Partida Rol por web

Lynn te cogió uno de los codos y apretó con suavidad para llamar tu atención.

—En su momento llegué a pensar que quizá sólo era un hombre desesperado que... había cometido un error. Pero creo que me he equivocado. Soy una maldita ingenua.

Entonces soltó el codo y pasó a depositar la mano sobre tu hombro.

—No dejes que esto te amargue el día. ¿De acuerdo? No lo merece.

Astucia permaneció un instante atento a Lynn, o a lo que decía, por alguna razón. Luego te respondió.

«Porque así de feos son la ira y el orgullo» dijo. Aunque dos segundos después rompió todo su talante serio y comentó como si estuviese pensando en voz alta algo tremendamente trascendental: «Sobre todo el orgullo. Demasiados ojos... »

Janus os señaló el túnel que conducía al final de la cueva no sin cierto escalofrío.

—Espero que tengáis las mangas llenas de conjuros y las espadas afiladas... —dijo no sin cierta inquietud—. La verdad os... os lo agradezco. Solo quiero que los míos estén a salvo pero jamás imaginé esto. Jamás podría haberlo logrado yo solo.

Gabby se esforzó en sonreír por su amiga.

—No ofende quien quiere, sino quien puede. No hablaba nadie cuya opinión me importe. Sólo hablaba el orgullo y la ira—respondió a su amiga.

«El Hacedor es misericordioso. Si le dotara de poderes mágicos a alguien como Sion, le duraría a un demonio del velo lo mismo que un caramelo a un niño»

—Las tengo—asintió Gabby—. Junto con alguna sorpresa que no espera. Tranquilo, Janus, el Hacedor está de nuestra parte.

-Yo conjuros no tengo.-Respondo.-Pero hay quien dice que hago magia con esta espada. No te preocupes, le prometí a tu esposa llevarte sano y entero, y tengo intención de cumplir.-Añado sonriendo con mi alfanjón en la mano. 

-¿Nos movemos?

Os adentrásteis en la oscuridad del túnel. Al poco rato, el aire comenzó a cargarse de dos olores que, mezclados, resultaban un poco inquietantes: humedad y algo férrico.

Escuchábais borbotear el río de nuevo, y de hecho lo volvísteis a ver aparecer tras doblar una esquina. La fuente del acuífero debería estar precisamente en el fondo de la cueva. Sin embargo, algo no iba del todo bien; había una sensación opresiva y lúgubre en el ambiente que os ponía los pelos de punta, como si la oscuridad fuese espesa, o como si lo fuera el aire.

Era el mismo aura lúgubre que bien podía amortajar un cementerio.

Alguien pisó algo que crujió y la enfocar el farolillo sobre el suelo visteis varios huesos desperdigados. ¿Y aquello de más al fondo era un cráneo humano? Los últimos pasos os condujeron a una amplia sala con un lago del que, en efecto, nacía el río de una cantarina cascada que brotaba de la roca de la montaña. Sin embargo, el sonido se os antojaba de todo menos cantarín en aquel momento, como si las patas de mil bichos repiqueteasen por las paredes.

El olor férreo y húmedo era intenso allí. Y cuando la luz de vuestro farolillo iluminó los alrededores, descubrísteis con estupor que estaban regados de al menos dos docenas de momias. O "momia" fue lo más apropiado que se os vino a la cabeza para definir el aspecto de aquellos cadáveres mermados y con la piel pegada a los huesos, tirante como el parche de un tambor, como si les hubiesen exprimido hasta la última gota de cualquier tipo de fluido vital.

Luego había dos cosas realmente espeluznantes: La primera, que en el el aire flotaba perezosamente alguna que otra pequeña esfera de luz, como si fuesen luciérnagas a la deriva. La segunda, era que las cuencas de aquellos cuerpos muertos e inmóviles parecían seguir vuestros pasos.

Habías notado a Astucia incómodo conforme os acercábais a aquella sala pero en el momento en que viste los lúcilos intuiste por qué: Algo muy malo pasaba con el Velo en aquel punto. El espíritu gruñó.

«Grandioso... »

«¿Podrías averiguar lo que ha sucedido aquí si tocara esos lúcilos?»

«De hecho, lo estoy viendo» matizó el espíritu «Y no me gusta. Recuerdas que te dije que en este lugar el Velo y vuestro mundo estaban como superpuestos, ¿verdad? Por eso se me puede ver»

Sentiste de algún modo que escrutaba los alrededores, como si estuviese viendo algo que para ti era invisible.

«Pues en esta sala no es que haya desgarrones, es que no sé dónde empieza el Velo y dónde acaba vuestro mundo. Están... están completamente mezclados en uno solo. Hay que solucionarlo como sea, ¡no puede estar así!»

Gabby lo meditó.

«Cuéntame lo que estás viendo. No creo que acabar con el demonio baste para arreglar el Velo, pero tal si hacemos justicia con lo que se haya hecho aquí podamos mejorar las cosas»

«Es difícil de describir» dijo el espíritu con el tono de alguien a quien, en efecto, le cuesta describir algo con palabras «Ya sabes que todo lugar de vuestro mundo tiene su propia impronta el el Velo. Pero mientras que en el mundo real ese lugar permanece siempre inalterable, el Velo es relativo, cambiante; cambia con los pensamientos, las emociones, hasta la voluntad de quien lo observa lo puede cambiar. Que las cualidades de ambas versiones se junten no es... vamos a decir "recomendable"»

Hizo una pausa pensativa.

