Partida Rol por web

Al final, el capitán había torcido las intenciones de Llanos a su voluntad, y tanto la curandera como la bruja fueron apresadas. Aquel soldado de ojos encendidos al que Leonnie había vendido sus remedios estaba deseoso de venganza, y el capitán sabía que si la dejaba libre se convertiría en un incordio mayor. ¿Qué sería ahora de las desdichadas vecinas de Sacre que iban a ser injustamente enjuiciadas?

Un soldado sacó unas sogas, les ató las manos y comenzaron a conducirlas hacia el castillo. Alguno que otro vecino se asomaba por las ventanas para curiosear, y otros se encontraban con la pequeña comitiva por casualidad, llevándose una mano a la boca en gesto de sorpresa.

"Ai mare de deu que les han detingut", "ja sabia jo que venent eixes coses les anaven a agafar", "aaaaai quina llàstima, l'altre día em va vendre un remei molt bó", "s'ho mereixen per bruixes"

Eran muchos los comentarios y murmullos que se oían por las calles, algunos más inocentes; otros menos amables. Estaba claro que aquellos que las miraban con lástima no iban a intervenir, pues nadie de mente juiciosa se atrevería a atacar a un soldado bien armado.

El camino hasta el castillo era largo, más de lo que parecía a simple vista: una vez salieron del pueblo, todavía les quedaba la larga caminata que separaba el bosque de los cultivos hasta la morada del conde, y luego subir la ladera de la montaña. Era una ruta que en invierno resultaba inmisericorde, y por las noches si no se iba bien abrigado no era raro llegar amanecer siendo un cadáver congelado a la intemperie; en verano, en cambio, era preferible tomar esa ruta con un buen odre de agua si no querías acabar seco como un matorral. Por surte para ellas, durante el entretiempo, que había llegado justo a tiempo, aquel paso se volvía menos sufrido.

No obstante, el paso acelerado de los soldados complicó la caminata para Llanos y Leonnie. Ellos iban a caballo, sin ninguna complicación, pero ellas iban a pie, con el calzado que se habían puesto aquella mañana, ya fuese apropiado para caminar o no. 

Finalmente, tras una caminata que parecía interminable, llegaron al castillo del conde. 

Pasado el portón se detuvieron en el patio, sin entrar en el interior. Tal y como había dicho el capitán, al conde no le gustaban las visitas en su ausencia, si bien aquello había sido una detención.

-¿Tenéis los grilletes? -le preguntó el capitán a uno de los sirvientes del castillo.

-No mi capitán, estaban todos en... ya sabe, las mazmorras -dijo el sirviente con un tono algo preocupado.

-Oh, por el amor de dios, ¿y no puedes bajar a por ellos? -le preguntó el capitán, comenzando a rezumar hastío una vez más.

-No... -dijo el sirviente. 

-¿Y qué hay de las picotas?

-En uso, mi capitán. El conde ordenó ayer que el cetrero y su ayudante pasaran el día en ellos.

El capitán puso los ojos en blanco y apartó la vista hacia sus soldados.

-Hacedme el favor y atadlas al poste hasta que vuelva el conde -bramó.

Los soldados acataron las órdenes y condujeron a Leonnie y a Llanos hasta un poste para caballos donde las ataron con la soga. Al menos podían podían quedarse sentadas en el suelo.

Todos, incluido el capitán, se pusieron a ocuparse de sus quehaceres sin prestar demasiada atención a las dos recién llegadas; todos salvo uno, el soldado de mirada encendida que miraba con odio sin parar a Leonnie.

Los soldados detuvieron a la señora Fabrat por su insistencia en ayudarme, aquello me preocupaba. Parecía casi que quisiera ser detenida, pero aquello era imposible.

- Señora, lo lamento. Por mi culpa también la castigarán a usted - dije apenada.

Tras una larga marcha el regimiento llegó al castillo, mis pies estaban doloridos ya que unas simples alpargatas no servían para andar por un terreno pedregoso. Nos ataron en el poste de los caballos y allí pude sentarme sobre un pequeño montón de paja.

- Señora, le agradezco que intentara defenderme pero no debió hacerlo... espero que no la castiguen hasta que llegue el conde y aclaremos las cosas - miré al guardia que no apartaba sus ojos de mi y me preguntaba cuales serían los verdaderos motivos de  su odio - Yo no veo al soldado muy enfermo, ¿puede ser que haya sido una excusa para apresarme?

Rodrigo observo lo acontecido en silencio desde la distancia si la joven era bruja o no era pronto para decirlo, pero era obvio que no tenia relación ninguna con el conde, si no sus hombres no la habrían molestado.
Además no sería la primera vez que Rodrigo veia como juzgaban por brujería a causa de la ignorancia y el miedo, a gente cuya unica culpa era tener mayores conocimientos que el de aplicar una cataplasma de estiércol en una herida.

