Partida Rol por web

Contenía la respiración mientras observaba al director. No entendía lo que decía ni qué estaba haciendo exactamente, pero era innegable que tenía dos cosas: fe y valor. Podría resultar, claro que sí, pero en todas las películas, cuando invocan, despiertan, resucitan algún ser peligroso, el primero en cascar es el primero que ven.

-Ah, pues parece que funciona -pensó esperanzada cuando la momia se quedó mirando al profesor. Casi se sintió ridícula por el miedo que sintió al ver volar la tapa del sarcófago. -¿Por qué tienen tanta fuerza las momias si están en los huesos? -a parte de sonar a chiste malo, tenía su intriga.

Pero entonces, de repente la reina decidió abalanzarse sobre el pobre hombre. Lexi miró a Ramzi con el rostro desencajado. ¿Qué hacer? El corazón le latía tan rápido como un solo de Mike Mangini.

-¡Ahhotep! -nombró a la reina intentando captar su atención. Caminó despacio hacia ella, con los brazos levantados ligeramente. Con delicadeza sostenía en sus manos una daga que sin duda la momia reconocería, pues le había pertenecido en vida. Lexi continuó hablando en árabe*, del modo más claro posible, esperando hacerse entender de un modo u otro. No sabía si el profesor tendría cuerpo de traducir, pero tal vez bastase con la interpretación de sus gestos.

Caminaba pausada pero con determinación. En un principio no pensaba acercarse a menos de dos metros la momia, ni siquiera sabía si era una buena idea. ¡Por Dios! ¡Era una absoluta locura! Aunque Lexi estaba seria y contenida en apariencia, llevaba el miedo por dentro, arraigado en todos esos órganos que los egipcios meten en los vasos canopos.

Pero no se le ocurría otro modo de rescatar al director, así que...

Se detuvo frente a Ahhotep, a una distancia prudencial, y esperó para ver si comprendía sus intenciones y aceptaba el presente. En tal caso, esperaría que la reina extendiese sus manos y posaría con suavidad su daga en ellas.

-¡Ahhotep! -dio dos pasos- Reina de Egipto -y dos pasos más. Siguió acercándose con cautela, procurando mostrar respeto pero no temor. -Por favor, acepta esta ofrenda como regalo de buena voluntad.

Orden de actuación

Arturo 14

Gregorio 14

Silver 12

Lexi 11

Zahi 9

Ahhotep 9

Ricard + Manuel + Ramzi 0 (actuan al final del turno mientras transportan la estatua)

Sam no actua, se queda cubriendo las espaldas a Lexi

Vero, huye

Pifia Arturo

1 El atacante cae al suelo y pierde el siguiente turno

2 El arma sale despedida. No puede atacar durante dos turnos

3 Se rompe el arma

4 El arma sale despedida y afecta a un compañero lejano

5 El ataque afecta a un compañero cercano

6  El ataque afecta a la persona que ataca

La reina se alzó, terrible y escalofriante, vendas, huesos y más mala leche que un guardia civil retirado. Tenía hambre y la cháchara de aquel hombre le hacía tener más. Se lanzó a por él, con la intención de robarle su ka y vivificar su maltrecho cuerpo. El ataque fue lento, porque eso de desperezarse después de 3 milenios metida en una caja era complicado, pero no necesitaba mucha velocidad, el director estaba tan asustado que se había quedado paralizado por el miedo, olvidada su arrogancia por completo.

Los visitantes tomaron la iniciativa. Ellos estaban vivos y estaban hechos unos chavales en comparación. Vero intentó llevarse a Silver, estirando de su mano, pero obtuvo como única respuesta el despecho del influencer, que se lanzaba con el escudo en ristre para despachar a la pútrida reina. Él se lo perdía. Si prefería al estirado director en lugar de atender sus necesidades él mismo, ya se arrepentiría, sabía que lo haría, era psicóloga y con eso estaba todo dicho. Vero se perdió por las escaleras de P51 sin mirar atrás, con sus pasos resonando en las escaleras que le llevarían a la planta baja.

