Partida Rol por web

Oír las voces Alex y Eli, sobre todo de este último, fue una mezcla de sorpresa y alivio. Me alegraba de que Alex estuviese vivo por Aenifer, consciente de lo mucho que había sufrido por su pérdida, pero también porque si los sacábamos a los dos, dispondríamos de dos brazos más con los que combatir.

-¡Eli! ¡Eres tú, maldito manco! ¿Qué haces ahí dentro, descansar? -le grité, divertida, mientras notaba los golpes de los ogros que intentaban abrir la puerta a empujones. Era más que evidente que lo terminarían consiguiendo, pero cuanto más aguantase, más tiempo tendríamos para prepararnos. ¡Sacadlos de las celdas! ¡No sé cuánto más podré aguantar!

De un momento a otro, los ogros estarían dentro, pero cuando lo hicieran, ya procuraría de que no supiesen lo que les había cortado en dos.

Tarkhan terminó de lanzar su hechizo y encadenó un segundo. El tiempo se ralentizó para sus compañeros, aunque desde el punto de vista de los ogros, se movían muy deprisa, hablando con una voz muy aguda.

Impulsando por el conjuro de velocidad, el anzano recorrió la habitación en un santiamén, colocándose junto a la puerta de las celdas para abrirlas, ahora con la seguridad de tener al bisonte para proteger su posición.

El ogro que se encontraba parapetado en el interior de la celda pudo esquivar las embestidas del bisonte recién convocado por Tarkhan. Fue entonces cuando decidió dar un garrotazo de nuevo sobre Aenifer. El golpe fue duro y la joven cayó inmediatamente al suelo inconsciente. Entonces el ogro cerró la puerta de la celda protegiéndose así de los ataques del bisonte.

- ¡Aenifer! - Gritó Alex desde su celda. - ¡Aenifer nooo! - Aullaba desesperado. - ¡Sacadme de aquí! ¡Aenifer!

Golpeaba la puerta tratando de escapar, pero por muchos golpes que le diera, era imposible que la derribara, pues era una gruesa y robusta. 

Belbara vio horrorizada como el ogro propugnaba semejante golpe a Aenifer. Aquellos enormes bestias podían matarles de solo un golpe. Habia que actuar rápido y era perfectamente consciente de que si querían tener alguna posibilidad mo podían caer ninguno.

Belbara dibujó signos divinos en el aire con sus manos y dedos, murmuraba una letanía, dirigió al final sus manos extendiéndolas en dirección de Aenifer y  rezó por llegar a tiempo.

Al oír las voces de los otros vovits se le removió el estómago al mismo tiempo que un ápice de esperanza cobraba vida. Sentimientos encontrados, pues sabía que ellos pretendían saquear los tesoros de Brook, pero también unirían fuerzas para luchar contra los ogros.

La rápida actuación de Belbara, logró sanar a Aenifer antes de su desenlace final. Aenifer abrió los ojos de par en par asustada por lo que acababa de sucederle. Sin embargo, se encontraba recuperada y lista para seguir combatiendo. Sin embargo, los ogros se habían encerrado en las celdas. Quizás era el mejor momento para sacar de su encierro a Alex y a Eliferum, o quizás no...

Yoon sacó de su manga una varita y apuntó con ella a Aenifer. No podía abrir las celdas y tampoco podía ayudar en el combate, seguía siendo una niña después de todo. Se dio cuenta de que así no funcionaba, agitó la varita varias veces, la golpeó en su palma y luego recordó que tenía que tocar a su compañera para eso.

-¡Qué complicado todo! -murmuró riéndose y dándose una palmada en la frente.

La niña corrió hacia su amiga y pasó por debajo de las patas del bisonte.

-Lo siento, Margarita -le dijo al animal. Luego tocó a Aenifer con la varita-. ¡Con esto te sentirás mejor!

Aenifer, al escuchar como Alex la llamaba salió corriendo en su búsqueda. Por el camino se topó con Yoon-Shun, quien le lanzó un conjuro curativo a través de su varita, que le ayudó a recomponerse un poco más de lo que ya estaba gracias a la magia de Belbara.

Mientras todo aquello sucedía, Valyëvan seguía, mediante fuerza bruta, reteniendo a los dos ogros, al otro lado de la puerta. Por cuanto tiempo, no lo sabía, pero de cada vez se hacía más complejo seguir aguantando.

- ¡Aenifer, eres tú! - Exclamó Alex. - ¡Nunca pensé volver a verte! - Dijo con los ojos desorbitados de la emoción. - ¡Sácame de aquí, en la celda de al lado esta Eliferum, juntos podemos hacer frente a estos monsturos! - Le dijo con convicción.

- ¿Eres tú Tarkhan? - Preguntó Eliferum. - ¡Con el culo de esta vaca enorme no veo nada! - Soltó una carcajada. - ¿Cómo os habéis encontrado? - Siguió preguntando. - ¡Venga, sacádnos y podremos acabar con estos malolientes ogros! - Y decía aquello un vovit, que se duchaba más bien poco y al que le apestaba el aliento a ajo.

—¡Sí, soy yo! —le respondió Tarkhan a Eliferum, urgando en la cerradura de su celda—. ¡Te saco de aquí en un periquete! Tenemos armas para vosotros, ¡las necesitaréis!

Acción de asalto completo: abrir la cerradura de la puerta del maldito Enfisema Ajo con inutilizar mecanismo. Resultado: 26.

Margarita preparara acción para pegarle al ogro si abre la puerta.

La situación no había cambiado demasiado. Seguíamos teniendo que abrir las puertas de las celdas de Eli y Alex para que estos pudiesen ayudarnos, y yo no sabía cuánto tiempo podría continuar manteniendo aquella puerta cerrada porque con cada golpe, parecía que la estructura fuese a salirse de sus bisagras.

