Partida Rol por web

Planta 1, p46

El plan estaba trazado. Harían una pequeña parada técnica en la sala P45 para coger el escudo de Tutankhamón y luego bajarían hacia la entrada. Allí podrían decidir entre ir a la sala donde estaba expuesta la paleta de Narmer o intentar acceder a la salida, todo dependía del número de momías que se encontraran. Vero decidió que lo mejor era ir hacia el sur, pero ya cuando vio que los chicos se movían detrás de ella empezó a remolonear hasta quedar a cubierto. Ramzi tomó la delantera acompañado de Manuel que parecía que se había dado un atracón de jugar al call of duty. Sam fue la primera en romper el silencio y decirle a Lexi

- No lo sé, pero es la peor visita a un museo que hemos hecho. Siempre los he considerado mortalmente aburridos y ahora... pues mucho más. Tengo un poco de miedo pero sé que juntas saldremos de esta. Juntas, tu y yo. Hasta que no me case no te vas a librar de mi...y ya sabes que no soy de casarme. - le dijo con una sonrisa.

Entonces fue Ricard el que habló, parecía preocupado pero no conseguía darle a su voz un tono de urgencia. Como si alguien dijera lo mal que está todo pero a través de una radio que le faltan pilas. Por no hacer ni gritaba. Fuera lo que fuera lo que se había tomado el neng estaba mucho más calmado

- Hostias neng, que se ha perdío la Jessie, no está. Que una vez me paso esto y se largó tol finde nengs, que me contaron que me había puesto más cuernos que en san fermines, pero con las momias no se puede, verdad? El cacharro se les cae, no Ransi?

El guío suspiró y se limitó a asentir. El cacharro se les caía, pero allí no estaba Jessie y no se la veía por ninguna parte. Llegaron con eso a p46, una pequeña isleta acordonada donde reposaban varios sarcófagos de varias épocas, los sarcófagos de Ahmose Nefertari y Ahotep, esposa y madre del faraón Ahmosis destacaban con su colorida y distinta construcción. Una visión hermosa si no fuera porque desde el interior de los sarcófagos se oían golpes que cada vez se tornaban más poderosos. La madera de cedro coloreada de los sarcófagos resistía los golpes por el momento pero dentro de ellos habían criaturas muy fuertes.

Se podía entender el cabreo de Nefertari. Había que ser un verdadero cabrón para morirte y que te pusieran a descansar al lado de la suegra.

Ante los halagos de Silver y las chicas, saqué pecho y me hice el machote. Era el gallu más guapo del corral, hasta que Manu intentó acojonarme apuntándome con la metralleta. Este se pensaba que me iba a asustar, pero el rapacín no sabía que en la mili uno se hace un hombre y no se asusta así como así; además había visto que estaba el seguro puesto. ¡Los asturianos éramos cojonudos! Pero esta se la guardaba para otro momento.

-"Bien, si todos estamos de acuerdo, vayamos a por el escudo ese y a por la tabla del faraón."

Seguí al grupo, atento a cualquier movimiento, pero algo no cuadraba. Hasta que el yonqui habló, no me di cuenta de que faltaba uno de nosotros, la novia del yonqui, la calorra. ¿Dónde se habría metido? Lo mismo había echado a correr cuando apareció el chacal.

-"Tranquilo chatín, seguro que la encontramos y estará bien. Esto es como lo de las transfusiones de sangre, si tomas drogas no puedes donar sangre. Si algún bicho quiere dejarla seca, puede que no la hagan nada. Continuemos."

Me había inventado esa historieta para tranquilizar al drogata, que seguro se la creería. Así no nos daría la pelma con ello. Avanzamos con cuidado hacia la P46, donde vimos cómo dos momias intentaban salir de sus sarcófafos. Este lugar se pondría difícil si todas las momias salieran de sus celdas de madera. Según Ramzi eran nuera y suegra, y mi mirada fue a Manu. Él iba a terminar así en cuanto se jubilara, atado de pies y manos por las dos mujeres de su vida. En medio de esa guerra eterna entre una madre y la esposa.

Arturo, pese a su edad, estaba fuerte y era valiente. Casi tanto o más que Silver. No era el tipo de Vero, no le iban los carcamal es, pero si ese carcamal le sacaba de allí, le estaría muy agradecida. Se acercó a Arturo para tratar de camelarselo de alguna forma y con promesas lujuriosas, ganarse su favor y protección. Sin embargo, algo más distrajo en ese preciso momento. 

¡La puta rubia quería quedarse con Silver! Le estuvo palpando y se destapó como follower suya. ¡Y todo el mundo sabía que hacían los influencers con sus follwers! Eso le llenó de ira. Apretó los ojos labios y entornó los ojos mirando a aquella zorra con furia. Pero no dijo ni hizo nada. 

