Partida Rol por web

Cassidy sólo hizo dos cosas: la primera fué abrir muchísimo los ojos, la segunda fué romper a reir de un modo que debió resonar en medio Ostagar.

—¡Esta vez te has superado!—exclamó—. ¿Dé dónde has sacado semejante disparate? ¿De un folleto de la Capilla? No, en serio, ¿cuál es el verdadero motivo?

Conforme pasaban los segundos sin que tu expresión se inmutase, empezó a cambiar la hilaridad por incredulidad.

—Espera, ¿lo has... dicho en serio?

El silencio se volvió incómodo durante unos instantes hasta que finalmente empezó a fruncir el ceño.

—Así que es verdad... No es que no hayas capturado a esa apóstata, ¡es que te has aliado con ella!—gruñó antes de esbozar una sonrisa afilada—. Adrath me advirtió de esto. De que esa asquerosa maléficar trataría de comerte la cabeza para que le hicieras el trabajo sucio. En principio pensé que ni si quiera tú podías ser tan estúpida, pero veo que has superado mis espectativas.

Te señaló con un dedo acusador.

—El trabajo de mi maestro consistía en recuperar una antigua reliquia para el Círculo. Y decidió traerme consigo para que aprendiera algo en el viaje. Definitivamente Irving ha metido la pata hasta el fondo enviando a una cabeza de chorlito tras esa traidora ladrona. ¡Pretende robarla! Y tú eres tan ingenua como de costumbre.

—Piensa por un momento que no eres el ser más inteligente sobre la faz de Thedas, que bajo ningún concepto puede ser engañado —respondió Gabrielle—. Es difícil de imaginar, lo sé. Pero sé que serás capaz de hacer el esfuerzo.

Apretó los labios.

—Ahora piensa si, tal vez, quien ha sido engañado eres tú. ¿Sabes acaso algo de esa reliquia que Adrath busca, o no hay nada en tu cabeza más que el reconocimiento de que un Encantador Superior te acoja bajo su ala? —le preguntó Gabrielle, e inclinó la cabeza antes de levantar la Letanía de Adralla—. Caissidy, sospechamos que Adrath podría ser un mago de sangre porque lo hemos visto en acción, ¿has tomado precauciones al respecto?

Alexei frunció el ceño al oir hablar sobre la nota, pero acabo distrayéndose divertido de ver como Ayla y Lynn discutían.

—No conozco a ese Cassidy aunque no parece muy amigable, pero todo el mundo se merece una segunda oportunidad si está dispuesto a aprovecharla.

Consciente de que se estaba despistando el joven guerrero agarró con fuerza el alfajón y volvió a mirar al frente.

—Aunque teniendo en cuenta la nota y dónde estamos, esto se parece más a una trampa y en ese caso lo sentiré mucho por él.

—Es un chico bastante talentoso—dijo Lynn siguiéndote—. El problema es que eso hace que esté encantado de haberse conocido.

Seguisteis a Gabrielle a la distancia que más o menos te había pedido. A lo lejos veíais a la maga caminar entre las desoladas ruinas de lo que en su día fué una gran fortaleza tevinterana, pero cuyos muros habían visto mucho más que eso. Entre aquellas piedras ahora silenciosas había tenido lugar la Iniciadción de la Heroina de Ferelden, se había fraguado la traición del teyrn Loghain y había dado su último aliento el rey Cailan... por un momento pensaste que si te detenías a escuchar serías capaz de oir los lejanos ecos de las espadas chocando entre si, las catapultas disparando y los hehcizos de los magos rugiendo.

Pero las historias eran una cosa, ver aquel lugar con tus propios ojos de algún modo inspiraba un descorazonador helor en el alma. No sabrías explicar por qué.

Algún que otro solitario copo de nieve caía mientras caminabais, no te habías dado cuenta hasta ahora pero no es que las piedras fuesen blancas, sino que estaban recubiertas de una finísima capa de cellisca. Hasta el clima parecía enfriarse en aquel lugar.

Os parásteis cuando Gabrielle llegó a lo que parecía una plaza en cuyo centro debía haber habído alguna vez algo parecido a un soporte de madera, quizá utilizado por las hermanas de la Capilla para insuflar esperanza a los soldados. Una jaula alargada de esas en la que sólo cabe una persona había caído sobre él haciéndolo pedazos y ahora los restos de ambas cosas yacían silenciosos entre la fina capa de nieve. Sobre ellos, había una persona sentada ociosamente.

La persona en cuestión era un muchacho de cabello castaño que a todas luces se trataba de otro mago, mas que nada porque vestía la misma túnica amarilla que Gabrielle. Cuando la vió pareció saludarla aunque no podías oir lo que decía ninguno de los dos desde aquella distancia.

