Partida Rol por web

─Yo mismo ─dijo Glinthalas con seguridad.

El elfo había visto a farsantes de toda calaña y el responsable de esta tienda era uno de ellos. No acostumbraban a ser enanos, no al menos con este tipo de "mercancía", pero daba igual. No le permitirían actuar en el pueblo si hubiera un peligro real, ¿verdad?

En el saco de arpillera debía haber una ilusión, o algún monstruíto inofensivo. Tal vez algún duendecillo, o una simple serpiente. Nada de lo que tener miedo o asco.

El único problema que le veía a esa suerte de prueba era el que los instintos se adueñasen de su reacción y que sacara la mano por instinto. Pero había pagado una moneda de plata para estar ahí dentro y no podía dedicar toda la mañana a este espectáculo, tenía que ir echándole un vistazo a Yonyo o se podría meter en problemas.

─Abra bien la bolsa...

—¡Un niño elfo! —exclama jocosamente el gordo enano— Si esto es lo más valiente de Belleria que me pudra en el Abismo.

Muchos se ríen, pero algunos te dan ánimos cuando te acercas, decidido, hacia el inquietante saco.

—No puedes mirar dentro y solo puedes usar una mano —explica, echándote el humo de su cigarro a la cara—. Una vez que la retires, hayas encontrado o no el premio, el concurso habrá terminado; así que te recomiendo que te tomes tu tiempo.

Tú le sonríes con suficiencia. Ni tienes tiempo que perder, ni les vas a dar a estos patanes la satisfacción de verte vacilar. En cuanto te da la señal, introduces tu brazo tan profundamente como puedes en el interior del saco.

Inmediatamente sientes cómo pequeños insectos se escurren entre tus dedos y diminutas pinzas mordisquan tu carne. Prefierese no pensarlo. Tu brazo solo se ha hundido unos quince centímetros en el saco antes de tocar el fondo. No te lo piensas, cierras tu mano y la sacas abresuradamente.

El público te abuchea y se parte de risa. Observas tu premio y descubres un puñado de ciempiés retorciéndose en tu palma. Los arrojas al suelo con cara de asco y miras al gordo enano con resentimiento. Acabas de descubrir el truco demasiado tarde: hay más de un fondo en el saco y tú te has retirado al llegar al primero en lugar de rebuscar la abertura hacia el segundo.

—Bueno, chico, lo has intentado. Espero que dures más la primera vez que te metas entre las faldas de una moza —se burla de ti el enano, para regocijo de los simplones que disfrutan de tu actuación—. ¿Algún valiente en la sala? Vamos, amigos, menos que este muchacho no vais a aguantar ninguno. Aprovechad ahora que os han dejado el listón por los suelos.

Sales de la tienda de campaña y ves a tus compañeros junto a Yonyo, buscándote.

Pides indicaciones a algunos de los asistentes al espectáculo de cetrería hasta que consigues captar la atención de un padre de familia muy ocupado que te da algunas directrices rápidas mientras atiende a sus quejosos pequeños.

Duna y tú camináis un rato más y llegáis finalmente hasta el recinto vallado del templo. Se trata de un sencillo edificio de piedra y de planta rectangular, de unos quince por dieciocho metros rodeado por un cercado de madera bajo. En sus inmediaciones crecen unos cuantos árboles de hoja perenne que dan sombra a las familias que han acudido hasta aquí a hacer un picnic o a presentar sus respetos a los dioses en el santuario, cuyas puertas permanecen abiertas de par en par para los visitantes.

En el exterior han montado tres carpas donde la gente participa en los juegos de azar que allí se ofrecen. Las tres parecen bastante concurridas y, desde donde estás, no ves a qué se juega en su interior. A quien sí ves es al corpulento Lowen saliendo del templo acompañado de Kylian y Briand y dirigiéndose a las coloridas tiendas de campaña.

Ellos todavía no te han visto.

Kylian observó con extrañeza las carpas y los juegos de azar. Quién en su sano juicio querría tirar el dinero duramente ganado en semejantes actividades. Confiando en que el destino les observara y decidiera otorgarles la victoria. Cuando en el fondo la mayoría solo engrosarían las arcas de aquellos espabilados que montaron los juegos.