El primero en llegar junto a la momia fue Arturo, la gacela de Mieres, el guepardo de la cuenca minera, que alzó su hacha con el buen sabor de boca que le había dejado su encuentro con el chacal. Descargó un golpe terrorífico con la esperanza de acabar de un solo golpe con la reina pero no todos los días eran fiesta, y cuando fue a golpear el hacha se le resbaló de sus manos, y el resto lo hizo la gravedad, el infortunio y la mala pata. El hacha se quedó clavada en su pie izquierdo * haciéndole sangrar inmediatamente, una herida que le iba a impedir a corto plazo.

Gregorio cargó contra la momia enrabietado. No iba a permitir que una momia ignorante acabara con el saber del gran Zahi Hawass. Había leído sus libros y lo admiraba, y aunque aquello no estuviera en el contrato del circuito podía hacer la vista gorda en aquello. Además, le podía pedir que firmara todos sus ejemplares y que le diera acceso a su biblioteca. Sí, eso es lo que haría. Cargó con la daga de oro de Tutankhamon, chillando como si fuera un jabalí enrabietado, y le clavó la daga en el centro del pecho de la momia, que se quedó mirándola con estupefacción.

Pero fue la carga de Silver la que acabó con la momia. Su escudo golpeó la daga e hizo que se hundiera más en su pecho, haciendo que saliera por la espalda. La momia cayó al suelo y rápidamente se convirtió en polvo, mientras Nefertari, la nuera, volvía a golpear el sarcófago con renovado vigor, aunque demasiado tarde, porque Ramzi, Ricard y Manuel colocaban la pesada estatua encima del lugar de reposo de la reina de Egipto.

El director Hawass temblaba como una hoja, mientras se sacudía el polvo de encima. Ramzi lo ayudó a levantarse intentando hacerle reaccionar aunque tenía los ojos desorbitados.

Fue Sam la que rompió el silencio - Arturo, Arturo, quédate quieto y déjame que te mire la herida. Quítate el zapato. - Se arrodilló y le tomó el pie . El hacha estaba clavada pero bien y fue Manuel el que se acercó a mirar la herida. Sonrió con una medio sonrisa ladina y le dijo

- Chatín, esto es como el esparadrapo, si se estira despacito duele más, y no te quejes que podía haberte dado un poco más arriba y te podría haber dejado nenuco perdido. Venga, a la de 3. 3! - Y estiró con fuerza sacando el hacha y dejando ver un buen boquete. Sam se quitó su chal y se lo ató para taponar la herida. No tenía mucho más que hacer y ella era bióloga, no doctora.

Gregorio estaba hinchado por un pavo y miraba a todas partes intentando ver a Jessie para poder presumir de su logro, pero no estaba. Tampoco estaba solo, porque por detrás suyo habían subido dos cocodrilos del Nilo que debían tener 4 metros de largo, y no parecía que hubieran comido en unos cuantos milenios

Aquel desgraciado de Silver se había atrevido a no seguirla, pero bueno, ella tampoco había avisado de que algo venía por las escaleras contrarias a las que ella había bajado. Arriba se oían los golpes típicos de una reyerta, pero ningún grito humano, así que de momento ninguna momia había tocado a Silver, que era lo único que le preocupaba por el momento. Bajó las escaleras y giró hacia la izquierda para pasar por R46 y R47, donde varias figuras policromadas de lo que debían ser escribas y funcionarios del reino antiguo. La sala R47 tenía una serie de columnas desde donde poder observar y desde allí captó movimiento en R37. Se quedó pegada a una columna, asomándose para estar segura que aquello no era peligroso, pero lo era. El babuino, el babuino que se había papeado a la rubia del twerking estaba a dos salas de ella.