Como psicóloga que era, sabía que si se mostraba agresiva, podía ser que Silver se alejara de ella y conseguiría un efecto contrario al deseado. No, tenía que actuar con frialdad y calcular cada paso. Silver era suyo y se lo iba a demostrar. 

Siguieron avanzando hacia la sala del escudo por petición expresa de Silver. Si creía que necesitaba el escudo, se harían con él. Al fin y al cabo Vero, quería lo mejor para su protector. Si él podía defenderse, más fácil tendría para protegerla a ella. Una vez en sala, Vero se acercó a Silver. 

- Pasé mucho miedo por ti cuando el chacal se te tiró encima... - Le susurró al oído cuando nadie les miraba y le besó el cuello con sus húmedos y carnosos labios. - No quiero que te pase nada, mi cielo. - Le mordió el lóbulo de la oreja de manera sensual. - Cuando me saques de aquí, te besaré otra cosa... - Miró descaradamente su entrepierna, para luego devolver la mirada a los ojos del influencer. Asintió con la cabeza, volvió a mirar su paquete y se llevó un dedo a la comisura del labio para acto seguido soltar una sensual risita. 

Y entonces, cuando Silver ya no miraba, buscó a la puta de Sam y le lanzó una mirada de esas que matan. Silver era suyo y no le iba a permitir que lo tocara otra vez. Demasiado tarde educada había sido hasta ese momento.

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Escuchando las excusas que Ramzi daba por el director, asintió de acuerdo con darle la posibilidad de llegar a algún acuerdo algo más diplomático de lo que Silver podía dar si se enfrentaba al hombre. No le había hecho mucha gracia nada de lo que había dicho Hawass, especialmente que lo hubiese tratado de tonto, pero tanto porque se lo debía al guía como porque no era momento de pelear entre ellos, le pareció mejor concedérselo.

Sí, gracias - respondió a Lexie formando una leve sonrisa en la comisura de los labios para intentar sonar al menos medio creíble mientras recuperaba poco a poco el color en el rostro. Una vez Ramzi acabó de hablar, Silver le agradeció a él también, aunque su mirada volvió a posarse con algo de severidad en el director al no ser este mismo capaz de pedir disculpas. 

Ya decidido a no querer salir a experimentar si volaba o no, la solución de la traductora le pareció la mejor posible, e incluso encontró un poco de gracia en su broma - No más sustos, no - dijo entre risas silenciosas, divertido también al ver la actuación entre Manu y Arturo.

Distraído con lo del arma, pues aunque le pareciera cómico le preocupaba un poco también que se disparara, no supo cómo se encontraba de pronto con Sam dándole hostias cariñosas por el cuerpo. Con el ceño fruncido, pero ampliando su sonrisa ante lo que suponía era un comienzo de regreso a la normalidad con la rubia, la dejó golpearlo cuanto quiso antes de tomarle la barbilla entre índice y pulgar para guiar su mirada hacia la de él - Voy a fingir que creo que solo echarías de menos mi instagram... -se acercó para acariciarle la nariz con la punta de la propia - Porque yo extrañaría mucho más que eso de ti - se humedeció los labios, bajando la mirada a los de Sam durante un momento, antes de retroceder con una sonrisa maliciosa para sacarle la lengua en lo que sin duda era una pequeña cuota de venganza pendiente.

Sintiendo que el alma le volvía al cuerpo, echó a andar con el grupo, en parte bastante aliviado por las aptitudes de soldado de Manuel. Al menos podía sentirse seguro de que el hombre iba pendiente al entorno, y caminar tras él era mucho menor riesgo que si dependiera solo de su propia percepción.

La encontramos en el camino, seguro - apoyó a Arturo. No porque estuviera convencidísimo de ello, sino porque definitivamente no iba a ponerse a gritar el nombre de la chica o a buscar por cada sala para ver cuantas momias se encontraba. Quizás Jessie se escondía o algo, y cuando lograran ver el tema de la tabla esa, podían ir a buscarla con calma y menos probabilidades de morir.

El golpeteo de las tumbas cercanas no le dejó nada tranquilo, pero tampoco supo qué hacer. ¿Con qué cosa más fuerte que un sarcófago iba a impedir que salieran? Igual podían hacerle barricadas a la puerta, como en las protestas, pero antes de ponerse a hacer cosas que quizás no servían prefirió avanzar hacia la P45. Ya con escudo se sentiría más seguro.

Pensaba en eso cuando Vero se le acercó, con una mirada nada inocente y los movimientos precisos. Su mano le acarició la baja espalda, atrayéndola a él mientras recibía sus besos en el cuello, y sus labios dibujaron una sonrisa al mismo tiempo que su cuerpo reaccionaba a los sensuales mordiscos de la mujer - ¿Ah sí? ¿Estabas terriblemente angustiada? - le devolvió un mordisco aprovechando su cuello expuesto, poniendo en ello un poco de fuerza, para luego alejarse alzando una ceja con escepticismo. Su mano se mantenía en el mismo lugar, acariciandole la espalda y dejándola mirar con absoluta confianza, para luego dibujar una línea con el índice por el cuello de la chica que siguió con la mirada - Veremos que tan profundo puedes besar cuando salgamos - le guiñó un ojo.

