Partida Rol por web

Sabiendo que sería escuchada, la novia arácnida asintió y comenzó su narración.

- Lo primero que debéis saber sobre el Viudo es esto. Él no es una simple estatua o guardián inmóvil, a la espera, indefenso, de ser atacado y dominado. No, él es una fuerza viva de este planeta, e incluso ahora mismo ronda por ahí, atraído por sangre de los Haarlocks para asesinarlos, pues es consciente de que mediante su sangre intentarán doblegar su voluntad y él hará lo imposible por impedirlo. Sus poderes son muchos, entre ellos es un maestro del disfraz, capaz de adoptar el rostro de una víctima humana como propio, siendo irreconocible a simple vista. Ni las armas láser o bólter le causarán el menor daño, y según el rumor, solo arrancarle el corazón y destrozarlo por completo causarán su muerte definitiva. -

- Pero tiene una debilidad. En el día de hoy, cuando la gran conjunción alcance su climax, el reloj de acero marcará la hora señalada al tañir de su decimotercera campanada. En ese momento los antiguos vínculos del Viudo y el agotamiento de las energía que lo mantienen en movimiento lo obligaran a acudir allí sin disfraz ninguno que lo oculte, pues el reloj yace en el antiguo coto de Gabriel Haarlock, y es allí donde el Viudo debe reponer sus fuerzas tras cada ciclo astral. Es solo en ese momento cuando el Viudo podrá ser sometido, incluso mediante la sangre aguada del pariente más lejano de los Haarlock; siempre que quien lo intente posea una fuerza de voluntad equiparable a la del propio Viudo. -

- La entrada al coto de Gabriel está muy restringida, solo unos pocos obtienen entradas para acudir en el momento de la gran conjunción, pero no tengo duda de las obtendréis. De hecho, ya habéis dado un paso en la dirección adecuada para ganarlas. - continuó, misteriosa. - Ahora debéis tomar una decisión. Por un lado podéis acudir junto a vuestro largo tiempo buscado "Académico Blanco", que os reportará información valiosa para vuestra misión, secreta hasta para mi misma; hay unas sombras al acecho tras su pista pero si acudís a su lado de inmediato llegaríais a tiempo de salvarle la vida. Por otro lado, podéis volver con Papa Grist y anunciarle mi muerte, o lo que deseéis decirle, lo que seguro que os reportará una recompensa importante, pero si lo hacéis corréis el riesgo de perder para siempre al erudito a quien buscáis y todos sus conocimientos, aunque aún podríais ser capaces de cumplir vuestra misión. -

- ¿Adonde iréis? ¿Cual es vuestra respuesta? -

Tras las palabras de la mujer todo se volvía más complicado, todos prometían cosas a cambio de que fuéramos de aquí para allá, quien mentía o quien decía la verdad, desde luego estaban jugando con nosotros como si fuéramos simples títeres, con gusto haría desaparecer el planeta entero con toda la escoria que en el habitaba pero por desgracia eso no iba a ser posible, y claro esta, usted conoce el paradero del supuesto académico blanco así como quien le persigue.

Isolda cerró los puños con fuerza y el implante crujió bajo su propia presión mientras parecía que la cabeza de la sororita iba a explotar en mil y un pedazos.

Se sentía un maldito peón de una partida de Regicida jugada por unos individuos heréticos y que querían aprovecharse de ellos. Todos querían algo de ellos, todos necesitaban algo de ellos, pero si ellos querían algo tenían que sacrificar a otros. ¿Por qué? Por la falta de información. La frustración que empezaba a tener la mujer llegaba a las mismas cotas que en la Casa de Polvo y Ceniza, cuando tenía que presenciar como el falso Abad se pavoneaba y hablaba de religión sin poder meterle una bala de su sagrado bolter en la cabeza.

-¿Y como sabemos que no es otra persona que intenta aprovecharse de nosotros para que le hagamos el trabajo sucio?

Artemius empezaba a tener un dolor de cabeza considerable de repente. Mucha información, muchas vías...

Por primera vez desde que se conocen el psíquico estuvo de acuerdo con las palabras de la sororitas

-Mi compañera tiene razón... Hemos llegado a la superficie y ya son tres personas las que nos piden favores... y no se si alguno es una proposición inocente...- En todo caso no tenían mucho más y les estaba dando tanta información que era complicado pensar que todo era mentira.

-¿Cómo es la apariencia del Viudo?- necesitaban conocer su naturaleza si querían llegar a él lo antes posible.- Es más, ¿su huella psíquica tiene algo característico?- si su presencia en el mundo disforme era muy diferente a la de cualquier otro sería relativamente fácil para Plex rastrear al Viudo psiquicamente.

