Partida Rol por web

   Avanzáis por las calles, más o menos recordáis bien el camino. O más bien lo recuerda Kuzlass. La niebla se espesa por momentos y no veis ni un alma por las calles. En frío helado os humedece las ropas que pronto se vuelven algo más pesadas por la humedad que absorben.

   Al llegar a la mansión al extremo de la calle, la encontráis silenciosa. Aunque la verdad, tampoco es que fuera un jolgorio de risas y de ruido la primera vez que llegasteis.

   Estáis ahora justo delante de la puerta principal, pero a unos veinte o treinta metros.

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La niebla era pegajosa y humedecía las ropas de Kuzlass, pero al menos el troll consiguió orientarse hasta llegar a la casa de su patrón. Con un gruñido satisfecho, Kuzlass le hizo un gesto al grupo, especialmente a Ur-El-Que-Se-Comió-Un-Escarabajo, que era el que cargaba aún con el pequeño dios. Habían llegado por fin.

—La mansión, por fin. Vamos dentro.

El troll avanzó por el camino en dirección a la casa. No esperaba que nadie les atacara o emboscara en el pueblo de los humanos, pero la niebla le ponía nervioso, porque impedía que su sentido oscuro actuase a pleno rendimiento. Era como avanzar bajo el agua y resultaba un poco mareante.

Cuanto antes entregaran la mercancía, mejor.

Ur asintió formalmente y cubrió el flanco de Kuz, enarbolando el arma y el escudo.

Solo un par de metros separaban al grupo del final de su misión. Sin embargo, esta tensa niebla que empapaba las prendas dotaba de un aura mística y peligrosa a las calles y la mansión. Zashi se sintió a gusto cuando el troll comunicó su hallazgo y ambos Uz tomaron la delantera. Ella llevó su mano hasta la empuñadura de su espada Jian, por si fuera necesario y avanzó con el sigilo que sus finos zapatos le proveían. Miraba a ambos lados, atenta a cualquier eventualidad, pero esperaba ansiosamente el poder llegar.

   Todo está tranquilo. Kuzlass se aproxima a la puerta, mientras los demás vigilan. Alza la mano (o la maza) para llamar a la puerta, pero antes de que la baje, la puerta se abre chirriando hacia dentro. El pasillo esta oscuro (y el troll negro ve que está vacío, su ausencia de luz no le molesta), pero al poco de abrirse la puerta, se encienden una a una las lámparas que cuelgan del techo, proyectando una tenue luz.

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El troll cierra los ojos, molesto ante la innecesaria luz. Le habría resultado más sencillo avanzar en la oscuridad de la sala. Pero su patrón era un humano, así que era de esperar que necesitara ver en la oscuridad.

—Vamos, adentro —dijo, mientras entraba en el recibidor de la cueva de su contratista y comenzaba a avanzar—. Ur-El-Que-Se-Comió-Un-Escarabajo, que la estatua del pequeño dios no se golpee con nada.

Sería una pena que se rompiese o dañase estando tan cerca de entregarla.

Mientras avanzaba por la casa, a Kuzlass se le pasó por la cabeza la idea de que utilizar magia para encender las luces de las lámparas era una muestra de orgullo por parte de su patrón, pudiendo simplemente llamar a un sirviente o un esclavo. 

La idea le resultó algo inquietante, así que puso su mano sobre el mango de su maza de plomo rúnica, aunque no llegó a blandir su arma.

—Que el pequeño dios no se golpee con nada, —susurró. Añadió un leve chiflido que, entre los uz, era una forma familiar de expresar adquiescencia.

Todo le parecía demasiado extraño. Esperaba que tras la puerta estuviera su contratista o algún criado. Sumado a todo ello esa molesta e inoportuna niebla que helaba la incertidumbre de la muchacha. Resopló para aliviar la angustia y continuó detrás del grupo. Realmente esperaba que este camino que estaban siguiendo fuera el correcto. No quería dar pie a las creencias de su fuero más interno, y admitir que se encontraban atrapados en algún tipo de ilusión o artimaña. 

Si en la calle la sensación era de agobio, cuando llegamos a la mansión, no fue mejor. Las puertas se abrieron solas antes de que la manaza del troll negro llegara a golpearlas, como queriendo evitar el contacto con las sucias manos del gigante. Fuimos entrando de uno en uno y allí no apareció nadie, ni un criado ni nada. No se veía ni un alma por los alrededores y aquí dentro era similar. ¡Ni siquiera se oían los aullidos de los lastimeros perros que piden comida! Sin dejar de vigilar la retaguardia, con el arco presto, seguí a los demás hasta dentro. ¡Y de repente las luces se encendieron solas también! Esto no me gustaba nada, nada de nada. Sin quitar presión a la cuerda del arco y al proyectil en él fijado, observé todo a mi alrededor. ¿Qué veían mis ojos de elfo allí dentro?

- Esto no es normal. Por fin, habíamos llegado a nuestro objetivo, solo teníamos que darle la estatua al mecenas de la expedición y todo había acabado, pero no, estaba claro que había algo mas antes de terminar. - Creía que el tiempo de la maza y el escudo había pasado una vez salimos de las cuevas, pero esto no pinta bien. 