No parecía que la hubiera visto todavía y tal vez podría arrastrarse hasta la sala donde estaba la tableta, o esperar a que se fuera.

- Ya se arrepentirá ese desgraciado. - Pensaba la psicóloga mientras descendía silenciosa las escaleras y avanzaba a través de las salas próximas a su destino, bajo la atenta mirada de aquellas estatuas policromadas de escribas. - ¿Qué se ha pensado éste idiota? ¡Si se cree que voy a chupársela, lo tiene claro! ¡Y que se olvide de la puerta de atrás! 

Y a tenor de sus pensamientos, aquella joven cordobesa no descartaba acabar teniendo sexo con el idiota de Silver. Al fin y al cabo estaba buenísimo y sin duda le haría disfrutar, pero las reglas las iba a poner ella, que para algo era mucho más lista que él y podía dominarlo como le diese la gana.

- ¡Pues vaya, parece que no lo has dominado demasiado! ¿No? - Aquel pensamiento se coló en su mente. Su estúpido subconsciente quería dejarle en mal lugar y no lo iba a consentir. - ¡Tu calla imbécil! - Le dijo a su subconsciente, osea a si misma.

Fue entonces cuando detectó al babuino que había asesinado a aquella influencer para alimentarse de su carne y de su alma.  Estaba en su camino y parecía estar patrullando la zona. Eso era malo, pues no pensaba enfrentarse a una sola de aquellas cosas de no ser estrictamente necesario. Sólo le quedaba esconderse y eso hizo. Tras un vistazo rápido se situó tras una columna y junto a uno de esos escribas. Allí difícilmente el mono la vería, pero ella si le veía a él y podría salir por patas en el momento preciso y entonces trataría de hacerse con la tablilla del faraón Narmer.

Tan confiado iba yo con el hacha a reventarle los escasos despojos que le quedaban a la momia, que me tropecé con algo y fui a darme el tajo de mi vida en el pie. La mayor pifiada de mi vida. Los otros acabaron con la momia y taponaron la salida a la otra.

-"¡Joder, joder! ¿Pero quién me mandaría a mi venir a Egipto? Con lo bien que estaba en Madrid tomando el vermuth todos los días en el Palace. ¡Cagüen la leche! Si me he rebanado el pie como si fuera un salchichón, ¡madre mía! Sam, chatina, con mucho cuidado, por favor. Tú no Manuel, que te veo. Esa mirada no trae nada bueno. ¡Ay, ay! Cómo duele, por mi madre. Está bien, sácala con cuidado, a la de tres. Uno... ¡ayyyy! Cacho de bruto, ovejo, que por casi te llevas el pie con el hacha."

Me dejé cuidar por la rubia, mientras aguantaba el dolor de la herida. Mi pie estaba inservible, ya no podría correr la banda izquierda como Roberto Carlos, el afamado futbolista brasileño. Sam improvisó rápidamente una venda y yo me incorporé, apoyado en la pared. Cuando estuve listo, recogí el hacha de las manos del cabrito de Manuel. Justo en ese momento, aparecieron dos cucudrulus de unas dimensiones que asustaban. Aquí me hubiera gustado decir "pies para qué os quiero", pero no sabía si podría correr lo suficiente.

Miró a Gregorio y Silver un poco descolocada. Los hombres habían sido más rápidos en reaccionar y la reina Ahhotep quedó reducida a cenizas. Si habría funcionado o no su estrategia era algo que jamás sabría, pero costaría más conseguir el favor de otra momia sin tener nada que ofrecerle a cambio. En cualquier caso no había víctimas, lo que sin duda era una buenísima noticia.

-¡Ouch! -cerró los ojos un par de segundos. El pie de Arturo no salió ileso. Entre Manu y Sam le ayudaron, mientras Ramzi espabilaba al director, que debía estar todavía haciéndose a la idea de que no había muerto.

Dos enormes cocodrilos asomaron tras Gregorio.

