Partida Rol por web

Mientras tanto, el combate continuaba en la zona oeste de la fortaleza. Los demonios cerrando el paso, atacaron sin piedad sobre los humanos que trataban de refugiarse en el torreón sabiéndose perdidos de tratar de continuar con la lucha en campo abierto.

Los golpes se sucedían uno tras otro. Las extrañas lanzas que portaban los demonios lesionaron a Cleon, Edzard e incluso a Alsvid, aunque no de gravedad. Por suerte y aunque algunos ataques fueron dirigidos a Helga y Mester, ellos no resultaron heridos.

Mester y Edzard reaccionaron rápido. Aunque el tímido ataque del clérigo no fue demasiado afortunado, pues su maza tan solo impactó contra el aire, Edzard en cambió se convirtió en una bestia asesina. Como un torbellino empezó a golpear a diestro y siniestro, como si hubiera sido poseído por un dios de la guerra. Su espada impactó contra todos y cada uno de los oponentes que le rodeaban abriendo brechas en sus armaduras y causando graves heridas en ellos.

El ímpetu de aquel anciano provocó dudas en sus agresores. Los demonios se miraron entre ellos con sus oscuros ojos negros. No retrocedieron, pues al parecer la rendición no era algo que contemplasen como una posibilidad y solo la muerte les apartaría del combate, pero sin duda combatirían con mayores reservas, principalmente ante aquel furioso anciano.

- ¡Morid seres del averno! - Gritó enfurecido y fuera de si el anciano. - ¡Es la hora de que os reunáis con vuestro siniestro dios! ¡Por Gorant! ¡Muerte! ¡Por Gorant! - Miró a sus compañeros y estalló en una carcajada como enloquecido. - ¡Es la hora de saldar cuentas! - Gritó de nuevo entre risas. - ¡Voy contigo, Gorant el Gris! ¡Dame fuerzas para llevarme conmigo a cuantos más de estos desechos!

- ¡El anciano tiene razón! - Exclamó Mester. - ¡Luchad por vuestra vida! - Añadió antes de lanzar un golpe con su maza que no llegó a impactar contra el objetivo deseado. - ¡Hacedlo por las buenas gentes que aún quedan en este plano!

Cleon dejó el arco y desenvainó su espada, con ella podía atacar y defenderse mejor.

Sin pensarlo lanzó una poderosa estocada a uno de los demonios que le rodeaban.

-  ¡Loperick, ves en ayuda de los monjes que protegen el torreón! - Le ordenó  Markku al guardia.  - Yo ayudará a nuestros amigo a llegar hasta allí. - Se dio media vuelta si admitir réplica alguna, pero antes de hacer lo que había anunciado se dirigió de nuevo a Lope. - Que no entren. Suerte amigo.

Y fue así, espada en alto y corriendo contra el nutrido grupo de demonios que impedían el paso a Cleon y al resto de sus aliados, como Markku cargó sin esperar victoria alguna. El guardia descargó un fuerte golpe con su espada que impactó por la espalda a uno de aquellos demonios. Ésta aulló de dolor y una sonrisa se dibujó en el rosto de Markku manchada por la sangre de aquel demonio.

-  ¡Muere escoria! - Gritó encolerizado.

Loperick dudó un instante, podía atacar a los demonios que bloqueaban a sus amigos, cuya proporción era de 5 demonios contra 6 guerreros y un can asesino o ayudar a limpiar la entrada a la torre, donde había 4 demonios y 4 de sus compañeros.

Dado que el grupo de Cleon y compañía eran duros como arcangeles y desconocía la capacidad de los monjes que luchaban junto a Khorvin y Serge, optó por luchar contra estos, el tiempo le daría la razón o se la quitaría.

-Por Goooooraaaant!!! gritó furioso mientras hacía piruetas y saltos esquivando proyectiles y a sus compañeros hasta que estuvo flanqueando a uno de los demonios con ayuda de un Monje.

Esas malditas criaturas... No sólo no parecían no querer morir, sino que daba la impresión de que se multiplicaban exponencialmente. Por suerte mientras pudiera atacar por la espalda, podría intentar diezmar rápidamente a todos los monstruos que estuvieran cerca de la torre del homenaje. Había que asegurar el refugio...

Moviéndose para colocarse en la posición idónea para atacar y disparó su fiel arco a aquella criatura infernal, hundiendo una flecha limpiamente entre sus horribles hombros. Una sonrisa confiada se dibujó en los labios del ladrón. En cuanto los alrededores de la torre estuvieran despejados, se refugiaría dentro de la misma. Que estaba combatiendo, ya no podrían acusarle de ser un vil cobardica así que su puesto seguro en el refugio estaba más que ganado.

