchabas a Marta y el misterioso hombre que había venido a caballo). En un momento, las voces dejaron de hablar, y se oyó un pequeño ruido fuerte en el interior. Segundos después... la puerta se abrió. La abrió Marta, la curandera. Te miró, entrecerró los ojos y giró la cabeza, sin dejar de observarte.

El muchacho, sois vos... -dijo extrañada-, ¿qué hacéis aquí? ¿qué querédeis?

Sonrió el muchacho en cuanto vió que la judía abría la puerta, tratando de mostrar simpatía con ella a sabiendas de la situación en la que le había pillado.

-Buenas noxes Marta. Perdones os pido por venir más tarde de lo debido, mas quasi tuve que fugir del castillo para poder venir a veros. ¿Sodes curandera, verdad? Face días que tengo un problema, aquí, en la entrepierna, et las vergüenzas de falar delante de mis compañeros, facieron que viniera a aquestas horas. ¿Podéis ayudarme?

Aunque no conseguí que aclarásemos las dudas pareció buena la idea de ir a casa de la tal Marta, que quizá allí anduviera el miserable mendigo que buscábamos, con que hacia allá nos fuimos.

Bajamos al patio y salimos sin tener que dar explicaciones a nadie, que bien a las claras se veía (aunque aún eran horas nocturnas) que no había mando en la plaza para poner orden todavía.

Abrigados por la cada vez menor oscuridad conseguimos bordear el campamento de los mercenarios, que todavía no sabíamos que diantres hacían aquí parados y poco a poco nos acercamos a la casa de Marta.

Esta vez me tocaba a mí abrir la marcha y, nada más vislumbrar la casa pude ver lo que parecía ser alguien llamando a la puerta. Me detuve en seco y me giré hacia Alvar haciéndole gestos para que estuviese en silencio y mirase a ver si lo conseguía identificar.

PNJOTIZADO.

En verdad... -dijo forzando la vista el comerciante-, no sé quien puede ser ese, pero dudo mucho que sea el tipo que mató al conde... mírale, es... muy bajito -en realidad no podía apreciar muy bien quién era-. ¿Qué hacemos, nos acercamos o esperamos a ver qué pasa? Quizá sea alguno de los mercenarios...

- Igual da. Non hemos llegado aquí para darnos la vuelta como gallinas asustadas. Vamos. – Contesté al comerciante y me puse a caminar hacia la puerta con todo el sigilo que pude.

Lo de que era bajito dábame esperanzas de que fuese Zorro que, con cualquier razón, hubiese encontrado necesario el acudir también a la puerta de aquella casa. 

-Mantén la mano cerca de la empuñadura... Por si acaso -dije, a la vez que asentía y me ponía en camino hacia la misteriosa figura, con el cuidado suficiente de acrecentar mi cojera para que Lope me adelantara y fuese en vanguardia hacia el desconocido.

El joven Zorro no se había dado cuenta, estaba tan metido en su papel que no percibió que dos figuras se acercaban desde detrás. Se giró un instante y vió que, casi ya amaneciendo, se trataba de sus dos compañeros, Álvar y Lope. Zorro estaba en la puerta, hablando con Marta. Cuando estuvieron los tres cerca, la muchacha se extrañó un poco de veros a los tres... de nuevo.

Será mejor que te vayas, muchacho -le dijo la curandera a Zorro-. Que te vea el médico judío si estás enfermo... -y ante esas vanas palabras de joven ratero, Marta cerró la puerta en sus narices-.

De nuevo estábais juntos.

-¡Marta! ¡Abrid la puerta de nuevo, por favor! -dije, esperando que la mujer me reconociera. ¿Por qué estaba despachando así a Zorro? Ya tendría tiempo el muchacho de ponernos al día, pero de momento quería ver por mí mismo que información podía sacar.

¡Iros de aquí! -gritó Marta desde dentro; parecía asustada-, ¡dejadme en paz, creí que érais buenso hombres, no me atormentéis!

El rostro del joven se arrugó en incógnita al escuchar a Marta blandir sus acusaciones, sin comprender.

-¿Creíais que éramos buenos omnes? ¿et qué vos face cambiar de idea , Marta? ¿qué ha ocurrido para que agora nos temáis?

Habló tras la puerta, indicándole a Alvar después entre susurros que dentro había un hombre también recién llegado.