Partida Rol por web

—Puto loco... No comí pollo y aquí me intoxiqué. ¡Dónde si no joder! —exclamó finalmente apuntándole con el arma—. No tengo asuntos contigo, pero sí con ella y si no nos dejáis...

Entonces soltó a su presa para con la mano que acababa de liberar estabilizar su escopeta recortada antes de disparar una lluvia de perdigones que impactaron contra el inocente cuerpo de Russie destrozándolo por varias partes provocando que las vísceras se mostrasen antes de desparramarse por el suelo. 

Atrás se escuchó a Berenice ahogar un grito, no fue la única. Estaban todos aterrados ante aquella violencia contra la dueña de aquel garito. Hacía un minuto les servía a todos alegremente y la peor perspectiva que tenían era quedarse sin agua. Ahora... Si lo que habían dicho era cierto, puede que no llegasen a la semana vivos.

La alarma empezó a desatarse: primero todos se alejaron de la parte trasera donde se encontraba el trío de agresores. Primero iban todo lo ordenado que se puede ir cuando se está asustado, entonces advirtieron que estaban teniendo contacto los unos a los otros y entonces se desató la verdadera alarma y lucharon por alejarse también los unos a los otros. 

Paco "el tragaldabas" se quitó su ropa para comprobar su estado y suspiró aliviado. Sin embargo alguien detrás de él ahogó un grito señalando una mancha. De pronto todos estaba haciendo lo mismo y no había ni rastro de Nixi.

—Ángel... Verás que no hemos dicho una burrada. Comprobadlo por vuestros ojos y vendremos más tarde a veros para que nos tratéis —antes de darle tiempo a responder volvieron a hablar una última vez:

—Hemos conseguido antibióticos. Están caducados pero supongo que podrás hacer algo con ellos. Sabemos que te serán útiles así que, nos atenderás.

- ¡Mierda! - Exclamó Víctor. 

Acababan de matar a Russie delante de sus ojos. Aquella gente estaba... ¡Estaba jodidamente loca! Sabía que la vida no valía demasiado en aquel mundo en el que les había tocado vivir, pero lo cierto era que hasta a Víctor le había resultado impactante tanta violencia gratuita. 

Russie estaba allí, muriendo sin remedio alguno, pues el disparo había sido a bocajarro y las lesiones eran irreparables, ni con el mejor cirujano, con le mejor material quirúrgico y en un quirófano limpio podría sobrevivir. Russie estaba sentenciada. Víctor no era médico, pero era evidente que Russie no pasaba de esa hora.

Lo que tenían que hacer ahora era actuar con calma. No sabía hasta que punto aquella gente podía arremeter ahora contra ellos. Estaban totalmente desquiciados por aquellas ronchas y eran capaces de cualquier cosa. Por ello Víctor se movió con cautela y haciendo movimientos lentos y meditados. Aunque tenía su escopeta cargada, levantarla hacia ellos sólo provocaría un efecto en cadena que no era bueno para nadie.

- Se lo merecía... - Dijo entonces mirando con pena a los ojos de Russie. No le gustaba que esas fueran las últimas palabras que iba a escuchar Russie en su vida, pero podía ser que de esa forma Víctor sobreviviera un día más. Russie lo entendería. Sabía como funcionaba aquello. - Vámonos... - Le dijo a Doc. - Vamos a mirar si nosotros también tenemos ronchas. - Entonces tiró de balas para escapar de la trastienda. Ya nada podían hacer por la dueña del local y si mucho por ellos mismos.

Se quedó en shock. Flipado y flipando durante unos poco segundos. No es que la violencia fuese ajena a sus experiencias, pero la manera tan brutal de actuar de aquel trío de locos le asombró. Vale que estaban jodidos si estaban contagiados de alguna porquería de enfermedad infecciosa, cierto. Aunque no creía justificada su acción.

Si era contagioso lo tenían crudo. Todos.

-Puede que lo que sea eso afecte al cerebro –dijo para sí, o medio balbuceó o murmuró. No era muy consciente. Abrazó a Angie protegiéndola, y cuando recuperó su control, echó un vistazo a las constantes vitales de Russie. Estaba frita. Despatarrada y con buena parte de sus intestinos fuera. Le cerró los ojos , todavía muy abiertos por la sorpresa y el horror. Asintió luego a Víctor, empezando a moverse.

-Habla con el Tirillas, estará en la cocina. Mira si sabe algo o encuentras alguna mierda ahí dentro.

