Partida Rol por web

Es un claro y hermoso día de primavera. Ideal para acompañar el multitudinario evento que vive esta semana la modesta villa de Belleria.

En el ambiente reina un humor festivo, como prueban los rostros sonrientes, las alegres charlas y las risas. Lugareños y visitantes de tierras lejanas recorren arriba y abajo las calles flanqueadas por multicolores tenderetes de vendedores de comida y buhoneros que ofrecen exóticas baratijas.

La música de los trovadores itinerantes, los cuentacuentos rodeados de niños pequeños y los espectáculos de ilusionismo contribuyen a hacer todavía más maravillosa esta pacífica jornada.

La verdad es que todo os está saliendo a pedir de boca desde que decidisteis contratar los servicios de Glinthalas como guía local. Ha cobrado por adelantado y no ha sido barato, pero está valiendo cada cobre que le habéis pagado. De no haber sido por él, esta noche seguramente la hubierais tenido que pasar a la intemperie.

La única posada de la villa, la Cabra Greñuda, estaba a rebosar cuando llegasteis ayer a última hora de la tarde. No quedaban habitaciones disponibles pero este jovencísimo elfo tan amable se ofreció a convencer al posadero para que os alquilara su propio dormitorio.

El precio del alquiler resultó ser algo abusivo y seguramente solo lady Briand Le Besco hubiera podido permitírselo, pero es una joven de buen corazón y accedió a compartir los gastos y el dormitorio con vosotros a la vista de las nubes de tormenta que se estaban formando en el horizonte.

Esta mañana ha escampado y el día ha amanecido radiante. Además, de algún modo, Glin ha conseguido agenciarse un tríptico con los principales lugares y eventos de la feria. Algo que os resulta de gran utilidad para saber a dónde dirigiros sin perderos entre el bullicio.

—¡No dudéis en regresar esta noche si necesitáis alojamiento! —os grita desde la puerta de la posada el gordo enano propietario del lugar, frotándose las manos en un sucio paño de cocina que alguna vez fue blanco.

Está claro que debe estar haciéndose de oro a costa de los visitantes de la feria. Su modesta posada de tres pisos está construida a partir de un reconvertido establo de cabras y de ahí su nombre. Y su olor. La cabeza de una de ellas permanece clavada en el tejado haciendo de veleta y sus cuernos señalan en la dirección en la que sopla el viento.

No es el lugar que más echaréis de menos pero, afortunadamente, Belleria tiene mucho más que ofrecer a sus visitantes que un neidar codicioso de sonrisa amarillenta y ojillos porcinos.

—¿A dónde nos recomendaría ir nuestro guía? —le pregunto con curiosidad a Glinthalas después de echarle un vistazo al tríptico que acababa de conseguir el elfo.

Había conocido al elfo el día anterior, al poco de llegar a Belleria. Como muchos otros viajeros, me encontraba bastante perdido y sin un lugar donde pasar la noche. Por suerte, o por azares del destino, me encontré con Glinthalas, que se ofrecía como guía local a los recién llegados. Pronto la decisión de seguirle demostró ser la indicada cuando, tras unos tira y afloja con el posadero de la Cabra Greñuda y no pocas monedas de por medio, nos consiguió alojamiento para pasar la noche al variopinto grupo que había contratado sus servicios.

Ahora los mismos miembros de ese grupo nos encontrábamos en la puerta de la posada, tratando de decidir qué hacer o a qué evento acudir. Por mi parte no tenía ninguna preferencia, no había visto ningún lugar en el que claramente pudiese encontrar a un caballero de Solamnia. Había acudido a Belleria con esa idea en mente, pero no por ello iba a dejar de disfrutar de la feria y visitar todo lo que tuviera que ofrecer.

- Sus servicios... Serán tenidos en cuenta. - Le comentó en una forma calma y críptica a medida que terminaba de dejar el pago hacia el posadero. Dejando a su criterio si eso representaba algo benigno o perjudicial.

