Partida Rol por web

Aleixo se hizo a un lado y dejó a los otros dos hacer.

Habrase visto... la villanía está completamente sublevada y el de Muel no había sabido atajarlo. Dita sea...

De mala gana asintió, Don Aleixo había dicho la verdad pero... ¿acaso el desenterrar el cuerpo de nuevo no dejaba sin valor las anteriores exequias? ¿ no era común que en las épocas de las grandes lluvias al quedar semidescubiertos algunos restos se volviera a practicar el funeral antes de enterrar de nuevo al desdichado en cuestión? - Don Carlos no paraba de darle vueltas mientras comentaba

-Llevad cuidado y volved cuanto antes.

Roderigo y Samuel partieron con el fardo - de uno a cada lado - de vuelta al bosque, al final no había hecho falta la muchacha ¡ pobre desdichada que se le privaba de tan merecido descanso!

A las puertas del castillo de nuevo...

El mismo hombre que antes viera Samuel miró a los dos hombres extrañados y señaló el fardo

- ¿ No has podido entregar el regalo? - preguntó directamente a Samuel con un tono muy distinto al que había empleado con su señor el de Muel.

Otra vez cargado con aquel bulto infernal me volví a encontrar con los guardias (tal y cómo había predicho, por cierto, a veces pienso que si me hicieran más caso otro gallo nos cantaría). Al igual que antes, contesté lo que primero se me ocurrió, pero la verdad es que la cara de mala uva que traía hablaba por si sola.

- Mi señor dice que en el castillo se sabe todo, que los criados son muy cotillas y que no se puede arriesgar a que nadie lo descubra... que tiene que ser una sorpresa grandiosa y... bla, bla, bla - le contesté rápidamente.- No veas tú la gracia que me hace, esto pesa como un muerto... -se hizo un silencio incómodo y después me rei un poco para ver si evitaba meter la pata.

Tal vez fueran las extravagancias de don Íñigo o la cabeza hueca de aquel guardia (sin menospreciar la elocuencia del criado Samuel, por supuesto) las que evitaran de nuevo sacar el cuchillo cual rayo y hacer callar a "otro más" para no alarmar de forma general el descanso de todos los que allí descasanban aún, tras esos muros.

En mi mente ya se dibujaban los pasos que mis brazos potentes y la hoja iba a hacer sobre una carne débil, pero me frené al confiar en las repentinas y macabras palabras del compañeros. "...pesa como un muerto...". Evitando toda sonrisilla, pues es menester muchas veces guardar el cuchillo a tiempo como las composturas, entendí que aquel guardia (o al menos eso parecía) caería en la palabrareía de Samuel.

Por tal cosa no acerté a decir nada, ni quería, tan sólo disimulé con un pequeño gesto de retirarme el sudor de la frente, la cual tenía completamente seca.

No busques las "jodiendas", Samuelito -pensaba yo-, ¡A que se lo traga este bribón! -refiriéndose ahora al guardia...-.

El hombre asintió y os hizo un gesto para que continuáseis vuestro camino. Una vez más, desanduvísteis el camino hasta el bosque- esta vez sin incidentes y sin trampas, todo sea dicho - y enterrásteis a la pobre Luisa de Medrano sin ceremonia ninguna  - ¡ay si os viera Don Carlos! - junto a la choza de aquella bruja y el subnormal de su hijo.

Una vez finalizado el trabajo cuando ya había amanecido hacía ya rato, volvísteis hasta el castillo. Cuando el sol estaba a medio camino en su ascenso estábais de vuelta en el castillo, el cual estaba extrañamente silencioso... los guardias de la puerta no eran los mismos que cuando salísteis y los que había ahora os reconocieron y os dejaron pasar sin preguntar siquiera.

Casi en el mismo momento - bastante tiempo después - en el que samuel y Roderigo volvían exhaustos a la sala del castillo donde Don Antón , Don Carlos y Aleixo esperaban , el bueno de Hernán abrió los ojos y empezó a balbucear algo que nadie acertó a comprender.

Estaba en esas Hernán cuando escuchásteis pasos de varios individuos en el pasillo que pasaron de largo frente a la puerta de vuestra sala y bajaron las escaleras. Eso sólo podía significar una cosa: El Señor había despertado.

¡Dios bendito, Hernán! -dije sorprendidísimo nada más entrar-, ¡parece un milagro, y aún no hemos llegado a la Ciudad Santa!

Desde luego la reacción fue grande para mi, que ya creí al pobre desgraciado más que perdido. No obstante, habría que ver la "otra reacción", la del "mandamás", y mi cuerpo comenzaba a sospechar que tendríamos que correr (o luchar), pues no es grato el montar en casamiento y viudedad en pocas horas...

Señores, ¿qué ha pasado? -pregunté al resto-, ¿despertó así, tal cual?

Aleixo abrió los ojos cuando se comenzó a percibir el movimiento en el Castillo. Había caído en una especie de sopor que, si bien no se le podría catalogar de sueño, si le permitió reposar algo su ira y la profunda desesperación que le arrastraba tras haber dejado viva y coleando a la tal Beatriz. Se levantó pesadamente y se desperezó con un gemido hondo.