Saliendo de la estupidez de la calentura de golpe al recordar donde estaban, por qué, y más importante, con quienes alrededor, se dio cuenta de exactamente por qué su carrera había llegado al punto en que estaba ahora. Si es que tuviera al menos dos dedos de frente...

Podríamos hacer una barricada en la sala de las otras momias luego de tomar el escudo, ¿no? - propuso girándose al resto, carraspeando un poco.

Ramzi tuvo que mediar cuando el director perdió los nervios. Lexi aguardó a que los ánimos estuviesen templados y entonces se acercó a hablar con él.

El guía esclareció que no sabía lo que ocurriría por salir del museo, por el momento solo eran conjeturas. -¿Hay alguna ventana desde la que podamos ver el exterior? -no sabía qué le había pasado realmente a Pablo. Bueno, volado había volado, pero ¿por qué? Si todo alrededor fuese un caos no solo le habrían visto a él elevarse hacia el cielo. Tal vez se topó con algo distinto.

Se relajó conversando con Sam. -¡Claro que sí! ¡Saldremos juntas de ésta! -sonrió, agradeciendo el ánimo de su amiga y dándole un cariñoso achuchón. Pero, ¿a qué venía pensar en bodas? -Espero que ese día tarde en llegar y aún así te adelanto que tampoco te librarás de mi -rió-. Cuando tengas hijos seré la tía más pesada. Pesada y enrollada ¿eh? Y por supuesto, nada de museos. Prometido.

Llegaron a P46, donde descansaban dos sarcófagos. Nefertari y Ahhotep. Fue al leer el segundo nombre cuando Lexi palideció. ¡Ay Dios! ¡La dueña de la daga! Se esfumaron sus pensamientos de conexión cósmica, de empatía y protección. Escuchaba atemorizada los potentes golpes de las momias y en lugar de una reina aliada veía ahora un cadáver voraz, ávido por devorarlo todo. No le faltaban ganas de irse cuanto antes. ¿Qué se les había perdido allí?

Jessie. La Jessie. ¡No estaba! Ricard se preocupaba por su desaparición, aunque extrañamente no temía por la vida de su novia sino por si se lo podía montar con una momia. Lexi decidió no hacer ningún comentario. Lo cierto es que aunque intentase excusarle con las pastillas que tomaba, pensaba que el chico era así.

Miró alrededor. ¿De verdad a nadie le importaba? Se asomó con precaución al pasillo junto a Ramzi, agudizando el oído por si la escuchaba gritar. También se fijó en si continuaba el mismo griterío en el piso inferior o algo había cambiado. -Podemos coger el escudo y entonces tratar de encontrarla.

¡Pom! ¡Pom! ¡Pom!

¡Maldita sea! Esas dos conseguirían salir y no veía el modo de impedirlo.

Silver propuso hacer una barricada, pero Lexi no entendió dónde quería hacerla exactamente. Pensaba construirla después de tener el escudo, de todos modos, así que la traductora por el momento no opinó, podrían hablarlo en la otra sala.

Lexi había respondido con agradecimiento al director cuando elogió su dominio del árabe. Le había sonreído también, con dulzura, pues sus palabras tranquilizadoras le parecieron un gesto entrañable.

Pero ésto había sido antes del ataque del chacal. Después del mismo, el profesor había perdido los nervios, insultado a todos y amenazado a Ramzi. Podía comprender el desasosiego, el miedo y todo el turbulento remolino de emociones que el hombre pudiese atravesar. Pero había algo incomprensible: daba más valor a los huesos del animal que a la vida de las personas. Debía estar trastocado por la magnitud de una realidad incomprensible, pero pensar así era tan peligroso como desalentador. ¿Cómo demonios hacerle entender?

-Pensaba que me tenía cierto aprecio... -se acercó a él con una sonrisa ladeada, decidiendo abordar el tema con un ápice de humor.

Hizo un gesto con la mano a Ramzi para que se acercase y cambió de tema, queriendo retomar la conversación anterior. Hawass le había dado una explicación más que interesante. Al principio, el egiptólogo fácilmente podría constatar por la expresión de la joven que no acababa de comprender a qué se refería, pero la analogía fue clarificadora.