La joven noble probablemente destacaba bastante de entre la mayoría de los visitantes y pueblerinos. Sus ropas estaban conformadas de telas y bordados claramente ostentosos, diseños característicos de la más alta clase social, incluso algunas pequeñas joyas destacando la pequeña esmeralda que pendía sobre su cuello. No cargaba con mucho, un pequeño y elegante morral a un lado de su cintura y la vaina de lo que parecía ser la empuñadura de un muy elegante florete del otro lado, cubierto parcialmente por un pequeño y circular broquel que portaba su escudo familiar.

- Su conocimiento de Belleria es interesante ¿Es usted un local, señor Wyrmslayer? - Pregunta con educación y elegancia en sus gestos, acompañada de cierta curiosidad. Inicialmente, había tenido sus dudas acerca de contratar los servicios de un forastero y de clase media baja, mas el Silvanesti había demostrado poseer utilidad y familiaridad con la zona. Lo suficiente para salvarle de pasar una indigna noche bajo la lluvia. Quizás su rostro no fuese tan expreso, pero su pago por la posada eran muestra de que se sentía agradecida por ello.

Muchas lunas han pasado desde que su viaje de peregrinación comenzó. Ahora está demasiado lejos de los suyos pero los espíritus han sido piadosos con ella, poniendo en su camino personas que le han prestado ayuda cuando más lo ha necesitado, así como en su reciente llegada a Belleria. Ya estaba por anochecer cuando los pasos de la joven Que-Shu divisaron a lo lejos las casas de la villa, resopló por el cansancio y palmoteó el lomo de su fiel mula, "Duna".

-Vamos amiga, ya falta poco. Sé que debes estar hambrienta, por eso te pido que te esfuerces un poco más-

La mula rebuznó con desgano y sacudió las orejas ante las palabras de la joven, quien le dedicó una sonrisa y juntó su frente con la de la bestia de carga.

-Vamos Duna, no rezongues. Te recompensaré con una enorme zanahoria-

La actitud de la bestia pareció cambiar súbitamente y se puso en movimiento siguiendo los pasos de su ama, quien la guiaba suavemente con la soga que le servía de brida rudimentaria.

Aquel lugar estaba atestado de gente, demasiado para su gusto, pero al menos le ayudaba a pasar algo desapercibida, aunque más de una mirada se posaba en las exóticas vestimentas de color jade que portaba la joven de piel morena y cabello lacio, decorado con algunas plumas de utilería tribal.

El destino quiso que en ese momento un pequeño de orejas puntiagudas, que luego se presentaría como Glinthalas, le ofreciese su guía para el evento que se estaba formando en aquel lugar, a lo cual Lluvia aceptó gustosamente luego de ver los nubarrones que se formaban en el horizonte.

-k’osdiłhił nahałtin- Espetó en su lengua natal mientras señalaba los nubarrones. -Agradecería un techo que cubra mi cabeza y el de mi compañera esta noche, parece que lloverá- 

Después de deshacerse de algunos cobres Lluvia sintió su bolsa vacía, ya le quedaba poco dinero, pero confiaba en que los espíritus pronto le brindarían alguna solución. Cosa que no demoró en pasar, luego de que el joven elfo le presentara a otros que como ella habían contratado sus servicios de guía, entre las cuales había una mujer de facciones interesantes y gusto refinado que llamó especialmente su atención.

Fue ella quien se ofreció a pagar la única habitación disponible en la posada, así que una vez instalados en la habitación, sacó sus herramientas de artesanía tribal y después de unos minutos de trabajo se acercó a la mujer.

-Recibe esto como agradecimiento por lo que hiciste por mi... por todos nosotros- Le ofreció la pequeña artesanía. -Cuidará tu sueño para que no te ataquen las pesadillas y podrás dormir plácidamente- Indicó señalando la pequeña red que unían las plumas de color blanco y cobre, luego señaló las plumas. -Durante el día el espíritu del águila estimulará tus sentidos y podrás ver todo con más claridad- Lo depositó en las manos de Briand y cobijó sus manos con las suyas, mientras susurraba algunas palabras en su lengua natal.

