Partida Rol por web

Casi como si el destino quisiera responder a las palabras de Dreren, una suave brisa barrió el patio desplazando algunos lúcilos que flotaron perezosamente por el aire primero y luego comenzaron a juntarse con lentitud en un punto determinado de éste. En cuestión de segundos se había formado una nebulosa de luz blanquecina que poco a poco fue tomando forma humanoide.

La figura acabó convirtiéndose en una mujer... a través de la cual podía verse. Era transparente y de contorno brumoso. Sus ojos consistíanen dos pequeños puntos de luz blanca que parpadeaban al pestañear. Vislumbrabais el cabello largo y ondulado, las ropas de una campesina y una expresión entre asustada y confusa en su rostro. Como si no supiera muy bien dónde se encontraba.

—La oscuridad...  se ha ido—dijo con la voz temblorosa de alguien que acaba de salir de una pesadilla horrible y aún no se lo cree, voz que resonaba con un eco suave y lejano—. Puedo ver...

Miró a su alrededor, cuando os localizó sufrió un respingo y se os quedó mirando mientras su expresión se iba demudando cada vez más... hasta que finalmente se llevó las manos al rostro para cubrirse la boca. Erais incapaces de explicar cómo podía llorar un fantasma, pero el caso es que los suaves rielares de luz en las mejillas de su rostro debían ser silenciosas lágrimas.

—Lo siento —sollozó Gabby, acunando el cadáver del pequeño—. De verdad que lo siento, Joanna.

La maga bisoña sorbió los mocos sonoramente.

—Lo intenté. Te juro que lo intenté.

- No... - arf... - desfallecí en ese instante, habiendo exigido ya de mi cuerpo como para que mi espíritu continuase sólo, Lynn sentiría más que nunca mi plomizo peso apoyandose, de nuevo...sobre ella. Ella siempre estaba allí...eso me alegraba, pero también me entristecía profundamente.

 Ocurría que imaginaba allí tendida, en vez de al niño, a aquella clériga. Y entonces comprendía muy de cerca la frustración de la empática y visceral Gabrielle. No le gustaría sentir nunca tanto como la maga, porque su corazón era más frio y calculador, más como su mente...debía de ser aún más frustrante, debía de ser terriblemente horrible ver a la madre del pequeño llorando cuando ha puesto las esperanzas en ti. En realidad, las había puesto en todos...y habían fallado.

 - No excuso nuestros actos. - recuperé el aliento, y miré complice a Lynn comprendiendo cada una de sus miradas, habían pasado mucho tiempo juntos.

 ...Quizás demasiado...

 - Y perdido su cuerpo...sólo guardo esperanza para su alma.

 Siento las formas, siento irrumpir en su duelo. - las palabras le dolían tanto como el cuerpo - ...pero impera la necesidad de que el alma de Ferin se salve. De que se reuna contigo.

 Espoleó en búsqueda de la redención de Ferin...

 El muchacho había sido presa de fuerzas que le superaban con creces. Y eso podía hacer dudar a Dreren sobre su visión de los templarios...pero no en aquella ocasión.

 Debían salvar su alma.

 La oscuridad se había ido.

 Algo tenía que subyacer, algo bueno en Ferin que se hubiese aferrado allí. En cualquier caso, Dreren desfalleció y aunque se sostenía en pie con ayuda de Lynn, la pérdida continuada de sangre le obligó a cerrar los párpados e inspirar por las fosas nasales lentamente, como si llegase su último aliento o desease descansar unos segundos antes de seguir luchando por el pequeño...a pesar de que era evidente, que ya se había ido.

 Wish observaba desde el interior de la túnica, muy cerca del consuelo que Lynn ofrecía al mago. Evitaba las zonas heridas o manchadas de sangre, y permanecía, seria y espectante. No lo mostraba, pero había una tristeza inocente, pura, en su pequeño ser.