Siguiendo el consejo de don Diego, Rodrigo espoleo su montura para alcanzar a los guardias y se puso delante.

- Alto, capitán entregadme a la prisionera, soy don Rodrigo Ruiz de Villegas caballero de la orden de Santiago, si lo que decis es cierto esta joven podría ser una bruja y me veo en la obligación de interrogarla -
Rodrigo no estaba acostumbrado a mandar aun era joven, pero había visto como se hacía, no había que dar lugar a dudas de que uno daba una orden no pedia nada.

El camino hacia el castillo fue silencioso por parte de Llanos, quien parecía muy perdida dentro de su propia mente. Cuando llegaron al castillo y las ataron a un poste con una simple soga, sin embargo, volvió a verse la sombra de una sonrisa en su boca. Sin embargo, pronto comenzó a otear por encima de las cabezas de los guardias, buscando algo... o a alguien.

Señora, le agradezco que intentara defenderme pero no debió hacerlo... espero que no la castiguen hasta que llegue el conde y aclaremos las cosas

-No vos preocupeu -respondió ella en un susurro-, jo volia acabar ací dins des de fa molt de temps. M'heu donat l'excusa perfecta per a vindre. Em pareix que més que ajudar-te, m'he aprofitat un poquet de la teua situació. 

Yo no veo al soldado muy enfermo, ¿puede ser que haya sido una excusa para apresarme?

-Probablement -observó de reojo al soldado, y volvió a bajar la voz-, sabries fer alguna cosa per a... llevar-nos-ho de damunt? 

-¿Qué?, ¿pero qué? -dijo el capitán desconcertado ante la aparición de Rodrigo.

El capitán miró con desesperación iracunda al caballero. Tras los llantos de aquella mañana del soldado, la altiva resistencia de la curandera y el lío que le habían montado aquellos viajeros, sólo faltaba que apareciese otro cortándole el paso.

Alto, capitán entregadme a la prisionera, soy don Rodrigo Ruiz de Villegas caballero de la orden de Santiago, si lo que decis es cierto esta joven podría ser una bruja y me veo en la obligación de interrogarla

-La bruja ya está detenida bajo la justicia del conde, y por encima del conde sólo está el rey. No sé quién os habéis creído que sois ni de donde salís, pero será mejor que os apartéis ahora mismo. Si tenéis alguna queja id esta tarde al castillo a ver al conde, cuando haya regresado, pero ahora a mi dejadme en paz -dijo en un tono hastiado.

La pequeña comitiva bordeó al caballero y siguió su camino hacia el castillo.

El joven Pau quedó pensativo mirando cómo se alejaba la comitiva de soldados con las dos mujeres presas. Girándose hacia los dos hombres que lo acompañaban, se dirigió a ellos con preocupación.

- Açò no m’agrada gens -declaró primero, después miró alternativamente al caballero y al soldado, parecía cavilar algo-. No vull que penseu que he dit debades el de l’esglèsia. Ben cert és que els soldats no ens han fet cas, però tal vegada podem fer alguna cosa... Tenim a manta de temps fins que torne el compte. ¿Vos plau que visitem la parròquia? No para lluny d’aquí i podem parlar amb el retor per veure com es pot fer servir la llei eclesiàstica a aquestos casos, a banda, estic segur que tindrem un plat calent per fer un mos mentre pensem.

El chico se mostraba totalmente convencido de aquello, sin duda su pequeña cabeza estaba trabajando a gran velocidad.

Teolfo observó apesadumbrado cómo se llevaban a las dos mujeres. No estaba seguro de la implicación de la extraña mujer con fama de bruja, pero sí que estaba convencido de que la curandera no era responsable de lo que había sucedido con el envenenamiento del soldado.

-És poc probable que a la parròquia puguin ajudar. -El soldado dudaba mucho que la Iglesia se quisiera ver implicada en un caso como ese-. El comte és qui governa aquestes terres i ja vau veure el que va fer el capità. La seva acció quedarà impune, segur. -No obstante, Teolfo consideró que merecía la pena intentar pedir ayudar a la parroquia-. Però no perdem res per intentar-ho.

El soldado le hizo un gesto a sus dos compañeros para dirigirse en dirección a la parroquia de Quart de Sacre.

El monje también trató de que el capitán atendiera a razones, pero por otro lado, también comprendía al hombre. Como bien había dicho, él estaba al mando mientras el Conde estuviera ausente, y estaban cuestionando su autoridad delante de casi toda la villa. Por lo que se limitó a observar cuando los guardias finalmente cogieron a ambas mujeres y se las llevaron en dirección al castillo, dándose cuenta no sin curiosidad del gesto de satisfacción que exhibía la rubia.

