Partida Rol por web

- Toca retirada, Mester. - Confirmó entonces Helga. - Es hora de evacuar la fortaleza.

Fue entonces cuando los penetrantes ojos de la paladina miraron a Cleon con incredulidad, pero también transmitían ilusión, aliento y consuelo. Helga miró de arriba abajo al cazador. Ciertamente estaba más delgado, todo el tiempo de internamiento e la prisión y el viaje que le había llevado hasta allí, tenían mucho que ver. También se le notaba cansado, pero no a nivel físico, sino a un nivel más profundo, a un nivel interno de su propia alma. Aunque de lo que no cabía duda era de que su reencuentro con ella le había despertado sentimientos muy positivos en él.

- ¿Qué haces aquí, Cleon? - Preguntó ella mientras se fundía en un tierno abrazo con el que fue su marido.

En ese mismo momento una roca impactó contra la muralla muy cerca de su posición. Algunos monjes salieron disparados hacia el interior del patio envueltos en una lluvia de cascotes. El muro empezó a venirse abajo y no les quedó más remedio que apresurarse por llegar al patio interior si no querían acabar sepultados entre las ruinas del muro.

Khorvin y Lope, pudieron utilizar las escaleras, al encontrarse más cerca, Serge tuvo que saltar sobre un tejado de una de las construcciones, acompañado por Markku. El resto tuvo que correr hacia uno de los torreones situados en uno de los costados, y descender a través de una escaleras de caracol para llegar al nivel inferior.

Una vez en el patio, se vieron rodeados por una gran cantidad de adversarios, la puerta todavía no había cedido pero una docena de demonios les impedía llegar hasta la torreé del homenaje, el último bastión defensivo donde podrían refugiarse de sus enemigos. Aunque fuera como fuera, no podrían hacerlo por mucho tiempo, salvo un milagro de por medio.

Cleon abrazó tiernamente a su mujer... por un instante olvidó todas las penas pasadas hasta llegar a este momento. Le besó dulcemente.

- Buscarte. Llevarte de vuelta a nuestro plano. Las cosas han cambiado mucho y la torre ya no es el antro de tortura y sufrimiento que conociste. Los carceleros corruptos han muerto o han sido juzgados y la ley se impone de nuevo.

- Me dijeron que te enviaron a este plano y aquí estoy....

Observó a su alrededor, la batalla no le importaba lo más mínimo, su objetivo ya había sido alcanzado y ahora solo quería regresar con Helga a su pequeño pueblo y vivir tranquilamente.

- No parece que necesites mucho mi ayuda. - en su armadura Helga parecía una diosa y Cleon sucio y demacrado por el viaje, un pordiosero. Señaló a su alrededor.

- ¿Sabes cómo salir de ésta? Te seguiré a todas partes, pero solo deseo que volvamos a nuestro mundo.

¿Qué diantres? En apenas unos segundos los monjes junto a los que combatían habían empezado a responder a la orden de retirada, ¡y aquella belleza pelirroja había resultado ser la esposa de Cleon! Bastardo con suerte…

Sin embargo, ya habría tiempo para lamentarse después. Ahora lo que importaba era salir con vida de aquel lugar y refugiarse en el bastión que estaban mencionando los soldados. Sin embargo, una gran roca impactó en las murallas, peligrosamente cerca de ellos. El ladrón por suerte pudo retirarse a tiempo de la muralla que caía, refugiándose en un tejado cercano. Y entonces, esas criaturas comenzaron a invadir el patio.

Ni se le pasó por la cabeza ponerse a disparar con su arco de nuevo. Correr y refugiarse era su objetivo, la única manera que veía de salvar el pellejo.

Markku miró en todas direcciones abrumado. Por primera vez desde que llegarán a aquel plano se veía realmente perdido. Sólo veía muerte en su futuro, la suya. No obstante no tenía miedo. Durante todo su viaje a través de aquellas salvajes tierras había asumido algo y ese algo era que no volvería a su hogar y no volvería a ver a sus seres queridos. Había llegado el momento de reencontrarse con su creador, pero no. Vendería barata su piel.