Al día siguiente se despertó para agradecer a los espíritus por las personas que había puesto en su camino. Se presentó ante los demás como una viajera que estaba en peregrinación por un motivo que aún no le era revelado, también les hizo saber que estaba tranquila porque sabía que sus pasos los guiaban los espíritus de la naturaleza y que estaba segura que iba por buen camino. Finalmente al ver el tríptico que revelaba los lugares destacados de la feria que les mostraba Glinthalas, tomó su decisión.

-Buscaré un lugar en la plaza para ofrecer mis artesanías, me quedan pocas monedas- Reveló al grupo mientras se dedicaba a empacar sus pertenencias para ir en busca de Duna, quien había pasado la noche en el establo.

Al fin había llegado hasta la feria de Belleria. Habían sido muchas jornadas de viaje, consultando los mapas y pasando noches bajo las grandes constelaciones hasta llegar a la pequeña ciudad. Una feria como aquella aunaba lo mejor de toda la región. Dejarse llevar por los encantos de multitud de paradas artesanales y gentes venidas desde muy lejos, ver los campesinos ofrecer sus productos en un mundo que apenas despertaba de la pesadilla de la guerra.

Cuando llegó tubo la suerte de encontrar un guía local, alguien que atrajo su atención sobremanera. Un elfo, parecía silvanesti por sus rasgos de piel más oscura. Aunque tras la unificación sería aventurado tratar de distinguirlos por su linaje. Tenía tantas preguntas de cariz personal para su guía que tenía que pensar bien como dar la primera acometida, con unificación o sin ella los silvanesti nunca fueron precisamente abiertos.

Y no menos interesantes resultaron el resto de desconocidos que el azar o el destino tubo a bien unir tras el auspicio de ese misterioso elfo. El primero parecía un hombre de armas, mercenario o caballero al servicio de algún señor. No pudo identificar su acento. Una noble que parecía venir del norte y la que más llamaba su atención.. una mujer bárbaro de las planicies. Casi parecía una ensoñación de la leyenda misma de Goldmoon pero en pelo de ala de cuervo y mirada enigmática.

Cuando acordaron el cuantioso pago de aquel guía, acabaron alquilando las habitaciones personales de aquel halfling maloliente a precio de oro. Fue un acto de bondad inusitada el que la señora de le Besco se ofreciera a pagarla y compartirla con unos desconocidos. Podía sentir el aliento de Gilean soplando en su dirección al unir a tan excéntrico grupo.

Cuando llegó a sus manos el tríptico que su guía consiguió escamotear sobre la feria no pudo evitar estudiarlo con detenimiento. Sin duda era interesante ver como se alternaban los juegos locales, espectáculos, entretenimiento y mercadillos de todo tipo de productos. Escuchó las palabras de sus nuevos compañeros al tiempo que se dejaba llevar por el intrincado escudo familiar de su anfitriona. No pudo evitar sacar un papel para tratar de garabatear con carboncillo sus líneas principales.

- Parece que hay mucho por ver Lowenherz. Lo que llama más mi atención es el templo de la ciudad ¿A quien estará dedicado? Normalmente solían ser casas de curación a Mishakal o pequeños altares a Paladin, kirijolith y Habakuk. Aunque no se si la tradición solámnica tiene una fuerte presencia en la zona. Y.. bueno Paladine ya forma parte de la historia. 

Dijo al tiempo que ofrecía el tríptico a alguno de sus otros acompañantes.

- Es fascinante la conexión que tenéis con los espíritus, Lluvia estelar. Realmente conozco muy poco de las costumbres Que-Shu ¿Por que sois Que-shu, no? De las llanuras creo.. Aunque me gustaría saber más de la forma en que os hablan, o los rituales que les dedicáis en agradecimiento. Quizás esta noche con una jarra de Auguamiel podáis contarme cosas de vuestra gente.. pago yo.

Dijo al tiempo que guiñaba un ojo a la mística.

- Hablando de invitar.. gracias de nuevo por su amabilidad señora de Le Besco. No conozco nada de su linaje familiar ¿Está unido a la tradición solámnica?

El diálogo incesante y algo cargante del joven clérigo mostraba una actitud abierta y arrolladora. Al tiempo que observaba de reojo a su enigmático guía.