-¡Cuidado! ¡Detrás de ti, Gregorio! -señaló de inmediato a las bestias. Si se ven grandes en los documentales, en directo eran aún peor.

-¡Vamos! ¡Ayúdame Sam! -pidió a su amiga-. Le ayudaremos a subir, Arturo, no está en condiciones de andar corriendo por aquí -le dijo al asturiano sin darle opción a réplica. Si el hombre accedía, entre ambas le ayudarían a subir al sarcófago ahora vacío de Ahhotep.

Luego tendería la mano al director para que subiese también, porque tenía el cuerpo aquí y la mente a saber dónde. Esperaba que espabilase pronto, aunque comprendía el estado de shock en que se encontraba. Tras estar a punto de convertirse en merienda, ¿vería a las momias con los mismos ojos?

Lexi observaba el movimiento de los cocodrilos, subida por el momento en el sarcófago junto con Sam y los hombres. Desde arriba tenía mejor vista, pero ¿cómo lo harían? ¡Ojalá tuviese un arco! -desde luego, sería una ventaja.

Miró a Silver intentando averiguar si tenía algún plan y a Manu, por si disparaba la ametralladora.

-¿Cuál es su punto débil? -preguntó a Ramzi sin quitar ojo a las momias. Estudiaba sus movimientos tratando de averiguar si se sincronizaban o iba cada una a su bola y esperando el momento oportuno para salir y ayudar a sus compañeros.

Maldiciendo para sus adentros, vio a Vero marchar por su cuenta. No creía que fuera buena idea que se marchara sola, pero no podía dejar al resto del grupo atrás. No podía dejar a Sam y Lexi atrás. Quiso creer que la psicóloga volvería, dándose cuenta de que nadie la seguía, o que ya la encontrarían más tarde. Silver creía, como Ramzi, que lo mejor era mantenerse juntos, y poco a poco ya iban perdiendo demasiados números entre sus filas. 

Los gritos de dolor de Arturo fueron un pésimo indicio, uno que le llevó a tomar la decisión rápida de embestir. Ni siquiera había considerado en sus planes que Gregorio también se lanzara contra la momia, pero resultó que la combinación de sus acciones acabó probando ser letal para la reina. Entre verla hacerse polvo, y saber que la otra estaba bloqueada con un sarcófago, pudo respirar tranquilo otra vez.

Buen trabajo, Greg - le sonrió, alzando la mano para un high five. Si iban a morir pronto, que esperaba no fuera el caso, lo mínimo que podían hacer era disfrutar las pequeñas victorias. Como matar una momia donde habían decenas de estas paseándose.

La verdad es que estuvo tentado de soltarle algún comentario al director respecto a si tendría que pagar por esa momia también, y estuvo muy cerca de hacerlo, pero al verlo temblando con el rostro desencajado por el miedo, desistió. Bastante había tenido el pobre, como para meterle el dedo en la herida... aunque ciertamente el académico no hubiera tenido la misma gracia cuando había sido el influencer quien había estado cerca de morir.

¿Necesitan algo? - preguntó al grupo junto a Arturo por si podía ayudar de alguna forma, aunque la rubia parecía tenerlo todo bajo control. A Arturo le parecía un poco en vano decirle nada, que no creía estuviera prestándole mucha atención ahora mismo, pero... - No sé el resto, pero yo vi que eso te lo hizo una momia, y que nos salvaste a todos. Y cuando salgamos, estaré dispuesto a jurarlo frente a la chica que quieras. - intentó subirle el ánimo con un guiño cómplice.

Fue entonces cuando vio a los dos cocodrilos tras Gregorio y se le borró la sonrisa del rostro. ¿Como coño se peleaba con eso? Eran muy bajos para embestirlos, y enormes al mismo tiempo. Eran putos dinosaurios modernos. Y no sabía las momias, pero los cocodrilos de verdad giraban. Muy bonito verlos en el zoologico, o desde el crucero, pero ahí... podría haber vivido sin momias de cocodrilo. 

