Partida Rol por web

El trasgo que había caído al suelo, logró arrastrarse para salir de la zona afectada por el conjuro de Yoon-Shun. Desde el suelo sonrió, pues él también conocía aquel truco y también tenía mantequilla. Se frotó las manos con ella y apuntó en dirección a la entrada por la que acababan de escapar aquellos intrusos. Entonces se formó un charco resbaladizo frente a ellos.

El trasgo que no había sido victima de los cienos negros todavía, no atacó, tan solo se movió junto a su jefe y ambos, sonrieron ante la escena que dejaban atrás. Habían salvado sus culos verdes por poco, aunque lo que no sospechaban, era por cuanto tiempo.

—Tranquila —dijo Tarkhan.

El mago aún tenía las mangas repletas de conjuros. Extendió los dedos en direción a la vovit y recitó un encantamiento. ¡De pronto, la armadura y las ropas de la bárbara se vieron cubiertas de una pátina resbaladiza que la hacía muy difícil de atrapar para el cieno!

-¡Cieno malo! -gritó Yoon.

Con un chillido un poco más agudo de lo normal, la pequeña maga movió las manos para conjurar, escupiendo las palabras de forma apresurada.

-¡Enormidad!

- VALY NOOOOOO!!!!!

Comenzaba a moverme buscando a Yoon para salir hacia la puerta cuando vi lo innecesariamente arriesgada que mi amiga habia sido al enfrentarse al trasgo en medio de aquella jalea.

Era imposible para mi ayudarla y salte hacia ella manteniendo la distancia con el cieno por si tenia oportunidad de agarrarla, aunque fuese de tirar de su brazo para ayudarle a salir.

Mi corazon palpitaba a galope buscando alguna manera de ayudar a mi amiga sin saber realmente que hacer. Mis flechas no servirian y mis dagas nunca encontrarian un punto debil en esa cosa.

No podia perder a mi amiga, era lo unico que me quedaba en el mundo.

A mis espaldas escuchaba los conjuros de mis compañeros y solo esperaba que pudieran hacer a tiempo.

La bárbara se había arriesgado, de nuevo lanzándose en un acto heroico y estúpido. El cieno la había atrapado y ahora debían enfrentarse a él sí o sí.

Observó alrededor, seguro en aquella sala, donde un trasgo había estado durmiendo y otro dándole al "solitario" habrían antorchas o algo para iluminarla. Ya fuesen antorchas o lámparas de aceite suponía fuego, y estaba deseando encontrar un modo de destruir aquel cieno de forma rápido y efectiva. Era posible que la liase, sí, pero tal vez también que salvasen el culo.

Los cienos podían no tener ojos y oídos. Podían incluso no tener cerebro, pero parecían actuar siguiendo una lógica de la que el resto de presentes en aquella grotesca escena de desmembramiento y corrosión, estaban teniendo. Aenifer pudo atravesar el charco de grasa que el mago trasgo había lanzado justo a la entrada de la estancia donde se habían refugiado. Sin embargo, debido a lo resbaladizo que era el suelo, no pudo llegar muy lejos. Por suerte ya lo había sorteado.

Por otro lado, después de pensarlo un rato, Belbara lanzó una antorcha contra uno de los cienos. El fuego quemó su gelatinoso cuerpo, aunque no le debió de hacer demasiado daño, pues siguió a lo suyo y atrapó después de un garrotazo a uno de los trasgos. Lo mismo hizo el otro cieno con el jefe de aquella partida de trasgos. Los otros tres, que estaban siendo digeridos, dejaron de respirar pocos segundos después.

Valyëvan seguía atrapada en el interior de aquel cieno, que decidió alejarse, pues con dos presas en su interior, tenia suficiente. Aquella cosa trató de constreñir a Valyëvan, pero ésta logró sobreponerse, ahora sólo le quedaba tratar de huir, cosa que emprendería de inmediato pudiera soltarse. Compartir un ácido y gelatinoso espacio con el cadáver de un trasgo, no era algo que soliera ser muy popular entre los vovits. 

Mientras tanto, los lanzadores de conjuros no se habían movido del interior de la estancia donde se habían refugiado. En parte posiblemente por miedo a resbalar con la zona grasienta, y en parte quizás, por miedo a los propios cienos. No obstante, estaban despejado la zona por tal de atrapar a los pieles verdes y podían tratar de esquivarlos y salir de ahí para siempre.

No había conseguido librarme del cieno, pero los demás tampoco habían aprovechado el momento. En lugar de eso, lanzaron fuego y grasa, y aunque no parecía que le afectara demasiado, al menos sí que lo distrajo lo suficiente como para tener una oportunidad.

Sin dejar de removerme para intentar salir de allí, como si estuviese atada a una columna de piedra y quisiera romper la cuerda que me unía a ella, veía con horror como aquella sustancia, criatura o lo que fuera, había atrapado a otro trasgo y empezado a digerirlo. Uno tras otro estaba engulliéndolos y sentir que yo podía ser la siguiente, me dio más fuerzas para seguir intentándolo.

-Venga, maldita sea. ¡VAMOS!

Di un último tirón con todas mis fuerzas, ignorando el dolor por el ácido y el terror de verme dentro de poco digerida viva por el cieno, mirando en lugar de eso a a la puerta, que parecía estar cada vez más cerca... o no.

Tenía la sensación de que en aquella misión, aventura o como quisiéramos llamarla, había podido morir mil veces, por lo que era de esperar que alguna de ellas, fuese la última y bien podía ser esa la escogida. Sin embargo, si no por mí, por Aenifer, no iba a darme por vencida; no tan pronto al menos, no mientras aún tuviese fuerzas.