-Entonces... necesitamos a un faraón dispuesto a restablecer el pacto. ¿Es así? -le miró con cara de circunstancias. Era condenadamente difícil, pero no imposible, estaban rodeados de ellos. Pero, ¿podrían comunicarse con él? ¿Por qué iba a escucharles? ¿Qué intereses tendría? Sin embargo, había algo que en ese momento le preocupaba bastante más-. Y este faraón... -tragó saliva- debe estar vivo... por completo... -aguardaba su opinión deseando equivocarse con ésta última suposición porque era aterradora. Pero, ¿cómo iba a ser de otro modo? Había visto cómo se reconstituían las momias. Tenía la imagen del babuino abrazando a la pobre chica, un terrible suceso que no podría olvidar jamás. -¿Existe otro modo de resucitar a una momia que no implique un sacrificio? ¿O de comunicarnos con ella? -intuía la respuesta, pero no podía evitar preguntar, no si había alternativa.

Ricard no lo tenía muy claro y miraba hacia atrás por si la veía aparecer. Las explicaciones de Silver lo hicieron mirarlo raro pero Arturo estaba allí, para reducir la cuestión en algo que podía entender perfectamente.

- Hostias neng, mira el yayo, como entiende de drogas!! Ese Arturo, si ya sabía yo que le pegabas a las pirulas neng. Igual se ha ido a la hora especial K, que la Jessie pa eso es como un reloj sueco. Joder, que crack el yayo de las vacas, si hasta ha partido al bicho ese como si fuera Moñas, el bárbaro... Oye neng, me cambias el hacha? Es que ese arma mola un pegote, y lo mío no pasa de pincho de la modelo... - miró para atrás y se encogió de hombros - Ya vendrá, si es por drogas es inmune neng, y yo soy inmortal, como el Harrison Ford ese de la película.

Pero aunque Ricard apenas estaba preocupado Gregorio no dejaba de mirar atrás, aunque sin decir nada. Parecía evidente que el hecho de que Jessie hubiera ensalzado sus inexistentes virtudes, algo que probablemente ninguna mujer serena había hecho, había creado cierto vínculo entre Gregorio y la reina gitana. Aun así siguió con ellos, mirando hacia atrás más que el novio, pero sin atreverse a ir a buscarla después de su desastroso ataque al chacal.

Sam se acercó a desempolvar a Silver, que empezó a jugar con ella, tentándola con un beso que no iba a llegar. La rubia bióloga se quedó parada, deslumbrada, como una liebre en medio de una carretera cuando un coche viene de frente, y solo cuando el influencer empezó a alejarse recuperó el control de si misma. Una vez lejos de la influencia del influencer le dijo

- No te creas, siempre me da por seguir pavadas, también he empezado a seguir a un tío que toca el Yankee doodle a pedos, así que se puede seguir a un cretino que va de guapo. - Pero Vero no iba a permitir que si había algo de chispa creciera entre ellos dos. Ni de broma. Era suyo hasta que se cansara de él, y no podía dejarla. Conocía todo tipo de técnicas para lavar y centrifugar cerebros, y sobre todo que hace reaccionar a un tío, así que un mordisquito por aquí, otro por allá y dejaron de sentir frío. Sam intentó que no se le notara pero el espectáculo y la sonrisita de zorra de Vero le hicieron torcer el gesto. Bufó y se volvió hacia Lexi que estaba intentando hablar en árabe con los guías. En cuanto acabó le dijo

- Tía enrollada, si alguna vez me ves acercarme al tío ese dispárame. Por qué siempre me gustan los más capullos? Parece que tenga un capullometro instalado que me arroje a sus brazos. Paso - sacó el teléfono y chasqueó la lengua de frustración mientras le decía - si es que no puedo ni hacerle el unfollow, no hay cobertura, pero recuérdamelo, y si pone una foto mía sin mi permiso le demando. Que se quede con su psicópata y que le aproveche....

Llegaron al lugar donde las momias golpeaban con fuerza la tapa del sarcófago. La mirada de Arturo a Manuel fue correspondida con otra llena de retranca. No le dijo nada, pero el cámara fantaseaba con encerrarlo en uno de aquellos sarcófagos y tirar la llave. Se iba a encontrar como en casa, al menos tendría la compañía de otra momia como él, pero , y no dijo nada. Era un casco de cerveza, si lo devolvía le daban dinero, así que lo intentaría devolver, y si no les daría el cambiazo con una momia. Físicamente no iba a hacer mucha diferencia, y solo le tendría que enseñar a decir chatín para que nadie se diera cuenta.

Silver propuso hacer algún tipo de barricada, pero aquello podía ser poco factible pues el ancho del pasillo era suficientemente ancho para absorber el caudal habitual de visitantes. Se hubieran necesitado varias decenas de monolitos, estatuas y deidades para que no se pudiera pasar y eso les podría llevar mucho tiempo, a parte del ruido que pudieran hacer. Lexi se acercó a una de las ventanas para echar un vistazo a fuera sin ver mucho más de lo que se veía por el techo, oscuridad, vacío, una noche sin fin.

Mientras planteaban que podrían hacer con las momias, que aporreaban la tapa del sarcófago con tanto arte como si fuera un cajón flamenco se dirigieron a buscar el escudo de Tutankhamón

El director del museo le lanzó una sonrisa cansada y le dijo

- No me ha entendido bien señorita, no me refería solo a sus vidas, sino a la mía también. Usted puede que no lo entienda, pero amo cada una de estas piedras y mi misión es que se conserven para siempre. Que este museo sea un verdadero templo del millón de años.