La última pregunta fue dirigida al resto de sus compañeros, especialmente a Homrom.

-Creo que deberíamos buscar al Académico primero o dividirnos en dos grupos y unos ir a por él y otros a cobrar la pieza- de pronto se quedó pensativo con expresión sesuda hasta que esbozó una sonrisa sarcástica- ¿Si a Papa Grist le da por comprobar que hemos acabado bien el trabajo, como le engañará?...

Isolda: -¿Y como sabemos que no es otra persona que intenta aprovecharse de nosotros para que le hagamos el trabajo sucio?

- Querida, yo soy quien soy. Si no ibas a creer en mis palabras habrías hecho mejor en no venir aquí en primer lugar. Además, yo no soy una simple "persona". -

Artemius: -Creo que deberíamos buscar al Académico primero o dividirnos en dos grupos y unos ir a por él y otros a cobrar la pieza- - ¿Si a Papa Grist le da por comprobar que hemos acabado bien el trabajo, como le engañará?...

Gianna: y claro esta, usted conoce el paradero del supuesto académico blanco así como quien le persigue.

- ¿Elegiréis ambos senderos? Muy osado, pero irrelevante para mi, haced como os plazca. Encontraréis al Académico Blanco en el Distrito Refutación dentro de la Capilla Atenea, consultando incansablemente los pergaminos de ese archivo arcaico, responderá al nombre de Septimus Dexter. -

- Respecto a Grist. - Mientras hablaba se inclinó hacia atrás para alcanzar algo que estaba tras su diván, y después os lo ofreció, parecía una caja hecha de plata, de bordes irregulares y tan grande como para contener un servocraneo, o al aparato metálico que llevaba Arcturus sobre sus hombros. - Me ha ofendido gravemente. Si acudís a verle entregadle esto y vuestros problemas con él habrán terminado; aunque debo advertiros en contra de espiar lo que contiene. -

- Bien, ¿qué más? Habéis insistido en que os hable más sobre el Viudo, la Garza y el Chacal. -

- Se dice que el Viudo antaño era un hombre, y que su aspecto aún sigue siéndolo... vagamente. El precio de su poder es que no cuenta con rasgos propios, viviendo con su carne y huesos en constante reubicación, y vistiendo únicamente como una capa las pieles de los desgraciados a quienes asesinó para obtener su apariencia; esto, al menos si decide mostrarse con su aspecto auténtico. Sus poderes no provienen de la disformidad, psíquico, sino de algo más oscuro y antíguo, no tengas esperanzas de encontrarlo si decide ocultarse. -

- La Garza es un diablo, o al menos ha perdido su humanidad. Trabaja con tanto secretismo que incluso a mi me ha resultado difícil averiguar sus intenciones, pero no tengo dudas de que trabaja para sí mismo y su objetivo final es destruir. Tened cuidado con sus seguidores, es ellos a quien ha enviado tras el rastro del Académico Blanco, y ya están cerca de encontrarlo. Cuidaos de su presencia en el Coto de Gabriel, pues seguro que se encontrará allí. -

- El Chacal es un pobre iluso. Poderoso y astuto en las medidas humanas, y ambicioso y arrogante hasta la médula como muchos otros, pero ha sido usado por la Garza como una marioneta. Buscará su venganza, y al final eso mismo será lo que le lleve a su propia perdición. -

Arcturus callaba, confuso. Por un rato permaneció inmóvil, con los hombros hundidos. Miraba de vez en cuando a los demás, pero nunca a la figura femenina que tenían delante. Como con desgana cogió la caja que les tendía la mujer.

-No entiendo... Muchas cosas. Demasiados flecos sueltos, demasiados frentes abiertos.

Estiró la espalda fatigosamente, con un chirrido crujiente. Habló para sus compañeros, como si de repente la presencia de la Araña ya no le importase.

-No entiendo cómo podría ser y qué podría resultar del encuentro entre ese Viudo y un heredero de los Haarlock, ni menos cómo podríamos alcanzar a detenerlo, tal y donde se encuentra y la voluntad necesaria para destruirlo.* El Académico...

Miró a Artemius de reojo. Su expresión denotaba que prefería seguir las huellas del Académico Blanco y cumplir con su juramento, que hizo junto al psíquico frente a la inquisidora Karkalla. Pero quizás alcanzar el objetivo de la misión que ella había planteado, que era acabar con la Garza y sus planes, pasaba por el Viudo y no por el Académico.

