Partida Rol por web

Kylian observo con una mezcla de extrañeza y curiosidad la forma en que la vieja visionaria empezaba a sacar unas cartas con dibujos relacionados con la mitología, las criaturas mágicas de Krin e incluso objetos comunes y corrientes ¿Cómo podía alguien creer en ello? Aunque ello le dio la oportunidad de ver algo mucho más interesante. Cuando inicio la supuesta visión, la chaman empezó a canturrear mientras iniciaba una especie de trance. 

Nunca había presenciado a los místicos apelar a su fuerza espiritual para realizar magia. Era fascinante, sin plegarias claras, sin formulas mágicas o componentes arcanos ¿Podían ser esos espíritus Que-Shu un reflejo de la propia alma de la bárbara? O tal vez enviados por alguno de los dioses de la naturaleza.. Habbakuk o tal vez Chislev..

- No sabría deciros Lowen. Nunca había visto algo semejante.- Se limito a decir mientras sacaba una hoja y apuntaba los pasos y conceptos básicos para analizarlos luego. 

Quizás por la noche, con más intimidad, podría interrogar a la mujer sobre sus creencias y sus costumbres para incluirlo en su gran obra. Muy poco se sabía de los bárbaros de las praderas de arena tras la guerra de la lanza.

- Espero que Gilean nos de suerte en la prueba de fuerza. Otra moneda de acero caída del cielo le iría genial a mis alforjas. Tras la competición ¿Quedaba algún evento más de relevancia? Y recuerde maese Glinthalas que me gustaría quedarme con la ilustración informativa tras la feria.

Con sus maneras tan lentas y refinadas de comer, incluso habiendo permanecido en la mesa desde el principio la noble fue la última comensal en finalizar su comida. Se limpió cuidadosa y sutilmente un poco sus labios y sus manos, aunque prácticamente no había rastros en ellos para empezar.

Por último se levantó con calma, dejando su pequeña pila de seis piezas de plata sobre la mesa. Ni más ni menos.

- Supongo que aquello último depende... ¿Nos sugeriría revisitar la Plaza del Mercado, estimada señorita Estelar? - Consultó con sus buenos modales, asumiendo aquel debía ser lo equivalente a su apellido, reajustando la tela que colgaba de su cuello, junto con la pequeña y refinada esmeralda adherida a la misma.

Glinthalas dejó que los nuevos amigos hablaran entre sí. No estaba acostumbrado. Poco a poco pareció apagarse. No era una persona sonriente, pero parecía más y más distante por momentos. Seguro que tenía que ver con ser elfo... o más bien con no sentirse integrado. En realidad las dos opciones no eran excluyentes.

Al llegar a la posada el elfo sonrió para sí al ver a la "moza". Resultaba curioso observar los estragos de la edad en aquella humana. Siempre había sido una mujer con carácter difícil, aunque todavía la recordaba con una larga melena y un escote prominente que hacía las delicias de los clientes varones. Ese tiempo quedaba muy, muy atrás, al menos desde la visión de un humano. Para Glinthalas todo aquello resultaba bastante más reciente. No pasaría tanto tiempo antes de que echara de menos a la moza...

Las maneras bruscas de la propietaria no le sorprendieron per se, claro, pero sí le sirvieron para salir de su ensoñación.

─Para mi vino, pero no esa basura aguada que le cuelas a los forasteros, ¿vale, preciosa? ─dijo con una sonrisa.

Durante la comida, aunque continuó bastante callado, fue pasando disimuladamente, de forma muy natural y discreta, trozos de cordero a Lluvia Estelar. Él mismo había pasado hambre y no se lo deseaba a nadie. Tenía buen corazón. Un cruce de miradas entre ambos comensales bastaría para que se entendieran, que la Que-Shu supiera que aquello era desinteresado. O no, de que la humana tomara algo de carne dependía la tranquilidad de espíritu del elfo. Cosas más raras se habrían visto.

Visionaria, decía... unas buenas dotes de observación, de don de gentes, capacidad para dar unas opciones de futuro vagas que podrían cumplirse con facilidad por lo laxitud de la "información" y ahí tenías una predicción de futuro. El numerito del trance era un tanto sobreactuado, pero bueno, ahí cada cual. Igual que a la hora de malgastar su dinero. Si aquellas "predicciones" les satisfacían, ¿quién era él para negárselo?

─El papel se lo puede quedar ya, si quiere, maese Kylian, no necesito un mapa para moverme por aquí... En fin, como saben, sigo a su disposición, les llevo a donde me digan...