 No dijo nada, porque un familiar era un pequeño asunto en empresar tan arduas y dolorosas. Le dolía la perdida de aquel joven aunque no lo conociera. Él sólo deseaba reencontrarse con su familia, o con lo que quedaba de ella, con el robusto mabari. Era un simbolo de nobleza, y así debían recordar a Ferin, como un chiquillo que a pesar de todo, demostró un valor inusitado en alguien tan joven, enfrentandose solo a lo que muchos adultos fornidos habían hecho oídos sordos.

 Wish sentía pena...porque perder a alguien significa que su memoria pasa al más allá, a otro lugar, su presencia ya no volverá a deleitar a nadie, ni su risa, ni sus juegos. Cuando una persona fallece, todo el futuro se desmorona para dar paso a otro sino...

 un sino que Wish no sabía si sería deseable.

 En aquellos instantes sólo podía pensar en lo injusta que era la muerte, olvidando que Dreren le diría que era algo natural, algo necesario, algo que debían aceptar.

Esas apariciones fantasmales comenzaban a repetirse con una frecuencia que no consideraba muy sana para su juicio. Sobretodo por la dificultad que conlleva hablar con alguien que está muerto, lo poco que podía hilar era que Ferin es el asunto pendiente que la ataba al mundo de los vivos, y él acababa de incrustarle tres cuartas de acero por la espalda.

Salvar su alma ya era un concepto que se le escapaba, lo poco que había aprendido en ese lugar solo lo llevaba a dos salidas, o Schaudaron se la había llevado o el Hacedor había tomado al muchacho bajo su brazo. Le gustaría creer la última con vehemencia pero no estaba seguro del destino final del muchacho..

No había mucho que decir, de todos los presentes era el menos indicado para hablar, al menos hasta que entendiera que pretendía el mago con lo de salvar el alma del muchacho. Eso si no se desmontaba antes porque las heridas que tenía eran bastante severas.

Prefirió ayudar a Lynn a sostener al mago, no dejaba de ser un hombre adulto y sin duda algo de peso tendría, pero Sion tenía más músculo y podía aguantar más tiempo la fatiga.

Kando fue el único que se movió. El perro ladró alegremente y corrió al encuentro de la aparición dando un brinco. Al parecer lo que quería era echarle las patas y lamerle la cara pero la atravesó al ponerse de pie y casi termina con el morro en el suelo. El mabari emitió un gañido interrogante y se quedó mirando al fantasma con la cabeza ladeada.

Joanna se agachó y extendió las manos como si quisiese cogerle y acariciarle la cabeza, pero tampoco podía, su rostro era una mezcla de impotencia y pena así que tuvo que contentarse con poner las palmas en torno a la cabeza de su perro como si le estuviese tocándolo de verdad. Las lágrimas corrían silenciosas por sus mejillas translúcidas... ni si quiera la escuchabais hipar.

—Yo también lo intenté—musitó entonces—. Y de nuevo una intención buena termina... torciéndose.

Se volvió a enderezar mientras el mabari movía suavemente la cola como respuesta al gesto. Joanna miró a Dreren.

—¿Y cómo piensas hacerlo? Si eres mago deberías saber que cuando un demonio toma el cuerpo de alguien durante demasiado tiempo, termina destruyendo su alma—dijo con frialdad, como si Dreren acabase de decir una auténtico imposible—. No queda nada, no voy a volver a...

Enseguida aquella dureza se desmoronó como si la piedra que la compusiera se desmenuzase en pedazos, incapaz de resistir más. Joanna se arrodilló sobre el césped sin que éste se aplastase y miró al cielo con las manos extendidas como quien suplica misericordia.

—¡¿Tan grande ha sido mí error como para que no se le permita a mi hijo vivir?!—sollozó hablándole a una entidad invisible—. ¡Soy yo quien merece el castigo, no él!

La única respuesta fué el silencio... y el fantasma terminó hundiendo los hombros y ocultando el rostro entre las manos con desolación.

—De las mejores intenciones puede surgir un gran mal —suspiró Gabrielle, recordando las palabras de algún profesor. ¿Eran de Wynne o habían sido de Irving?