- Serge... - Tomó aire resignado. - ¡Creo que deberíamos ayudar a esos monje! - Le gritó al ladrón mientras se marchaba hacia la torre, señalado a los monjes que protegían la brecha del muro.

- Tantas cosas han pasado desde entonces... - Helga miró a Cleon con una imborrable sonrisa. Era evidente que se sentía feliz por aquel improbable reencuentro. - Tanto es lo que querría contarte... - Helga besó los labios del cazador de forma tierna y entregada mientras sujetaba el rostro de su amado con sus otrora suaves manos, ahora curtidas por sus actuales circunstancias.

Aquel momento casi mágico fue interrumpido por la imperiosa necesidad de seguir con vida. Allí donde se encontraban, en el patio interior de aquella fortaleza, no era ni mucho menos el mejor lugar, ni el momento más adecuado para tener ese tipo de conversación. Los demonios que ya habían penetrado tras los muros de Pielati, se acercaban peligrosamente hacia los defensores.

- Hay una forma, Cleon. - Admitió la paladín. - De regresar, digo... - Alzó su espada y colocó su escudo centrando la mirada en los seres que se acercaban inexorablemente hacia ellos. - ¡Pero para volver tenemos que sobrevivir! - Gritó antes de cargar contra el enemigo.

- ¡La joven tiene razón! - Gritó Edzard alzando la espada. - ¡Estamos rodeados! - Añadió aquella evidencia. -¡Por Gorant! - Gritó lanzándose a la batalla.

Ciertamente estaban rodeados. Si tenían que llegar hasta el torreón del Homenaje, debían abrirse paso entre la horda de demonios que avanzaban hacia ellos. Cada minuto que pasaba más de aquellos monstruos invadían el patio interior. Si querían una oportunidad, tan solo la obtendrían siendo rápidos y mortales.

- ¡Por todos los centollos de la costa del Filo! - Gruñó el ex marinero. - Quien me mandaría a mi dejar el mar... - Dijo en un suspiro. - Una vida mejor... - Refunfuñó. - ¡Mira dónde he acabado! - Alzó de nuevo la voz.

Khorvin alzó la mirada. En ese momento tenían vía libre para avanzar hasta el torreón. No obstante y aunque pudieran hacerlo, significaría dejar atrás a muchos y muy buenos amigos. Fue entonces cuando reparó en los tres valerosos monjes guerreros que estaban defendiendo la brecha en el muro. De no ser por ellos ya estarían del todo perdidos.

- Debemos ayudar a esos monjes. - Le dijo Khorvin a Loperick. - Gorant así lo querría...

Serge fue el primero en reaccionar. Sin atender demasiado a lo que Markku le decía salió corriendo en dirección al torreón. Lo que había dicho aquel monje era sin duda lo único que debían valorar. Combatir aquella horda era sin duda alguna un suicidio. Salvar la vida era lo primero para poder seguir pensando la manera de regresar a casa.

Sin embargo, su carrera se vio interrumpida cuando los demonios cargaron contra todo ser viviente que se encontraba en el interior de la patio de la fortaleza. Los dos monjes que custodiaban la entrada de la torre del Homenaje se vieron contra las cuerdas cuando tres de aquellas bestias oscuras les atacaron. Los ataques de los demonios fueron sin duda muy eficaces y uno de los monjes sufrió una grave herida en el abdomen, de la cual muy difícilmente se recuperaría sin secuelas. Si es que vivía para contarlo.

Mientras tanto, un nutrido grupo de demonios corrieron en la dirección en la que el grupo de Cleon se encontraba. El cazador y su esposa, Edzard y Mester, quedaron totalmente cercados ante la oscura amenaza que se les venía encima. Fue en ese momento cuando el clérigo alzó sus manos, pronunció una oración divina hacia Asthar, su diosa patrona y un extraño fulgor le rodeó al el mismo y a los tres compañeros que tenía alrededor.