¿Manu? - preguntó, pensando que quizás esa sería la mejor baza antes de lanzarse él, mientras sujetaba el escudo justo frente al sarcófago vacío donde se subía el resto, intentando hacer una primera línea de defensa para estos, preparado para atacar si hacía falta.

Planta 1, P46

Gregorio hinchó el pecho como un gallo, orgulloso de lo que había hecho y solo contrariado porque Jessie no lo hubiera visto. De esa la reina gitana habría dejado al pelagatos de Ricard, y con suerte le habría enseñado la práctica de lo que era estar con una mujer. Los libros ya no le eran suficientes, y Jessie había sido la única mujer que le había hecho un poco de caso, así que esperaba encontrarla y poder decirle que él era el macho Alfa de aquel grupo de turistas, que igual no sería tan guapo como el instagramer, pero tenía los huevos del caballo de Espartero. Chocó la mano con Silver, mirándolo con un poco de condescendencia y le dijo

- Gracias por la ayuda pero ya la tenía en el bote. Tendrías que tener cuidado y no acercarte a esas cosas. No te preocupes yo te protegeré. Soy una máquina de matar perfectamente engrasada. Que no tengo tus músculos pero mis fibras musculares son puro acero toledano. Toca, Toca - dijo poniendo bíceps, aunque más que músculo lo que se podía tocar era el hueso.

Entonces Manuel y Sam se encargaron del desventurado Arturo. Manuel no fue especialmente cuidadoso pero le sacó el hacha, mientras Sam improvisaba un vendaje. Manuel miró el pie y le dijo

- Joder, un poco más y te deja como el Juanito Oiarzabal. Has tenido suerte, solo te has dado en la parte de arriba y creo que no has perdido ningún dedo. Mejor no mirar. Además, eso no afecta a tu percha gallu, eso las chatinas no lo ven, solo tienes que esperar a quitarte los calcetines cuando las chatinas apaguen la luz y ya está. Venga guaje, no me falles, pero por si acaso ándate por lo segau, oyisti? Que estas momias son bien faltosas.

Sam miró a Silver y negó con la cabeza mientras le dedicaba una pequeña sonrisa, si bien no era una tregua al menos no parecía dispuesta a seguir con la carga de caballería. Sonrió mirando a Arturo e intentándole captar la mirada y le dijo

- Yo también lo he visto así, muchas gracias Arturo. La verdad es que si tuviera menos control de mi misma, si me dejara arrastrar por el torbellino de pasiones que me provocas no sé que sería de mi. Eres gallardo, valiente y un caballero. Gracias por cuidar de todos Arturo, ahora déjanos que te cuidemos nosotros. Quieres darme el hacha a mi? Yo juego mucho al warhammer, así que algo de experiencia con el hacha tengo.

Lexi fue la primera en verlos y dio la voz de alarma. Saltó con rápidez dentro del sarcófago, como quien entra en una canoa, y ayudo a que Zahi, Sam y el herido Arturo entraran. Los cocodrilos eran más bajos que los 90 centímetros de alto del sarcófago, y fuera del agua no podían saltar, por que, no podían, no? así que metidos todos en el sarcófago se sentían a salvo.

Silver se parapetó detrás del escudo mientras que Manuel apuntaba su arma, mientras decía

- Alegradme el día lagartijas! Me voy a hacer unos zapatos con vosotros! - Apretó el gatillo y se oyó un click bastante feo. El arma se había atascado y los cocodrilos olieron la sangre y se lanzaron hacia ellos. Gregorio estaba crecido y Ricard no iba a dejar que el cuatro ojos se llevara toda la gloria. Ricard era el más rápido, y le gritó al bibliotecario

