Partida Rol por web

- ¡Señor conde! - Gritó la conocida voz del señor de ese lugar. - ¡Señor conde! ¿Está bien? - Insistió justo antes de aparecer en aquella estancia mortuoria armado en la diestra con una espada y em la zurda con una antorcha en alto.

Cainneah no iba solo, junto a él se encontraba aquella elfa, la jefa de su guardia personal, así como los tres guardias que habían permanecido con ellos todo el tiempo durante la cena. El conde parecía preocupado de manera genuina y buscaba con la mirada a sus invitados. Sólo en el momento en que pudo contarlos a todos y comprobar que no había muerto nadie, pareció relajarse un poco.

- ¿Están todos bien? - Preguntó de nuevo. - ¿Qué...? - Miró los fluidos hediondos desparramados por toda la sala. - ¿Qué diablos ha sucedido aquí? - Les preguntó extrañado. 

Recuperada a duras penas, gracias a la magia del sarraceno, me puse en pie, temblorosa al principio, pero algo más segura cuando descubrí que podía tenerme en pie. Miré entonces al sarraceno y después al charco nauseabundo que antes había sido aquella criatura.

-Gracias... y buen golpe, por cierto -le dije a If Hassim -. Yo hice lo que pude pero estaba claro que sin el que le asestaste tú, estaríamos todos muertos.

Acto seguido, llegó aquel imbécil que se decía dueño y señor del castillo, así que lo miré, y agité las manos hacia él, sin dudarlo un instante.

-Maldita criatura inmunda. Tú eres mil veces peor que lo que tenías aquí abajo -le dije, mientras le lanzaba el hechizo.

Al tocarme If Hassim, los chorizos y las morcillas volvieron a introducirse en mi cuerpo. La carne se cerró y saturó por la magia del sarraceno. Lo malo de todo esto es que ahora me tendría que duchar para quitarme el hedor a infiel que tendría donde me había impuesto las manos. Con grandes dolores, me levanté y miré alrededor, sacando el estoque y la daga, pero el ser infecto ya estaba muerto.

-"Buen trabajo, bigotes, mi señor estará contento con tu labor y seguro que te regala un par de gallinas."

La cabeza aún me daba vueltas y las ideas iban y venían sin ton ni son. Vi cómo If Hassim también curaba a la semiorco, aunque no entendía para qué, si iba a seguir siendo igual de horrenda que siempre. Me acerqué a Godofredo para ayudarle en lo que fuera menester y en ese momento apareció el dueño del castillo con toda su tropa, como si no pasara nada. Urma, ya restablecida, extendió un brazo para intentar lanzarles algún tipo de magia. ¿Quién sabe qué terrible sortilegio lanzaría? Quizá invocaría a un monstruo terrible, mitad pollo mitad hormiga, para que le devorara...

Los peores pronósticos de DelCojón no se vieron cumplidos, aunque si se acercaron bastante. Unas pequeñas arañas aparecieron de las grietas de la pared y empezaron a tejer una telaraña a una velocidad inusitada. Pronto, toda la zona ocupada por Cainneag y su séquito, se vio cubierta por una telaraña terriblemente pegajosa que les dejó atrapados entre aquellas hebras que ahora lo copaban todo. Los soldados trataban de zafarse de aquel conjuro que les había dejado inmovilizados por completo y sin embargo, les estaba resultando imposible lograrlo.

Cainneah en cambio, se mostraba tranquilo, aunque su habitual expresión de fastidio y asco, no se había borrado de su rostro. Miraba principalmente al conde Godofredo con decepción por lo que acababa de suceder al no poder controlar a la impulsiva piel verde que viajaba a su lado. Negó con la cabeza mientras le miraba fijamente con los brazo cruzados y entonces paso algo...

Los que estaban contemplando aquella escena, empezaron a ver algo más borroso a Cainneah, como difuminado o más bien... ¡traslúcido! Si, Cainneah Shamush, ese viejo decrépito y con apariencia de enfermizo, se había convertido en un ser traslucido, etéreo. Mientas los guardias trataban en vano de liberarse de la telaraña, su señor, simplemente avanzó hacia adelante, atravesando las pegajosas hebras como si no estuvieran allí y finalmente se planto frente al conde levitando a unos cuantos centímetro del suelo.

- Creo, mi buen conde, que he tenido bastante paciencia. - Le dijo a Godofredo. - Creo que he sido un buen anfitrión, pese a que las viandas que les hemos ofrecido, evidentemente no han sido de su agrado. - Le recriminó al conde. - Creo que los continuos insultos que he recibido por parte de la orco, no han sido moco de pavo... - Comentó sonriente. - Perdón... no he podido resistirlo. - Miró entonces a If Hassim. - El sarraceno sabe que no albergo ningún mal en mi interior y aún así... - Negó con la cabeza. - Sólo hemos recibido desconfianza por su parte...

Resopló. Se le veía evidentemente molesto con aquella situación y también un poco incómodo. Miraba de reojo a Urma. No parecía caerle demasiado bien aquella mujer y... con toda la razón del mundo. Le había acusado, amenazado, insultado y también había tratado de atraparle en una teleraña mágica. Suficiente para estar molesto.

