Partida Rol por web

La situación se había complicado, después de ascender al tejado, parecía que Abid había decidido saltar a la calle principal, la caída había sido mala y enseguida tenía al grupo de alguaciles detrás, incluso las caras de algunos alguaciles me parecían conocidas.

Viendo el salto de Bermudo, no es que tuviera mucha fe de conseguir lograrlo, no era muy diestro en el arte del salto y con el peso de los ropajes le costaba moverse. Se me pasaba por la cabeza, tumbarnos en el techo e intentar pasar desapercibidos. 

- ¡Ya nos preocuparemos más tarde de su rescate! ¡VAMOS! -tomó carrerilla y saltó hasta el tejado contiguo.

Ni de asomo te dejarán colgar una flecha en tu arco, y menos dispararlo. Aún estás en el suelo, bocabajo, por lo que si que puedes tomar con cautela tu cuchillo, levantarte, y propinarle un cuchillazo por sorpresa al caballero calatravo que tienes sobre tí. Te daría por ello bonus de modificiación de combate +25% en dicha tirada de ataque. Pero lanzar proyectiles, no.
 

Trianquilios. Trianquilios.- les dije desde del suelo donde había caído, tumbado boca abajo, tocándome entre las ropas la costilla que seguramente tendría rota. Mientras estaba en el balcón debía haberme acordado de las palabras de mi tío Hassan "Si Alah hubiera querido que los hombres volaran nos habría dado alas", pero ahora ya era tarde.

Cuando me levanté, tenía un alguacil muy cerca de mí, saqué la mano de entre mis ropas llevando el cuchillo que escondía entre ellas y sin pensarlo lancé un tajo contra aquel hombre. Tal vez el calatravo y los alguaciles tuvieran una oportunidad si los llevaban a los cuarteles, pero yo sabía perfectamente la clase de justicia que me esperaba y no pensaba dejarme coger.

Por desgracia, el dolor que sentía en el pecho me impedía moverme con normalidad y mi navajazo falló estrepitosamente.

Al ver que no podía hacer nada, sin empeorar la situación, decidí no hacer ningún movimiento brusco más allá del propio reflejo de asustarme por ver caer a Abid justo delante de nosotros.
Al oir que mi hermano lo acusaba directamente miré con disimulo y cierta sorpresa hacia él y le pregunté - ¿Estás seguro que era él, tu eres quien lo vió mejor?

El caballero calatravo se giró instintivamente cuando Abid, una vez habíase levantado del suelo, hizo volar un filo oculto contra él; éste lo esquivó y rápidamente redujo al árabe, haciéndo caer su cuchillo al suelo. Las palabras de los hermanos alguaciles intentando exculparse en detrimento del "caído del cielo" no fueron sino un vano intento, pues los otros dos alguaciles que los apresaban se miraron y comprendieron que aquello no tenía validez alguna, que había algún ápice de complot para con Abid respecto a la muerte del Comendador.

¡¡Atrás esas manos!! -gritó el caballero calatravo a Abid-, y en esos momentos, vísteis todos salir a Casimiro por una de las dos ventanas frontales, subirse a la cornisa de la fachada, y elevarse, como habíais hecho algunos de vosotros, hasta el tejado (mientras, dos calatravos más miraban hacia arriba el ascenso de Casimiro, al que habían dejado escapar por muy poco...). Claro que éstos dos perseguidores no desistieron, sino que vieron volar, literalmente, a un moro y un cristiano (Nazeh y Bermudo) por los aires, habiendo querido saltar de un tejado a otro. Sus cuerpos giraron estrepitosamente en el aire, sin control alguno, y sus respectivos dioses quisieron que ambos golpeáranse en la misma palmera, concretamente en su tronco, que la casa vecina tenía en el patio. Tras el impacto, ambos cayeron a un arbol de menor altura, y sus ramas y hojas amortiguaron el golpe. Los dos calatravos que perseguían a Casimiro, volvieron tras sus pasos, y en cuestión de momentos saldrían a atrapar a Nazeh y Bermudo a la casa de al lado.

¡ESTE MORIRÁ PÚBLICAMENTE, POR INFIEL ASESINO Y SUCIO TRUHÁN! -dijo el caballero de Calatrava mientras agarraba y ataba manos a la espalda a Abid-; éstos dos -dijo a los alguaciles refiriendose a los hermanos Diego y Zaif-, ¡al cuartel de la collación!

Y se los llevaron a los tres a golpe de empujones. Por el momento nadie vio a Durán, que pese a subir al tejado... se esfumó.