- ¿Qué les ha traído hasta la feria de Belleria? Yo ardo en deseos de conocer la zona y tal vez encontrar algún mercader errante que pueda ofrecer reliquias o textos de épocas pasadas. 

La joven buscó disimular su ligero desentendimiento al recibir aquella artesanía. La observaba entre sus manos, sus materiales, parecían poseer un valor material completamente ínfimo. Normalmente podría ser tratado casi como un insulto, no obstante, podía identificar que aquella mujer parecía provenir de una cultura muy diferente y probablemente aquel gesto cargase más un valor simbólico. O místico. Pierre le había enseñado de pequeña que muchos de estos artefactos existían, y si bien no comprendía demasiado acerca de su origen o creación, sí en cierta forma de su uso y valor.

Terminó aceptándolo y guardándolo en su morral, con un noble y educado gesto. Incluso si no fuese más que un par de plumas, no era conveniente ofender a los residentes en su papel de emisaria, mientras aún determinaba cuál sería el curso más apropiado a tomar para con Belleria.

...

Por otro lado escuchó con cierta intriga a Kylian, quién parecía ser una especie de sabio o al menos de gran conocimiento local. Al igual que él, conocía poco de los llamados Que-Shu, y si bien poseía cierta intriga aún dudaba si realmente resultaría beneficiaria para Kalaman una relación con ellos.

- No es nada. - Suelta de manera escueta, aquellos pequeños gestos siempre generaban una buena predisposición, era algo a lo que estaba acostumbrada. Lo cierto era que para alguien de su clase, aquellos pagos representaban poco y nada. - No realmente. He venido como representante de Kalaman. Podría decirse que vemos con cierto... Interés, qué nos podría ofrecer una ciudad como Belleria. - Se explica muy cortésmente, y con un aire bastante abierto al respecto, insinuando que muy posiblemente todo se viese bastante condicionado por el resultado final de su visita y la impresión que generase esta feria.

Un bello día de primavera en la modesta villa de Belleria, lleno de vida, comercio y ganas de intercambiar bolsas rebosantes de monedas de acero... Muy interesado por los comerciantes que visitaban su ciudad adoptiva (¿o debería decir natal? Al fin y al cabo apenas recordaba nada antes de aquella ciudad) y más concretamente sus jugosas bolsas de dinero. Pero necesitaba una excusa para merodear y debía evitar a los guardias que pudieran reconocerle. No podía estar ocioso. Aquel variopinto y heterogéneo grupo le había servido para poder recorrer las calles sin levantar sospechas, evaluando cada posible candidato a sisarle la bolsa. Evidentemente, no les había contado nada de eso a sus clientes. Y, de hecho, la novedad de tratar con gentes tan dispares le había tenido bien entretenido, incluso empezándoles a coger cierto cariño...

Para empezar no habían dicho nada de su raza, ni un comentario, lo que era de agradecer. Atendían a cada palabra que decía y lo que les contaba sobre la ciudad que le había visto crecer parecía interesarles sinceramente. No eran unos brutos incultos o unos comerciantes sólo interesados por el vil metal. No, aquellos eran algo más. Incluso la noble había tenido la gentileza de pagar la habitación e invitar al resto, un gesto muy poco... noble, si uno conocía a esa clase social en profundidad. Los ricos no llegaban a ricos por su altruismo, eso lo sabía todo el mundo.

Sabía que podía confiar en la avaricia de Fortin, el dueño de la posada, para conseguir habitaciones donde ya no las había. Aquel codicioso enano hubiera vendido a su abuela con tal de disponer de una habitación extra que alquilar... Lo que no quitaba que fuera un negociador entrenado y difícil, pero al fin consiguió llegar a un acuerdo por el que incluso Glin un pequeño beneficio...(1)

Al día siguiente Glinthalas estaba esperándoles sonriente en el piso de abajo de la Cabra Greñuda, tomándose algo de desayuno con parte del dinero que los amables visitantes le habían adelantado el día anterior. A la puerta del establecimiento estaba atado su mulo, Yonyo, un animal malcarado de mirada torva equipado con unas alforjas para llevar los enseres de los visitantes si así lo querían... por un módico precio, por supuesto.(2)