Sea como fuere, Joanna había recurrido a la magia de sangre para salvar a su pequeño. Con ello había desgarrado el Velo, traído al plano material a un demonio que había puesto en peligro a todo Lothering, y lo que era peor: ni siquiera había salvo a su niño, sino que lo había condenado para toda la eternidad.

Cuando se hablaba de algo tan serio como la magia, un copo de nieve de más podía partir una rama. Y había que ser muy sabio para saber con criterio cual era ese copo de más. ¿Pero acaso ella había sido sabia? Había curado a Sion para que se enfrentara a Schaudaron con garantías, pero él había utilizado sus buenas intenciones para asesinar a un niño.

¿Qué hubiera hecho Wynne en su lugar? ¿Qué haría a continuación? Tomó aire, se levantó y se acercó a Joanna.

—Has sufrido más de lo que debería sufrir nunca nadie. Pero al final, sólo tú puedes perdonarte a ti misma.

Y quizá decirlo en voz alta le ayudaría a aplicárselo a si misma.

Una madre lamentándose por su cría perdida, dificilmente habría palabras que pudieran dar consuelo en esa situación. Todo el mundo acaba perdiendo a un ser querido, pero los padres nunca pueden soportar la muerte de sus hijos. En este caso, con magia de sangre y demonios por medio todo empeoraba.

No podía medir la delicadeza de cada palabra, no era lo suyo, además le resultaba muy mezquino hablar despues de haber matado al crío, o a lo que quedara de él. Pero todo el mundo merece consuelo en el peor momento de su vida.

- Somos humanos, y nuestra condición nos hace tomar decisiones muy cuestionables en los momentos de desesperación, pueden ser por amor, por miedo, venganza o todas y ninguna a la vez.

Nadie puede reprocharle a una madre querer proteger a sus hijos ante la Ruina, todas morirían con gusto por darle otro amanecer a su descendencia.

Yo no soy un mago, ni de la capilla, ni de nada que tenga un conocimiento reconocido de la otra vida. Pero a mi modo de ver, sin importar lo que esa criatura hiciera, considero que el alma de Ferin en última instancia esta en manos del Hacedor, ya que él esta por encima de todo.

Ahora que disponeis de todo el tiempo del mundo, quizás sea a él a quien debáis hacer su última pregunta. Creo que ya no queda nada por perder pero hay mucho por ganar. -

- Sion habla con sabiduría.

 Aceptó el mago y le asintió, sin entrar a juzgar lo que había hecho. Posiblemente el tormento de Sion fuese suficientemente fuerte como para que no necesitase reproches de nadie. No debían olvidar que no eran superiores moralmente a él...aunque le extrañó que el templaro no le acusase de hereje o asesino. Quizás Sion reunía muchos requisitos para serlo, pero no el de poseer el don de la magia, como había confesado con humildad.

 Me giré al fantasma y negué acercandome lentamente, yo, como el mabari, también pretendí consolarla, aunque desconocía si un abrazo serviría de algo. El contacto humano estaba allí, ella debía de ser fuerte.

 - Ferin vive en tí, en tus recuerdos y en tu corazón. Ningún demonio puede destruir el amor de una madre, una poderosa magia ante la que poco pueden hacer.

 Es poco consuelo pedir esperanza. Fácil dar pie al discurso de las palabras vacuas.

 Pero has sido una buena madre, incluso hoy estás aquí para ayudar a Ferin, y seguirás estando.

 Por eso tienes que perdonarte, arrepentirte ante el Hacedor de tus pecados y liberar tus miedos hoy. No te digo que no llores a tu hijo, sólo que las lágrimas en tu maternal rostro no cierren el paso a tu voluntad y al regreso de Ferin.

 Tu lugar está junto al Hacedor, pero para eso tienes que arrepentirte, como hacer ahora y aceptarlo.

 Sólo entonces Ferin podrá dejar de preocuparse, podrá regresar.

Era dificil explicar algo así, ofrecer consuelo. Pero él encontraba consuelo en la gente que le rodeaba...por eso se acercó, por eso era importante que lo aceptase y se marchase, libre.