- Hostias neng, yo m'encargo del cocodrilo Tik Tok y tú te cargas al lagarto Juancho, neng. Cataluña triomfant, tornarà a ser rica i plena. Por la Jessie!!! - dijo saltando hacia el cocodrilo debido al efecto de las drogas. Hundió el cuchillo en el cuerpo de la bestia acorazada, que gemía de dolor mientras intentaba sacudirse de encima a su jinete

Gregorio cargó hacia su cocodrilo hasta que este abrió la boca. Lanzó su cuchillo, que a pensar de impactar con el anfibio rebotó en sus escamas y se puso a correr en dirección contraria pidiendo ayuda. El lagarto Juancho, como lo había bautizado el neng se abalanzó sobre Gregorio a una gran velocidad. Era una presa y estaba huyendo, y a pesar de los milenios el lagarto Juancho era un depredador, y quien huye de un depredador amanece meado, o algo de eso.

Manuel finalmente consiguió desencasquillar el arma y abrió fuego hacia el lagarto Juancho. Una ráfaga larga, una ración tamaño asturiano de plomo, que hacía pinta de que no había comido fabes en una temporada. No era ningún francotirador, pero varias balas dieron en la criatura blindada deteniendo su carrera. El cocodrilo bramó y se quedó mirándolos con los ojos de un extraño color amarillo.

Las balas le habían dolido, al igual que el cuchillo de Ricard, que se peleaba sobre el cocodrilo como si fuera Cocodrilo Dundee, parecía que los habían dañado, pero no lo suficiente.

Quisiera admitirlo o no, ella no era egiptóloga y no podía descifrar la simbología que había sido grabada en aquella tablilla. De haberselo planteado y de tener el tiempo suficiente, sin duda hubiera conseguido descifrarla, pero por desgracia, tiempo era lo que menos tenía. 

No dudó demasiado. Primero fotografió las tablillas y luego se hizo con ellas. Tenía que reencontrarse con Ramzi, pues sin contar a Hawass, quién posiblemente ya no estuviera entre ellos, el guía era lo más parecido a un egiptólogo que había en aquel museo y por ende, el más indicado para interpretar la tablilla. 

Y es que cuando una era lista y no tenía las respuestas, lo mejor era acudir a una fuente de información y consultar. Eso era lo que iba a hacer y lo que debía hacer. Al fin y al cabo, ella era psicóloga y sabía qué hacer en cada momento. 

Por ello, lo primero que hizo fue acercarse al piso superior por el mismo camino que había recorrido para hacerse con las tablillas. Miraría furtivamente que era lo que estaba sucediendo allí arriba y una vez examinado aquello, decidiría que hacer. Mientras tanto, se paró a pensar en las inscripciones de las tablillas. No podía ser tan difícil hacerse una idea general de lo que trataban. Al final ella era... Psicóloga.

Los cuidados de Sam valían lo suyo. Creo que había subido muchos enteros con ella y en breve caería entre mis brazos enamorada. Al aparecer los cocodrilos, Lexi y Sam me ayudaron a subirme en el sarcófago que había enfrente, para tener un poco de protección. El pie me dolía horrores, pero podía más o menos caminar cojeando; nada de correr. Fuera del sarcófago, Ramzi, cabeza pistacho, el drogata y Silver, intentaban frenar el avance de los bichos. De Vero, ni rastro. Había huido como alma que lleva el Diablo. Estos depredadores, muy cualificados, no iban a ser una presa fácil, como había sido la momia anterior. Los ataques no hicieron mucha mella en los cocodrilos. Los chicos iban a necesitar toda la ayuda que pudieran obtener y el mejor jugador del equipo no estaba sobre el césped. No me iba a quedar en esa isla que era el sarcófago para ver cómo los tiburones se comían al resto. Mirando a Sam, le dije:

-"Tranquila chatina, no me duele tanto (mentira), solo es una herida superficial. Gracias al vendaje, ya estoy mejor. Quizás cuando salgamos de aquí pueda invitarte a algo y devolverte el favor de curarme. Ahora, intentaré ayudar a estos mequetrefes, que no saben cómo hay que matar a uno de estos lagartos. Yo en Cabárceno los he tenido al lado y huían de pavor al acercarme, ya veréis."