Pese a que Valyëvan estaba agotando sus fuerzas y parecía que iba a acabar siendo digerida por aquella masa viscosa, el cieno dejó de luchar. La norteña pudo librarse de aquel ser y volver a ser dueña de su destino. Estaba cubierta de cieno, pero viva y ahora sí podía escapar o seguir luchando. Lo había conseguido gracias a los conjuros que los anzanos habían lanzado sobre ella.

Los dos trasgos que estaban apresados por aquella masa asesina, no tuvieron tanta suerte como la vivir, no pudiendo librarse de la presa a la que estaban sometidos. En breves instantes, la falta de oxígeno y el ácido acabarían con su existencia.

Aliviada al ver como mi amiga se liberaba de aquella cosa pegagosa mi corazon y mi respiracion se calmaron un poco. Como una tonta que no llego a hacer nada realmente guarde la cuerda que llevaba para luego mirar a mi amiga con mucha rabia, como si fuese una madre cuyo hijo acaba de hacerle pasar un buen susto.

No hacian faltas palabras en ese momento y aunque estaba molesta por su imprudencia primero teniamos que salir de alli. Me pegue a pared mientras le hacia señas a Yoon para movernos juntas por la pared hacia la puerta del otro extremo. Habia suficiente espacio aun para escapar sin problemas pero primero tenia que asegurarme de que Yoon salia conmigo y no fuese a hacer alguna accion temeraria que complicara la salida.

Estaba orgullosa de ella, era una niña muy valerosa y talentosa, no podia dejar que le pasara nada.

Y a Valy... estaba bien que le ardiera un poco el acido a ver si no era tan .... tan ella. Al salir le ayudaria a revisar sus heridas.

- Vamonos!!! Hice señas a Yoon contando que los demas harian lo mismo.

Belbara sabía que tenían que salir de allí cuanto antes, por lo que sin dudarlo demasiado y consciente de que podía hacer el ridículo al pisar sobre aquella zona engrasada que les había dejado como regalo en difunto jefe trasgo, se aventuró a pasar sobre ella. Lo cierto fue que lo logró con mucho más éxito del esperado y sonrió al llegar al otro lado sin acabar con el culo o el morro contra el suelo.

Tarkhan cogió a Yoon en brazos con el corazón en un puño, sin tener muy claro si aquel descabellado plan iba a funcionar. Iban a apostar sus vidas a que no se encontraran otro peligro en la siguiente estancia, y a que no quedarían atrapados allí con el cieno, pero separarse era una opción aún peor. El anzano cerró los ojos, utilizó las magia de sus botas para salvar el charco de grasa, y depositó a Yoon con suavidad en el suelo.

—¡Vamos! —le exortó a la niña mientras corría pegándose a la pared como Aenifer había sugerido.

Exhortaban a Yoon para que entrase en la sala llena de cienos devoradores de trasgos. En su mente solo había lugar para el hecho de que los cienos habían intentado comerse a su amiga y, por lo tanto, se la comerían a ella. No era una buena idea meterse allí, pero no había otra salida. Y además no podía pasar porque había un charco de grasa, resbalaria y los cienos se la comerían.

Su maestro la cogió en brazos. De repente, los cienos ya no eran tan peligrosos y allí, protegida ligeramente por Tarkhan, Yoon se sintió un poco mejor. Al cruzar el charco, se pegó a la pared y empezó a caminar.

El cieno del que Valyëvan acababa de quedar liberada, lanzó un nuevo golpetazo. Sin embargo, no pasó ni de cerca al lado de la norteña. Tuvo suerte quizás, de que aquellas cosas no tuvieran ojos y no apuntó bien a la hora de tratar de volver a atraparla. Fuera como fuera, se había salvado de una buena toña.

Los otros dos cienos, posiblemente satisfechos con sus capturas, pues tendrían alimento para varias jornadas, incluso semanas, comenzaron a retirarse hacia las paredes de la sala. Para ellos y si no les volvían a molestar, había acabado el combate.

Valyëvan salir corriendo tirando de Belbara hacia la puerta, Aenifer, Yoon y Tarkhan la supran al ver que las otras dos mujers corren por sus vidas hacia ellos. Finalmente, los cinco miembros de la expedición superaron aquella estancia plagada de aquel peligroso cieno que casi sin recibir daño alguno, había acabado con cinco trasgos y casi con la vovit pelirroja.

Nada más atravesar Belbara la puerta en última posición, dio un portazo cerrando el acceso y entre todos atrancaron la salida con una barra metálica dispuesta de forma rudimentaria para ello. Fue entonces cuando decidieron echarle un vistazo al lugar donde se encontraban.

Se trataba de lo que parecía ser con toda seguridad, la antigua forja enana. Podían observar hornos, yunques, moldes y herramientas dispersas por doquier. Además, el común que había en todas las estancias visitadas hasta el momento, no era una excepción allí. Las paredes habían sido redecoradas al más puro estilo trasgo.

Tan solo había dos salidas de aquella sala. Una sur y otra oeste.

Tarkhan se enjugó el sudor de la frente con la mano temblorosa. El Gato Sonriente de Anza no sonreía, sino que tenía la tez pálida y el semblante adusto. 

Había estado cerca, muy cerca.

Pensaba que todo había acabado cuando el peligroso cieno se había abalanzado sobre Valyëvan. Sólo la fuerza de la vovit, el conjuro de Yoon y el suyo, y la buena fortuna habían conjurado el desastre.

—Ya no podemos volver por ahí —dijo en un suspiro—. Dejad que compruebe que esta sala es segura.

Elijo 20 en Buscar para un total de 34. Reviso la estancia y las puertas.

—Es seguro —aseveró Tarkhan después de haberse tomado su tiempo en revisar la habitación—. Las puertas pueden cerrarse desde dentro, por cierto, si necesitáis un respiro.