 Dreren...empezaba a pensar que el miedo que condenó a Ferin en un principio, no fue el instrumento de Schaudaron, sino, el miedo de su madre.

«Gabrielle» escuchaste la voz apagada de Astucia que hasta ahora había guardado el silencio «Necesito irme... un rato»

La verdad es que, aunque te avisaba, había sonado más a "Voy a irme un rato".

El espíritu debía estar avasallado por tanta emoción humana junta. Ira, tristeza, frustración... todas ellas llenaban el patio. Podía lidiar a duras penas con una como había hecho antes con la ira, pero tantas parecían ser demasiadas y le debían estar afectando de alguna forma lo suficientemente intensa como para que dijera aquello cuando con anterioridad no se había ido ni cuando te habían disparado la flecha. No dijiste nada, simplemente expresaste una especie de "asentimiento" de comprensión mental. Y entonces su presencia desapareció.

No supiste decir si se debía a que ya te habrías acostumbrado a ella o a que de pronto comenzaba a hacer frío pero sentiste lo mismo que cuando te encuentras bajo un día soleado recibiendo la calidez del sol y de pronto una nube lo tapa. Simplemente notaste un helor interior que te hizo sentir inexplicablemente sola en aquel  patio lleno de gente.

Joanna no debía tener ni idea de qué había provocado la muerte de Ferin puesto que no se lanzó como una fiera al cuello de Sion ni nada por el estilo, simplemente continuó sollozando en silencio.

—¡No quiero palabras de consuelo, quiero a mi hijo!

Cuando se percató de que Gabrielle se acercaba, se secó una mejilla (o al menos hizo el gesto) y parpadeó. Es decir, las luces blancas que eran sus ojos titilaron.

—No puedo perdonarme—respondió. Intentó estirar una mano para tocar a la maga pero recordó que no podía—. Yo sólo quería salvar a mi niño, me daba igual lo que me ocurriera a mí. Nunca quise usar esa magia maldita pero... no tuve elección. ¡Y ahora soy la causante de que esa cosa se lo haya llevado para siempre!.

Rompió a llorar de nuevo.

—¿Por qué el Hacedor castiga a mi hijo en vez de a mi? ¡Él no hizo nada!

El silencio volvió a llenar la estancia, un silencio frío y pesado como la losa de una tumba tan solo roto por los sollozos de una madre destrozada que había perdido su única razón para existir. Hasta el cielo parecía de luto, más oscuro. Oísteis el retumbar lejano de un trueno anunciando una tormenta que se aproximaba y posiblemente llegaría en unas horas para descargar un aguacero torrencial de lágrimas.

Entonces, cuando parecía que la misericordia, la justicia, la fé y la esperanza habían muerto, ocurrió algo.

—¿Mamá... ?

Escuchasteis el eco de una voz lejana que parecía venir de ninguna parte. A Joanna se le cortó el llanto y levantó el rostro de las manos, mirando temerosa y sorprendida a la vez en todas direcciones.

—¿F... Ferin?

La voz del fantasma sonó contenida, rota, desesperada, expectante. Era la voz de un condenado a la horca cuyo verdugo acaba de detenerse.

Un silencio contenido fue la momentánea respuesta. Los lúcilos que flotaban perezosamente por la sala empezaron a hacer lo mismo de antes: agruparse lentamente en un sitio determinado hasta formar una nebulosa blancoazulada que poco a poco fue tomando forma, una forma humanoide mucho más pequeña que la de Joanna. Hasta que finalmente reconocisteis un rostro familiar en ella.

—Mamá, ¿eres tú?—preguntó el niño que se encogía ligeramente y miraba a los lados como si tuviese miedo de que algo fuera a abalanzarse sobre él—. ¿P... Por qué lloras? ¿Estás aquí?

El fantasma de Joanan enmudeció.

—Ferin... —gimió en un hilillo de voz. —¡Ferin!