La gente se piraba, entre gritos de pánico, insultos y blasfemias. “Se va a liar una muy gorda” . Condujo y arrastró lo más delicadamente que pudo a la putilla de Angie hasta el centro del caótico local, casi desierto ahora. Bueno, allá en el rincón andaba Moisés Berlín, mamado como siempre, ajeno a cualquier historia. Sentó a la chica en una silla.

-A ver…Daños superficiales, Angie. –Se descolgó su mochila y se puso a limpiar y tratar las heridas. La concentración en su trabajo le hizo olvidar el terror anterior y el que vendría con toda seguridad. Necesitaba centrarse para calmar sus nervios.

¿Lucas? - pensó Tony - Si si, lo que usted diga, fijo. Algo no encajaba, responde de manera cordial pero se le ve en un estado de nervios que roza la paranoia... 

Le tendió la mano al blanquito en gesto de tregua antes de dirigirse a Vanesa, que al fin y al cabo era quien había provocado esta situación.

Tony bajó la voz y se aseguró de que el tal Lucas no pudiera oirlos. Vanesa, no me fio de él, algo me dice que miente en todo, ¿el qué? no sabría precisarlo, pero lo único que le he preguntado es su nombre y hasta en eso algo me dice que no nos dice la verdad. ¿Qué hacemos? ¿Le damos de hostias hasta que diga algo interesante? ¿O regresamos y que se encargue el Masca de él? Siempre nos podemos inventar algo sobre que el Filetes le diera por esturrear su cerebro por el asfalto... - dijo Tony - aunque yo creo que, ya que estamos aquí, deberíamos obtener toda la información que podamos, y después decidir.

El mal se había marchado y atrás quedó la resaca de sus actos. Pocos se quedaron a comprobar su estado delante de todos, en su lugar optaron por poner tierra por medio y comprobar en la intimidad si habían sido marcados por los eczemas como los tres que habían visto. Aquella era la marca de la enfermedad y viendo lo que los rumores contaban de "El Trapis" también era la marca que sellaba su destino.

Salvo un par de contusiones Angie estaba como una rosa. Se trataba de un susto más que de otra cosa, no se podía decir lo mismo de Russie cuyo cuerpo yacía inscrito en una gran circunferencia de sangre.

Entonces una mano tocó el hombro del Psíquico

—Víctor soy yo —dijo en cuanto vio que éste pegó un respingo—. Me pica por todo el cuerpo pero creo que son los nervios porque no he visto nada.

Y como si buscase confirmación de sus palabras, mostró sus brazos arremangados los cuales se encontraban ligeramente enrojecidos por arañazos instintivos como respuesta a las picaduras.

—Hay que salir. Alguno de los que estaba aquí eran hombres de "El Masca"... Y estoy seguro de que vendrán. Creo que si como dijeron esos tres, es contagioso. Las cosas se van a poner muy negras.

—¿Sabes lo que te digo Lucas? Que no te creo... Me sopla el higo si te llamas así, pero no creo que haya verdad en lo que has dicho —le acusó tras escuchar a "Chevrolet".

—Pienso que lo que más nos interesa es llevarte ante el "Masca", de aquí pueden pasar dos cosas, dices la verdad y te silencian por bocazas. Mientes y te silencian por traidor antes de sacarte la verdad. ¿Y quiénes lo habrán conseguido?

Señaló a su compañero y después a ella y sin mediar palabra le pegó un codazo que lo dejó KO.

—"Chevy" deja de mirarme así y vamos a llevarlo al buga. Este muerto de hambre no tiene más que decir. Creo que no nos interesa estar en contra del "Masca"... Al menos por ahora

- ¿Hombres del Masca? - Preguntó Víctor extrañado. - Esto pinta mal, pero que muy mal. 

La cosa pintaba mal, Víctor acababa de decirlo. Lo cierto era que había vivido situaciones así en otras ocasiones. Si fuera el protagonista de una película de acción, sin duda alguna acudiría a ver al Masca, trataría de descubrir que cojones era lo que estaba sucediendo y por supuesto, encontraría o al menos intentaría encontrar la solución a todo aquel entuerto. Pero en la vida real, la cosas no funcionaban así y si Víctor había llegado a viejo, no era por tener en la sangre las características de un héroe.