─Pues había pensado, señor Lowenherz -ejem, disculpe si no consigo pronunciar bien su nombre─, si no es molestia, pasar primero por los jardines del Gobernador, que están aquí cerca, para ver si puedo inscribirme en la competición de tiro. La verdad es que no sé cómo lo han organizado y depende cómo participaría para tratar de conseguir el premio, no soy mal tirador, si se me permite la falta de humildad. Los jardines están bien y normalmente los tienen cerrados, así que teniendo en cuenta los estragos de la guerra, seguramente se podrían considerar dignos de ver, aunque sea por comparación. Luego podríamos ir hacia el sur y, antes de atravesar el río para ir al molino ─donde hay una competición de fuerza que podría interesarle, señor Lowenherz─ la dama de Kalaman tal vez quiera escuchar el concierto en el patio de armas del castillo. Es un castillo pequeño con un patio pequeño, pero puede que las tonadillas de aquí le resulten refrescantes. Luego el molino... y junto al templo de Belleria han instalado juegos y apuestas. El templo supongo que le gustaría visitarlo al señor Kylian mientras los demás se divierten. Pero tengan cuidado, aunque nuestra villa (y templo) son modestos, hay algún indeseable y tramposo, no se fíen...

¿Había dicho él eso? ¿Por qué? ¿Era él el mismo Glinthalas de los días pasados, el que planeaba cómo aligerar las bolsas de los desprevenidos visitantes de la feria?

─Sí, supongo que se me podría llamar "un local", un belleriano, mal que les pese a algunos, por, bueno, ya me ven... ─dijo haciendo un ademán para señalarse a sí mismo─ un *elfo*. Pero soy más belleriano que casi cualquiera, al fin y al cabo pocos sólo algunos viejos del pueblo recuerdan cómo llegué aquí. Aunque eso es suficiente para que todos lo recuerden, claro...

—Puedes llamarme Lowen si eso te resulta más fácil —le contesto a Glinthalas amistosamente después de haber escuchado al resto de los presentes—. Y no estaría nada mal entrar en esos concursos que comentas, el arco no es que se me de especialmente bien pero seguro que es divertido participar contigo. En el de fuerza seguro que también hay buena competencia, espero que se pueda participar en los dos- añado con una sonrisa al darme cuenta de que son dos buenas oportunidades para demostrar mi valía.

Lluvia Estelar ya había mostrado su interés de ir hasta la plaza para vender sus artesanías, pero Briand y Kylian parecían estar en una situación parecida a la mía. Cada uno con sus propias metas pero sin saber exactamente a dónde acudir en primer lugar.

—¿Alguno más nos quiere acompañar? —les pregunto al fin.

Kylian escuchó atentamente el conjunto de opciones y eventos que ofrecía aquella feria. era una oportunidad única poder observar como constituían el núcleo de la tradición local junto a un recogido de las costumbres y tradiciones de la región. Para en algún futuro compararlos con otras zonas o incluso otras razas.

Parecía que tanto su guía como el guerrero estaban ansiosos por probarse a si mismos en las competiciones de arco y fuerza. Y la mejor forma de entender el significado de dichas competiciones era presentarse también el. Vivir la experiencia en primera persona. Además, en el improbable caso que ganara, supondría una importante ayuda a su mermada economía y necesitaría de todos los recursos que pudiera reunir para seguir explorando las ruinas de la región cuando acabara la feria.

- Me parece bien empezar por la competición de arco ¿Conoce cuales son los reglamentos de inscripción y en que consisten dichas pruebas Glinthalas? ¿Y cuales son los premios?¿Hay algún tipo de honor o título que se legue de año en año, o más concretamente de feria en feria, que aporte alguna suerte de reconocimiento local?

Dijo al tiempo que garabateaba apuntes sobre los eventos de la feria, junto a los bocetos de algunos de los edificios principales. Apoyado sobre una sencilla lámina de madera.