Después de mirar alrededor, me propuse bajar del sarcófago para ayudar a los otros en su particular combate. Una vez bajara, cogería el hacha maldita y me uniría a la rave.

Dentro del sarcófago se sentía segura. No tenía deseo alguno de bajar, pero ni las balas ni las cuchilladas recibidas eran suficiente. El silencio de Ramzi significaba que no tenía respuesta a su pregunta, así que...

Observó los extraños ojos color amarillo de las bestias, preguntándose qué significaba eso. Daba bastante mal rollo y hacía que se le pasaran distintas ideas por la cabeza, como que Osiris veía a través de ellos, pero tampoco es que tuviesen muchas opciones. Los cocodrilos no eran meros espectadores, así que podían huir o eliminarlos, y lo primero aunque fuese más tentador, resultaba contraproducente. Solo faltaría que otra momia se les uniese a la fiesta.

-Tal vez si les dañamos los ojos... -reflexionó en voz alta pensando en Ricard y Manu que tenía el arma a distancia, aunque era algo complicado- o embistiéndoles con el escudo, volteándolos y atacándoles en su vientre. -Esto le parecía bien en cualquier caso, si lo lograban e impedían a los bichos darse la vuelta no podrían avanzar ni correr. Serían más vulnerables y les harían más daño, ya que sus órganos vitales quedaban desprotegidos.

Confiaba en que Manu y Gregorio distrajesen a Juancho mientras ella ayudaba a Ricard. Esperaba también que Silver interviniese del modo que creyese oportuno. El hacha podría ser más efectiva tal vez, pero la tenían Sam y Arturo, así que siguió con su daga. 

Los del sarcófago tenían mayor visibilidad. -Avisadnos si quedamos emboscados por los cocodrilos o se acerca cualquier otro peligro por favor -les pidió.

Calculó cuándo y cómo bajar. Controlaba el movimiento de las dos momias y decidió atacar en primer lugar al que era víctima de Ricard. Tik Tok. De cambiar la “o” por una “a” sería el cocodrilo de Peter Pan, el que se tragó el reloj. Pero ahora no estaba para tonterías. Era muy peligroso y sabía que tenía que estar alerta en todo momento.

Desde abajo daban todavía más impresión, pero estaba decidida a colaborar. Si Juancho se acercaba o Tik Tok se le encaraba, Lexi priorizaría esquivar y evitar los ataques de las bestias. Pero si veía que era posible, atacaría a Tik Tok hundiendo su daga en él. Mucho mejor si Silver conseguía darle la vuelta o girarlo un poco, separándole del suelo. Entonces la daga iría hacia su vientre, o esa era la intención. Hundirla y arrastrarla, abriendo al animal.

Ricard estaba forcejeando con el cocodrilo mientras se agarraba a la daga como si fuera un clavo ardiendo. El cocodrilo bramaba, sacudiéndose frenético para quitarse al cowboy que le había caído encima sin excesivo éxito. Si Ricard hubiera tenido la menor traza de sentido común se habría preocupado, pero al contrario, parecía estar disfrutando domando al peligroso anfibio. Se soltó de una mano mientras cogía la daga con la otra, levantó la mano como si estuviera en un toro de rodeo y gritó - Yiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiha, que? Te pica la daga neng? Estás más jodido que el barça cuando visitaba Sarrià. Te vas a comer un tamudazo, cocodrilo Tik Tok, esta va por el Pablo, que era culé, y con eso ya tenía sufrimiento suficiente en este mundo... - Cogió la daga con las dos manos, la arrancó de la carne del cocodrilo y este volvió sus fauces hacia él para encontrarse con el cuchillo en uno de sus ojos. Ricard perdió el equilibrio y rodó por el suelo mientras el cocodrilo daba varios pasos desorientado hasta quedar tumbado en el suelo. Su cuerpo no parecía descomponerse pero la energía que lo movía parecía haberse desvanecido.

