Partida Rol por web

Cuando la doctora examina el cuerpo del checo, se da cuenta al momento de que tiene una contusión importante. Necesita reposo, un sueño reparadror, y sobre todo, lo que más necesita es no encontrarse con otros nazis. 

Abre un poco los ojos ya sonríe levemente en el regazo de Marlowe. ¿Mirka?, pregunta frunciendo el ceño. Mirka

- ¿Mirka? -pregunta frunciendo el ceño en el regazo de Marlowe, con la mirada perdida-. Mirka, estás bien, estás bien... -parece que está delirando, su frente está ardiendo y en cambio, su mano, en contacto con la mejilla de la cirujana, está fría como el hielo.

El hombre cierra de nuevo los ojos. Su pecho se mueve ampliamente arriba y abajo, inspirando y expirando. Claramente, está dormido.

* * * *

Cargáis a cuestas al hombre y decidís continuar con la marcha, dejando atrás un rastro de cadáveres desnudos y magullados. Penwater lidera la marcha, como tantas otras veces ha hecho con su escuadrón. Sabe perfectamente dónde pisar, guiado por su experiencia. Guiado también por su suerte y su instinto, por qué no decirlo, pero eso forma parte de la experiencia: saber cuándo fiarse de uno mismo.

Debido a la violenta persecución que ha tenido lugar ante vosotros, no resulta muy difícil deshacer los pasos de esa pequeña división nazi con la que os habéis topado. Muchas ramas rotas, hojas pisadas, troncos arañados. Avanzáis hacia el norte durante una media hora y los rayos de luz ya comienzan a bañar el bosque.

En el camino descubrís unas marcas en el suelo de lo que parece una tanqueta. Puede que estéis en el recorrido de otra patrulla de reconocimiento. Claramente están buscando algo, puesto que los disparos no han podido pasar desapercibidos.

Un poco más adelante, la espesura se hace mucho menos densa y los árboles dejan enormes claros en los que edificar o cultivar. La tierra es fértil en esta zona, está húmeda, llena de vida, por lo que no os extrañáis al encontrar un edificio de madera que identificáis como granero. La madera está algo vieja, pero parece seca y firme. Antaño pintado de rojo, tiene partes de pintura desconchada que hacen pensar que ha vivido tiempos mejores.

Veis pisadas cerca del granero, pero no veis a nadie en primera instancia. La puerta está entreabierta, el checo pesa y estáis heridos.

Al ver el granero, Penwater vio el cielo abierto. No podían continuar cargando con un "muerto". Estaban agotados, somnolientos y en su caso dolorido por las heridas recibidas. Aquel granero podía no ser un hotel de cinco estrellas, pero era un lugar donde descansar y reponerse. Además, Marlowe podría examinar bien al checo e incluso podrían comer algo, pues además de todo lo demás, estaba hambriento.

Thomas se acercó al granero tratando de hacer el menor ruido. Tenía que comprobar que no hubiera nadie en su interior y después buscaría una zona donde acomodarse. Thomas accedió al interior del granero pistola en mano y tratando de cubrir todos los ángulos, examinando centímetro a centímetro y muy cauteloso. Aunque no siempre la cautela era suficiente.

- En cuanto os avise, seguidme... - Les dijo a sus compañeros.

Penwater toma la iniciativa y abre un poco más la puerta para poder pasar sin dificultad. Está clavada en el suelo, pero consigue levantarla para que la bisagra no rasque con el quicio de la puerta.

Sin embargo, al estar en la intemperie y a juzgar por la pila de años que parece que tiene el granero, la bisagra está oxidada y bastante cesvencijada, por lo que produce un tremendo y sonoro chirrido. El militar abre lo justo y, con su pistola cargada, entra lo más sigilosamente que puede, si es que ya le sirve de algo.

El granero no tiene ninguna ventana y está pobremente iluminada, solo con la luz que se filtra de la puerta y de los hilillos que se cuelan de los húmedos tablones que componen las paredes.