La comida había cumplido con creces y todo tenía una pinta espectacular, incluida la ensalada de Lluvia. Incluso los toscos modales de la dueña del local no parecían para tanto tras un festín como aquel. Pagamos con gusto y ya estábamos dispuestos para nuestra siguiente parada.

—Sí, un poco de suerte de vuestro dios nos sería de gran ayuda, Kylian —comento—. Pero después de tan buena comida y con energías renovadas me siento confiante, ¿vosotros no?

Si nuestra siguiente parada era la competición de fuerza en el molino tendría que esforzarme por hacer una más que buena actuación. O al menos no hacer un ridículo similar al de la competición de tiro, pienso decidido.

Decepcionante. Aquella actuación de la supuesta vidente no le reveló nada. En su tribu cuando los chamanes realizaban sus rituales de augurios, se notaban las auras y la presencia de los espíritus, incluso ella había desarrollado la capacidad de detectar dichas señales así fuesen pequeños remanentes de aquella energía espiritual. Pero no había visto nada con aquella anciana.

-Son extraños los augurios que predica aquella mujer, no sentí la presencia de ningún espíritu aconsejandole...- Dejó caer sin más ante el comentario de Lowen mientras se disponía a comer su ensalada. Agradeció con un delicado cabeceo al elfo que compartía su comida con ella. Era un espíritu generoso y compartir la comida con alguien en la misma mesa indicaba que le aceptaba entre los suyos. Con cada bocado disfrutaba y agradecía a los espíritus por permitirle continuar en aquel viaje y por las personas que había cruzado en su camino.

- Espero que Gilean nos de suerte en la prueba de fuerza. Otra moneda de acero caída del cielo le iría genial a mis alforjas-

El aporte de Kylean le reveló que al parecer les había ido mucho mejor que ella vendiendo sus artesanías. -Parece que les ha ido bien en la feria... Me gustaría acompañarlos de ahora en adelante- Agregó sin dar mucho mas detalle.

 - Supongo que aquello último depende... ¿Nos sugeriría revisitar la Plaza del Mercado, estimada señorita Estelar? -

Una vez finalizado el banquete, Lluvia dejó sobre la mesa la moneda de plata imitando el accionar de Briand. -Hay comerciantes de diversos artículos mundanos. Telas, Zapatos, armeros ofreciendo sus armas y también puestos de comida. Aunque creo que la que sirven acá es mucho mejor. Si alguno está interesado en adquirir algunas de esas cosas podemos ir. Pero no pude ver objetos con auras interesantes en ese lugar- Agregó al recordar haber visitado mercados más interesantes que aquel en su largo viaje.

Ahora que habéis repuesto vuestras fuerzas, acordáis poner rumbo al molino, situado en el extremo opuesto de Belleria. No queréis perderos nada que la feria os pueda ofrecer y algunos estáis ansiosos por probar suerte con las competiciones de fuerza que se celebran en esa zona del pueblo antes de que se haga más tarde.

Así pues, desandáis parte del camino recorrido, os dirigís al sur para cruzar el único puente de Belleria y, desde allí, seguís la corriente del río hasta llegar a vuestro destino.

El molino es un simple granero rectangular, de unos 40 pies de largo y 20 pies de ancho, con un edificio adjunto, la vivienda del molinero. En el lado más largo del edificio, junto al arroyo, podéis ver un enorme molino de agua que hace girar la piedra de moler en el interior; cuyas puertas de doble hoja permanecen entornadas pero sin atrancar de ningún modo.

El ruido resultaría molesto si no fuera por las risas y el júbilo que reina en el exterior.

Dos equipos de musculosos lugareños se alinean a ambos lados de un enorme barrizal maloliente y sujetan una gruesa cuerda. Contáis cinco en un lado y cuatro en el otro. Uno de los miembros del equipo en desventaja os llama a voces al ver que os acercáis:

—¡Nos falta uno! ¿Algún voluntario? ¡Hay dinero que ganar!

Un hombre mayor pero al menos tan corpulento como el propio Lowen hace las veces de árbitro de la competición; aunque él solo parece capaz de enfrentarse a cualquiera de los dos equipos al completo.

Unos metros más allá descubrís una gran tienda de lona de vivos colores, plantada junto a un pequeño establo del que salen risas, maldiciones y frenéticos rebuznos que parecen proceder de un asno agonizante. Pero desde donde os encontráis no podéis ver lo que sucede dentro y a los de fuera no parece importarles lo más mínimo.