Los golpes que Serge y Loperick infringieron contra uno de los demonios, impactaron con fuerza. La espada de Lope rasgó su espalda, mientras que el proyectil lanzado por el pícaro se incrustó en su pierna derecha, provocando que casi perdiera el equilibrio. Por suerte para él, la carga de otro de sus compañeros y los certeros golpes del demonio que luchaba a su lado, acabaron con uno de los enemigos que luchaban por proteger la puerta del bastión.

- ¡Noooo! – Gritó encolerizado el monje que luchaba a su lado. - ¡Hermano! – Exclamó apenado. Entonces lanzó un ataque contra el demonio que había acabado con la vida de aquel monje y ni la rabia ni la ir bastaron para que acertara en su objetivo.

Entonces llegó el turno de Khrovin. Aquel ex marinero cascarrabias golpeó tres veces sobre el mismo enemigo que instantes atrás habían dejado maltrecho tanto Loperick, como Serge y nuevas heridas se sumaron a las antiguas. Aquel ser exhausto, a punto estaba de exhalar su último aliento. Poco quedaba para acabar con él, tan solo hacía falta un nuevo golpe certero.

No obstante, aquellos demonios no iban a quedarse ni mucho menos quietos. El monje al que las lágrimas caían por sus mejillas tras la muerte de su amigo, recibió dos severos golpes por parte de uno de los demonios, mientras que Khorvin pese a detener un primer intento, acto seguido sintió el frío acero demoníaco atravesando su piel a la altura de la cadera.

Una vez todos los contendientes emparejados, los duelos singulares en aquella maraña de filos, se sucedieron sin cesar. Los demonios atacaban con furia sobre aquel grupo de humanos al que trataban de devastar. Los humanos reaccionaban de la misma manera, pues de ello dependía su futuro y el futuro de todos aquellos inocentes que se habían refugiado en el bastión.

Algunos de los demonios parecían al límite de sus fuerzas. Gran parte de culpa la tenía el más anciano de todos los humanos. Edzard se había convertido en una máquina de guerra. Todo lo que aquel plano le habían enseñado lo había absorbido como una esponja y lo ponía en práctica en ese combate, que muy posiblemente sería el último.

Mester en cambio era todo lo contrario. Aquel joven clérigo de Asthar se veía contra las cuerdas. No lograba atinar con su maza y cada minuto que pasaba estaba más cerca de la muerte, pues golpe tras golpes, herida tras herida, aquel sacerdote iba perdiendo su fuerza y su vitalidad.

Viendo que Helga se ocupaba del demonio^D9 más cercano, Cleon confió en que la armadura de su mujer aguantara bien los golpes mientras él se centraba en el otro^D8, y aunque conseguía golpearle, sus golpes eran poco efectivos. El apoyo de Malkut era fundamental para controlar los enemigos.

Por su parte, Alsvid decidió morder al mismo atacante que su amo, pero no conseguía hacer presa.

Malditos fueran esos monstruos… ¡Cómo podían ser tan resistentes! ¡Que la flecha que le había lanzado habría bastado para matar a una persona normal! Maldito fuera mil veces el plano que había parido a esas aberraciones.

Sin ser plenamente consciente de ello, el cuerpo de Serge empezó a temblar con una mezcla de miedo y rabia, haciendo que la flecha que estaba preparando se le cayera de las manos.

 -¡Maldita sea!

Mientras la recogía empezaba a arrepentirse de haberse quedado. ¡Que los cobardes al menos vivían para ver otro amanecer!

El buen Loperick vió fallar al ladrón, se notaba la frustración en su cara, no quería estar ahí y se notaba.

-Tranquilo buen Serge! podremos matarlos y volver a nuestro plano!!! MUERTEEEEEEEE! dijo mientras realizaba un triple tirabuzón invertido tratando de golpear al demonio que  hostigaba al último monje vivo.

El golpe había ido bien, pero se notaba que las heridas habían sido muy superficiales, lo que hizo que el demonio aullara con lo que parecía una risa maldita.

En un esfuerzo por sacar de encima a alguno de los demonios que se había aglutinado en la entrada del fortín, el batidor realizó varias volteretas atrayendo a los bichos hacía sí.

-Malditos engendros, no podréis conmigo! LOPE DE VILERRÉS ! escuchad bien ese nombre porque será el último que oigáis en vuestra pútrida existencia!!

Serge desperdició inadmisiblemente su ataque mientras las reflexiones del porque estaba allí todavía, aún rondaban por su cabeza. Por suerte, el arco que estaba utilizando para acabar con los seres que se arremolinaban alrededor de la puerta de la fortaleza no se quebró, ni la cuerda se partió. Algo que por un instante creyó que así sucedería.

Mientras tanto, los demonios comenzaron a cebarse con Khorvin y el monje que todavía les plantaban cara. Varios golpes fueron los que recibieron cada uno y aunque al ex marinero todavía se le veía con fuerzas como para soportar una tempestad en alta mar, el monje, agotado, dolorido y lacerado como estaba, comenzaba a emitir síntomas de flaqueza.