Escuchó las preguntas de Briand y adquirió su rictus habitual de profesor.

- Es conocido que los Que-Shu son un pueblo nómada originario de Abanasinia. Al comienzo de la guerra de la lanza estaban asentados al este de Solace, al pie de las montañas abandonadas, aunque la mayoría murieron a manos del señor del dragón Verminaard de Nidus, comandante de los dragones rojos, cuando asoló su asentamiento.

El discurso resultaba algo monótono y rico en detalles. Mientras acompañaba sus palabras con gestos ostentosos de sus manos y buscaba imágenes de dragones y ciudades entre sus apuntes para dar fuerza al relato. Lo que le daba un aire de feriante de segunda.

-Suelen vivir en tiendas o tipis y sus comunidades se organizan alrededor de un jefe tribal o chieftain. Como sabéis Riverwind y Goldmoon provenían de ese pueblo. Tras la guerra del Caos, Goldmoon buscó en su interior el poder para sanar en lugar de buscar a los dioses perdidos y fundó la ciudadela del corazón. Donde místicos de todo Ansalón aprendieron a sacar fuerza mágica de sus propios espíritus traicionando a los Dioses que los habían guiado hasta entonces. Una costumbre arraigada en la historia al parecer.

Dijo a modo de lección magistral. Mientras observaba a su guía salir de una de las carpas.

- Maese Glinthalas, espero que haya tenido suerte. Cuando quieran podemos proseguir hasta las pruebas de fuerza, cerca del molino. Tengo ganas de probarme a mi mismo y ver a nuestro amigo ejercitar esos músculos.

Dramas entre humanos y deidades... No parecía algo extraño a lo largo de la historia de Ansalon, dentro del vago conocimiento que poseía al respecto. No obstante, confirmar que se tratase de una tribu nómada restaba mucho valor a largo plazo de lo que sea aquella tribu les pudiese ofrecer. Lamentablemente, sin apropiadas fundaciones poco se podía crecer.

- Le agradezco mucho por ilustrarme al respecto, señor Kylian. - Con una suave y leve inclinación. La noble estaba notoriamente presta a escuchar todo lo que éste tenía para decirle, y tomar nota mental de ciertos rasgos consideraba podían servirle en un futuro.

Las apuestas y el azar, por otro lado, continuaban generándole rechazo. Su guía finalmente parecía haber concluído con ellas. No era una forma de invertir su paga que ella aprobaría, mas eso no le restaba utilidad a su labor por el cuál lo habían contratado.

- Y... Si me permitiese consultarle ¿Por alguna recomendación para tomar una apropiada merienda? - Consultó con el mismo, eran costumbres a estas horas de la tarde y si bien no podía esperar del mismo nivel culinario del castillo, su estómago de sangre azul necesitaba se hiciese cumplir esta tradición.

─Bueno, ya se verá. De momento he comprado un boleto y he sido superado en astucia por un enano más listo de lo que le conviene... En fin, sí, claro, podemos ir a las pruebas de fuerza, pero primero habrá que atender la petición de la señorita, ¿no? ─contestó amablemente al clérigo.

Al salir de la tienda a Glinthalas se le veía bastante molesto, la experiencia estaba claro que no le había gustado una pizca. No era de extrañar, pues no sólo había perdido una moneda de plata, desperdiciado más bien, sino que además se habían reído de él y no había conseguido ser más listo que el tramposo enano. Había que reconocer que aquel feriante tenía montado un buen espectáculo y sabía llevarlo bien. Si hubiera sido un simple aldeano sin duda todavía estaría gastando monedas para intentarlo una y otra vez más. El elfo se frotó distraídamente la mano derecha, en la que había varias pequeños puntos rojos, como si unas pulgas muy enfadadas le hubieran estado picando.

Si consigo un guante le reviento el espectáculo... ─pensó para sí y ganas no le faltaban.