- Y cuando lleguemos al templo les dejaré gastando su dinero en las apuestas locales. Tengo ganas de explorar a fondo el arte sacro y los altares. No sobrevivieron muchos centros de culto tras la guerra del Caos en estas tierras.

Empezó a guardar sus escritos y consultar los textos que traía consigo. Al tiempo que observaba el tríptico que pasaba de mano en mano.

- Y me gustaría conservar ese curioso folleto explicativo. Cuando terminen las fiestas, claro.

Desde que vives en Belleria, es la primera vez que el gobernador organiza una feria como esta. Supones que habrá algún tipo de premio por quedar bien posicionado en las distintas pruebas y estás seguro de que alguien os explicará las reglas cuando lleguéis al campo de tiro, pero no hay nada más que puedas adelantarle a tu preguntón compañero por el momento.

─No, no, qué va ─contestó a Kylian apresuradamente el belleriano─ El gobernador es la primera vez que organiza una feria como esta. No tengo ni idea de cómo van las pruebas ni cuáles son los premios ni nada. Sólo he oído rumores, ventaja de vivir aquí y estar unos días antes de que se monte un evento. Supongo que habrá algún premio para el mejor y tal vez para alguno más, y seguro que alguien nos explicará las reglas cuando estemos en el campo de tiro, pero para eso hay que ir. Espero que si hay una inscripción, no sea demasiado cara o no podré participar... ─añadió en un tono casi lastímero, parando para observar las caras de los miembros del heterogéneo grupo.

Su participación en el evento podía convertirse en una especie de apuesta. Si le pagaban el coste de la inscripción bien podría hacer participaciones o algo así. Si ganaba repartiría según lo aportado, y si perdía... bueno, ya estaba repartido. ¿Tal vez la adinerada noble de Kalaman bien podría adelantar esa suma, ¿no? ¿O tal vez ya no disponía de tanto dinero tras la generosa invitación a la última habitación de la Cabra Greñuda?

Cuando terminó de empacar sus pertenencias se puso la exótica mochila en sus hombros, cubriendo la misma con un escudo de madera de diseño tribal típico de los guerreros Que-Shu, la lanza corta iba guardada en una funda de cuero endurecido que colgaba de su cinto y en su mano el bastón que le acompañaba en sus pasos. Fue en ese momento que el humano de toga gris la atiborró de preguntas.

- Es fascinante la conexión que tenéis con los espíritus, Lluvia estelar. Realmente conozco muy poco de las costumbres Que-Shu ¿Por que sois Que-shu, no? De las llanuras creo.. Aunque me gustaría saber más de la forma en que os hablan, o los rituales que les dedicáis en agradecimiento. Quizás esta noche con una jarra de Auguamiel podáis contarme cosas de vuestra gente.. pago yo.

La reacción de la joven nómada al principio fue un poco esquiva, pues no le gustaba hablar de sus sagradas costumbres con el hombre que se hace llamar "civilizado", ya que era bien sabido que se regocijaban con la destrucción de la naturaleza para construir sus urbes y metróplois de roca. Frunció el ceño y cerró los ojos por unos largos segundos, aquellas personas habían compartido techo con ella y si los espíritus deseaban que compartiesen su camino, no se iba a negar.

-Así es joven Kylean, pertenezco a la tribu de los Que-Shu en las lejanas praderas de arena... Si los espíritus están de acuerdo hablaremos en la noche, ahora debo ir a ofrecer mis mercancías en la plaza-

Se despidió de los demás y agradeció de nuevo su ofrecimiento, pero ella ya había tomado su decisión. Fue al establo y saludó a su amiga Duna, le ofreció algo de agua y le dio una gran zanahoria antes de acomodar su mochila en las alforjas del animal. Luego caminó hasta la plaza, donde al encontrar un espacio indicado, empezó a armar su Tipi para luego extender una lona frente a ésta y asegurar a Duna junto a ella. Ubicó con delicadeza sus herramientas de artesanía, se sentó ubicando sus rodillas al frente y empezó a elaborar concienzudamente diferentes accesorios de utilería tribal, que iba exhibiendo uno a uno sobre la lona.