El golpe que Loperick propinó contra uno de los demonios que se enfrentaban con saña al grupo, provocó que perdiera la guardia por un momento. Dolorido y aullando como estaba, se despistó por un momento del combate y esa distracción le costó cara. La maza del desfallecido monje impactó contra su mandíbula provocando un severo crujido y trozos de aquella oscura piel, sangre, baba y afilados colmillos saltaron por los aires, mientras que el resto del cuerpo caída desplomado y muerto sobre el suelo.

- ¡Bien hecho! – Gritó Khorvin al ver como aquel demonio caía tras el impacto de la maza del monje. - ¡Por todos los peces del mal! ¡Buen golpe grumete!

Markku embistió contra el demonio que estaba flanqueando junto con Cleon. Aquel ser recibió dos severas estocadas que acabaron por arrebatarle su mísera existencia. El guardia clavó su espada en el costado de aquel monstruo y acto seguido cercenó su cuello con un revés que el demonio ni se esperó. Un gesto de rabia se dibujó en la cara de Markku, pues veía más cerca la supervivencia que instantes atrás.

Helga tampoco se rendiría fácilmente. Agarrando con fiermeza su portentosa espada bastarda, lanzó un golpe descendente hacia su enemigo. El arma de la paladín golpeó de refilón al demonio que tenía frente a ella y aunque no llevaba demasiada fuerza el golpe, bastó para abrir una herida en la pierna de su adversario.

Éste no se quedó quieto. Enfurecido por haber recibido una herida, aunque no fuera de demasiada relevancia, acometió contra Helga. La paladín trató de interponer su escudo entre la exótica lanza del demonio. No obstante, el demonio logró vencer su guardia y Helga sintió un agudo pinchazo en el costado. Un segundo impacto sobre su hombre izquierdo la hizo chillar de dolor.

Fue entonces cuando Mester, sabiendo que poco estaba aportando a la causa con su maza. Decidió conjurar una plegaria que dotaría a sus amigos de una mayor virtud a la hora de atacar y una maldición sobre sus enemigos. Pese a que varios ataques volaron sobre el clérigo, la concentración de Mester fue suficiente, para pese a haber recibido un serio golpe que casi le deja sin sentido, logró llevar a buen término el lanzamiento del conjuro.

Mientras tanto Edzard, seguía luchando como si uno de aquellos demonios le hubiera poseído. Lanzaba espadazos a diestro y siniestro casi sin mirar a donde iban dirigidos. No obstante, su efectividad era digna de elogio. Uno de aquellos golpes se introdujo en el pecho de uno de los demonios. Éste se desplomó muerto al instante. Un segundo golpe impactó contra el demonio contra el que Mester estaba luchando, llamando la atención de éste y evidenciando que la mayor amenaza provenía del humano anciano y no del joven al que trataba de asesinar.

El demonio que se encontraba frente a Cleon lanzó varios golpes. Uno de ellos impactó contra el cazador, que dolorido torció el gesto. Una herida superficial, que aunque era dolorosa, no acabaría con él. Era el turno de devolvérsela y acabar con aquel ser del averno para siempre.

Cleon realizó un movimiento lateral, sin dejar de lado a su amada Helga. Su intención era, una vez muerto el demonio contra el que había estado peleando, ir posicionándose para volver a flanquearle en cuanto le fuera posible. Lanzó un espadazo contra el demonio. Sin embargo éste logró desviarlo sin demasiada dificultad. 

Fue entonces cuando entró en escena su fiel perro lobo. Alsvid ocupó la zona de combate, donde hasta el momento se habia situado su amo y soltó una poderosa dentellada contra el demonio. Los colmillos del can se hundieron en la piel de su enemigo a la altura del tobillo y este lanzó un agudo chillido de dolor.

Serge no se quedó quieto en el sitio en cuanto los monstruos cambiaron de posición. Si podía aprovechar cualquier ventaja que le diera el terreno, por mínima que esta fuera, no pensaba quedarse clavado al suelo.

A paso ligero, el ladrón avanzó hasta volver a rodear a los monstruos y disparó una nueva flecha. Un gruñido de frustración salió de entre sus labios cuando este nuevo disparo también falló. ¿Qué dios maligno estaría protegiendo a aquellas abominaciones? Porque ya podía tomarse un descanso...

Loperick comprobó apenado como su estratagema para atraer a los demonios no había surtido efecto por lo que procedió a reandar sus pasos.

El batidor corrió lo que le dieron sus piernas por detrás de sus enemigos, sin que estos se dieran cuenta, atacando a traición al demonio que tenía contra las cuerdas al pobre monje.

-Hola chicos! he vuelto!!! dijo mientras atacaba por la espalda al desconcertado demonio clavándole el hacha lo mas profundamente posible.

El ser emitió un gorgoteo incesante, fruto sin duda del daño recibido.

-He llamado vuestra atención asquerosas ratas??? dijo escupiéndole en la cara para enfadarlo más aun si era posible.