«Aquí hay algo raro... » murmuró «La presencia de un demonio puede provocar esto, sí, pero no es algo que ocurra de una noche a otra, tendría que haber estado años, ¡años! en este lugar para dañar el manto hasta tal punto»

«Probablemente hayan pasado años en el lugar físico, aunque no estoy segura. Este lugar está demasiado contagiado por las leyes del Velo para que el paso del tiempo me resulte demasiado extraño» respondió Gabby «Verás. Cuando nos acercamos a este sitio sólo vimos una posada en medio de ninguna parte. Su propietaria nos habló de que el resto de habitantes de la ciudad se habían marchado hace mucho tiempo. Al pasar la noche en ella, nos vimos atrapados en... lo que quiera que sea este lugar. Pero entonces pudimos ver el resto del pueblo y a sus habitantes. Era como si el tiempo se hubiera detenido para ellos, como si hubieran arrancado un pedazo del mundo material y hubieran tratado de depositarlo en el Velo, pero se hubieran quedado a medio camino.»

Suspiró.

«¿Cómo? es una pregunta que se escapa a mi comprensión.»

«Qué astuta... » el espíritu soltó una risita como si se la hubiese estado conteniendo durante tu exposición «¡Premio para la damisela! El Velo es atemporal. En vuestro mundo físico sólo existe el presente de un lugar pero en el Velo, pasado o presente es lo mismo»

Escuchaste de fondo que Lynn ahogaba un chillidito agudo cuando una alimaña salió correteando del interior de la cuenca ocular de un cráneo cercano, pasó más cerca de sus botas de lo que le hubiese gustado y se perdió en la socuridad.

«Y la prueba vivien... bueno, "viviente" de esto la tienes a tu lado» sentiste de algún modo que la atención del espíritu se cetraba en Janus «Viste la tumba de ese hombre, ¿verdad? Ese Demonio de la Gula debe haber estado haciendo de las suyas durante décadas en este sitio. Si acabamos con él, acabaremos con él en el pasado y en el presente a la vez. ¡Apuesto a que eso debería ser suficiente para arreglar de un plumazo esta brecha que mantiene los dos mundos mezclados!»

Hizo una pausa y casi te lo pudiste imaginar pellizcándose la barbilla:

«Creo que podríamos definir la situación como que nos encontramos en los recuerdos de un lugar olvidado» comentó cómicamente «Qué profundo... »

Gabrielle: 100 PX extra por orientarte a la primera. Astucia approves.

«En el Velo no existe el tiempo, sólo la emoción. Acabando con la emoción... con la Gula, el tiempo puede volver a fluir. Tiene sentido» razonó Gabrielle, demasiado alterada después de lo de Sion como para bromear «Voy a contárselo a mis compañeros.»

—Esta suerte de luciérnagas que veis se llaman lúcilos. Son jirones de sueños o de recuerdos, una visión habitual para los viajeros del Velo, el mundo de los Sueños. No aparecen nunca en el plano material, lo que indica que el Velo está rasgado, maltratado por la obra del Demonio que perseguimos —suspiró—. La mala noticia es que el lugar en el que nos hayamos está a medio camino entre nuestro mundo y el Velo, anclado en las corrientes tiempo como si estuviera en una realidad propia. La buena es que si destruimos al Demonio, lo habremos hecho en el mismo momento en el que todo sucedió, deshaciendo a la vez todo lo que ha pasado como si nunca lo hubiera hecho.

Se cambió de mano el bastón de mago y se masajeó las sienes.

—Ya hemos visto que esa criatura puede hacer, es mejor que nos deshagamos de esos cadáveres antes de que pueda alzarlos contra nosotros. Lynn tú eres una Hermana de la Capilla, ¿puedes bendecir el agua de nuestros odres para que podamos consagrar todos estos cuerpos?

-Iba a decir que mejor despiezar esos cadáveres para que no se alcen contra nosotros.-Respondo sonriendo.-Pero si podéis hacerlo de una manera más... respetuosa me resulta preferible. No me gusta andar despiezando muertos por ahí si no es imprescindible. Solo tened cuidado por si acaso están ya despiertos.

Todo aquello del velo me suena casi como un idioma desconocido, pero las señoritas sabrán de qué demonios hablan. 

—Es cierto, recuerdo haber visto estos "lúcilos" también en la granja de los Grawpe—dijo Lynn mientras miraba en todas direcciones como si la sensación lóbrega que se respiraba en aquel lugar la hiciese sentir tremendamente incómoda. Cuando Gabrielle la requirió, asintió con un suspiro—. Sí, claro. La verdad es que no es mala idea...

Os tendió las dos manos a la espera de que le diéseis un odre o los dos (a fin de cuentas, luego tendríais que rellenarlos. No es que fuese plan de estar bebiendo agua bendita) Una vez tuvo los que le quisisteis dar, dedicó unos instantes a murmurar algo mientras sostenía su emblema del Solar con una mano y pasaba la otra sobre cada odre.

—Malditos mortales entrometidos, ¿cómo os atrevéis?

De pronto, una voz múltiple, tétrica y ominosa resonó con eco en toda la sala acompañada de una sinfonía de crujidos. Botásteis en el sitio por lo inquietante de la acústica y descubristeis con horror que la voz procedía de toda la sala... ¡Porque todas las calaveras se habían animado a la vez!

Era obvio que sólo una entidad hablaba pero el espectáculo de docenas de momias acartonadas inmóviles en el suelo pero "hablando" en vuestra dirección era tan espeluznante como el siniestro eco que provocaba tal efecto.

—¡Marcháos de aquí si no queréis acabar como los demás, este pueblo es mío!

—¡Por las tetas peludas de mis ancestras!—rezongó Belgar aferrando su hacha—. ¡¿Qué clase de magia negra es esta?!

Kando gruñía agazapado con las orejas aplastadas contra la cabeza y frunciendo el hocico para enseñar los dientes aunque no parecía tener muy claro cuál era su objetivo porque miraba en direcciones distintas aleatoriamente.