- Tenemos que regresar a la gasolinera. - Dijo entonces el anciano. - Balas... - Alzó la cabeza buscando a aquel tipo. - ¡Balas! - Alzó más la voz y entonces se dio cuenta de que lo tenía a la espalda. - Tenemos que irnos de aquí. Lejos, muy lejos. Tengo en la gasolinera una ranchera con gasolina para ochocientos kilómetros y un kid de huida. Latas de conserva, un botiquín, agua, mantas... - Apretó los puños mirando a su alrededor. No quería azar la voz demasiado, como tampoco le interesaba que oídos ajenos escucharan aquello. - Algo gordo está a punto de pasar. Tenemos que dejar el asentamiento. Ya he hecho ésto antes, así que confiad en mi. ¿Entendido? - Preguntó a todos, incluida Angie. - Si tenéis que recoger algo, os esperaré en la gasolinera en una hora. Ni un minuto más. - Miró entonces a Nixi. - Nos vamos... - Le ordenó.

No es que Víctor apreciara sobre manera a  Doc Balas. Era un tipo honrado y parecía buena gente. Gustaba de su compañía y no le molestaba viajar a su lado. De Angie, bueno, Doc se había encaprichado de ella y no iba a dejarla allí tirada. No obstante, siempre venía bien tener a un médico al lado en los tiempos que corrían y a una fulana para pasar el rato. Por otra parte, daba por hecho que Brenice iría con ellos. Era al fin y al cabo su protegida.

Tony dió un respingo cuando Vanesa noqueó al blanquito con un codazo... - ¡¡wow!! - exclamó. Cogió el cuerpo inerte y lo llevó a la parte de atrás del coche, atándolo y amordazándolo bien, ya que no quería más... inconvenientes. Se sentía como un pasajero, últimamente, parece ser que esa zorra peligrosa está tomando todas las decisiones, y Tony comenzaba a no encontrarse cómodo con la situación...

Montó en el vehículo y sin esperar a que la chica se ajustase el cinturón pisó a fondo el acelerador, saliendo del garage en medio de una enorme nube de polvo. Escasos dos kilómetros los separaban del asentamiento del Masca, las Palmeras, otrora un imponente castillo, ahora unas tristes ruinas que apenas si daban techo al grupo. Era sencillo llegar, el pueblo se encontraba limitado al sur por un gran embalse, por lo que dejando éste a la izquierda solo tenía que acelerar y acelerar...

El rugido del motor tranquilizó a Tony, como siempre, hasta se permitió echar un vistazo al imponente escote de la zorra que llevaba al lado, pero que se encontraba en otra parte, con ese gesto ausente que la caracterizaba... Chevrolet se preguntaba si realmente estaría cuerda... bah, que más da, si me pudiera comer esas tetas lo demás me la suda - pensó.

Llegaron sin mayor inconveniente a la entrada de la "fortaleza" donde Tony detuvo el vehículo frente a los restos de las almenas que custodiaban el acceso al recinto. Uno de los hombres del Masca se les acercó, con un gesto no del todo amigable - Queremos ver al Masca, colega - dijo Tony. Ante la pasividad de éste, y el examen que les estaba haciendo, especialmente a los encantos físicos de la chica, tanto Vanesa como Tony se volvieron hacia el tipo y ambos gritaron a la vez - ¡¡Ahora!! - El tipo no se dejó amilanar por la exclamación, aunque al menos consiguieron que se encaminara hacia el interior del asentamiento... solo faltaba ver como salía Gualterio... ¿de buenas? ¿enfadado? ¿pegando tiros? por si acaso Tony tenía bien preparado su revolver, el motor en marcha y a cubierto por las planchas de duro acero.

- Vanesa, querida, estate alerta... - susurró Tony Chevrolet a su acompañante.

Sin duda alguna Víctor tenía más razón que un santo. Había que salir por piernas. Un buga, y a correr. Doc no debía nada a este asentamiento. Uno más. Apenas llevaba allí un mes.

Tiempo ya para largarse.

-Coge a las chicas y sácalas de aquí, viejo -miraba al psíquico mientras terminaba de aplicar yodo a un corte en la pierna de Angie- Soy médico. ¿Qué mierda de Ángel sería si me escabullo con esta mierda encima? Me van a necesitar.

Se encogió de hombros- Ya se. Soy un puto gilipollas y poco podré hacer con una enfermedad contagiosa a parte de palmarla. Pero está por ver si realmente es infecciosa. Y de dónde cojones viene. Alguien tiene que organizar esto.
Esgrimió una sonrisa con tintes de tristeza, resolución y cierta picardía.

-Pírate ya. Con esa pierna y tus años necesitas el doble de tiempo.

Luego hablaría con el Tirillas, aunque seguro que se habría esfumado. Se enfundó los guantes. Inspeccionaría la cocina.

