Partida Rol por web

—¡Rápido, a la sala anterior! —les pidió Tarkhan a sus compañeras—, defendámonos en un cuello de botella y hagamos que sean ellos los que lidien con esa cosa.

La idea de Tarkhan tenia sentido y rapidamente corri hacia Yoon para asegurarme de ir con ella hacia la puerta para prepararnos para el ataque.

- Vamos!!! Le dije con cariño.

En un principio, mi idea era ocultarme, pero Tarkhan había recogido mi ocurrencia de antes y sugerido que debíamos reducir el espacio. Aquella siempre era una buena medida cuando un guerrero se hallaba en inferioridad numérica.

-Está bien, vamos -dije en voz alta, volviéndome hacia Aenifer, que parecía tirar de Yoon, y corriendo con ellas hacia la sala anterior.

Malditos trasgos, pensé, mientras miraba aquel cieno negro al que nos habíamos vuelto a acercar. Para nosotros, su presencia podía ser una gran ventaja, así que me detuve.

-Esperad. Aquí podemos aprovecharnos. Cuando se acerquen, empujamos el barril hacia ellos, ¿de acuerdo? Necesito a alguien que se quede conmigo para ayudarme a tirarlo. Los demás, podéis esperar más lejos.

-Buff, qué mareo -murmuró Rayo de Luna.

Obedeció a su maestro, que a fin de cuentas era el adulto, y se dejó guiar por Aenifer, agarrándola de la mano. De regresó a la habitación anterior mientras abría su grimorio y se preguntaba qué podía hacer para combatir contra los trasgos.

-¿Y si atraemos al cieno de alguna manera? Siempre podemos hacer que se peleen entre ellos. Como diría el sabio anzano Tzun Tzu, "los buenos guerreros hacen que los adversarios vengan a ellos". ¡Ya lo tengo!

De su mochila sacó una de las raciones de viaje, regresó a la habitación del cieno cuando le dejaron hacerlo e hizo un caminito de bolitas de comida.

El cieno negro reaccionó rápidamente ante la invitación de Yoon-Shun a comer. Se alzó en toda su pegajosa y lodosa majestuosidad, avanzando por encima de aquella improvisada barricada de muebles, que de poco sirvió para contenerle y dejándolo todo pringoso, para acceder a la zona que el grupo de aventureros acababa de abandonar.

Fue ya una vez refugiados en la pequeña estancia donde habían sorprendido a aquel excitado trasgo y a su dormido compañero, cuando escucharon pasos en la habitación contigua. Al mirar a través de la puerta, vislumbraron un total de cinco trasgoides, todos ellos, aparentemente sorprendidos ante el cieno que se alzaba ante ellos.

- ¡Aka nagosh! - Dijo uno de los trasgos, el que se encontraba rodeado por el resto. - ¡Naku digka t nika!

- ¡Dabu! ¡Dabu! - Respondió el resto desenfundando sus armas.

- ¿Qué cojones? - Dijo uno de los trasgos, el que se encontraba rodeado por el resto. - ¿Quién le ha despertado?

- ¡Yo no! ¡Yo no! - Respondió el resto desenfundando sus armas.

El plan que habían trazado, parecía que estaba funcionando a la perfección. Si les habían visto abandonar la estancia, no lo sabían, pero lo que si que era evidente, era que la trampa, por llamarla de alguna forma, que Yoon le había puesto a aquella cosa asquerosa y viscosa, había hecho reaccionar al cieno. 

Entonces aparecieron cinco trasgos, que al ver al ser lodoso, empezaron a vociferar. Sólo Tarkhan conocía el idioma de los trasgos, pero todos pudieron intuir más o menos lo que estaban diciendo. Fuera como fuera, aquel ser hecho de moco negro, se les envalentonó y parecía desafiarles, por lo que ellos reaccionaron agarrando sus armas.

Belbara quería aprovechar al máximo la ventaja que habían ganado. Si lograba que el cieno se echase sobre ellos, podía ser que se deshiciera de alguno. Para ello tenía que ganar tiempo para ese lodo y se le ocurrió una idea.

- ¡Multe da bruo kaj malmutaj nuksoj! - Gritó la enana y una fuerte estruendo invadió la estancia contigua a la que estaban.