Estuvieron hablando de algo o al menos por cómo gesticulaban con las manos. En determinado momento, el chico soltó una carcajada tan cargada de hilaridad que pudiste oirla desde donde estabas, aunque no supiste qué fué lo que le resultó tan gracioso. Se levantó cruzándose de brazos y Gabrielle le mostró un pergamino, aquello provocó que él la señalara... pero de pronto se cayó de rodillas, como si le doliese algo.

—Escúchate—respondió Cassidy con desdén—. No haces más que juzgarme a cada frase.

Juntó ambas manos en un gesto deliberadamente afeminado.

—¡Miradme, soy Gabrielle, la pupila de la famosa Encantadora Superior Wynne!—dijo aflautando la voz para imitar la tuya—. ¡Y eso me hace automáticamente mejor y más importante que los demás! Soy la única con derecho a tener un maestro, ¿por qué Cassidy tiene también uno?

Volvió a recuperar la postura (y la voz) normal aunque te dirigió un profundo ceño.

—Me tienes harto con tu superioridad moral—escupió—. No eres más que una don nadie más traída de un pueblo cualquiera. Debiste pasar la Angustia con ayuda, ¡y te crees con derecho a cuestionar a todo el mundo!

Apretó los dientes.

—¡Todo lo que he aprendido como mago ha sido con el sudor de mi frente! ¡Sin atajos! ¡Tengo más habilidad en el dedo meñique de la que tú podrás aspirar a tener jamás! ¡Soy... Uhg!

Repentinamente se quedó sin aire y cayó de rodillas, agarrándose los costados como si le doliese algo.

Gabrielle avanzó un paso, y luego otro, con mucha cautela, temiéndose que fuera una trampa. Apretaba el bastón encantado entre sus manos hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

—¿E...estás bien?

Al ver como el tal Cassidy caía al suelo Alexei tuvo el impulso de acercarse. Pero una vocecilla en su cabeza (con un asombroso parecido a la de Gabby) le dijo que no fuera tan impetuoso. Gabrielle tenía un plan en mente (quizás por eso la voz que había escuchado se parecía a la suya) y si se lanzaba de cabeza podía echarlo por tierra.

Nervioso, el rubio guerrero solo podía esperar.

—¡N-NO!—rugió Cassidy, aunque no te quedó muy claro si aquello fuera una respuesta para ti—. ¡Soy... !

Te pareció escucharlo coger aire pero nada más salió de su garganta. Como cuando uno recibe un puñetazo tan fuerte en el estómago que no es capaz de hablar. Gruñó y resopló como si estuviera sufriendo un dolor insoportable hasta que al final plantó ambas palmas en el suelo como si éste terminase de golpe.

Se formó un incómodo silencio tan solo interrumpido por el solitario soplar del viento y los jadeos del mago. Sin embargo, conforme pasaron los segundos, éstos empezaron a tornarse en una risita con cierto tinte perturbador.

—Patético... —siseó. Y de pronto añadió con voz gélida:—. Vete de aquí.

—¿Dónde crees que vas?—escuchaste de pronto susurrar a Ayla en voz baja—. ¡Estate quieto!

Al mirar viste que había agarrado a Asthan, quien parecía tan nervioso como tú.

—¡Tengo un mal presentimiento!—protestó el dalishano con inquietud.

Gabrielle frunció más aún el ceño si cabe. Aquel repentino cambio de tono no auguraba nada bueno. ¿Sería cosa de demonios? ¿Estaba Cassidy poseído? Dudaba de que pudiera detenerle si se convertía en una abominación.

—No me voy a ir de aquí hasta que me expliques qué está sucediendo. Que te está sucediendo.

La repentina sensación que de pronto sentiste fué lo más desagradable y a la vez lo más sobrecogedor que recordabas haber sentido nunca. La presión en el aire pareció volverse repentinamente más fuerte, como si de pronto éste se hubiera vuelto sólido y pretendiera apalastarte con su peso.

Era algo tan apabullante, tan abrumador, tan ajeno a lo normal, que dejaba en ridículo lo que podía llegar a imponer el aura de Rhagos, de Pereza, o incluso de Schaudaron. Aquella era la presencia más arrolladora que habías sentido jamás.

No te quedó muy claro qué pasó en aquel instante exactamente. Pero si tuvieras que intentar explicarlo con palabras, dirías que Cassidy reventó en una explosión cegadora de poder puro. Trastabillaste y casi te caes... pero cuando pudiste ver algo, viste lo que era quizá la entidad más aterradora sobre la que un mago podía posar la vista.

Era inmenso, debía medir como tres metros y eso que estaba encorvado. No querías pensar en lo alto que podía ser si le daba por erguirse. Una serie de cuernos largos y retorcidos brotaban de la cabeza de aquella cosa. Cabeza que, por cierto, tenía siete ojos. Su cuerpo era de un tono morado oscuro y estaba recubierto por un grueso caparazón de pinchos erizados por todas partes, la larguísima cola parecía un látigo monstruoso y las espeluznantes zarpas de delante, afiladas como hoces, harían quedar en ridículo a la más espléndida espada fereldena.