Cuando tus ojos se acostumbran a la luz, no ves a nadie allí. Nadie excepto un cuerpo inerte de mujer, flotando en el aire, sujeto con una cuerda por el cuello al travesaño principal del granero. Es una mujer de pelo rubio y largo que ahora le tapa media cara. Lleva un vestido claramente hecho de retales de otras telas y parece joven, de no más de veinte años.

A sus pies, a escasos centímetros, hay una carta garabateada en checo. No la entiendes, pero probablemente la doctora Marlowe pueda traducirla.

Eleanor comprobaba constantemente los signos vitales de su nuevo amigo. El hombre estaba delirando claramente bajo los efectos de una fiebre altísima. A pesar de que había hecho por él lo que había podido en aquellas circunstancias, necesitaba descansar si querían que sobreviviera. Todos debían descansar. Penwater los guiaba con gesto estoico a través de territorio enemigo hacia algún refugio, pero para el ojo experto de la doctora no pasaba desapercibido que la herida y el cansancio empezaban a dejar huella en el soldado. 

Klaus estaba sudando profusamente bajo el peso del herido y su habitual peinado empezaba a mostrar un evidente encrespamiento impropio del austríaco. - Ya se lo dije... Si se dejara usted bigote podría darle mayor efectismo a sus resoplidos, querido... - Eleanor lo miró sonriendo abiertamente mientras intentaba ocultar su creciente preocupación ante los signos que iban encontrando de otras patrullas por la zona. 

Por fin alcanzaron un granero de aspecto destartalado, aunque Eleanor no las tenía todas consigo sobre que estuviera abandonado. Con la pistola en la mano la doctora se acercó a la puerta con cuidado y se asomó a la puerta. 

- ¡Oh, mierda! - Dijo al percatarse de lo que había en el interior del granero. 

Acto seguido salió de nuevo al exterior para informar a sus compañeros. Allí no había nadie, nadie con vida al menos. No obstante, cuando Thomas regresó con sus compañeros estaba blanco, como si hubiera visto un fantasma. 

- Una joven cuelga de la viga central del granero. - Desveló. - Hay una nota me checo. - Se la entregó a Marlowe. 

Regresó al interior. Aquella mujer debía llevar tiempo fallecida, pero aún así comprobaría que no quedase un resquicio de vida en ella y en todo caso, la descolgaría y la colocaría en un lugar donde pudiera reposar. Era lo mínimo que podía hacer por ella y además, sería más fácil así, el poder descansar en el granero. Pues con un cadáver colgando no podría conciliar el sueño ni un minuto. 

Klaus dejó al checo donde pudo porque, en primer lugar, le dolía la espalda. No estaba acostumbrado a cargar con tanto peso, desde luego. Y, en segundo lugar, porque él no estaba allí para arrastrar pesos muertos. ¡Era un hombre de mediana edad, Mein Gott! ¡Y a buen seguro el que más clase tenía en aquel...! Hum... ¿Escuadra? ¿Destacamento? Oh... ¡Comando! ¡Oh, jo, jo, joooooo! En efecto, Klaus era integrante de aquel comando de operaciones especiales en mitad de algún lugar perdido en Checoslovaquia. Eso compensaba casi todo lo demás.

Casi.

¡JAMÁS SE VERÍA DESPEINADO AL NOBLE AUSTRÍACO! ¡NI SIQUIERA EN LA GUERRA!

-Perdone, Fraülein Marlowe, pero este fino cutis digno de un infante recién salido del claustro materno nunca, y enfatizo, nie, lucirá siquiera una leve sombra de lo que podríamos catalogar como vil pelusilla. Verstehst du, was ich sage? ¿Comprende, mi querida suturadora?-, comentó muy sonriente a la picajosa británica mientras se secaba con gracia el sudor tras cargar con el, en su opinión, muy poco colaborador checo y se repeinaba el flequillo.

Comprobó que Penwater tenía algún incidente con la puerta del granero que había detectado durante la exploración, lo que le hizo arquear las cejas.