Silver cargó con el escudo intentando seguir los consejos de Lexi mientras Sam le gritaba. - Pero que haces? Un cocodrilo puede pesar hasta una tonelada!!! - Se notaba que en el fondo le importaba, sino no le habría dicho nada, habría dejado que cargara contra el cocodrilo y rebotara como si fuera una pelota en un frontón pero le ayudaba y le daba esa información. Igual no todo estaba perdido, al menos si sobrevivía al ataque. Mientras corría decidió que lo más seguro era usar el escudo y, si podía, darle una ración de daga. El Lagarto Juancho era más grande que su amigo, y parecía un colador de tantas balas que le había disparado Manuel, pero seguía adelante por toda la cocodrilidad. Era una lucha a muerte, el influencer de moda contra el logo de Lacoste, y los dioses estaban del lado de Silver. El cocodrilo intentó lanzarle una dentellada y la bloqueo con el escudo sin problemas, lanzando un ataque con la daga que impactó en el morro de la criatura haciendo que se retorciera de dolor. Para atacar el lado del cocodrilo había tenido que apartarse de su camino, y el cocodrilo, ya fuera por el dolor o por lo jugoso que parecía el bibliotecario siguió con su carrera.

Lexi vio la oportunidad de acabar con el cocodrilo Tik Tok y se lanzó a por ella. Se arrodilló junto al monstruo pútrido y clavó su daga mientras desgarraba al cocodrilo. De su interior salieron unos vapores negruzcos que olían peor que madrugar un domingo y el cocodrilo empezó a descomponerse con lentitud, fundiéndose sus órganos y piel en polvo.

Arturo en cambio, decidió que eso de estar en el banquillo no era para él. Él era como Quini, que con 40 años seguía siendo el brujo del gol. Si se había pegado con bichos en Cabárceno una lagartija con ínfulas no iba a pararle. Sam le había pedido el hacha pero no se la había dado. No es que fuera un antiguo, pero es que las chatinas no estaban hechas para esas cosas, además, él era un caballero de los de pagar la cuenta, abrir la puerta y matar al cocodrilo. Solo un poquito más y la tendría suplicando por su amor, ese era el poder de su encanto. Lanzó el hacha hacia la criatura, golpeando el cuerpo de la bestia acorazada sin conseguir dañarlo mientras la bestia corría hacia Gregorio con la intención de comérselo.

El lagarto Juancho abrió las fauces, y cuando ya estaba a punto de comerse a Gregorio Manuel disparó una sola vez en la cabeza del cocodrilo. No lo mató, pero lo retrasó lo suficiente para que Gregorio saltara al interior del sarcófago y gritara

- 1,2,3 Salvo.

El lagarto Juancho gruñó al ver a sus posibles presas a salvo y giró para buscar con el ojo que le quedaba al del escudo brillante. No es que fuera un cocodrilo vengativo, pero es que tenía mucha memoria.

Había conseguido herir a ese bolso con patas pero no había bastado y veía como se acercaba cada vez más a Gregorio. El disparo salvador de Manuel fue un alivio, pues Gregorio se puso a salvo. El cocodrilo no había muerto pero estaba cada vez más cerca, todos estaban bien, y parecía que iban a poder disfrutar de esa pequeña victoria cuando vio algo que le heló la sangre. Del piso de abajo, trepando por una columna, el babuino había aprovechado el desconcierto para colocarse cerca de la espalda de Sam. Iba a saltar sobre ella, la iba a convertir en una vieja pelleja, como le había pasado a Bianca Bellagio. Nadie más parecía haberse dado cuenta del peligro.