- No tomaré represalias si abandonan mis dominios cuanto antes. - Le propuso el señor de Aedai. - Y para su información, esa maldita cocinera traidora, ya está en los calabozos de mi fortaleza. Recibirá un serio correctivo. De eso no les quepa duda...

If Hassim se había limpiado las manos que aún sentía hormigueantes después de haber canalizado el poder divino de sanar las heridas mediante su imposición de manos. Mantener vivo al buen Godofredo y por extensión a su vil sirviente -¿bigotes? resopló If-, e incluso devolver la fealdad natural a Urma, le llenaba de satisfacción.

— Aún no ha llegado el fin del conde Godofredo de Miramonte... Aunque tientas al destino, amigo, pues no es la primera vez que eres salvado de las garras de la muerte... — ah, y por la magia de SU Dios, que se evidenciaba mucho más poderoso que ese tal Cuthberto, lo que le resultaba tan dulce como los dátiles el almíbar.

Lord Shamush entonces apareció, y antes de que If pudiera reaccionar, la salvaje orca ya había lanzado un conjuro sobre él. If levantó una mano por reflejo, como si tratara de detener de algún modo el sortilegio. Tarde, aunque Cainneah se reveló como más poderoso de lo que había parecido en un principio, no siendo el viejo chalado que aparentaba. Miró con desaprobación -una vez más- a Urma y luego dedicó una sentida reverencia al anfitrión.

— Lord Shamush... Lamentamos todo lo ocurrido. Hay individuos que sin duda no debieran salir de su tribu, pero estoy seguro de que el señor conde tomará cartas en el asunto. — miró de reojo a ambos — Doy fe de que no albergáis mal, pero los sucesos durante la cena y este terrible pavo del que no parecíais saber nada nos hacía sospechar que erais víctima de algún tipo de energía malevolente. — levantó las manos, de nuevo pacificador — Por favor, sentémonos de nuevo para resolver este entuerto, que la presencia de un gigantesco pavo no-muerto en sus catacumbas que por añadidura casi acaba con nuestra vida, es algo cuanto menos preocupante.

Mientras que el infiel trataba de ganar tiempo, yo me escondía bien todas las cosas que había ido recolectando en los bolsillos de la chaqueta, porque de cintura para abajo no tenía ropa, solo la pirindola colgado. Me escabullí detrás de Godofredo para que así regañara a la salvaje orca que le estaba dejando en mal lugar delante de todos.

-"Mucho me temo, mi señor, que aquesta mujer, o lo que sea, no es buen compañero para vos. El honor de los Miramonte se ha puesto en duda por sus acciones y debe de ser castigada. Quizá una buena azotaina en sus rodillas no le venga mal para bajar sus humos e impertinencias. Ir con el culo escocido es cosa de acordarse en un futuro..." Dije ladinamente al oído de Godofredo.

Me estáis diciendo de verdad, que después de ver a este... lo que sea, atravesar un conjuro como si tal cosa, saber que duerme en un féretro y tener en sus sótanos a una bestia inmunda, el problema soy yo? No os preocupéis, que puedo cuidarme sola y desde luego, tendré muchos menos problemas lejos de este lugar -dije, girándome para marcharme. No iba a rendirle pleitesía a aquel ser despreciable, mucho menos porque a alguien no le gustara lo que hacía.

Miré de reojo a todos y deseé no haber siquiera haber entrado en aquel castillo, teniendo en cuenta lo que había estado a punto de ocurrirnos.

-Conozco la salida, gracias, y si yo fuese vosotros, no me quedaría ni un minuto más aquí dentro.

Y entonces Urma desapareció de la vista de todos. Había realizado unos pases mágicos con las manos y había recitado un conjuro en un idioma que ninguno de los presentes conocía y en un abrir y cerrar de ojos, ya no estaba allí.

If Hassim y DelCojón se habían cansado de los desplantes de la orca y sus "malos modos", lo habían expresado en alto y aunque Dwama no lo había verbalizado, no hacía falta ser demasiado avispado para saber que a punto estaba de incrustar su hacha en aquella mujer de piel verde. Se le notaba en la vena que se marcaba con rabia en su cuello. 

Quien parecía estar alelado de nuevo, era el conde Godofredo. Llevaba largo rato en silencio, inactivo y la baba parecía empezar a caerle de la comisura de los labios mientras miraba atontado contra una pared. ¿Qué puñetas le sucedía al buen Godofredo? A decir verdad, posiblemente ni él lo supiera.