—Patético—repitió con desdén. Aquella voz no era la de Cassidy, era una voz fría como el acero, grave y profunda como si proveniese del fondo de una cueva. Una voz que parecía capaz de sofocarte congelando el aire dentro de tus pulmones—. Es tan fácil...

Habría bastado un solo segundo para que se abalanzara sobre ti. Estabas a sólo unos pasos de él. Y sin embargo permanecía en cuclillas, mirándote con cada uno de aquellos seis pequeños y brillantes ojos.

—Así que si te explico lo que está sucediendo te irás.

—Gabby sabe lo que se hace—intervino Lynn en ademan apaciguador—. Nos dijo que esperásemos, si hacemos cualquier otra cosa ahora podríamos...

La repentina sensación que de pronto sentiste fue lo más desagradable y a la vez lo más sobrecogedor que recordabas haber sentido nunca. La presión en el aire pareció volverse al instantemás fuerte, como si de pronto éste se hubiera vuelto sólido y pretendiera apalastarte con su peso.

Era algo tan apabullante, tan abrumador, tan ajeno a lo normal, que de pronto te sorprendiste luchando por hacer fuerza con las rodillas. Aquello dejaba en ridículo lo que podía llegar a imponer el aura de Rhagos o de Schaudaron incluso. Aquella era la presencia más arrolladora que habías sentido nunca. Y los demás también parecieron sentirla porque Lynn literamnete se quedó sin aire para continuar la frase. Como cuando a uno le dan un puñetazo en la boca del estómago.

No te quedó muy claro qué pasó a continuación exactamente. Pero si tuvieras que intentar explicarlo con palabras, dirías que Cassidy reventó en una explosión cegadora de poder puro. Trastabillásteis y casi os caísteis todos al suelo... pero cuando pudiste ver algo, viste lo que era quizá la entidad más aterradora sobre la que habías posado jamás la vista.

Era inmenso, debía medir como tres metros y eso que estaba encorvado. No querías pensar en lo alto que podía ser si le daba por erguirse. Una serie de cuernos largos y retorcidos brotaban de la cabeza de aquella cosa, cabeza que, por cierto, tenía siete ojos. Su cuerpo presentaba un tono morado oscuro y estaba recubierto por un grueso caparazón de pinchos erizados por todas partes, la larguísima cola parecía un látigo monstruoso y las espeluznantes zarpas de delante, afiladas como hoces, harían quedar en ridículo a la más espléndida espada Fereldena.

Habría bastado un solo segundo para que se abalanzara sobre Gabrielle. Estaba a sólo unos pasos de él. Y sin embargo permanecía en cuclillas, mirándola con cada uno de aquellos seis pequeños y brillantes ojos.

—Por la sangre de Andraste... —jadeó Ayla. Incluso ella había palidecido al ver a aquella cosa.

Gabrielle ha leído sobre los Demonios del Orgullo: Sabe que son los más poderosos de la jerarquía pero también resultan muy raros de ver y por lo tanto se ha recabado modesta información sobre ellos.

Recuerda (aparte del aspecto, porque lo está viendo) que son duros, son fuertes, y para colmo también saben de magia (algunos incluso pueden resistir un tipo concreto de ella o volverse inmunes) Pero también son criaturas tremendamente inteligentes y astutas a diferencia de muchos otros demonios que sólo piensan en atacar y destruir todo lo que ven. Los Demonios del Orgullo son competitivos incluso con sus semejantes y perfectamente capaces de atacar a otros demonios que se hayan fijado en la misma víctima que ellos, o que les molesten de algún modo.

Decir que Gabrielle retrocedió con cautela sería faltar a la verdad. A decir verdad, retrocedió con más miedo que dignidad.

El único punto a su favor es que nunca dejaba que el miedo la impidiera pensar. De todo lo que recordaba sobre los demonios del orgullo, hubo una cosa que le llamó la atención: podían destruir a otros demonios que rondaran a la misma víctima. Eso le hizo pensar en Rhagos y en Ayla. Sería muy útil que el Demonio del Orgullo despedazara a Rhagos. Si lograba que después no tratara de poseer a la maga ígnea.

Pero ¿cómo lograrlo? Bueno, los seres del velo encarnaban una emoción y eran, en ese sentido, unidimensionales. Tal vez, apelando a su orgullo...

—Claro que es fácil. Demasiado. Siempre pensé que Cassidy caería presa de un demonio menor de la jerarquía. Envidia, quizá. Pensaba que el Orgullo buscaría una presa más interesante. Pero adelante, cuéntame cómo fue.