La explosión de sonido dejó a dos de aquellos trasgos totalmente ensordecidos y aturdidos. El que parecía el jefe, pues llevaba la voz cantante, se llevó las manos a los oídos, al igual que otro de ellos. El resto miró a todos lados buscando el origen de aquel atronador sonido que les había hecho sangrar los oídos. Pronto divisaron que la puerta de la sala de guardia estaba abierta y que en el interior de la misma, se hallaban unos personajes que no conocían.

El ataque de Belbara nos cogió a todos por sorpresa. Era una buena idea, pero había sido demasiado pronto. Ellos estaban todavía muy lejos y si salíamos a su encuentro, anularíamos la ventaja que habíamos buscado al ocultarnos en aquella habitación y detrás del barril de cieno.

-¡Esperaaaad! No ataquéis aún. Dejad que vengan o no tendremos ninguna ventaja -les dije a los demás, empuñando mi hacha y apretando mis pies contra el suelo, para soportar el primer ataque, fuera el que fuese.

Esta vez, no me lanzaría a por ellos. Esta vez, aguardaría y me defendería. Miré a los demás y sonreí. No eran tantos como antes. Podríamos con ellos.

-Uhm...

La pequeña se había quedado al fondo de la habitación de al lado, no veía nada, estaban todos delante de ella. El cieno se había portado muy bien, seguro que era amistoso, tenía hambre el pobrecito. Seguro que llevaba aquí encerrado un montón de tiempo. El puñado de trasgos había llegado y Yoon no quería saber nada de ellos.

-Dadme un segundo -comentó metiendo la mano en su bolsa de componentes.

Extrajo un poco de mantequilla, pensó que eso podía valer, murmuró un conjuro y frotó la mantequilla contra sus manos. La grasa desapareció de sus pequeñas palmas y un escurridizo charco se extendió bajo los pies de los trasgos.

El trasgo que parecía ser el jefe acabó por los suelos cuando la traviesa Yoon-Shun lanzó un conjuro de grasa. Contra todo pronóstico, los otros dos trasgos lograron mantener el equilibrio y salir de aquella resbaladiza zona para e frenarse al cieno. 

Dos de ellos lanzaron sendas lanzadas contra aquel viscoso ser. No lograron herirla y en cambio si se dividió en tres partes, una más grande y otras dos más pequeñas, pero todas igual de peligrosas. El tercer trasgo en discordia, el cual portaba una maza trató de golpear a aquella masa, pero lo único que consiguió fue casi aplastarse un pie con su falta de destreza.

El jefe de los trastos y el quinto piel verde no pudieron reaccionar, pues seguían aturdidos por la explosión de sonido que había causado la barbuda sacerdotisa de Brook. Era el turno de Aenifer y Tarkhan. Ellos decían si tomar partida por unos, por otros o esperar a que se mataran entre ellos.

Tarkhan se detuvo, reservando los conjuros para el vencedor de la pelea entre los trasgos y el cieno.

- Podemos correr bordeando la sala hacia aquella puerta! Dije señalando hacia el oeste.

Al parecer los trasgos estaban entretenidos con nuestro nuevo mejor amigo, asi que podiamos huir sin problemas.

Mire a Yoon con orgullo.

- Estoy orgullosa de ti. Dije a Yoon con una calida sonrisa.

Comence a moverme por la pared apuntando a los trasgos por si alguno salia de aquella trampa mortal de grasa.

Trasgo en mantequilla, de seguro un todo un manjar.

El cieno se había dividido en tres partes. Tres violentas y hambrientas partes. Se abalanzaron sobre sus objetivos, aquellos trasgos que les habían plantado cara. Sendos golpetazos golpearon contra los infelices pieles verdes recibiendo un poderoso zambombazo. Además, dos de ellos no pudieron evitar ser salpicados por ácido y aullaron de dolor cuando su piel empezó a ampollarse por la acción de aquella sustancia corrosiva.

Pero lo peor para aquellos seres estaba por llegar. Les fue imposible escapar de la presa a la que fueron sometidos por aquella cosa y enseguida acabaron envueltos en aquella viscosa, apestosa y corrosiva sustancia y sin muchos visos de poder escapar de su interior. Estaban condenados a muerte.