─Merienda no sé, pero en esta villa hay posada, taberna y cervecería. Si no quieren volver a la posada, yo iría a la taberna, es un lugar, cómo lo llaman, eh, sí, "típico" ─dijo acabando la frase con una sonrisa un tanto más amplia de lo apropiado. A saber por qué...─ ¡Síganme, por favor!

Lluvia respetaba las costumbres de aquellos que adoraban a lo que para ella eran falsos Dioses. Quizás estaba equivocada, pero los espíritus eran reales, estaban allí en donde quieras ver, provocando todos los milagros de la naturaleza. En cambio aquellos Dioses eran codiciosos y egocéntricos, la gente levantaba enormes templos sólo para adorarlos reuniendo sus riquezas. Algo incomprensible. Sin embargo su curiosidad le obligaba a querer saber más acerca de aquellas extrañas costumbres y aquellas figuras divinas tan diferentes.

-Mira Duna, ¡Ahí están!- Empieza a apresurar sus pasos al diferenciar al fornido Lowenhertz entre la multitud dirigiéndose hacia las carpas multicolores. -¡Lowen!- Levantó la voz para llamar su atención y fue en ese momento que reconoció también a Briand y Kyilian. ¿Dónde estaría el joven Elfo que los guiaba? Levantó la mano para que la vieran mientras continuaba acercándose.

A la salida del templo Kylian consiguió, una vez más, resolver nuestras dudas acerca de la tribu de los Que-Shu. Sin duda su vasto conocimiento era un regalo para las mentes más curiosas. Mientras escuchábamos sus historias, nuestro guía se acercó a nosotros con una mueca que indicaba que las cosas no le habían salido precisamente bien en alguna de las carpas de juego.

—¿Qué tal ha ido ahí dentro? —le pregunto al elfo—. En el templo tampoco te perdiste mucho pero me llamaba el aspecto tan lujoso que tenía. Aunque siendo del pueblo ya lo sabrás. ¿Por cierto Kylian, de quién eran las dos estatuas al lado del altar?

Pero mis ansias de conocimiento se disiparon rápidamente en cuanto Briand preguntó por un sitio donde comer algo.

—¿Merienda? —pregunto ante la idea propuesta por la noble-. Excelente idea. Así tendremos más energías para darlo todo luego en la competición —comento con alegría—. ¡Te seguimos Glinthalas!

Justo en aquel momento oí a Lluvia Estelar que gritaba mi nombre desde la distancia.

— ¡Lluvia! —respondo al verla—. Llegas en el momento justo —digo en cuanto se une a nosotros—  Acaban de proponer Glinthanas y Briand de ir a comer algo. Y luego iremos hasta el molino. ¿Te vienes?

Al fin el grupo estaba reunido de nuevo. Había sido una experiencia muy enriquecedora la visita a la feria. Aunque la pregunta del fornido guerrero le recordó que aún le faltaba por ahondar mucho si quería comprender a fondo el culto a Shinare, la variante local y el significado del resto de iconografía religiosa que utilizaba.

- La verdad es que podríamos preguntarle mañana a Aedyan el significado de dichas estatuas. Seguro que el podrá ofrecer una visión más completa e iluminada que la mía.

Cuando se acercó la bárbara saludó con una sonrisa.

- Lluvia estelar, que bueno veros ¿Hubo suerte vendiendo vuestras baratijas? Habíamos pensado en ir a comer algo y Gilthanas nos habló muy bien de cierta taberna. La verdad es que también estoy hambriento. Luego habrá tiempo para visitar el resto del pueblo.

Dijo al tiempo que observaba al resto del grupo en busca de confirmación.

- ¿Hubo algo que llamara vuestra atención en el mercado Lluvia estelar? No creo que pueda permitirme los productos exóticos, pero es interesante saber que mercancías llegan a la ciudad. 

Mientras vuestro guía os conduce hasta un lugar donde saciar vuestro apetito, vais conversando por el camino.

Aunque en la plaza del mercado han instalado un puesto de comida de lo más exótica y apetecible, el mejor lugar para comer en Belleria siempre ha sido la Taberna de la Moza de Ensueño y Glin lo sabe bien.