Apoyé mi hombro contra la puerta y me empuje con las piernas, mientras apretaba los dientes y me esforzaba al máximo por retenerlos.

-Sí, sacadlos de una vez. Estos ogros no tardarán demasiado en echar la puerta abajo. ¡No soy un tope de puerta! -exclamé de malos modos, no porque me molestase esperar, sino porque en cuanto estuviesen dentro, la pelea sería inevitable y eso nunca se sabía cómo terminaría.

De todas maneras, en un espacio reducido el número quizás no fuese tan importante, pero estábamos encerrados y eso no era nada bueno. 

Nunca.

- ¿También eres bueno en eso, anzano? - Preguntó Eliferum al ver como la puerta se abría. -  ¡Eres increíble! - Exclamó. - ¿Tienes un arma para mí? 

Eliferum Anjo no estaba en sus mejores días. Se le veía demacrado y su espalda estaba marcada con líneas carmesí. Sin duda había sido azotado. No obstante, no había perdido las ganas de vivir e incluso se le veía feliz. Por supuesto, aparte de un pantalón y una camisa hecha jirones, no portaba nada más con lo que defenderse.

La pequeña regresó otra vez a donde estaba su maestro y sacó la espada corta que Tarkhan llevaba en cinto.

-¡Toma! -le dijo al prisionero, ofreciéndole el arma. Eso ahorraría mucho tiempo.

Todo habia ocurrido demasiado rapido.

Frente a mi tenia a aquella criatura mientras la otra brillaba detras gracias a los poderes de la niña mas ingeniosa que habia conocido en mi vida, y cuando me lance por mi ataque que debia darme la oportunidad de salir con vida de alli algo me distrajo. Que era aquello? Un engaño de nuestros enemigos?

No podia creer que fuese Alex llamandome desde algunas de las celdas que no habia revisado. No podia ser el, no....

No solo habia fallado mi ataque sino que quede a merced del ogro.

- ¿Alex? Gemi suspirando porque fuese verdad sin darme cuenta de mi destino.

Ni siquiera vi el golpe, ni senti el impacto, todo se puso negro de pronto a la par que mi cuerpo se desvanecia cayendo como en camara lenta mientras mi cerebro iba apagando cada una de las partes de mi cuerpo, la ultima neurona cerraria la puerta y en mi memoria quedaria el ultimo recuerdo de su sonrisa.

El aire volvio a mis pulmones mientras tocia alejando la muerta de mi..... una vez mas.

Solo un instante me tomo entender que habia sucedido realmente, me habian vencido y algunos de mis compañeros me habia reanimado. Cuantas veces mas podia burlar a la muerte de esta forma. No lo sabia, y no tenia tiempo de ponerme filosofica en ese momento sobre todo porque nada sabia de filosofia.

Un elefante peludo se hallaba a mi izquierda y supe que tenia mi oportunidad para moverme de alli. Era el momento de pelear a distancia y sacar a los demas. Corri hacia la celda donde debia venir la voz de Alex y no me equivoque. No podia reaccionare, no tenia tiempo que perder pero mis ojos se llenaron de lagrimas mientras solte una sonrisa de angustia y alegria a la vez.

- Te saco, te saco.... gemi desesperada mientras luchaba con aquella cerradura que parecia mas dificil de lo que debia ser.

Tal vez tenia los dedos entumecidos, tal vez tenia demasiada angustia, tal vez solo queria abrazarle e irnos corriendo de alli a un lugar donde me nos quisieran matar y no hiciera frio.

Quiso analizar la situación. Por un lado estaban ellos, los suyos, por el otro los vovits, y ahora que se habían reencontrado con sus amigos ¿qué harían aquellas semielfas? No estaba segura, creia que se la jugarían, pero deseaba, en el fondo de su ser, que la sorprendieran gratamente.  

Dos ogros se habían encerrado, otros dos estaban siendo contenidos por Valyëvan.  Dudó un instante, pero desde luego luchar contra dos ogros iba a costar menos que enfrentarse a cuatro. Que la semielfa pelirroja pudiese mantener la puerta parecía crucial. Así que, conjuró con aquel ancestral lenguaje, dibujando runas invisibles en el aire, y en el último instante se vio dirigiendo el hechizo hacia Valyëvan y no para fortalecerse a ella misma.

Espero no lamentarlo

Pensó para sus adentros. 

Finalmente la puerta no aguantó más. Entre la fuerza de Valyëvan y la del ogro que tenía detrás, las bisagras se rompieron y el acceso a la zona de las celdas quedó definitivamente libre. Eso propició que el ogro que iba en retaguardia por aquel estrecho pasillo, accediera al interior de la sala. 

Valyëvan aprovechó la oportunidad para propinarle un tremendo hachazo que traspasó su armadura y se hincó en su dura piel. El ogro protestó amargamente, pero no se achantó y descargó un poderoso golpe de clava contra la norteña. 

- ¡Hijak, tuka mo'kaj! - Gritó el ogro de piel azulado que se encontraba en el interior de la celda y su grito se escuchó en toda la estancia. - ¡Ñinhga, tu jiskajrf!

- ¿Tarkhan, eres tú? - Preguntó una voz conocida del otro lado de una de las puertas de las celdas.

El anzano alzó la mirada y de inmediato reconoció el rostro desfigurado de una persona de su pasado. Allí encerrado, en aquella fortaleza enana atestada de trasgos, se encontraba aquel monje que tanto le ayudara en el pasado, cuando todavía era un niño. Porqué estaba allí y como le había reconocido después de tantos años, era un completo misterio. Pero, era él, de forma inequívoca