   Una figura sale de una puerta que se abre al fondo del pasillo, llevando un candil de aceite en una mano y se aproxima lentamente hasta llegar a vuestra altura.

   - Pasen, mi señor le está esperando. -

   Sin decir una palabra, se gira y vuelve hacia atrás, hacia la puerta de donde ha salido. En esa puerta una cálida luz se derrama sobre el pasillo y se oye el característico ruido (y para los trolls, el olor) de leña quemándose y chisporroteando, tal vez una chimenea encendida, ya que la luz que se proyecta a través de la puerta abierta, parece bailar entre las sombras de la pared.

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Al ver al criado salir para atendernos, por casi le clavo una flecha entre ceja y ceja, de lo nervioso que me estaba poniendo. Seguí al tipo hasta las puertas por donde había aparecido y desaparecido y eché un rápido vistazo antes de entrar. Cuando ojeé la sala que había tras aquellas puertas, de donde salía la luminosidad que solía dar una chimenea encendida, esperé a que entraran primero los trolls con la estatua y los demás, para echar una ojeada al pasillo y entrar definitivamente tras ellos.

Por fin iban a cumplir su encargo. Kuzlass entró el primero en la sala, con la mano apoyada aún en el mango de la maza, pero intentando no mostrarse amenazador. Olfateó la habitación al entrar y buscó a su patrón, tanto con la vista como con su sentido oscuro. 

—Hemos traído la estatua —dijo, simplemente, pero sin querer que otro de los miembros del grupo pudiera adelantarse y reclamar en solitario la gloria para sí mismo—, con gran peligro para nuestras vidas y algunas bajas. Pero hemos dado muerte al Caos y cumplido nuestra misión.

»Ur-El-Que-Se-Comió-Un-Escarabajo, muéstrasela.

Ur asintió. Entonces, dejando la espada y el escudo a un lado, desató las cuerdas que sujetaban al pequeño dios a su espalda y se preparó para desenvolver el paquete. En el último y angustioso momento antes de abrirlo pensó: Ur espera que pequeño dios estar con lo de arriba arriba y lo de abajo abajo. Ser ridículo si desenvolver y pequeño dios estar cabeza abajo.

Sin duda tan laboriosos pensamientos le llevaron demasiado tiempo. Cuando se dio cuenta de que todo el mundo le miraba, se apresuró a desenvolver el paquete de una vez por todas.

   Al entrar en la sala, el hombre del candil vestido con ropas de mayordomo de alta alcurnia, no de simple criado, se hace a un lado y otro hombre, el que os encargó el trabajo, se adelanta para daros la bienvenida.

Tras los trolls, y luego de intercambiar miradas con el elfo, entró Zashi al recinto del que emanaba aquella cándida luz. Se hizo a un lado, y dejó hablar a los Uz. Buscaba con los ojos el calor del fuego, cuando un hombre les salió al paso. Mantuvo silencio hasta que su empleador comenzó a hablar. Luego pensó en decir algo pero prefirió escuchar.

La verdad era que la situación cada vez era mas sospechosa, pero quizás solo fuera la excentricidad de nuestro mecenas la que hubiese provocado la situación. Acompañado al resto de nuestra comunidad al interior del salón, espero a que una vez entregada la estatua, nos sea entregado nuestra recompensa. - Como dice el nuestro compañero, la misión, no resultó nada fácil. 

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   Asiente con la cabeza y sonríe.

   - Lo sé, por eso el pago y por eso fueron varios grupos en su búsqueda. Debo añadir que siempre me parecieron los más competentes y el hecho de que estén aquí con la estatua confirme que mis primeras impresiones eran las correctas. -

   El mayordomo os ofrece asiento y desaparece en una salita lateral para aparecer casi al instante con una bandeja de plata con licores para los humanos y elfo. Luego vuelve a desaparecer, esta vez tarda algo más, y retorna llevando debajo de cada brazo un pequeño barril de fuerte aguardiente y deja un barril para el gran troll y otro para el troll negro. Luego se queda en silencio detrás de su señor con las manos a la espalda por si se pide otra cosa.

   - ¿Me permiten ver la estatua? -

   Mientras habla hace un gesto a una pequeña plataforma circular elevada un metro, claramente diseñada para alojar la estatua, o al menos, una estatua de dimensiones parejas a la que traéis.

   Caéis en la cuenta, de que la estatua aún está tapada por las mantas y tiras de cuero y amarrada con las cuerdas.

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La chica toma asiento y agradece el licor— Gracias. —Pero pese a ello, no toma una gota. Se mantiene serena y callada a la espera de que Ur haga los honores y desvista al pequeño dios de sus necesarias ropas de viaje.

En algún punto de su interior Zashi tiene algunas dudas. No está del todo segura de si están haciendo lo correcto. Esa niebla sigue intrincada en su mente. Empañando su pensamiento. Hay algún tipo de augurio que aún no logra comprender. Pero es una mujer paciente, y por lo mismo espera y medita sus intenciones.