Nixi se quedó dubitativa sin saber qué hacer. Miraba a ambos sin embargo no tardó en darse cuenta de que ambos la habían dicho lo mismo. Sin embargo dejar atrás a Balas no era fácil.

—Ángel... Muchas gracias. —Dijo despidiéndose antes de dar un par de pasos en dirección a la salida a la espera de que Víctor hiciera lo propio. Había sido breve pero algo en su interior se había roto. Sin lazos, la había dicho algunas semanas atrás Víctor.

El gran portón frente al que se encontraban aguardando era de chapa, pero no se trataba de una chapa grecada uniforme en toda su extensión. Era más bien una aglomeración de varios elementos metálicos unidos unos a otros con soldaduras y con remaches, había elementos lisos, otros grecados, incluso en un extremo había un elemento de tramex del que asomaba el cañón de un rifle. En lo único que había homogeneidad eran en los tonos anaranjados que salpicaban todo el conjunto que conformaban las planchas cuya pintura ya palidecía.

En todo eso se estaban fijando ambos, desde el interior de un vehículo cuando de pronto la puerta empezó a abrirse con un chirrido. Cuando llevaba medio metro elevada asomaron varios pares de botas y a éstos le siguieron varios tipos bien pertrechados y equipados de armas de asalto. Era todo un ejército conformado por cinco hombres de aspecto y atuendo desigual. Demasiados tipos para el par de desgraciados que allí había llegado. Ninguno de ellos parecía estar fijándose en el coche, pero diablos... Eran demasiados

—Hijo de puta —susurró la pelirroja. —¿Crees que se ha enterado de lo del filetes?

- ¡Mierda, Doc! - Exclamó Víctor. - ¡No me gusta esa puta idea tuya de separarnos! - Añadió.

Víctor se mostraba preocupado. Sobre todo por Nixi. Balas la había adoptado como su ayudante y bueno... el caso es que en ese momento tenía algo entre manos. Berenice elegiría quedarse junto a Doc Balas para ayudarle con las heridas de Angie. Por eso mismo Víctor no iba a preguntarle a Nixi por lo que iba a hacer o dejar de hacer. No le gustaba la idea de que le dijera que se iba a quedar con Doc y que no iba a seguirle a él.

- Está bien... - Dijo más calmado. - ¡Pero venid enseguida y sobre todo...! - Cogió a Doc por el cuello de la camisa de forma agresiva. - Como le paso algo a la cría... - Frunció el ceño y apretó la dentadura. Le soltó y no dijo nada más. No hacía falta. Acto seguido se marchó del local.

No lo creo, socia - dijo Tony - Si así fuera, estoy seguro que habrían salido a cazarnos. Lo que no podemos en discrepar en nuestras versiones - añadió.

El portón terminó de abrirse y cuatro tipos aparecieron escoltando al Masca. Llevaban armamento pesado... bueno, hablar de armamento pesado era quedarse corto. Portaban unas ametralladoras que más parecían una abominación de la mecánica, tenían varios cañones, y la cantidad de cintas de munición... era incontable. Ese recibimiento descartaba la opción de huir, antes de dar la vuelta ya nos habrían impactado no menos de doscieos proyectiles, y si la vista no le fallaba a Tony, el calibre 12,7mm atravesaría con relativa facilidad la mayor parte del 4x4. Tenían que hablar con ellos... y encomendarse a la providencia.

Tony reconoció a uno de los lugartenientes del Masca, Alfredo, Fred el “bocas”, llamado así porque al parecer mató a dos tios a mordiscos. Tony y Fred se caían bien, lo cual podía ser bueno, y al menos sabía que éste no simpatizaba con el Filetes.

- Allá vamos - dijo Tony a Vanesa antes de bajar del vehículo.

Tony se apeó del Chevrolet, interponiendo la puerta entre él y el “comité de bienvenida” y exclamó - buenos días, caballeros. Hemos tenido un buen día de pesca - dijo, mientras señalaba la parte trasera del vehículo, donde se encontraba el cuerpo inconsciente del blanquito. 

- Hace un rato encontramos el cuerpo del Trapis, muerto, y por lo visto se pasó toda la noche hablando con este tío, que dice llamarse Lucas. No nos ha contado gran cosa, pero seguro que vosotros podéis sacarle bastante más. Lamentablemente, cuando salimos tras él vuestro compañero el Filetes cayó.

Tony observó como Vanesa se bajó también del coche se acercó a él rodeandolo. Cogieron ambos el cuerpo del blanquito y lo depositaron con muy poco miramiento a los pies del grupo del Masca. 