- Dejad que esa perra verde se marche... - Dijo de forma solemne y terriblemente maleducada, pero es que ya había llegado hasta su límite. - Entiendo el nerviosismo. - Comentó. - Si... - Sonrió. - Soy un vampiro. Un no-muerto, un retornado de la tumba. Por eso duermo en un ataúd. Puedo volverme etéreo y dominar la voluntad de la gente para hacerla bailar. - Confesó sonriente. - No obstante, soy un vampiro vegano. No bebo sangre y no mato personas. Tampoco animales La cena... todo vegetal. - Dijo muy seriamente. - Por eso tengo a esa maldita anciana en la concina. Es perversa, es maligna, pero sabe conseguir las texturas, los colores y los sabores como ninguna otra cocinera en todo el multiverso... - Se encogió de hombros. - Los experimentos que ha estado llevando a cabo en las catacumbas no estaban autorizados por mi y recibirá su castigo... - Asintió. - Se lo aseguro...

Godofredo se cruzó de brazos, torciendo el gesto. Los acontecimientos que siguieron a la muerte del Pavoroso enemigo no hacían más que complicarse imaginativamente.

A decir verdad él tampoco había localizado maldad en el no-muerto y, pese a que por norma general Dios nuestro señor rechaza la nigromancia de lleno, suele hacerlo por sus tintes malignos.

-Marcharemos sin dilación, más no me siento cómodo en este ambiente-proclamó con absoluta sinceridad.-Apesta y hace frío que parece que estemos en quaresma...

Dió una palmada en el hombro de If Hassim-Habéis luchado con bravura y habéis aplicado el justo castigo. Me enorgullezco de consideraros amigo y si en algún momento entráis en razón, yo mesmo os bautizaré, mi buen camarada.

Su atención se giró hacia su escudero, el cual pese a sus constantes pillanterías y tunantadas había cumplido con su cometido de forma aceptable.

-Buen trabajo, mi fiel. No te has achantado frente al abominable enemigo y te has mantenido junto a tu señor en las horas bajas. Al llegar a Miramonte te espera una botella del buen vinazo de mi bodega y medio día libre para que vayas al burdel a saciar tus instintos con las fulanas de la villa.

Ante la propuesta castigadora del bribón, Godofredo achinó los ojos, meditando al respecto. Aplicar el justo castigo era su objetivo vital y había razón en las palabras del bellaco. Pero por otro lado, Urma había demostrado ser una hechicera capaz, además de una luchadora brava y, a parte, una hembra con buenas caderas quizá para proveer a la casa de Miramonte de algún buen bastardo mestizo con la fuerza de los orcos y la nobleza de los Miramonte. Quién sabe...

-¡Chitón con eso, bribón! más no eres tú quien imparte castigo en mis tierras o sobre mis gentes. ¡Conténtate con tu recompensa o serás tú el que reciba algún azote!

Ante la expectativa de tener medio libre libre y poder beber y fornicar sin represalias de nadie, y gratis, se me iluminó la cara. Pero ante la perspectiva de ser castigado por haberle dicho lo de la semiorca, agaché la cabeza, como un perrillo fiel. A mi no me importaba si este tipo era un vampiro que comía coles y pepinos, solo me importaba dónde íbamos a pasar la noche, ya que afuera caía una terrible tormenta. Según lo último que había dicho mi señor, al final también nosotros íbamos a irnos inmediatamente. Solo esperaba poder dormir en algún sitio seco y caliente, aunque estuviera lleno de pulgas.

-"Sí, mi señor Godofredo. Gracias por su benevolencia."

If miró a Godofredo. Ni la existencia de un vampiro vegano o un gigantesco pavo zombi en unas catacumbas le hacían temblar el pulso. En cambio, la amenaza de bautizo del conde vaticinaba tantos sermones que se le ponía la piel de gallina de pensarlo. Le asintió con una sonrisa un poco forzada.

— Vos también, conde, amigo, vos también. — respondió. Luego miró al vampiro alternativo. Por supuesto, le resultaba aceptable que no matara a nadie, pero aún así resultaba una situación bastante incómoda. Qué mundo más extraño...

— Es admirable que aún estando maldito, sin ánimo de ofender, Lord Shamush, hayáis elegido el camino de respetar la vida.  — hizo una leve inclinación de cabeza al señor del castillo, y luego miró a Godofredo de nuevo, interrogante — ¿Nos marchamos, pues, conde? Tenía en mente que deseábais investigar algo relacionado con vuestra prometida y el abad Bertrand... — le recordó — Quizás antes de marcharnos, ahora que hemos resuelto el desaguisado con la malvada sirvienta y su horrible experimento, el generoso Lord Shamush pueda ayudaros. — aunque la salvaje de Urma podía tener una parte de razón, al menos respecto a los problemas, If realmente creía en la honestidad del anfitrión, por extraño que fuera.

-Hum... No te falta razón buen If-a decir verdad Godofredo era una persona bastante difusa a la hora de llevar a cabo cometidos.

Adoptando una pose pensativa mientras se rascaba el mentón, se apoyó a la pared más cercana, mientras hacía venir a su sirviente.

-Mi fiel, corre a buscar a Urma, que aguarde un instante mientras solucionamos aqueste entuerto...-indicó a Delcojón, haciendo varios movimientos mostrando el dorso de su mano para indicar que se afanase a ello.

-Y bien, ¿Que podéis decirme de aqueste asunto, Sir Vampiro?