Partida Rol por web

Gracias a los dioses, el bicharraco enorme era lo bastante lento como para que el enano siguiera soportando sus envítes. Esperando encontrar alguna arteria entre tanta escama, lancé mi ropera en un rápido fondo, hundiendo mi hoja de tal manera  que casi me llevó de morros contra el costado de la criatura. Recogí rápidamente y observé con agrado manar la sangre del bicho...

Gogri tanteó la situación. Estaba claro que aquello era un trabajo fino, de los de saber dónde poner el filo más que de apretar con los ojos cerrados.

-Bueno -chasqueó la lengua el enano-, a ver por dónde te tiento, mal bicho. Ven aquí...

Y dio un paso, con cuidado, sin las prisas de un mozuelo o de un veterano en el fin de sus días. Se acercó, se fue acercano, y eso sí, una vez entendió que podría colocarse lo suficientemente cerca del bicho, se dispuso a atizar el tajo más espeluznante que hubiera visto ser humano (era difícil, hay que decirlo, igualar el hachazo de Hargraff el Estampida atizó al Troll Jirón. Un clásico).

Mientras Gogri avanzaba hacia el monstruo, sereno y confiado, éste recuperó la lanza, con un tirón hacia atrás con muy mala intención, el enano no vio llegar las lengüetas de la cabeza serrada y éstas golpearon con fuerza su espalda. Esta vez la cota no pudo desviarla y sintió un calambre por toda la espalda que le dejo entumecido cuando fue golpeado con violencia.

Pero el hombre pez no era muy rápido, Gogri había recortado la distancia que los separaba en ese tiempo y lanzó un golpe loco, con la precisión de un novato pero toda la rabia y saber del pueblo enano concentrado en su hachazo poco menos que aleatorio. La pierna del hombre pez era un blanco mayor que el robusto guerrero, de modo que incluso en esas, no falló. 

Su hoja hendió las escamas y la carne en un tajo que, por primera vez, hizo chillar al monstruo de dolor, agitándose y rebullendo tratando de alejarse para salvar la pata. 

Hank aprovechó ese momento para hincar con fuerza su estoque en la zona lumbar, esperando que si otros rasgos les identificaban como parientes de los humanos, también tuvieran ahí los riñones. Un cambio de registro en el grito de dolor le confirmó que había hecho daño, pero el monstruo bufó y respiró fuerte, enfocando su mirada fría de ojos de pez en Gogri, listo para seguir luchando hasta el fin, que no había llegado a pesar del castigo infligido.

El monje vio que el bueno de Grogi golpeó violentamente al enorme ser marino. También vio a su vez como el mismo atravesaba las defensas del buen enano, produciendole un daño considerable.
Mascuyando palabras de poder "Restaura corpus", un halo de luz rodeo a Gogri cerrando sus heridas y haciendo que la vida fluyera por su cuerpo.

Mientras llevaba su mano atras para extraer dos flechas más que montar en su arco, sintió una ligera desorientación. En ese momento, empezo a imaginar en su mente un plato de comida. Caballeros, después de esto creo que vamos a tener una buena cena a base de productos marinos. Dijo tras acertarle nuevamente al enorme y grotesco ser.
 

Rislân conjuró con cierto abandono su magia, tras entrar a alcance del monstruo, por suerte el hombre pez aún estaba reequilibrando la lanza tras golpear a Gogri y removiéndose por las heridas por lo que no pudo aprovechar su distracción. La oleada de cálido alivio dejó al enano apenas un poco dolorido, aliviando los últimos golpes y, con seguridad, eliminado muchos de sus moretones.

Mientras Hugh volvió a soltar una lluvia de flechas contra el ser, la primera le alcanzó en el hombro, lo que le obligó a girar y dar el costado de la cabeza, con un tiro certero la segunda saeta se hundió en el ojo del hombre pez, cortando de raíz sus gruñidos y quejidos y haciendo tambalease un segundo antes de desplomarse como una piedra de frente, amenazando con aplastar a Gogri.

El enano practicó un volteo poco usual entre los enanos, que había aprendido en sus viajes. Usó una pierna como base y giró hacia atrás sobre ella, luego se apartó hacia el lado contrario y, contento por comprobar que el instinto no le había fallado, vio caer el cuerpo justo a su lado.

Entonces se volvió hacia el que quedaba y gritó.

-Ríndete, idiota. ¿No ves que te superamos ampliamente?

Aiden continuó su lucha contra el impío tentáculo que le apresaba. Su frente sudaba, le dolían los brazos, pero no iba a consentir que allí acabase su viaje. Tenía una misión, y eso era más fuerte que la maligna conjuración de aquellas criaturas. Una vez más dio un golpe de escudo, más fuerte esta vez que el anterior. Entonces el tentáculo le soltó y fue capaz de apartarse de él lo justo para liberarse. 