Aquello no pudo evitar que Edzard y el mismo salieran heridos. No obstante, Cleon logró esquivar el ataque de uno de los babeantes demonios de profundas cavidades negras por ojos y con afilada mandíbula, lanzó contra él. Era el momento de llevar a cabo una respuesta por su parte y debía ser contundente si deseaban vivir.

Mientras tanto, un indeciso Markku, se las vio con otro de los demonios. Tras la carga de aquel ser, la idea de ir en ayuda de los monjes que taponaban la brecha se le borró de la cabeza. Más al ver que Serge marchó a la carrera tratando de protegerse tras en el último bastión de la fortaleza. Sin embargo, era un buen guerrero y no vendería barata su piel. Detuvo la embestida del demonio y se preparó para acabar con éste.

El batidor ya era plenamente consciente de lo que acontecía en aquel lugar, era una lucha a vida o muerte y estaba claro el bando al que apoyar, suposición era de las mejores en la batalla, podría huir y esconderse, cerrar las puertas y que los demás se buscasen la vida, pero él no era así.

Lope comenzó su carrera, en vistas a atacar a uno de los demonios que tenía mas cerca, el que batallaba con Markku, es a ese al que decidió ayudar, sus otras opciones eran inviables, los monjes que taponaban la muralla estaban muertos, aun tenían pulso, pero sin duda sabían que no aguantarían mucho, si intentaban huir, les destriparían, y aguantar, como mucho, aguantarían un par de golpes hasta que la abultada superioridad numérica hiciera caer al primero y después de él sus dos compañeros se convertirían  en carroña.

Los monjes que defendían la torre, aunque con dificultades, sin duda podrían aguantar bien, sobre todo si el Ladrón y khorvin les ayudaban para limpiar el paso al resto de sus compañeros, dos monjes y 2 de sus compañeros podrían ocuparse de los 3 demonios, estaban en superioridad numérica.

Peor lo tenían el resto de compañeros, pues aunque solo eran uno menos que sus enemigos, se encontraban al final de la fortaleza y si los monjes que taponaban la brecha caían, se encontrarían aislados y con un pie en la tumba, ese era el segundo objetivo de Lope, pero tenía que ir por pasos.

-Khorvin! Lobo de mar! ayuda a Serge y matad a los demonios que taponan la entrada a la Torre para que el resto podamos replegarnos! Yo voy a ayudar a los demás!! MUERTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!

Tras la infructuosa carga de Loperick en auxilio de Markku, fue Edzard quien dio buena cuenta de su enemigo con dos poderosos espadazos. El demonio que tenía frente a él se quejó de forma evidente, sin embargo, iba a hacer falta mucho más para acabar con él.

Los monjes que defendían la entrada permanecían firmes. Lanzaron sendos ataques contra sus agresores, aunque lo cierto fue que aunque golpearon sobre su dura armadura negra, no provocaron más que algunos rasguños en la misma. Era cuestión de tiempo que aquellos seres acabaran por asesinar a los monjes y penetraran en el torreón.

Khorvin lo sabía y atendió bien las instrucciones de su compañero Lope, a quien guardaba gran respeto por la amistad que les unía desde hacía bastante tiempo. Agarrando con firmeza su espada, cargó con furia contra uno de los demonios, atravesando con la misma coraza e hincando en su gruesa piel el filo de su arma. Aquel ser emitió un agudo y penetrante grito de dolor girándose hacia el marinero metido a guardia.

El monje que se encontraba en las inmediaciones del torreón corrió en ayuda de sus compañeros que luchaban en la brecha lanzando un poderoso golpe de maza que impactó en la frente del primero de los demonios que trataba de acceder al patio. Lástima que tan solo le dio de refilón, pues un golpe como aquel aturdiría a cualquiera por muy demoníaco y oscuro que fuera.