-Hmmm... Parece que nuestro intrépido cabo ha entablado combate con esa vieja puerta, ¿ja? ¡Jijijijijiji!-. Comentó con tono jocoso a Marlowe. Pero la risa le duró poco a Klaus al comprobar que el amerrikaner salía del interior del granero con la lividez de un muerto.

-Hmmmm... Interesante-, murmuró el austríaco al desvelar Penwater su siniestro hallazgo. -¿Se atrevería usted con una predicción, Penwaterrr? ¿Diría usted que estamos ante un asesinato de esos natsis? ¿Hm? ¿O considera que puede haber sido un suicidio? Desde luego, la aparición de la nota parece significativa, ¿ja?-. Intercambió una mirada elocuente con el cabo y con Marlowe. Entonces, el extravagante austríaco alzó su dedo favorito. Su índice matizador.

-Me permito reseñar que podríamos estar ante una sin duda luctuosa casualidad... ¿Recuerdan los desvaríos de este buen hombre al que hemos rescatado de los opresores natsis? Claro que lo recuerdan, por supuesto. No paraba de repetir el mismo nombre en una especie de trance. ¡Como delirando! Mirka. ¡Mirka! Mirka. Y yo me pregunto...-. Klaus agitó su dedo en el aire mientras daba vueltas en círculos. Se detuvo en el momento de lanzarse la pregunta a sí mismo. -¿Quién firma esa nota, doctora?

Bran,

He oído que han tomado Krupna y no tengo noticias tuyas. Sé que quieres echar a esos invasores pero no creo que nunca puedas conseguirlo. El lechero me dijo que han desmantelado la Iglesia, así que seguramente os habrán descubierto. No puedo imaginar lo que pueden llegar a hacerte y la incertidumbre me está matando. Me dijiste que no saliese de aquí, pero empiezo a oir gritos, disparos y vehículos cerca. No tengo adonde ir y no puedo dejar que me cojan con vida. Probablemente, tú ya estés muerto de todos modos.

Lo siento muchísimo, cariño. Te quiero, te quiero.

Mirka

-¡Bingoooooooooou!-, exclamó Klaus muy sonriente, leyendo los nombres que aparecían en la carta. No obstante, algo pareció preocuparle de modo súbito.

-Se dice así en Amérrika, ¿ja?-. Carraspeó un instante adoptando un tono más solemne. -Podemos confirmar entonces que esa pobre alma y este fugitivo de los natsis mantenían una relación, digamos, moderadamente afectuosa. Su hallazgo, si bien funesto, llega en un momento inmejorable, Penwaterrr. Hemos confirmado que Krupna está ahora bajo yugo natsi, que han desmantelado la Iglesia -lo cual, deduzco, huele sospechosamente a nido de La Resistencia- y que nuestro bienamado y algo pasado de peso Bran... ¿Es su nombre, no es así, Fraülein? Pues eso, nuestro querido Bran está involucrado en el asunto.

>>Bien, en su opinión, cabo, ¿Cuál habría de ser nuestro siguiente paso? Parece que Krupna ahora es un nido de esos aviesos natsis. ¿Qué piensan ustedes, doctora? ¿Emil?-. 

Klaus parecía no perder la calma con facilidad, si bien la situación distaba mucho de ser sencilla para ellos. Se interesó por conocer la opinión de sus compañeros, aunque él ya estaba concibiendo un astuto y complejo plan...

Odiaba que el austriaco tuviera razón, pero en aquel caso la tenía. De hecho, odiaba especialmente que Velvet Thunder hubiera acertado precisamente en aquel momento. Cuando aquel hombre despertara de su estado y fuera testigo de lo que acababan de descubrir se vendría abajo. Era terrible lo que me había sucedido a aquella pareja. 

- ¡Qué mierda! - Exclamó Penwater. - Aunque esto con confirma que hemos encontrado a la resistencia. Esperemos que se tome esto como un motivo más para combatir al nazismo y no se venga abajo sumido en la depresión. 