- Ya veo... Le agradezco mucho por ilustrarme, señorita Estelar. Por mi parte, no me veo en necesidad de adquirir dicha índole de objetos, por ahora. - Le contestó con un noble gesto y de momento declinando esa posibilidad. Por lo que la prueba de fuerza seguramente sería la última atracción a visitar del día.

...

Al llegar, aquel espectáculo parecía tener un aire mucho más deportivo y competitivo, a diferencia de los meros entretenimientos que ya habían recorrido. Resultaba interesante, y aparentemente su director parecía un digno ejemplar de un verdadero veterano retirado. Convenientemente, sólo un puesto quedaba.

- Tal parece que ha llegado la oportunidad que añoraba, estimado Lowenherz. Debería aprovecharla. Yo por mi parte, no tengo intenciones de arrebatársela. - Extendiendo su mano como quién invita a alguien, antes de que siquiera el humilde guerrero preguntase si alguien más quería tomar el lugar. Era su más ferviente deseo desde que le había conocido, así que no vio mal el otorgárselo... Y ver de qué estaría hecho el aspirante a caballero.

Quizás, luego de ver concluir el espectáculo y comprobar la fuerza de su joven acompañante... Se le diese por echar un vistazo a aquella tienda de campaña. Aquello parecía algo poco habitual dentro del ambiente del espectáculo, mas podía llegar a ser intencional.

—¡Yo!, ¡yo! —exclamo apresuradamente después del aviso de Briand.

Acabábamos de llegar al molino y la competición estaba a punto de comenzar. Por suerte, uno de los equipos no estaba completo y necesitaba una quinta persona para competir. Además, la prueba no me resultaba desconocida, era un juego bastante popular incluso en mi pueblo y tan solo requería de fuerza y resistencia. Chupado, pienso mientras comienzo a caminar hasta los concursantes.

Sin embargo, unos agónicos rebuznos procedentes de una colorida tienda de lona interrumpieron mi camino. Con la emoción del momento y los gritos del público no había sido capaz de oír al animal, pero ahora podía escuchar claramente como de la misma tienda salían risas y maldiciones. Y habiendo vivido toda mi vida en el campo creía saber a qué se debía el alboroto.

—Disculpad un momento —les digo al grupo de cuatro que esperaban por un miembro más. No era mi intención dejarlos en la estacada, pero los gritos del animal parecían más urgentes que mis propias aspiraciones.

Decido cambiar el rumbo y me dirijo hasta la tienda de la que proceden los sospechosos sonidos con paso firme y presto dispuesto a enfrentarme a los malnacidos que parecen estar dañando al pobre animal.

Lluvia caminó junto a los demás mientras divagaba en sus pensamientos. Desde que salió hace casi un año de su tribu no había sentido la necesidad de estar acompañada, pero esto era muy diferente de los encuentros que había tenido hasta ahora. ¿Que sería aquella mezcla de sensaciones? ¿Sería acaso alguna señal de los espíritus? En esas estaba cuando llegaron finalmente al molino. La algarabía era mucha debido al evento que allí se organizaba. Con curiosidad siguió los pasos de los demás hasta que escuchó los rebuznos agónicos a lo lejos. ¿Estaban maltratando a un pobre animal en ese lugar? Casi sin pensarlo se apresuró a ir detrás de Lowen hasta aquellas lonas de colores.

Kylian torció el gesto al ver que solo quedaba una plaza para la competición de fuerza. Lo justo es que participara el guerrero, sin duda cumpliría mejor papel y tenía más posibilidades de ganar la lid. Entonces, los rebuznos de algún asno al que estarían utilizando como blanco de los juegos resonó en la explanada, y el autoproclamado defensor de los burros fue a defenderlo como si fueran los gritos de una damisela en apuros. Se llevó la mano a la frente en un gesto de resignación. 

- Al parecer se han quedado sin el quinto miembro. Si les valgo yo, queda algo de fuerza en los músculos de este clérigo.

Dijo acercándose con paso lento. Si había dinero que ganar, era una oportunidad que no iba a desperdiciar. Y dejar a ese grupo a la espera que llegara alguien tampoco parecía de recibo.

- ¿Hay que aportar algo para participar?

Dijo al tiempo que se remangaba las mangas de su túnica perlada y dejaba su bastón apoyado sobre unas piedras.