Ramzi no parecía estar muy de acuerdo. Estaba claro que él amaba esas piedras también pero la propina era la propina y habían prometido doblársela, así que simplemente negó con la cabeza e intentó contestar las preguntas de la curiosa viajera, porque, todos los guías sabían, que cuanto más preguntaba, más liras se dejaban, así que le intentó responder lo mejor que pudo.

- Era uno de los textos que moraban en la gran pirámide, el contrato con los dioses. Mediante él faraón recibía sus poderes, y cada 7 años, durante los ritos de la regeneración debía ser enseñado al pueblo para que vieran que el faraón gozaba del favor de los dioses. Así que sí, es necesario un faraón vivo, aunque en el antiguo Egipto han habido distintos faraones de distintas familias. Algunos de ellos eran nombrados por designación del antiguo faraón, otro por una señal divina o aclamación del pueblo. - El guía se frotó las manos nervioso y le dijo - yo no conozco modo de resucitar una momia, aunque, por lo visto cada vez que matan a alguien se hacen más fuertes. En cuanto a la comunicación, no parece que tengan mucho afán de comunicarse pero podríamos probar con las que están encerradas en el sarcófago. Esas no pueden hacernos daño.

Planta 1, Sala P45

No tuvieron mayores contratiempos para llegar a la sala P45. Las momias seguían golpeando el sarcófago con fuerza y sin descanso y los sonidos seguían llegando desde la distancia. Afortunadamente los gritos habían cesado casi por completo en el resto del museo. Alguno llegaba, de tanto en tanto, pero cada vez menos, cada vez con menos intensidad. La sala no era demasiado grande, así que las dos figuras de madera ennegrecida y bronce bruñido destacaban mucho más.

Medían casi dos metros, y miraban la puerta fijamente. Eran las estatuas que salvaguardaban el ka del faraón, el espiritu del mismo que entraba en comunión con todas las cosas vivas, puesto que del ka del faraón provenían el ka del resto del mundo. Entre ambas estatuas, separadas por apenas 1 metro descansaba el escudo votivo de Tutankhamón. No parecía un escudo muy sólido, de hecho había varios huecos por los que se podía colar alguna arma o mano, pero era lo que había. Era pesado, madera con algún tipo de recubrimiento metálico, y debía haberlo sido mucho más en el pasado, pero la madera que pudiera recubrirlo o la correa para poder sujetarlo se habían perdido con el tiempo.

Tras coger Silver el escudo, y mientras estudiaba, que podían hacer para convertirlo en algo funcional regresaron al pasillo de la zona sur del museo, junto a P50. Tenían que decidir si harían algo con esos sarcófagos o su mejor posibilidad era no estar allí cuando se abrieran.

Aquel escudo no valía para nada. Estaba agujereado y por no tener, no tenía ni por donde agarrarlo. Pero quizás y sólo quizás, si se hacían con él y creían que podía protegerles, el efecto placebo lograría que en efecto, sirviera de defensa. No... no funcionaba así, pero más valía seguirles la corriente a sus compañeros si quería tenerlos de su parte en todo momento. Sólo si se mantenían unidos y ella detrás de Silver, Arturo y quien hiciera falta, saldrían vivos de aquella.

- Aquí está. - Dijo Vero señalando con la mirada el escudo. - ¿Podemos ir ya a ver al primer faraón? Tengo ganas de salir de aquí cuanto antes. 

Se acercó a Silver. No podía perder ocasión de zorrear con él y de esa manera mantener su interés en ella y por ende, de salvar su vida. 

- Y cuando salgamos de aquí, te necesito muy cerca de mi. - Le susurró al oído. - Muy, muy cerca...

Y pese a que tenía que zorrear, no perdía atención a todo lo que les rodeaba. Cualquier detalle que pudiera llevarles a cierta conclusión lógica que les sacara de allí, sería bienvenido. Aunque también estaba pendiente de cualquier peligro para saltar detrás de Silver y que su macizorro la protegiera a costa de su vida si hacía falta.

Y yo que pensaba que era el único galán aquí. Silver estaba llevándose el pato al agua y yo me estaba comiendo un colín. No me pasó desapercibida la contienda que había abierta entre Sam y Vero, por la atención de Silver. Bueno, tendría que centrar mis esfuerzos en Lexi, que además de estar buena, era la más interesante de todas.

Llegamos sin problemas a la P45 y encontramos el susodicho escudo de Tutankamón. Dicho sea de paso, eso no era ni escudo ni ná, sino un cacho de madera trabajado con dibujitos. No se de qué nos podría servir, ya que ni siquiera se podía coger. Alcé una ceja y sonreí. Manu estaba con la regla, porque no hacía más que poner caritas y morritos. Todavía tenía que devolverle algún chascarrillo por lo de la metralleta de antes.