Miró a aquel hombre. Estaba medio muerto, pero cuando despertara, lo estaría definitivamente, al menos en lo concerniente a su alma. Thomas sintió un gran sentimiento de pena y desasosiego. Negó con la cabeza y se mantuvo unos segundos en silencio la borde del llanto. 

- Intenten descansar. - Les propuso a sus compañeros. Miró a von Heizinger. - Y no quiero un solo comentario ingenioso de los suyos, al respecto de ésto... - Señaló el cadáver de la joven y se propuso a sacarlo del granero para buscarle un buen lugar dónde sepultarlo. Su pala de marine tendría que cavar una zanja. Pero fue tarde... Ya había salido con una de sus tonterías. 

- Hay que esperar. - Respondió a Velvet. - Tenemos que descansar y esperar a que Bran se recupere. Él sabrá mejor que nosotros como está la situación. Sabremos de primera mano a que atenernos.

Emil siguió al grupo, pistola en mano, cerrando la comitiva y vigilando que no hubiese más sorpresas. Cuando llegaron al granero, no se opuso a que Penwater entrase el primero. Aún así, cuando oyó el improperio, Emil se apartó de un salto de la puerta y apuntó con su pistola a la entrada, a la espera de oír trifulca.

Ante la noticia de que lo que había encontrado era un cadáver, Emil se tranquilizó, guardando su arma. Eran los vivos los que le preocupaban. Y parecía que allí ya no quedaba ninguno.

Aunque parecía que al cabo le había turbado levemente la situación ante la cuál se hallaban, el austriaco parecía más preocupado por haber acertado en su hipótesis que en el cadáver de la joven. Un tipo peculiar, realmente.

- Debería enterrar también esa nota junto a la chica, Penwater - dijo Emil mientras entraba al granero y buscaba un sitio en el que acomodarse -. Si nuestro amigo se entera de que su amada está muerta, tal vez pierda las ganas de luchar. Pero si piensa que la tienen los nazis... - el joven le dio una palmada en el hombro al americano y le guiñó un ojo - Puede que se muestre más cooperativo.

- No. - Respondió tajantemente el soldado.- No haremos tal cosa, eso nos convertiría en monstruos.

Y monstruos eran lo que pretendían combatir. ¿Qué sentido tendría hacerlo usando los mismos escrúpulos que un nazi podría demostrar? La respuesta era obvia, no tendría ningún sentido.

Von Heizinger se inmiscuyó en la conversación entre Emil y Penwater. Estaba claro que el cabo estaba muy tenso y el austríaco quería aplacar los ánimos.

-Calma, caaaalma, Kameradin. La muerte acostumbra a generar cierto sentimiento de inquina personal hacia el enemigo, ¿ja? Si bien ha sucedido una indudable tragedia con la abrupta defunción de la bella Mirka, no creo que debamos preocuparnos por nuestro inconsciente amigo Bran. O mucho me equivoco, o su pérdida espoleará a ese hombre a aniquilar a su enemigo jurado: los natsis-. El austríaco hablaba con mucha serenidad, controlando la situación.

Klaus dio una palmadita en el pecho al amerrikaner.

-Está haciendo usted una labor fan-tas-tisch, Herr Penwaterrr. Por favor, no deje que las circunstancias le sobrepasen. Hace bien en conservar su humanidaT, pero considere no obstante que usted, sí, usted, va a brindar a este hombre algo que, cuando despierte, deseará desesperadamente...-. Los ojos azules de Klaus emitían un brillo particular. -Hablo de venganza, cabo. Una de las emociones más poderosas que posee el ser humano. No olvide que el Führer apeló a ella para alzar nada menos que al pueblo alemán contra los promotores del Tratado de Versalles.