Cuando por fin se pusieron en camino hacia el molino, Glinthalas sabía que el único verdadero interesado sería Lowen. Aquella masa de músculos seguro que tendría ganas de probarse, de demostrar ante sus nuevos amigos que era capaz de hazañas, de proezas físicas que se les escapaban a los demás. Seguro que tenía mucho que compensar. El elfo había visto a muchos de su tipo a lo largo de su larga vida y rara vez ese tipo de actitudes desembocaba en nada bueno. Pero aquel era un hombre joven, de buen corazón y con toda una vida por delante. Quien sabía lo que podía llegar a hacer. Bien merecía la pena asistir de espectador a sus hazañas iniciales y podérselas recordar décadas más tarde, cuando ya fuera un hombre viejo que se sonriera con recuerdos olvidados casi por todos. Sí, bien podía ser así.

Así las cosas, el guía del grupo arqueó una ceja cuando vio la competición de fuerza: dos grupos de fuerzas supuestamente igualadas estirando para llevar al otro hacia su terreno. Seguro que había un premio que les motivaba a esos esfuerzos, sin duda uno demasiado pequeño. Pero disfrutaban, parecían divertirse. Hablarían de eso durante semanas. En fin. El elfo se dispuso a contemplar al poderoso humano del grupo hinchando sus músculos con ardor... sólo para encontrarse con que el sonido de alguna "tortura animal" de otro juego le reclamaba con más intensidad.

¿Acaso creía Lowen que dejarían morir a un animal en la feria sin razón alguna? ¿Creía que algún feriante sacrificaría alegremente a un asno para conseguir menos dinero que el que había pagado por él? Glinthalas meneó la cabeza, negando divertido.

─Esto no me lo pierdo ─y salió corriendo detrás del fornido humano, en dirección a los rebuznos.

Kylian asintió al resto de participantes. Tomaba la cuerda con fuerza e intentaba resistir el terrible hedor del barro mezclado con estiércol. Realmente era una experiencia que no le gustaría repetir, la prueba con arco fue mucho más civilizada.

- Bien intentaré dar lo mejor de mi. 

Dijo tomando con fuerza esa cuerda áspera de cáñamo trenzado.

- Cuando digan, estoy listo.

La fuerza de aquellos hombres, tirando juntos, peleando entre el estiércol y apestando a sudor entre gemidos de esfuerzo era fascinante y repugnante a partes iguales. No iba a participar de otra prueba de fuerza en toda su vida. Sin embargo necesitaba de cada moneda de acero que pudiera ganar, y tenía que dar un buen papel o las habladurías sobre el clérigo enclenque pasarían a formar parte de las canciones de taberna y las leyendas locales.

La escena que encontramos al asomarnos al interior de la tienda fue algo distinta de lo que esperaba. Una mula recubierta de un aceite maloliente resistía como podía los intentos de un lugareño por tumbarla. Si bien el animal no parecía sufrir ningún daño, se podía notar como la mula estaba aterrada con la situación.

Observo impactado el infructuoso intento del local, que al fin se da por vencido. El organizador del evento anuncia un descanso y ordena a un muchacho que vaya a por comida y bebida para el pobre animal. ¿Quince minutos?, con eso no llega ni para que se calme, pienso con cierta rabia por el trato que estaba recibiendo el animal.

—Creo que el animal necesita más descanso que unos pobres quince minutos, ¿no creéis? —le comento al hombre que dirige el cruel juego—. No hace falta más que echarle un vistazo para saber que no aguantará mucho más, deberíais dejarlo por hoy.

—No me digas que eres uno de esos abraza-árboles, o folla-burros que hay por ahí —comenta contrariado el organizador del evento—. Escucha amigo, si no tienes lo que hay que tener para participar en esta competición está bien, no pasa nada, pero a mí no vengas a incordiarme, ¿de acuerdo? El animal está perfectamente y todavía quedan unas cuantas horas de luz, así que espero que me haga ganar algunas piezas de plata más por hoy. La feria terminará pronto y cada cobre cuenta cuando tienes que alimentar a esa maldita bestia glotona, así que por mí como si revienta. Pero mientras se tenga en pie y no me haga perder dinero, es mi maldito problema, no el tuyo.

Así que de eso trataba el juego, de derribar al pollino. Glinthalas sólo imaginaba dos posibilidades para conseguirlo: ser, como decía el feriante, un titán y tumbar al animal por pura fuerza y tamaño, o que la bestia colaborara de buena gana. Ambas opciones eran cuanto menos improbables.