Su compañero volvió con él insistiendo en el plan de la parroquia local, y puesto que no tenían nada que hacer por el momento salvo esperar al regreso del Conde, bien podía acompañar al muchacho y ayudarlo como fuera en su misión particular — Sia, doncs, a la parròquia. Dubte també que allí puguen fer alguna cosa per les mosses, pero no vindrà malament un lloc on poder deixar els rossins — en ese momento por fin desmontó del suyo, para cogerlo de las riendas y guiarlo así por las callejuelas de Quart de Sacre. Antes de empezar a andar, se dirigió al soldado que los había acompañado hasta el momento, esperando que dejara de ser tan solo un anónimo local más — Per cert, ¿Com vos dieu, soldat? Pareix que teniu un poc més de seny que la resta de mesnaders de la zona.

-Teolfo Rodríguez -se presentó el soldado, respondiendo a la pregunta del joven noble mientras guiaba a este y al religioso en dirección a la parroquia de Quart de Sacre.

Lamentaba no haber podido hacer nada por la curandera y su compañera, pero sabía que difícilmente podía haber hecho más en tales circunstancias. Si hubiera sacado más la cara por la mujer, lo más probable es que el capitán Álvarez hubiera acabado haciéndolo detener u ordenar a sus hombres que le dieran una buena tunda.

La señora Fabrat deseaba estar en aquel lugar y en aquella posición, no acababa de entender sus motivos. ¿Sabía algo que yo desconocía y era una mujer peligrosa, o por contra solo era una loca que deseaba llamar la atención? En cualquier caso era mejor tener una aliada en aquella situación, por desgracia poco podía hacer para ayudarla.

- Lo lamento pero sin los enseres de mi casa no puedo ser de mucha utilidad... al menos para lograr escapar - dije algo apesadumbrada.

Intentaba pensar si había alguna forma de librarnos de aquel soldado pero no se me ocurría nada que pudiera llamar más su atención que mi persona.

Llanos se mordió el labio inferior, pensativa.

-Escolta -le dijo, volviéndose disimuladamente para que el soldado no las viera hablar-, puc llevar-nos de damunt estos lligams, però necessite que eixe soldat es vaja.

Acto seguido, la bruja miró a su alrededor, evaluando sus posibilidades para escapar.*

Ante la curandera y la bruja debía haber por lo menos quince soldados, pero sólo uno de ellos las miraba a excepción de algún que otro curioso que las vigilaba justo antes de regresar a sus quehaceres. Dado que estaban cerca del establo, la tierra estaba algo embarrada y sucia. Con removerla un poco con los pies enseguida salían a la superficie restos de cuerda y otras cosas...

Rodrigo se dio la vuelta, estaba cansado, sucio y hambriento, pero sobretodo estaba frustrado, echo una ultima mirada furibunda hacia los guardias, y se dirigió a la posada, queria sacudirse el polvo del camino de encima. Y comer caliente si era posible.

Rodrigo entro en la taberna pasando entre la muchedumbre que chismorreaba sobre lo acontecido, lo cual no hizo si no que acrecentar aún más su frustración por haber sido incapaz de solucionarlo.

Cuando finalmente entro se dirigió al tabernero.
-Tendríais una habitación para pasar la noche, y algo de pan, queso, y algo para bajarlo-
Mientras echaba un vistazo al lugar y a sus parroquianos buscando el extraño grupo de que habia mencionado don Diego.

El infanzón, el monje y el soldado comenzaron a dirigirse hacia la iglesia. En las calles todo parecía volver poco a poco a la normalidad y los sacrenses regresaban a sus quehaceres, algunos más disgustados que otros respecto a lo ocurrido. 

Cuando ya estaban cerca, vieron a un extraño individuo recorrer las calles. Iba armado, pero no llevaba el atuendo de soldado; más bien parecía un caballero, con el tabardo de su orden, concretamente la de Santiago. Teolfo conocía de memoria a todos los soldados del pueblo, y nunca antes había visto a aquella persona. ¿Sería otro forastero como ellos?

Fuese quien fuese, abrió la puerta de la posada de Damià y entró. 

A Teolfo le sorprendió ver a aquel caballero que, por su tabardo, todo apuntaba a que se trataba de un miembro de la Orden de Santiado. Nunca antes lo había visto y estaba seguro de que no era de Quart de Sacre, por lo que indicó a sus dos compañeros:

-Aquest home no és de poble.

En principio no tenían motivo alguno para seguirlo o saber cuáles eran los motivos por los que se hallaba en Quart de Sacre, y la necesidad de acudir a la parroquia era demasiado acuciante como para detenerse, por lo que Teolfo continuó guiando al monje y al infanzón en dirección a la parroquia.