Aquella caída había sido digna de ser contada, pero no como de heroicidad, sino más bien en los epitafios de uno... Y es que ni un servidor se cuestiona ya, por no encontrar la respuesta si no fuera por milagro, cómo habíais sobrevivido a la caída. Más de nueve varas de altura había allí (que el palacete del Comendador don Juan no era cosa baladí), pero afortunadamente caísteis en el patio de al lado. Una vez en el suelo (eso sí, lleno de magulladuras, cortes y rasguños), escapásteis de allí como alma que llevaba el diablo, perdiéndoos en las callejuelas del barrio.

Vosotros salvados, Abid medio muerto y casi en la soga y los dos alguaciles a cuarteles, quizá con el mismo destino mas, ¿y Durán, y Casimiro?

Ahora sólo estábais vosotros dos y una carta escrita en árabe. ¿Alguno de vosotros podría leerla?

Mientras se llevaban a tres de tus amigos y Nazeh y Bermudo caían al patio contiguo, tu divisaste un solar abandonado tras la casa del Comendador, es decir, justo en la parte trasera del mismo. Bajar hasta allí por el tejado no era nada difícil, e incluso miraste por el borde del mismo y víste varias cornisas  bien acompañadas de balcones enrejados (por lo que el descenso estaba casi hecho, tan sólo había que decidirse). Entonces apareció Casimiro, elevándose al tejado.

¡¡Venga, por allí!! ¡¡Hay que bajar!! -y te señaló el mismo escenario que acabas de ver: el solar abandonado-. Fue entonces que os pusísteis a trepar hacia abajo, y en cuestion de un minuto ambos estábais en lo que antiguamente debió ser un jardín, pero que ahora estaba lleno de ruina, destrozos y basuras.

Casimiro se llevó las manos a las rodillas, doblándose muerto de cansancio. Resoplaba y te habló.

Uff.... Uff... -suspiraba-. No pude contener a esos dos; luché, y menos mal que tropezaron, con lo que pude escapar por la ventana. Han estado a punto de atraparme, como a... -y pensó en los alguaciles y Abid-. Hemos de salir de aquí, ¡ahora creen que hemos matado al señor don Juan! Además..., Nazeh... Nazeh se llevó la carta que sostenía la mano ya yacente del Comendador... hemos de encontrarle.

Fue entonces cuando fuísteis llevados, atravesando toda la plaza de las TEndillas de San Nicolás (donde estábais y se situaba la casa y sede de los calatravos). Doblando una esquina, a punta de filo y Abid atado para mayor precaución, os condujeron hasta un caserón grande, de dos plantas y con puerta de madera y muy ancha (y sobre ésta dos escudos: uno de la ciudad y otro de la órden de Calatrava tambie´n): el cuartel de la collación de San Nicolás. Una vez dentro, rodeando al patio interior se encontraban las cárceles, y sin mediar palabra os introdujeron en una de ellas, los tres juntos.

Al menos el patio era bonito, y segurmante sería de las últimas cosas que veríais en vuestra vida antes de...

Milagro sin duda había sido el que Bermudo no encontrara la muerte en aquellos momentos, pero parecía que el Altísimo tenía preparados otros designios para él. A duras penas levantose, aún sin creerse su buena suerte, sintiendo todo el cuerpo dolorido y viendo como la sangre se agolpaba en algún que otro corte. Pero también diose cuenta que el Altísimo habíase aliado con el dios de los infieles, pues Nâzeh, que tras él había caído, encontrábase a salvo aunque igual de magullado que Bermudo.

- Si puedes correr larguémonos.

Dicho y hecho. Sin perder más tiempo que el necesario para tomar aire, echó a correr escapando de los que les perseguían pues más harían por aquella investigación, que poco a poco ibase tornando más enrevesada, libres que encerrados en una prisión.

Cuando ya considerose a salvo, detúvose El Justo a reponer fuerzas, que el cuerpo comenzaba a gritar de dolor y cansancio. Había que decidir si seguían adelante y qué pasaría con los que habían quedado atrás, la mayoría o muertos o encerrados.

- La carta... ¿tú sabes leer?

En cuanto nos dejaron solos, comprendí que acabaría mis días colgado de un árbol en mitad de la plaza sino aún peor. Para colmo de males me habían dejado encerrado con el alguacil cristiano que tan amablemente había intentado exculparse señalándome como el asesino del comendador.

Sin dignarme a dirigirles la palabra perdí la mirada en aquel patio cordobés. Al menos aquel lugar era bonito.

¿Sería posible que en un descuido de los carceleros Abid les haya retirado de sus bolsillos / cinturón de algo con lo que abrir la puerta de la celda?

Voy a dejar hecha una tirada de escamotear en oculto para que sí decides que es posible ya tengas el resultado.