Se levantó a tanta velocidad que casi estuvo a punto de irse de bruces y corrió la distancia que la separaba de su hijo dejando un tenue rastro de humillo azulado.

—¡¡FERIN!!

El niño pareció verla en ese momento y estiró los bracitos como quien encuentra una isla de salvación tras la tormenta que ha estado a punto de ahogarlo. Joanna se arrojó al suelo abrazando a su hijo y estrechándolo contra ella entre sollozos desgarradores, una mezcla de terror, alivio, incredulidad, desconcierto y gratitud se mezclaban en aquella escena. Algo había ocurrido, algo fuera de lo común, algo que no era normal.

No sabíais por qué ni cómo, pero había ocurrido.

Gabby soltó también un sollozo e hizo su propio coro de llantos. Era como si el aplomo que había lucido la maga se hubiera desvanecido. Le entró una repentina sensación de gelidez y se frotó los brazos. Buscó con la mirada a su amiga Lynn y buscó el consuelo en su abrazo. 

—¿Qué ha sucedido Ferin? Cuéntanos qué ha pasado —dijo,tras dejar a los fantasmas un momento para reencontrarse.

Lynn estaba soportando el peso de Dreren sin quejarse, aunque cuando Sion la ayudó a sostenerlo, no puso pegas. Las heridas que le quedaban aún le dolían.

La aparición del fantasma del niño la dejó tan sin habla como a vosotros, pero cuando vio que Gabrielle la buscaba con la vista, dejó a Dreren con Sion y se acercó a su amiga, arrodillándose junto a ella.

—Tranquila, Gabby. No... sé lo que ha pasado, pero tiene que ser bueno—Lynn se arrodilló con un quejido de dolor y te rodeó con los brazos—. O al menos mejor de lo que esperábamos.

Veías la misma confusión que sentías tú en sus ojos, quizá más, porque ella no sabía tanto como tú del Velo. Sólo sabía lo que Joanna había afirmado: Una posesión demasiado duradera destruye el alma de la víctima. Y en aquel momento aquello no parecía haberse cumplido.

 Si había un momento para desplomarse era aquel y más después de las duras palabras de aquella representación maternal. Aquel espectro no era una muestra clara de sutileza pero Dreren no podía sino justificar que cualquiera habría hecho lo mismo en una situación así. La presencia de ferin fue como un puñetazo en la boca del estómago, de una forma tan literal que Sion podría notar en el peso del mago una combulsión violenta y fugaz.

 Dreren dio un paso atrás y miró a Sion, de cerca, como un aliado. Alcé la diestra para decirle que se detuviese, que no hacía falta que le ayudase, o tal vez, sólo para pedirle un respiro, que se despreocupase durante un instante porque Dreren no tuvo más opción que sentarse.

 Se dejó caer con la siempre agradecida ayuda de Sion y se sentó con las piernas semiflexionadas, como alguien que después de un ejercicio extremo de agotamiento ha perdido la capacidad de respirar. No miró a Ferin, le bastó con oir su voz.

 Las heridas le ardían, después de haber sufrido las quemaduras del Lirio parecía un dolor más dulce, pero aún así se sentía derrotado. Aquello le impediría seguir por un rato, quizás por varios días sin la atención adecuada.

Derek había sido un expectador mudo. Había llegado con la función ya empezada y no había tenido ocasión de conocer ni a la madre ni al niño, pero no por ello sentía menos tristeza. Ver a su hermana así le rompía el corazón y le recordaba que tenía uno. Observar el dolor de Sion al tener que hacer lo obligado también le había hecho daño. Matar un niño no era algo fácil ni agradable. Derek esperaba no tener que empuñar una espada con ese objetivo jamás, y sin embargo sabía que antes o después tendría que hacerlo. La vida nunca era fácil.

Se acercó a su hermana con expresión sombría y los ojos brillantes de lágrimas. Quería que le abrazase, pero en el fondo pensaba que no lo merecía por sus negros pensamientos y su incapacidad para protegerla o ser de alguna utilidad en combate. Quién le iba a decir que iba a terminar siendo un lastre...