-Además está el tema de Papa Grist...

Se frotó los ojos fuertemente, y luego miró a Isolda. -Comprendo bien a veces tu urgencia por purgar, purgar y purificar, hermana -le dijo, sereno. Con el mismo cansancio infinito, casi con lentitud, el tecnosacerdote se descolgó el fusil, comprobó la carga y se lo llevó a la cara, apuntando a la Novia Arácnida.

-No entiendo por qué no deberíamos librar al mundo de esta bruja ahora mismo. Y entregarle esta maldita caja a Grist y librar al mundo también de esa escoria. Y seguir con lo nuestro. Quizás el Académico posea alguna información clave que pueda ayudarnos a resolver este embrollo. A estos ya no los necesitamos. ¿O no?

La última pregunta parecía dirigida a la Novia. El más leve movimiento o pestañeo, y apretaría el gatillo.

La situación se complica por momentos, demasiada información, demasiados flecos sueltos, todo el mundo sabía o parecía saber más de lo que contaba, no podía pensar con claridad y eso me estaba poniendo nerviosa, lo cual daba paso a un muy mal humor, en esos pensamientos estaba cuando las palabras y sobre todo las acciones de Arcturus me dejan atónita, parpadeo durante un momento para acto seguido gírame para controlar a las otras mujeres que pudiera haber en la habitación, en un segundo todo podia convertirse en un Caos.

Artemius vio todas sus alarmas encendidas cuando el tecnosacerdote desplegó sus artes intimidatorias.

-Calmemonos todos, aún nadie ha disparado a nadie, para mi eso es una tregua.- dijo mirando al servidor de Marte- Nos guste o no estamos tan perdidos que no podemos hacer esto sin ayuda. Y de momento tampoco he visto rastros de herejía por aquí- dijo prefiriendo obviar toda esa maquinaría tan antigua- Debemos colaborar, al menos por ahora.

Volvió a mirar a la Viuda antes de continuar esperando haber calmado los ánimos

-Comprenda la situación, sabe que somos, en realidad... no se cómo lo sabe pero sabe mucho de nosotros. Haremos lo que debemos. Gracias por la información. 

Sin más dudas, Artemius esperaba abandonar ya esa sala e ir a sus nuevos objetivos.

Al escuchar cómo el tecnosacerdote sugería matarla, la novia arácnida esbozó una sonrisa, divertida ante tamaño comentario y desfachatez - ¿Matarme? Eso se encuentra fuera de vuestras capacidades. Por no mencionar que si os encontráis todos en mi presencia y a salvo es precisamente porque así lo deseo. -

- Si no tenéis más preguntas que hacerme, entonces iros. Usad sabiamente el tiempo y la información que poseéis. -

La sororita estaba escuchando e intentaba buscar algún sentido, pero como siempre era el caso cuando se hablaba con brujos y adivinos, te decían a la vez que hicieras algo y que no lo hicieras, lo que era un sin sentido; pero lo que no se esperó fue la reacción de Arcturus. Por una vez, por primera vez sintió que no era la única con esa sensación y un ligero peso salió de sus hombros.

-¿Que no ves rastros de herejía? -dijo Isolda alzando las cejas- solo voy a mencionar dos cosas. La primera es que no tiene rastro de ser un psíquico sancionado, por lo que se la debería de enviar a una nave negra o purgarla en el momento, y segundo, todo eso -señaló a toda la maquinaria- no tiene pinta de seguir los modelos y patrones permitidos por Marte; pero no tengo mucha idea de lo que puede ser tecnoherejía y de lo que no, así que tenemos indicios más que de sobra para hacerlo.

Sonrió levemente antes de poner la mano sobre el arma de Arcturus y bajarla.

-Pero si algo he aprendido -alzó su brazo biónico- es que no todo se puede hacer de frente. Para extirpar los tumores tienes que jugar entre las sombras y ahora mismo tenemos dos opciones. Uno, acabar con esta mujer y luego ver que pasa con Grist si cumple su palabra o llevar el regalito a Grist y luego ver que pasa con ella. Ambas decisiones son malas; pero si no acabamos con uno de los dos, los matones de Grist se nos echarán encima, y nuestra misión está por encima de todo eso.

Esas palabras que ella misma pronunció fueron de lo más dolorosas. Tenía que recuperar su bolter, lo único que le quedaba de su antigua hermandad, pero no tenía una certeza al cien por cien de que ese individuo se lo diera si mataban a esa bruja. 