- Gualterio, aquí os lo dejamos... - añadió, con la esperanza de poder volver al coche y salir pitando, aunque algo le decía que no iba a ser tan fácil.

A Doc le pilló por sorpresa ese arranque de amenaza del viejo.

-No me toques los cojones, Víctor. Ya he dicho que os larguéis los tres. Es decisión de ella. Aquí no va a encontrar nada bueno -respondió, mosqueado.

Guardó sus utensilios y se fue para la cocina. Vacía y guarra. Husmeó entre los sucios fogones, las cacerolas grasientas y las sártenes quemadas. Aparte de falta de limpieza no encontró nada extraño o sospechoso.

Chasqueó la lengua. Aprovechó para agarrar una botella del licor casero habitual y darle un trago. La guardó en su mochila junto a un poco de agua que no olía mal, unas galletitas y un trozo de carne frita, que le pareció de perro. Tampoco era cuestión de saquear el lugar, que pronto estarían por aquí los tipos del Masca.

Al salir de la mierda de estancia se unió a Moisés Berlín, se sentó a su lado. Bebía un brebaje turbio ambarino; tan turbio cómo la mirada de Berlín.

-Por... los vfiejosss tiem. posss, Doc -alzó su vasito, bebió de golpe, y se quedó contemplando la nada. Balas se encogió de hombros y acabó imitando al borracho de Moisés. Pero se detuvo al oler aquel dulzón matarratas.

-¿De dónde coño has sacado esta mierda?

-Del norte. Un asentamiento. Seis botellas. Al cincuenta por ciento con la bella Russie -Moisés estiraba las palabras y Doc creyó entender eso. Observó a Berlín con recelo en los ojos. No tenía ronchas a simple vista.

-Oye, quítate un momento el poncho, quiero echarle un vistazo al corte de la espalda que te remendé el otro día.

El masca escupió al suelo en cuanto vio el cadáver. Su cabeza brillaba y se encontraba perlada por el sudor que manaba de manera abundante, su rostro estaba igual de liso que el cráneo lo que confirmaba que seguía manteniendo sus rutinarias prácticas matutinas. 

Sus hombres, por el contrario, eran la imagen contraria a aquel caracter meticuloso. Especialmente a raíz de los últimos acontecimientos, parecían confundidos ante aquella aparición de la pareja y más aún por la revelación que había hecho Chevrolet, el conductor más capaz que conocían en el asentamiento. No sabían cómo actuar y así lo desvelaba la familiar cara de "El Bocas".

—¿Qué cojones hacéis? —inquirió rápidamente el jefe de "Las palmeras". —Salid echando hostias a buscar a los putos infectados. Id casa por casa si hace falta y al que se resista a mostrar su piel lo pegáis un tiro y después lo quemáis.

Todos asintieron y retomaron el camino ladera abajo en dirección al asentamiento. Su aspecto era amenazador y sus miradas tenían dibujada la certeza y la creencia en aquella misión. No en vano "El masca" siempre velaba por el bienestar del asentamiento.

—Por vuestra cara, tiene pinta de que os lo habéis perdido todo. A ver un segundo —les detuvo con la mano en alto, mientras se llevaba la mano a la pistolera

—A ver, extended los brazos. Que quiero veros bien... Vale, no parece que tengáis nada raro. Acaban de contarme que la hija de puta de Russie la ha liado gorda. O al menos alguien la ha liado en la casa de esa gorda —aclaró mientras relajaba su pose.

Russie era el nombre que recibía la dueña de casi el único sitio en el que un hombre de verdad podría emborracharse. Especialista en convertir el agua sucia en un manjar destilado, acostumbraba también a servir comidas sorprendiendo de cuando en cuando al personal con calderetas de animales que intercambiaba a cambio de algún favor o de sus néctares divinos.

—Conozco a casi todos los que viven en mi casa. De este albino me han hablado, me contaban que solía juntarse mucho con "El Trapis" y con Nora. De hecho solía ser el perro faldero de la puta de mi ex. ¿Os ha contado algo interesante para que me lo traigáis? —preguntó manteniendo las distancias respecto a aquel desgraciado que descansaba en el suelo. La capucha que cubría su rostro se encontraba parcialmente ladeada y su piel nuevamente expuesta al sol.

Vanesa miró silenciosamente a Gualterio antes de acabar por estallar.

—Masca, no me jodas ni me toques los cojones con esas mierdas. Ya sabes cuál es mi precio para estas mierdas. Dámelo y me largo.