El austríaco, que distaba mucho de ser un ingenuo, dedicó esta vez una sonrisa diferente al cabo. No era su icónica sonrisa torcida y exasperante. Era una sonrisa vulpina, de ajedrecista. Alzó sus expresivas cejas en un gesto que podía recordar al de un niño algo travieso y se alejó unos pasos, dejando espacio a Penwater. En su opinión, el cabo necesitaba aire puro.

Mientras se asomaba con los músculos en tensión al granero no pudo evitar sonreír ante las ocurrencias de Klaus. Debía reconocer que el austríaco tenía una capacidad para el optimismo que le agradaba especialmente. Eleanor cogió la nota que había encontrado Penwater junto al cadáver del granero y al leerla se la hizo un nudo en el estómago. Aquella pobre mujer había muerto sola y desesperada. No podía imaginar lo terrible que debía haber sido para ella tomar aquella decisión... Comprendía perfectamente la angustia insoportable que suponía el no saber. La impotencia. El miedo. Ella había decidido cruzar media Europa para librarse de todo ello. Mirka había tomado un camino más expeditivo... 

La doctora se acercó a Thomas Penwater con delicadeza y, sin decir nada, le puso la mano en el hombro apretándole afectuosamente. Era evidente que el soldado había sufrido un impacto emocional ante la situación de aquella pareja y Eleanor se sentía del mismo modo. La situación avivaba su temor de haber llegado demasiado tarde. De que Jack hubiera muerto o, peor aún, de que nunca llegara a descubrirlo. - Estoy de acuerdo con Thomas, querido. Si han ocupado el pueblo y han desmantelado la Iglesia es muy posible que los miembros de la Resistencia huyeran. Que tuvieran alguna base alternativa. Algún lugar de encuentro. Bran es nuestra mejor opción para encontrarlos ahora mismo.  Es peligroso, pero debemos descansar unas horas y turnarnos para hacer guardias... - comentó mientras echaba un vistazo al granero para determinar si podía existir algún punto elevado desde el que pudieran vigilar los alrededores. 

La doctora había comprendido desde un primer momento que Emil era un hombre eminentemente práctico y que sería capaz de abandonar a cualquiera de ellos a su suerte para salvarse él. Entendía el pensamiento que subyacía bajo su propuesta de ocultar la carta de Mirka y no por ello le horrorizaba menos. - Tiene derecho a saber lo que le ha ocurrido, Emil... - 

- Eso es precisamente. - Le respondió Penwater a Velvet Thunder. - Estoy convencido, de que éste hombre, si es realmente un miembro de la resistencia, tendrá la suficiente determinación para convertir su odio y su rabia, en ansias de venganza. - Hizo una pausa y chasqueó la lengua. - Puede que sea duro decirlo, pero creo que hasta esta tragedia pueda propiciar que nuestro amigo Bran, se implique aún más en la resistencia.

Entonces Marlowe se tocó el hombro y se sintió reconfortado por ella. Entonces escuchó lo que la doctora tenía que decir. Parecía que todos pensaban como él, salvo Emil. Era un alivio ciertamente.

- Veo que estamos de acuerdo entonces. - Dijo complacido. - Si quieren puedo hacer la primera guardia, la última, o la que no quieran ustedes. Me adapto.

- Como quieran - dijo Emil encogiéndose de hombros -. A fin de cuentas, es usted quién va a enterrarla, Penwater. Pero no se engañe - una sonrisa se dibujó en la cara de Emil, aunque su mirada mostraba dureza -, es usted quién va a aprovecharse de la muerte de esa chica para sus propios fines. Yo seré un desgraciado - la mirada de Emil se clavaba en Penwater, borrada ya la sonrisa de la que hacía gala un momento antes -, pero al menos no disfrazo de altruismo mi egoísmo. No olvide, cabo - la expresión del joven volvió a mostrar la sorna que le acompañaba constantemente -, que todos vimos como estaba dispuesto a dejar morir a ese desgraciado por salvar su culo. 

Dicho esto, y sin esperar respuesta, Emil dejó sus cosas en un rincón y se dirigió al exterior.

- Yo haré la primera guardia. Intenten descansar.