Su propietaria es una vieja gruñona que si alguna vez fue moza fue hace muchísimos años y que si entonces fue una mujer de ensueño, ahora es más una de pesadilla. Pero su hijo, que presenta síntomas evidentes de experimentar algún tipo de diversidad funcional, tiene auténtico talento en la cocina.

El lugar está bastante concurrido, principalmente por tres razones. La primera es que la comida es de calidad y tiene precios asequibles. La segunda es que es la hora de comer y quien conoce Belleria sabe que éste es el sitio para hacerlo. Y la tercera es que una vidente se ha instalado en el comedor para leer la buena fortuna a cualquiera que le ofrezca a cambio una moneda de plata, atrayendo a la clientela que siente curiosidad por su futuro.

Un pequeño establo anejo al local y propiedad de la misma dueña de la taberna os permite alojar allí a vuestras bestias de carga mientras coméis, sin pagar ningún sobrecoste ni tener que preocuparos por su seguridad o la de las pertenencias que cargan.

A pesar de que no hay mucho sitio en la tasca, su propietaria os acomoda lo mejor que puede en una pequeña mesa circular de la que echa sin contemplaciones a los parroquianos sentados en ella, que ya habían terminado de comer y se habían quedado charlando animadamente en su sobremesa.

Cuando Briand le pide la carta, la vieja replica malhumorada:

—Vaya con la señoritinga. La carta, dice. Hoy hay cordero, ensalada de tomates y pan de nueces. Y de postre, rosquillas de vino dulce. Y al que no le guste, ahí tiene la puerta, que yo no estoy para que me hagan perder el tiempo. De beber, ¿ya saben los príncipes de Khuri-Khan lo que van a pedir?

El buen aroma y la multitud de gente parecían ser indicativo de que las recomendaciones de Glinthalas no eran en vano, aunque aún restaba comprobarlo con su paladar, tocaba lidiar con un servicio de atención cuestionable. Eran en pequeños momentos y detalle como este, que echaba un poco de menos a su criado para tratar con estas cosas.

Sin más, se encargó ella misma de tomar un pequeño pañuelo personal de sus ropas, para darle una suave y rápida pasada de limpieza a su asiento y lado de la mesa. No podía permitir que se ensuciasen ni un poco su vestimenta, que probablemente valían más que todo el local y su gente.

- Tampoco lo estamos nosotros. Por lo que estaríamos agradecidos de recibir el especial mencionado cuanto antes, si no resultase molestia. Un trago de aguamiel para mi persona, y... - Respondió con sus ojos cerrados y una tajante serenidad en respuesta a la mosa, mientras se acomodaba sus mangas, sólo para contrariar y resaltar elegantemente lo injustificado de su desatención. Finalizando la oración, abrió una de sus pestañas en vista hacia sus acompañantes, dándoles lugar a que terminen su parte del pedido. 

—Para mí también aguamiel —continúo la frase de Briand con la comanda—. Y no se preocupe señora, cualquier cosa que traiga estará bien. Muchas gracias.

Además, ¿quién se podría quejar por esos platos?. Sonaban más que apetitosos y juzgando por lo bien que olía la taberna y cómo estaba a rebosar de gente se intuía que la comida era de calidad. Glinthanas había hablado alabanzas sobre el cocinero así que seguro que no defraudaría cualquier plato que la anciana les trajera.

—Y si me disculpáis un momento —digo en cuanto todos han terminado de pedir y la dueña de la taberna se ha alejado de nuestra mesa—. Voy a hacerle una visita a la vidente, tengo cierta curiosidad por saber qué me puede contar.

De camino a la mesa se había fijado también en la vidente, que ocupaba una de las mesas del comedor y numerosos clientes hacían cola para conocer su porvenir. Quizás pueda indicarme donde puedo encontrar a uno de los caballeros... pienso esperanzado mientras espero a que la vidente me atienda.

A pesar de que ya había comido en la plaza, había compartido la mayoría de su comida y la verdad era que aún tenía algo de hambre. -Sólo ensalada y agua para mí porfavor- Agradeció a la grosera camarera sin prestarle mucha atención a sus modos. Allí ella era la extranjera y debía hacer lo posible por adaptarse. 