- Me parece apropiado. - Asintió con suavidad ante la sugerencia del recorrido, acompañando con sus bien cuidados pasos a la mayoría del grupo. Despidió con un leve gesto a la Que-Shu, aparentemente, se trataba de miembro de una tribu... Nómade, supuso. Qué tan valioso pudiese ser su susodicha conexión con los espíritus, de momento lo dudaba. Mas parecía claro que una relación con ellos no traería ningún beneficio monetario o político de importancia para Kalaman de momento.

Observó con atención la residencia del gobernador, al caminar por sus bordes. Resultaba una imagen bastante... Humilde, frente a la casa de gobierno de su propia urbe. Aún así, había logrado convocar y llamar la atención de habitantes de numerosas procedencias. Ver a tantos niños jugar, por otro lado, hicieron que su mirada se pierda en... La nada, durante un rato. Aquella imagen, se le hacía desconocida por completo. Se trataba de algo que, a su edad, nunca vivió, ni conoció.

Sin embargo, no había venido a Belleria particularmente a jugar, o entretenerse. De la misma manera, aquel hombres se veía más como un veterano a un mero animador de circo.

- Buenos días, caballero. Si me permite preguntarle ¿Es usted un miembro de la guardia de Belleria? - Se acercó a preguntarle con cierta elegancia en sus gestos, modales que no le permitían sonreír y soltarse tanto como la mayoría de los cercanos. Era posible que un hombre de antigüedad y, si estaba en lo correcto, cercanía al mando de este pueblo pudiese brindarle un retrato más acertado del mismo.

Gran variadad de artesanos y comerciantes se agolpaban en la plaza, los deliciosos aromas de la comida recien hecha le abrian el apetito, el cual buscaba aplacar vagamente mordisqueando un trozo de carne seca de su ración de viaje.

-Parece que este es un buen lugar- Le dijo a Duna al encontrar el sitio entre los mercaderes, quienes al ver sus intenciones le reprochaban algo acerca de un permiso. ¿Cuando se necesitaba permiso para comerciar? En mi tierra si era un invitado de una tribu y ofrecía sus servicios, cualquiera que los quisiera los podía contraer. Ciertamente son costumbres diferentes y era algo a lo que poco a poco y con dificultad se iba acostumbrando.

Asintió ante los reclamos de los comerciantes y les respondió en un fluido Abanisinio mientras se disponía a armar su improvisado puesto en aquél lugar.

Tras despedirnos de Lluvia Estelar seguimos a Glinthalas hasta la casa del gobernador. Apenas tardamos unos pocos minutos en llegar hasta sus jardines, de los que no paraba de entrar y salir gente. Dentro hacía ya un buen rato que la prueba de tiro con arco había comenzado. De las ramas de un frondoso roble colgaban varios peluches de dragón y a su pie un miembro de la guardia daba las instrucciones para participar.

—Casi parece más complicado acertar tres veces en los dragones normales, ¿no? —le pregunto a Glinthalas esperando por su experto consejo después de oír las instrucciones—. De todas maneras voy a probar suerte —añado con ilusión.

Antes de acercarme hasta el veterano arquero para pagar la inscripción dejo mis bártulos en el suelo y los ordeno cuidadosamente. Intento guardarlos todos dentro de la mochila, pero la lanza y el escudo parece que se resisten a entrar sin riesgo a romperla.

—Eh... ¿os importa si dejo mis cosas en vuestro mulo? —le pregunto con dudas a Glinthalas—. Pagaría si hiciera falta.

Después de dejar mis pertenencias en el mulo de Glinthalas y preparar mi arco para la competición espero pacientemente a que sea mi turno.

Cuando se acercaron a los jardines, Kylian se dejó llevar por los colores y las formas intrincadas y coloridas de las flores y las plantas, los setos recortados y los altos árboles solitarios rodeados de Lirios blancos, vívidos rosales y grandes parterres de margaritas. No tenían esa profunda magia salvaje de los bosques élficos, pero mantenían una elegante sencillez. Sus formas, su educada distribución, aportaban paz al corazón cansado. Una lástima que solo se abrieran al público para las ferias, aunque quizás eso había salvaguardado su belleza a lo largo de las guerras y catástrofes que sacudieron kryn en los últimos siglos.