Al menos sabía quien lo tenía.

No parecía impresionado por las palabras de la Novia. Tampoco daba señas de haber oído a Artemius ni a Isolda. Apuntaba a la extraña pitonisa sin asomo de miedo o rencor en su expresión, con una calma irracional en aquel contexto.

Aún tardó unos segundos en bajar el cañón del rifle. Finalmente cabeceó, como asintiendo, probablemente a las palabras de Isolda. -No veo por qué no acabar con los dos, teniendo la oportunidad para hacerlo, -dijo, devolviendo tranquilamente el rifle a su posición original, sobre su hombro -salvo que estemos abarcando más de lo que podemos manejar. Se encogió de hombros, como si aquello no fuera con él.

Pero sí que iba con él, y mucho. Volver a la guarida de Grist a entregarle la maldita caja aparentando haber cumplido la misión era una forma temeraria de tentar a la suerte. No hacerlo, también.

-Centrémonos en lo nuestro, entonces. Y que el Omnissiah guíe nuestros pasos.

Hizo un gesto de despedida a la Novia que tenía podría pasar perfectamente por amistoso. Como si no estuviera dispuesto a volarle la tapa de los sesos allí mismo. Y se dispuso a salir de la guarida de la araña.

¿Que no ves rastros de herejía? -dijo Isolda alzando las cejas- solo voy a mencionar dos cosas. La primera es que no tiene rastro de ser un psíquico sancionado, por lo que se la debería de enviar a una nave negra o purgarla en el momento, y segundo, todo eso -señaló a toda la maquinaria- no tiene pinta de seguir los modelos y patrones permitidos por Marte; pero no tengo mucha idea de lo que puede ser tecnoherejía y de lo que no, así que tenemos indicios más que de sobra para hacerlo.

El psíquico miró a la hermana de batalla profundamente antes de hablar.

-No he encontrado rastros de que aquí se esté usando poderes psíquicos o de que haya algún otro psíquico que no sea yo...- dijo tranquilamente- Yo tampoco soy un experto en tecnoherejía, pero si nuestro especialista- dice señalando a Arcturus- no está quemando todo esto, quizá esto no sea ilegal.

Artemius sabía que el tiempo apremiaba y que debían ponerse en marcha cuanto antes.

-En todo caso no tenemos tiempo para esto, nuestro objetivo es otro. Acabemos con él y luego debatimos sobre lo demás. ¿Cómo nos dividimos? 

Una vez tomada la decisión el tiempo jugaba en nuestra contra si no nos movíamos con rapidez, necesitaremos todos nuestros recursos de combate para salvar y proteger al Académico Blanco, la idea de sepáranos no me gusta nada; pero si así lo elegís el menos ducho en armas debería ser el que llevará la caja, si no yo misma se la llevaré a ese malnacido, vuelo mi mirada otra vez hacia nuestra anfitriona, nos proporcionarás algún transporte para llegar lo más pronto posible a la Capilla Atenea?, y armamento de Asalto?

El arbites llevaba mucho tiempo callado. Demasiado. Desde que Arcturus había encontrado al servidor arácnido, no había dejado de vigilar su espalda a la espera de que un ejambre de aquellos seres se abalanzara sobre ellos esperando emboscados en cualquier parte. Luego, una sierva de la Viuda les había invitado a entrar, quizás Artemius les había delatado, voluntariamente o bajo tortura o bien la Viuda llevaba siguiendo sus pasos y escuchando sus conversaciones desde hacía tiempo.

La llegada ante aquella mujer no había sido menos impactante, su aspecto, aquella sala, que recordaba a las ilustraciones de los libros de la Schola progenium sobre los poderosos navegantes de la flota.

Aquella mujer parecía saberlo TODO, en un sólo gesto desveló quienes eran, dónde habían estado, qué buscaban y de un plumazo su relación con la Viuda Dorada y los Haarlock. Por no hablar de los detalles de su acuerdo con Grist. Sin duda, como ella había dejado claro, acabar con ella o siquiera planteárselo estaba totalmente fuera de su alcance.

El arbites había escuchado todo aquello anonadado. Pero al escuchar hablar del Viudo algo resonó en su cabeza. Carraspeó aclarándose la garganta y habló.

- Señora - dijo respetuosamente - ¿qué podría querer el Viudo de la Viuda? -  algo le decía al arbites que el Viudo de Xicarp no era otro que aquel al que había llamado Nonesuch.