Todo lo que sucedía estaba siendo sumamente desagradable para la pequeña Yoon, había esperado más resistencia por parte de los trasgos, pero no, estaban siendo, ugh, digeridos por el cieno.

-Yo... Esto, quizá sería buena idea no quedarnos aquí dentro y empezar a movernos, dejar al cieno detrás y eso... Porque si siguen pegándole van a ser muchos cienos para nosotros.

Miró a su maestro, no sabía qué más hacer.

Escuché a la niña hacer aquella sugerencia... y me pareció una maldita buena idea. Aquel misterioso cieno estaba haciendo el trabajo por nosotros así que... para qué arriesgarnos.

-Yoon tiene razón. Vámonos de aquí. Por si acaso se atreven a seguirnos, me quedaré protegiendo la retaguardia. Aquí no hacemos nada -dije.

Habíamos encontrado un "aliado nuevo" donde no lo esperábamos y no podíamos desaprovecharlo. Además, no estábamos de vacaciones. Ahora mismo, teniendo en cuenta que cada sala podía ser una batalla nueva, la velocidad era indispensable.

Miré por última vez a los pobres desgraciados que estaban siendo digeridos vivos por aquella cosa. Aun pareciéndome seres repugnantes y traicioneros, ningún alma se merecía acabar así, rodeado de tanto dolor y sufrimiento.

Maldita sea.

-Vosotros, id por aquella puerta -les dije, señalando hacia la que estaba más lejos*, mientras me lanzaba con mi hacha en mano para atacar al trasgo que estaba en medio, y crearnos espacio para movernos, mientras los alaridos de sus compañeros resonaban por todas partes.

Con un grito, moví el hacha por encima de mi cabeza para intentar cercenar la suya, mientras los demás se movían hacia la puerta.

Regresar, tomar un nuevo rumbo... ¿Done estarían realmente los enanos presos? Si estaban cerca de aquel cieno los dejarían sin opción de salir con vida

Maldijo Belbara a aquel trasgo disléxico que les había indicado todos y ningún camino.

-Debemos encontrar esos enanos. Si no es preciso enfrentarse a ese cieno lo más sabio será evitarlo-

¿Podría congelarse ?¿Seria sensible al fuego y ser destruido por él? Algún modo debía haber, pero cada cosa a su tiempo.

Valyëvan se adelantó para cubrir la retirada del grupo. Su intención era la de acabar con la vida del trasgo que se encontraba en el interior del charco de grasa mágico que había lanzado Yoon-Shun. Sin embargo, en el momento en que la bárbara fue a cercenar la cabeza del cieno, sintió un golpetazo a su espalda. El cieno aunque no tenía ojos, sabía que ella estaba allí y no iba a dejar que se moviera de forma impune a su alrededor.

Por ello, le propinó un buen porrazo. Uno especialmente doloroso para ser cosa de una cieno, que más bien parecía un ser mullidito, pero que resultó ser duro como una roca. Además, aquella cosa segregaba ácido y era realmente viscosa. Valyëvan se quedó pegada a aquel apéndice y si no lograba soltarse, acabaría por ser engullida por aquella cosa, al igual que le había sucedido a uno de los trasgos.

Demasido lenta y demasiado lista.

Había sido demasiado lenta moviéndose y demasiado lista pensando que podría avanzar evitando el cieno y creando así el pasillo que necesitaban los demás... y me equivoqué.

El cieno saltó sobre mí, haciendo que mi cuerpo se arqueara debido al dolor. Algo me estaba abrasando la piel y lo que era peor, no podía terminar de quitármelo de encima.

Quizás después de todo, fuese a compartir el mismo destino que aquellos trasgos. Me moví y removí con rabia, a uno y otro lado, intentando zafarme de él, obviando el dolor y pensando únicamente en que el daño era algo pasajero.

Por desgracia, aquella maldita cosa era como el pegamento y no quería soltarme. Miré hacia los demás, y simplemente, aproveché el momento para darles las indicaciones que debía.

-¡Deprisa... aaahhh.... aprovechad que podéis y corred hacia.... la.... puerta! -les grité, sin dejar de moverme para intentar liberarme, aunque mucho me temía que dentro de poco, nada tendría importancia. Seguramente, aquella sustancia acabaría conmigo y de una forma dolorosamente horrible.