La bestia había caído, le tocaba el turno al conjurador. Con dos largas zancadas, sorteé las gruesas piernas del hombre-pez gigante y me abalancé hacia el brujo, tratando de ensartarlo antes de que pronunciara ningún oscuro sortilegio.- Seguro que eres más blando que aquí tu primo.- Le mascullo, y me lanzo en un fondo fulminante destinado a traspasarlo hasta la empuñadura.

Aiden aprovechó su recién recuperada libertad para alejarse del eidolón conjurado, que ahora amenazaba a Hugh, por ser el más cercano y el más retrasado de los compañeros. Su longitud sinuosa se enroscó en sus muslos y de ahí hacia arriba hasta inmovilizarle y empezó a constreñirle dolorosamente.

Desde el fondo volvió la voz repugnante del hombre pez hechicero, el final de su canto gorgoteante vino acompañado de una salpicadura de algo verde, apestoso, viscoso y, a juzgar por su efecto, terriblemente ácido. El goterón se dirigía a Hank, pero por suerte golpeó primero en el enorme pie del cadáver del leviatán anfibio, que había quedado delante del pícaro, e inmediatamente empezó a derretirlo consumiendo su carne de una forma horrible, trocándola en una masa informe y vomitiva.

El pícaro reaccionó apresurándose al fondo desde dónde los demás oyeron su bravata, el ruido del estoque al hendir la carne y... el del metal contra la piedra.

Hank pudo comprobar que el hombre pez que quedaba era el más pequeño de todos, pero su mirada fría y húmeda, muerta y quieta, era la más profunda, con diferencia, una sabiduría enloquecida se asomaba a sus ojos, sugiriendo conocimientos impíos que el hombre no debería tener. Estaba medio escondido entre piedras y oquedades de la pared, dónde era difícil de alcanzar. Del fondo podía oír voces gorgoteantes con prisas y carreras, pero no podía distraerse aún con ellas.

Su estocada había sido certera, muy certera de hecho, porque le alcanzó en el pecho, pero al ir a hincar la hoja hacia abajo para alcanzar algún órgano la cazoleta golpeó con una de las rocas y dio tiempo al anfibio de retirarse, croando de dolor, y dejar que la hoja al hundirse lo hiciera contra las piedras que le rodeaban.

Con un rápido movimiento se alejó del tentáculo colocándose a la altura de Hank. Aun no le alcanzaba para golpear al conjurador, pero eso pronto se arreglaría. Ya estaba cerca el final de ese combate. Ya estaba cerca la reunión con Gina... 

Gogri escupe y se acerca lentamente, con cuidado esta vez. Mira a sus compañeros y murmura: al mismo tiempo, chicos. Acosadle los que podáis.

No iba a dejar que el hechicero hiciera de las suyas, pero contra este tipo de enemigos, dada la aversión a la magia de los enanos, también se imponía un tipo de acción menos decidido y más prudente. Los enanos, al fin, eran roca, y la roca prevalecía.

Gogri alcanzó a llegar justo cuando el conjurador empezaba un nuevo ensalmo, por desgracia estaba bien protegido tras las rocas para perturbarle, pero en breve podría hacer lo que mejor sabía.

Mientras atacaba a la enorme bestia, no había reparado en que un pútrido y viscoso tentáculo había comenzado a enrrollarse en torno a él.

No fue hasta que intentó moverse, que se vió aprisionado. Momento en el que la oscilante masa se contrajo sobre él y empezó a sentir como sus huesos empezaron a crugir, debido a la presión.

Le faltaba el aire para respirar. Intentó solicitar la ayuda de sus compañeros, pero el intento fue en vano. Afortunadamente, el brazo le había quedado parcialmente libre. Llevo la mano a la bota, de la cual sacó una desgastada aunque afilada hoja de acero. Y con firmeza, la clavó en el tentáculo. A continuación tiró con fuerza de ella, cortando el tentáculo y logrando así liberarse. De modo que se alejó cuando pudo de la zona de acción del conjuro.

Rislan entonó un salmo y lo dirigió a Aiden, ya que vio que sus heridas sangraban profusamente. Invocando el poder divino proyecto un rayo de energía mágica curativa, que reconforto al guerrero sagrado, haciendo que se cerraran sus heridas y recuperarán color sus mejillas.
Acabas con esa alimaña y recuperemos el aliento.
Quizas vengan más.
Acabaremos con todos.

Rislân tenía el propósito de recuperar a Aiden, por desgracia el paladín se apresuró demasiado rápido a la nueva contienda y el anciano, a pesar de su agilidad impropia de su edad, no le alcanzó a tiempo de curarle antes de que el apestoso conjurador marino completase un nuevo ensalmo.