Salimos al pasillo, al lado de la P50, y teníamos que pensar qué íbamos a hacer a continuación. Las momias encerradas no tardarían en escaparse y esto parecería el patio del colegio en el recreo.

-"Vamos, vamos, chatines. ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Dónde está esa tabla que decís? Por cierto, podríamos utilizar alguna cuerda de las cortinas o de esas que se ponen para que la gente no pase a las salas e ir atando los sarcófagos. Creo que ganaríamos algo más de tiempo, ¿no, chatines?"

Sí le había entendido bien, sí. A la perfección. El director Hawass era capaz de encerrarlos en una sala para servir de alpiste a sus criaturitas. Incluso si con ello sacrificaba su propia vida. Por eso quería tener cerca a Ramzi.

-¿Qué propone usted, director? -le preguntó dispuesta a averiguar más acerca de sus intenciones-. Me temo que si no hacemos nada, las únicas momias que permanecerán aquí serán las nuestras.

Ramzi tuvo una idea realmente interesante, las momias de las dos mujeres no podían hacerles daño, de momento. Pero Lexi veía complicado comunicarse con ellas. Además de las diferencias idiomáticas, no esperaba que estuviesen receptivas. Estaban furiosas, querían salir y cuando lo hicieran no se conformarían con una ensaladita.

-Muy bien, si hay una opción deberíamos intentarlo. ¿Quién hablará con ellas? -su mirada viajaba de uno a otro. En parte tenía ganas de hacerlo ella, pero era una responsabilidad enorme. Su conocimiento no era ni de lejos el de los egiptólogos.

Tras hablar con el director, Sam se acercó. Estaba molesta y decepcionada, lo que era comprensible. En lugar de prota de una historia bonita, Silver quedaría en un tío más. Lexi la escuchó con atención, asintió comprensiva y luego se acercó a su oído para susurrarle algo en francés: -Bah, total, no va a darte nada que no te haya dado ya -la miró con complicidad y soltó una risilla traviesa. Luego entrelazó su brazo con el de ella y caminaron hacia la sala P45.

El escudo era un coladero. Precioso, pero más apropiado para ceremonias que para el combate. -Mejor esto que nada -se encogió de hombros. Confiaba en que al menos pudiese resistir embestidas.

Los gritos en la planta inferior casi habían cesado. Lexi no sabía muy bien cómo interpretarlo. Seguramente muchos lograron escapar, pero aún escuchaba gente dentro del museo y estaba convencida de que la influencer no sería única víctima que encontrarían.

-Puede ser... -respondió dubitativa a Arturo. Dejó que fuesen los egiptólogos quienes lo determinasen.

-Acerquémonos un momento a los sarcófagos -señaló a Nefertari y Ahhotep. Nadie tenía más ganas que ella de largarse cuanto antes de allí, pero tal vez esta oportunidad no volviese a repetirse-. Ramzi y yo queremos comprobar una cosa.

El pique de Sam en respuesta le había sacado una carcajada, y tras eso, se había quedado satisfecho y feliz. Borrón y cuenta nueva, como si nada, aunque lo comparara con ese desastre de cuenta de instagram. Si se metía con él, era buena señal. Ahora, claro, un momento después se había distraído un poco, o quizás bastante más de lo que debía y en pésimas circunstancias, y perdió el buen rollo de la rubia casi tan pronto como había regresado. Si es que era tonto, pero gilipollas profundo, eso era lo peor. Que por último si fuera solo un capullo... pero no. Era idiota perdido, y metía la pata hasta la rodilla antes de darse cuenta de que estaba dando un paso siquiera.

Cabreado consigo mismo, y tras murmurar algo ininteligible que por solo tono y lenguaje corporal se podía asumir como insultos en autoreproche, fue a tomar el escudo de Tutankhamón. No era de metal, pero era pesado y sólido a pesar de los agujeros, así que serviría. - Mejor esto que nada, definitivamente - contestó a Lex, porque ahora mismo nada sobraba, así que si podía tirarles una plancha de madera antes que su cuerpo a las momias, tanto mejor. A malas, abrazaba al señor representado en la madera desde la espalda por la cintura y santo remedio para agarrar el escudo.

No ahora, Vero - murmuró, bastante menos receptivo con la chica esta vez, aunque sí tuvo la cortesía de sonreírle un poco para que supiera que no iba con ella la cosa antes de apartarse y salir hacia el pasillo.

R43, creo, ¿no? - miró a Ramzi luego de responder a Arturo, que le tenía toda la paciencia del mundo, y seguro podía verificar mejor esa información que él - Pero si, por mi pongamoles lo que sea a los sarcófagos, total, en el peor de los casos no funciona... que si no le ponemos nada, será lo mismo, pero si funciona ya es algo. - se encogió de hombros, para luego ir hacia los sarcófagos como la traductora pedía - ¿Que quieren comprobar? - preguntó frunciendo el ceño con curiosidad.