-¿Vidente?- indagó con curiosidad. ¿Acaso sería como los chamanes de su pueblo que tienen premoniciones? Nuevamente el vívido sueño que tuvo hace casi un año llegó fugazmente a su mente. Aquella oscuridad le perturbaba. 

-Te sigo Lowen... Me interesa ver qué hacen sus chamanes-

Kylian respondió a la camarera.

- Para mi Aguamiel también.

Cuando escuchó las palabras de Lowen sonrió.

- Le acompaño. Será interesante ver esa predicción y los métodos, mágicos divinos o mundanos que utilice para ello.

Tras pedir siguió al fornido guerrero con gesto escéptico esperando ver a una charlatana muy perspicaz.

- Si me disculpan, esto será digno de ver.

La vieja tabernera se aleja rezongando y aprovecháis la oportunidad para acercaros a la mesa donde la vidente echa las cartas a aquellos que desean consultarle su porvenir.

La mayoría de los presentes solo quieren curiosear, como Lluvia Estelar y Kylian, pero Lowen tiene genuino interés y ocupa el asiento frente a la pitonisa tan pronto como se queda libre.

—Yo soy la infalible Madame Rossy —se presenta la mujer, extendiendo su mano para cobrar, sin molestarse siquiera en mirar al corpulento pagador—. Una pieza de plata por conocer la respuesta a tus inquietudes.

Tan pronto como Lowenherz deposita sobre su codiciosa zarpa la moneda, ésta la examina con atención para asegurarse de que no es falsa y se la guarda en algún bolsillo oculto de su falda.

—Esta carta de aquí, es el Buscador —indica la mujer, señalando la única carta vuelva bocarriba sobre la mesa—. Él encontrará para la respuesta a la pregunta que te atormenta. No me digas en lo que estás pensando —le instruye a continuación, cerrando los ojos de manera teatral—. Solamente concéntrate en la pregunta y, sin mirarlas, escoge tres cartas de este mazo y colócalas a continuación de esta otra sin darles la vuelta.

La mujer señala una baraja de cartas y Lowen hace lo que le indican, colocando un naipe tras otro bocabajo sobre la mesa, junto a la carta del Buscador.

—Concéntrate en tu pregunta —insiste la mujer, dándole la vuelta a la primera carta—. Ah, la Vela. Buena señal, representa la guía y el pie firme.

—Vamos con la segunda carta... ¡El grifo de Shinare! Es pronóstico de riquezas, de libertad y de paz. Buen augurio, sin duda.

—A ver qué nos revela la tercera carta... Vaya, el Dragón Blanco representa la indiferencia y la frialdad, cuidado con él...

—En cualquier caso, has sacado dos cartas del lado de la Luz y eso augura perspectivas relativamente positivas. Es probable que consigas aquello que anhelas pero no te será sencillo. Buena suerte, mi joven amigo.

—Muchas gracias por vuestra guía, Madame Rossy —le agradezco a la vidente en cuanto termina—. Sin duda sus palabras me servirán en el futuro.

Dicho esto, me levanto y dejo libre el asiento para que la siguiente persona interesada en conocer su destino pueda consultar con la vidente. Me acerco a Lluvia Estelar y Kylian, que habían observado la sesión desde la distancia.

—Ha sido... extraño, ¿no creéis? —comento en cuanto me acerco a ellos—. Aunque misteriosas, creo que pueden ser de ayuda sus palabras... Al menos parece que voy por el buen camino —añado con confianza al recordar que al menos dos de las cartas auguraban buena fortuna.

Al llegar y ver a la que llamaban vidente con mas detalle, no pudo evitar compararla ligeramente con las Chamanes de su tribu. ¿Será igual de sabia? Cerró los ojos un momento mientras pasaba los dedos por sus parpados. -yoo’į sahanahráy- Susurró a la vez que abría sus ojos. Por unos segundos un velo violeta casi imperceptible cubrió su vista mientras observaba los rituales de la anciana.