Cleon se encontraba rodeado por tres demonios, cercado y sin posibilidad de avanzar. Pero había luchado mucho por llegar hasta aquí y no iba a dejar que unos demonios le separasen de la libertad y de regresar con Helga.

La furia le invadió, disparando flechas a una cadencia sin igual a sus dos oponentes más cercanos. El odio que sentía hacia los demonios le hacía ser especialmente letal hacia ellos.

No hizo falta que le explorador dijera nada a su perro, ya estaba atacando....

Cleon, cegado por la ira disparó con su arco a escasa distancia de sus adversarios. El primer disparo dio en el blanco y no así el segundo. No obstante, ante aquel ataque, los tres demonios que tenía frente a él, no dudaron en descargar sus armas contra el cazador. Aprovecharon la oportunidad de que aquel humano atacase a corta distancia con su arco para tratar de arrebatarle la vida. Pero Gorant intercedió por él, pues ni uno solo de aquellos ataques golpeó contra su objetivo.

La que sí hizo blanco  en uno de los demonios fue Helga. Aquella valerosa mujer que tantas explicaciones debía darle a su marido, hincó su espada bastarda en el costado de uno de los demonios, el mismo que había herido su reencontrado amado. La ira de la mujer castigo con fuerza el mal que tenía frente a ella y Cleon no pudo reconocer en aquella guerrera a la que otrora fuera su mujer.

Por su parte, el valiente lobo Alsvid, se enfrentó sin temor a los demonios. No obstante su dentellada erró el blanco. No se podía decir que aquel compañero animal no fuera un amigo fiel. Combatiría hasta la muerte si su amo así se lo pedía. Tal era su lealtad.

Por su parte Markku, asestó dos golpes de consideración al demonio contra el que estaba peleando junto a Loperick. Gimió desesperado cuando comenzó a sangrar y al verse en inferioridad numérica. El demonio miró atrás, sin duda buscaba entre sus compañeros un lugar más propicio para continuar con el combate.

-Markku luchemos en paralelo para trinchar a este demonio!!!!

A punto estuvo de entrar en la torre del homenaje. A punto estuvo el ladrón de salvar su pellejo dejando a los demás en el patio, luchando para salvar los pellejos de todos los que se encontraban en aquel castillo. Pero en el último momento, Serge Leblanc se dio cuenta de una cosa.

 Si huyo como un cobarde, cuando haya que sacrifier a alguien para que los demás sobrevivan, elegirán poner al cobarde en el cadalso.

 -Merde…

Rumiando mil y una maldiciones diferentes, el ladrón comenzó a disparar contra el monstruo más cercano a su posición. Cómo odiaba ese lugar, que le hacía tomar decisiones horribles.

Serge, te recomiendo moverte a 21 u por ejemplo, así flanqueas, sumas +2 al ataque y lo más importante sumas daño por ataque furtivo.

Los demonios que se encontraban frente a la puerta del torreón tratando de acabar con los monjes que protegían la entrada, no se vieron intimidados por la llegada de Khorvin y Serge en ayuda. Su llegada tan solo sirvió para fijar nuevos objetivos y fue Khrovin el primero en recibir una estocada por parte de uno de aquellos desalamados seres oscuros. Uno de los monjes también recibió un impacto, aunque se mantuvo firme en la defensa del último bastión de Pielati.

Por otra parte, el demonio que se estaba enfrentado contra Loperick y Markku, viéndose en desventaja numérica y acorralado, decidió prescindir de su ataque y huyó hacia el torreón reencontrándose con el resto de invasores. Unidos sin duda darían un mayor resultado y por muy malvado o loco que aquel demonio estuviera, no era un suicida.

Por otra parte, los valientes monjes que cubrían la brecha del muro, se esforzaban en mantener a raya a los demonios que pretendían acceder a la fortaleza. Por el momento estaban aguantando bien,