El director se encogió de hombros con una media sonrisa antes de decirle

- Muy sencillo, que en lugar de comportarse como bárbaros saqueadores solo cojan las cosas que necesiten para salvaguardar sus vidas, y si hay alguna solución mejor que no implique destruir esas piezas mejor que mejor, tal vez encerrarlas en alguna sala. Siempre hay soluciones creativas para problemas complejos. Y ya estamos haciendo algo, vamos a ver la paleta de Narmer, y acercarnos a la salida. Si podemos escapar y llamar al ejército lo haremos, o a la guardia presidencial, o a quien sea.... -la miró con arrogancia y le dijo - Que quien hablará con ellas? Yo, por supuesto, ese honor corresponde al director del museo. Un estudiante mediocre como Ramzi no sabría ni que decirles. Son reinas, merecen algo mejor que un guía de turistas...

Ramzi acusó el golpe pero no respondió. Le tenía demasiado respeto, y una cosa era pelear por la vida de sus clientes, y sus propinas, y otra discutir de conocimientos con el hombre que había permitido el salto en la egiptología más grande desde Carter.

Vero siempre había tenido un oído fino, y no es que lo hubiera desarrollado en el gabinete escuchando a perdedores, sino que ya desde pequeña había sabido que la mejor forma de que alguien haga lo que tu quieres que haga es el conocimiento. Unos ojos despiertos, un oído presto, y poco a poco los detalles iban dándole las herramientas para hacer lo que se le daba mejor, manipular las mentes de los que eran más débiles que ella, lo que dejaba prácticamente al resto de la humanidad como sus potenciales víctimas.

Algo se estaba arrastrando en el piso de abajo. Algo grande que parecía estar subiendo por la escalera junto a P50Corr. Era lento, era pesado, pero aun así lo podía oír con la misma claridad que oiría los jadeos de Silver. Era suyo. Le tenía el coco sorbido.

Lexi le estaba preguntando algo al director Hawass y por la cara que ponía Ramzi no parecía estar muy de acuerdo. Departió con la intérprete durante unos segundos antes de mirar de forma arrogante a su guía, que parecía encogerse ante lo que le hubiera dicho como un caracol al que le echan sal.

Su guía se giró y les dijo en español para que el director no lo entendiera

- Familia Ramzi, el honorable director Hawass opina que solo un faraón puede deshacer lo que está pasando y tiene la teoría que es posible la comunicación con las momias. Es un lingüista reputado, el mejor del mundo, y si alguien está capacitado para lograrlo es él. - Lo miró dubitativo mientras decía - Aunque no sería mala idea poner alguna de las estatuas del ka de faraón de p45 sobre los sarcófagos, son pesados, pero creo que entre dos o tres deberíamos ser capaces de moverlos. 

Rápidamente Gregorio dijo que él no, que él había pagado y que no pensaba mover un músculo, que aquello no era lo que había contratado. Ramzi miró implorante al grupo y Manuel dijo

- Si serás margarito!. No te vayas a quebrar!. Venga, Ricard, vamos a ir a coger la estatua, a ver si de paso encontramos a Jessie. Eh neng? Tú que estás cuadrao, nos ayudarás, eh? - El neng lo miró como si todo fuera a cámara lenta y asintió antes de que el cámara, el guía y el drogata se fueron a buscar la estatua *

El director se acercó al sarcófago de Ahhotep, la reina libertad, e hizo un gesto con los brazos para que todos se apartaran. Si es que tendría sus años, pero el tipo estaba hecho un torero. Su actitud gritaba un dejarme zolo, dejarme er toro pa mi zolo que le vi a cortá hasta lo que cuerga!. Arrogante, confiado, era el mayor experto del mundo y era el único que se podía comunicar de igual a igual con una reina, formulando los tratamientos protocolarios sin miedo a equivocarse. Levantó las manos hacia el cielo, con la única distracción de los golpes, cada vez más violentos, provenientes de ambos sarcófagos.

Se arrodilló y arrancó con una larga letanía en un idioma muerto hace muchos siglos. La potencia de los golpes parecía mitigarse mientras Zahi seguía hablando. Los ruidos cesaron mientras que los porteadores de estatuas se acercaban con el contrapeso adecuado para que no salieran. El director les pidió que se detuvieran y siguió hablando hasta que una voz ronca provino de uno de los sarcófagos, algo que hizo que Ramzi se pusiera pálido como una pared.

La tapa del sarcófago salió volando después de un último golpe, revelando la escuálida figura de la reina. El conservador se arrodillo inmediatamente, con la frente pegada al suelo, como si realmente  fuera uno de los sacerdotes de una de las orillas de Tebas. Repitiendo una y otra vez fórmulas rituales para apaciguar a los muertos, para regenerar su ka y alejar las maldiciones y el mal de ojo. La momia se quedó parada por un instante mientras que Manuel quitaba el seguro de la ametralladora y se preparaba, sin apuntar a la figura pero tenso, listo para disparar.