Hieronymus: - Señora - dijo respetuosamente - ¿qué podría querer el Viudo de la Viuda? -

La mujer miró directamente al arbitrador, se podría decir que con extrañeza, pero era difícil decirlo bajo la máscara que le cubría medio rostro.

- Ambos son sirvientes de los Haarlock, pero desde que comenzó su servidumbre ningún asunto los mantiene unidos. El viudo actua en solitario por naturaleza, y está atado a este planeta por unos grilletes que no puede romper. -

Arcturus parecía ir a salir, dando la espalda a la Novia, cuando por fin Homron rompió su infrecuente mutismo. Volvió a darse la vuelta, paciente. Aprovechó para acotar:

-No sé si es buena idea que nos separemos -replicó a Artemius. -Tú mismo lo has dicho, tenemos una misión, y no pasa por entregar nada a Grist. Yo, desde luego, no tengo ninguna gana de meterme en su agujero a simular que hemos cumplido su misión y provocar su muerte. O la nuestra.

Miró de reojo a Gianna, sorprendido de que se ofreciera a meterse en la boca del lobo. Era más inconsciente o más valiente de lo que el tecnosacerdote se había figurado hasta entonces.

-Centrémonos en el Académico, consultémosle cómo acabar con Garza, y hagámoslo cuanto antes. La caja que nos ha dado la... dama -hizo un gesto señalando a la Novia -podría ser nuestro as en la manga, en caso de que no tuviéramos más remedio que comparecer ante Grist. Lo ideal sería, para tener unas horas de margen, que la Novia simulase haber desaparecido del mapa, de forma que Grist no molestase, al menos de inmediato. Si debemos vérnoslas con Grist, que piense hasta última hora que la Novia ha caído sería una gran ventaja.

Miró alrededor algo exasperado por el lento transcurso de la situación, y repitió su anterior gesto de despedida, cortés, formal y vacío de contenido, hacia la Novia.

El psíquico miró al tecnosacerdote, no era común que un servidor de Marte actuase como un líder, pero sus palabras eran sensatas.

-Esta bien, estoy contigo, pasemos de ese mafioso, si viene a por nosotros le daremos de su medicina. Entonces, busquemos al académico lo antes posible. El tiempo corre.

El arbites sonrió levemente, complacido de que el grupo hubiera tomado la decisión que él considerada más sensata. Su estado y equipo seguía siendo lamentable y apenas podían enfrentar una oposición mínimamente digna mucho más si estaban separados.

Sólo quedaba por ver si la Viuda tenía aun algun as más en la manga y está dispuesto a confiarselo. De alguna forma el árbites sospechaba que la navegante (si es que se trataba de eso) tenía algo que ganar si ellos lo hacían.

Gianna*: nos proporcionarás algún transporte para llegar lo más pronto posible a la Capilla Atenea?, y armamento de Asalto?

- Querida, ¿acaso aparento poseer semejantes artilugios? Yo no tengo necesidad de ellos, y tampoco puedo disponerlos para vosotros; pero tranquila, esta es una ciudad importante, encontraréis transporte sin mi ayuda. Os deseo suerte, la necesitaréis contra los peligros que se avecinan. -

Sin necesidad que hiciera ningún gesto, las doncellas que esperaban en el exterior de la sala abrieron la puerta y os hicieron una señal educada para que las siguierais hacia el exterior. Mientras salíais de allí, la novia arácnida se despidió de vosotros agitando su mano lentamente y con parsimonia.

Tras una breve bajada por las escaleras y recorrer los pasillos plagados de salas de esperas del edificio, finalmente llegásteis fuera, a los jardines iluminados por aquella extraña luz artificial que parecía hacer que todo se viera en blanco y negro.

Solo habían pasado unos segundos desde vuestra salida del edificio, el tiempo justo para que las doncellas volvieran a cerrar las puertas dejando solo una para recibir a los invitados, cuando la dama noble que antes había discutido con la doncella se acercó a vosotros con decisión y comenzó a hablaros con impaciencia.

- Ya era hora. Comenzaba a creer que oscurecería antes de que volviese a veros. - La noble había sacado una especie de abanico, y en aquellos momentos se estaba refrescando con él invadida por el nerviosismo. - ¿Qué os ha dicho la novia arácnida? ¿Donde está mi hermano? ¿y ese bastardo de la máscara de garza? - en su impaciencia, casi no se había fijado en el resto del grupo con quienes no había coincidido, pero en ese momento pareció darse cuenta de que todos ibais juntos, y les dedicó una mirada algo desagradable a causa de su aspecto - ¿y quienes son estos? Esas ropas son de un gusto atroz.* -