La fortaleza era un reflejo de esos jardines, no muy alta pero limpia y funcional. De altas paredes blanqueadas al sol de la mañana. Irguiéndose ante el pueblo como un gigante protector, y a sus pies la algarabía de pueblerinos y comerciantes riendo y disfrutando de las pruebas de arco. 

Kylinan escuchó las instrucciones y la interpretación que hizo el guerrero de las mismas. Ladeó una sonrisa mientras pensaba como explicar al guerrero que apuntar al dragón dorado no le eximía de tener que acertar igualmente tres blancos con aquellas flechas de alquiler.

Acompañó a sus nuevos amigos y levantó en alto el símbolo de plata, en forma de libro abierto, que colgaba de su pecho. Debía recordar al pueblo llano que los Dioses habían vuelto, que escuchaban las plegarias de los humildes y los necesitados, de los puros y los malvados. Nunca se le habían dado bien las grandes interpretaciones, pero no había nada mas sagrado que la oración sencilla de un corazón sincero. 

- Oh Gilean, guardián del conocimiento del mundo. Señor de las eras y padre protector que observas el devenir del mundo. Asiste nuestra tarea y bendice nuestras acciones. 

Un destello de plata despertó en el delicado amuleto. Una brisa cálida se levantó de repente y su luz reconfortó al joven clérigo y a su grupo de aventureros, nobles y buscavidas. 

Tras ver como el guerrero se avanzaba entonces para probar suerte dejó que el símbolo de Gilean cayera de nuevo sobre sus grises ropajes. Alquiló a su vez tres flechas, y probó suerte. Cada día era una nueva oportunidad para aprender del mundo y sus gentes. 

- Que la guía del Gran libro sagrado de Toril guíe sus arcos, Lowenherz, Glinthalas. Pero recuerden, 3 dianas son necesarias y solo una de ellas debe acertar al dragón dorado para obtener la mayor recompensa.

Salvo por la bárbara Que-Shu todo el grupo decidió seguir las recomendaciones de Glinthalas, de manera que no tardaron en llegar juntos a la mansión del gobernador. Aquellos cuidados jardines marcaban claramente las diferencias sociales de la villa, algo que le molestaba profundamente, pero que trató de ocultar a los ojos de sus nuevos amigos. ¿Qué pensaría la noble de lo que el elfo sentía hacia los de su calaña, perdón, clase?

La competición de tiro demostró ser más un espectáculo para entretener a las masas que un verdadero evento en el que participaran grandes arqueros para disputarse un premio jugoso. ¿Una moneda de acero? ¿tres para el tiro más difícil? Aquello era casi un insulto. Pero ya que estaban allí el elfo no perdería la oportunidad de multiplicar por 10 su inversión inicial... Además, ¿quién era él para despreciar las bendiciones de un hombre santo?(1)

Graciosamente tomó la moneda de Lowen y cargó sus trastos en Yonyo, su mulo, que por supuesto le miró mal, aunque tuvo la decencia de no rebuznar ni tratar de deshacerse de la nueva carga, al menos no de momento. A continuación, una vez que había acabado el guerrero y el clérigo, tomó la moneda que le había pagado el guerrero y la pagó al veterano para participar.

Disparó tres veces, dos tiros decentes y uno bastante malo, aunque no lo suficiente como para que se rieran de él y no del disparo en sí. Incluso él se rio. Qué desastre. Pero aquello le había servido de calentamiento y aquello no quedaría así. Pagó una nueva moneda al encargado y volvió a tomar el arco y 3 flechas. Impacto, impacto y un flechazo que destrozó cruelmente un dragoncito.

─Bueeeeno, no ha estado mal ─dijo sonriente mirando fijamente al encargado. Glinthalas no estaba allí sólo para pasárselo bien. Quería su moneda. Y sus peluches, o lo que quedara de ellos...