La momia se quedó mirando al director, como si valorara si merecía el esfuerzo, para finalmente abalanzarse sobre él. Nadie lleva la contraria a una suegra, y mucho menos le dice lo que tiene y lo que no tiene que hacer. 

Vero abrió los ojos de par en par cuando la momia se abalanzó sobre Hawass. El profesor podía ser muy listo y saber mucho sobre Egipto, pero también era evidente que eso no le valdría para entender las motivaciones que una momia de más de 3.000 o 4.000 años, tenía en ese para ella futuro extraño. Vero si lo sabía, al fin y al cabo era psicóloga. Aquella momia había regresado a la vida con la clara intención de regenerar su cuerpo y volver a reinar en todo Egipto, ampliando posteriormente su poder sobre toda la Tierra. Aquello no salía en libros de historia, pero bastaba con haber visto alguna película sobre momias para saberlo.

- ¡Corred! - Exclamó Vero, dándose media vuelta y agarrando a Silver de la mano tirando de él.

Ya nada podían hacer por el profesor, pero si por ellos mismos. Ya tenían las armas, el escudo y los objetos de protección hallado entre los tesoros allí reunidos. Si servirían de algo o no, no lo sabía, pero ya no tenían excusa alguna para seguir allí, "conversando" con aquella maldita momia, que por otra parte, era fea como el culo de un mono.

La intención de Vero era salir corriendo hacia las escaleras de P51, para luego, pasando por R46, R47 y R42, llegar a R43 y ver la tablilla de Narmer, para tratar de descubrir que diablos estaba sucediendo en aquel museo y sobre todo, como podían tratar de escapar de éste y regresar al hotel. Necesitaba una sesión de SPA y una de Silver, aunque no necesariamente en ese orden.

Me quedé observando cómo los tres se iban a por una estatua de esas que pesaban un huevo y parte del otro. Mientras venían con ella, yo me quedé mirando al loco del profesor, que hablaba en una lengua que no entendía nada, como el portugués. Hablé para nadie en concreto.

-"Pero este qué dice, no le entiendo nada. Se le ha ido la cabeza al pobre. Miradle, ahí repantingado en el suelo, como si estuviera en una mezquita orando. Lo mismo piensa que le van a contestar las momias."

Dicho y hecho. Una de las momias dejó de hacer tanto ruido y pareció que gruñía. La tapa salió volando, cosa que me dio un susto de muerte. Aunque más susto fue ver salir a la momia desecha de la reina Nosequé. El profesor indicó a los otros que se detuvieran, no se qué quería intentar, porque yo vi, sí, lo vi, cómo la momia se relamía de gusto al ver la comida postrada a sus pies. Esta, hambrienta durante vente mil años, se abalanzó sobre su comida para devorar su carne y su alma.

Al ver que la valiente Vero salía corriendo como la yonqui, con todas esas cosas que había cogido tintineando, me arrimé a la momia e intenté darle un buen golpe con el hacha. Esta vez no fue muy bien, la verdad...

Si bien por un momento consideró seguir a los tres hombres en la búsqueda de la estatua para bloquear los sarcófagos, las mismas palabras de Ramzi lo hicieron desistir. Si con dos o tres bastaba, e iban tres, seguramente no sería necesario un cuarto. Por otro lado, en esta sala quedaban dos momias, y no se fiaba demasiado de lo que fuera que estuviera haciendo el Indiana Jones de turno.

Por un momento, hasta sintió un poquito de esperanza. Los golpes se redujeron, y pensó que eso tendría que ser una buena señal. Eso, claro, hasta que escuchó a la momia hablar y a Ramzi ponerse tan pálido que casi se hizo translúcido. - ¿Que dice la momia? - preguntó al hombre, pensando que quizás el también tendría idea del idioma de las momias. Fuera lo que fuera, quizás la señora muerta esa tenía algo importante que comunicar tras miles de años de siesta. Y aunque esperaba una respuesta del guía, obtuvo una mucho más clara de la reina, que lanzó volando la tapa del sarcófago para salir con cara de poca paciencia.

¡Cierren el otro sarcófago! - señaló a Manuel, Ramzi y Ricard, porque como tuvieran que lidiar contra dos al mismo tiempo estaban jodidos. Sin duda, la idea de correr de Vero no sonaba nada mal, y por un segundo hasta pensó en dejarse tironear, pero al ver que Arturo se lanzaba sin mucho éxito¹ supo que tenía que actuar o la momia le caería encima al octagenario galán. - ¡Sam, Lex, corran! - les gritó en una esperanza casi vana de que le hicieran caso, mientras corría para embestir con el escudo a la momia de la reina.