Por otro lado, la actitud del feriante, aunque reprobable, no era algo inaudito: muchos humanos trataban a los animales domésticos como meras herramientas, como una forma de ganar dinero, sin importar que estuvieran vivos y sintieran. La gente que hacía eso, desde su punto de vista, no tenía corazón. Pero no hacían nada ilegal y los legisladores se guardarían mucho de hacer leyes que pudieran molestar a los propietarios de animales por causarles daños.

─Déjalo, Lowen, antes entraría en razón el animal que su propietario. Si tienes suficiente dinero, cómpraselo y le ahorrarás el sufrimiento al animal, de lo contrario te arriesgas a tener problemas con la ley, que está de su lado... ─dijo el elfo negando con la cabeza.

Había, desde luego, otras opciones. Una que Lowen parecía propenso a tomar era la de reventarle la nariz al feriante. Estando él inconsciente o indispuesto no podría hacerse cargo del espectáculo, con lo que el animal dejaría de sufrir, pero lo más probable es que la guardia de Belleria diera rápidamente con él. Desde el punto de vista de Glinthalas aquello no merecía la pena. Otra opción por la que el elfo abogaría si le pidieran su opinión era la de liberar al animal. Sería irónico ver cómo el feriante trataba de atrapar a su propio pollino, empapado en aceite, para tratar de recuperarlo. Eso sí que merecería una moneda de plata para verlo...

Al llegar al lugar pudo comprobar que el animal no estaba siendo lastimado, pero si estaba asustado, muy asustado. ¿Porqué el animal no se defendía? Comprendió una vez más que aquella era una bestia que carecía de espíritu, estaba doblegado y poco podía hacer Lluvia para que eso cambie. Negó con la cabeza de nuevo al ver aquello, era la segunda vez que veía animales sin esperanza de tener libertad auténtica.

-Será mejor que hagas lo que dice el joven Glinthalas... Sólo míralo- Le señaló al animal -No intenta defenderse, no tiene espíritu... Ya no es Doozhaahii - La mirada de lluvia encontró la del guerrero a la vez que su mano acarició la férrea mandibula de Lowen. El tacto de su mano era cálido y reconfortante y la mirada en sus oscuros ojos rasgados revelaban melancolía. Después de aquellas palabras, la Que-Shu se giró y volvió sus pasos hasta donde había quedado Duna pastando, dispuesta a presenciar aquel evento de fuerza por el que habían venido en un principio.

El clérigo de Gilean se dispone a dar la mejor de sí mismo en la competición de fuerza, a pesar de que el olor de sus apretados compañeros no tiene nada que envidiar al del hediondo barrizal.

En cuanto el organizador del evento da la señal de comenzar, Kylian parece más preocupado por no vomitar que por tirar de la áspera cuerda que tiene entre las manos. Afortunadamente, sus compañeros consiguen contener el tirón inicial del equipo contrario e incluso arrastrarlos unos centímetros hacia el lodazal.

—¡Me cago en mi madre, tira, desgraciado! —le increpa el compañero que tiene detrás, clavando los pies en el suelo para evitar ser atraído hacia la poza.

Kylian, muy bien mandado, hace lo que puede por contener las arcadas y tira de la soga con todas sus fuerzas, sumando su trabajo al de sus compañeros para arrastrar al equipo rival hasta el límite del maloliente fango. Cuanto más lejos se encuentra el clérigo del hedor, más motivado se siente y más sencillo le resulta tirar a pesar del cansancio.

—¡Ya son nuestros! —grita el compañero de equipo que se encuentra más cerca del contrario—. ¡Tirad, mangurrianes, tirad!

Y eso hace el rubio bibliotecario, tirar como si le fuera en ello la vida y el honra con tal de alejarse de ese pozo de inmundicia.

De repente, la presión por parte del equipo contrario cesa repentinamente y Kylian cae al suelo de culo junto con el resto de su equipo. Los rivales están cubiertos de barro maloliente de pies a cabeza mientras sus compañeros ríen alborozados y le palmean la espalda con vigor. Sus manos, enrojecidas y abrasadas a causa de la áspera soga tardarán en empuñar una pluma con la debida delicadeza y precisión, pero el sacrificio parece haber merecido la pena cuando uno de sus camaradas le pregunta:

—¡Eh, tú, sacerdote! ¿A qué dios le rezas? Para saber a quién tengo que darle las gracias por la borrachera que me voy a coger esta noche.

El anciano y corpulento organizador del evento os entrega a cada uno de los ganadores una pieza de acero.

—Vamos a ir al Viajero Sediento a gastarnos el premio —comenta otro de sus compañeros de equipo—. ¿Te apuntas?