- Bien... hemos llegado vivos hasta el alba y parece que éste - comentó dirigiéndose a Hernán, - ya va animándose. Pero la prueba definitiva viene ahora. Hemos de fingir absoluto desconocimiento del paradero de la Doña por lo que todos vamos a hacer como si hoy fuese un día alegre y fuésemos como invitados a un feliz matrimonio. Fingiremos alegría y luego, cuando la ruborizada novia no se presente, fingiremos también sorpresa. Sin duda se causará un gran revuelo en Castrojeriz cuando ésto suceda. Haremos nuestro papel y, en cuanto veamos la oportunidad nos despediremos de Don Íñigo conmovidos y pondremos de nuevo nuestros pies a horadar el Camino. ¿Lo tenemos claro? - preguntó airadamente posando una mirada cargada de reproche en cada uno de los que la noche anterior recriminaban sus iniciativas.

Que tenga que ser un Santiaguista el que proponga la mentira como mejor solución a tamaño desaguisado...

Ojalá, señor O'Campo, que los guardias de los exteriores hayan cambiado de turno y ahora duerman, por el día, pues podrían delatarnos con el ir y venir de bultos -apunté algo pensativo-. Por lo de más, estoy conforme... Creo que en cuanto tengamos la oportunidad, como bien dice vauced, hemos de partir con la pretensión de encontrar un médico para Hernán... Bueno, ciertamente no debería ser una excusa, sino un hecho real.

Recemos a Dios para que vaya todo bien -diciendo sarcásticamente y con voz ridícula esperando una ayuda divina para escapar; y me santigué con la mano izquierda torpe y erróneamente: pecho, cabeza y hombro derecho. Nada más.

- Entendido - dije asintiendo a las palabras del caballero.

Cualquiera le decía que no a aquel hombre, con la mala leche que se gastaba, además lo mejor era marcharse de allí cuanto antes no fueran a descubrir que andábamos sacando cuerpos de tumbas y poniéndolos en otro sitio.

Seguía algo malhumorado y refunfuñaba por lo bajinis ".. anda que no dar cristiana sepultura" , aunque al escuchar el plan de Aleixo se mostró de acuerdo y añadió con ironía

- Al fin un plan en el que no hay muertes ni blasfemias...- dijo y se cruzó de brazos dando a entender que no intercedería y dejaría que el caballero llevara todo el peso de las pláticas.

El resto no se había dado cuenta. En una de las sillas estaba sentado Don Antón agarrándose el brazo izquierdo, los dientes apretados y el sudor corría por su frente. No había intervenido en aquella discusión pues no tenía fuerzas para entrar en ella sin que su cabeza no hirviese como un caldo. No entendía por que le dolía ahora el brazo pero era casi insoportable...

Pasaron varios minutos antes de que se le calmase el dolor. Se enjugó el sudor de la frente y trató de relajarse pese a que la cabeza le seguía doliendo por el esfuerzo.

- Alexio... deja que Samuel y Roderigo lleven el cuerpo y lo entierren. No estamos en posición de poder ofrecerle nada mejor a esta pobre mujer y al fin y al cabo la culpa a sido de la bruja y no nuestra. Lo mejor será que nos preparemos para marcharnos en cuanto podamos y evitar la colera del duque...-meneo la cabeza mostrando su desacuerdo con aquella situación, pero ha estas alturas todos habían comprendido que no les quedaba otro remedio.

Nuevamente escuchásteis en el pasillo carreras de un lado para otro. Docenas de pies, que iban y venían de un extremo al otro del pasillo y descendían por las escaleras de la torre central. Los sonidos se prolongaron durante un buen rato mientras os mirábais indecisos sin saber muy bien qué hacer a continuación.

Finalmente, tocaron en la puerta de la gran alcoba en la que os encontrábais. Del otro lado se escuchó la voz de un muchacho:

- ¿Señores? ¡ Doña Luisa ha desaparecido ! el Marqués os espera en el patio de armas.

¡¿Como?!-fingió el noble mientras se dirigía al patio de armas. Aquello estaba previsto, solo esperaba que sus compañeros regresasen pronto pues la coartada no sería demasiado contundente- ¡¿Como es eso posible?!- interrogaba a uno de los guardias que lo guiaban al patio.

Y no será la última sorpresa...  -pensé. Luego fingí sorpresa mientras tragaba saliva, pero no demasiado, sino simplemente la sorpresa que un criado muestra cuando ya lo hace su amo por él-. Tan sólo esperaba que aquella falsa mujer se hubiera ido para siempre, tal y como le dijimos...

Acto seguido, tomé mis cosas, miré de nuevo a Hernán y recordé que quizá aún no podría andar, acaba de despertar.

Será mejor que alguien se quede aquí con él, no parece estar dispuesto a levantarse y menos a deleitarse con tales sorpresas.

Dije tal con la voluntariedad de quedarme allí un rato, a no ser que algún médico viniera y estuviera acompañándole.

-¡Déjale, Roderigo! Ya se levantará, o si no se queda en tierra porque nosotros ponemos pies en polvorosa - dije azorado por la situación, ya se había corrido la voz y no había vuelta atrás.- Mi señor, tendremos que bajar para no llamar la atención... digo yo...