Partida Rol por web

Unas par de horas más tarde, el hombre checo abre lentamente los ojos. Mira a su alrededor y se sobresalta. Trata de levantarse pero sufre un pinchazo de dolor en su brazo cuando apoya su peso, ahora vendado por las habilidosas manos de la cirujana. Sisea suavemente y mira a quien tiene más cerca suyo, para abalanzarse sobre él.

Von Heizinger es el que más cerca está o, por lo menos, el que parece el rival más débil. No parece tan ágil como los demás, tiene posibilidades. Sí, desde luego, es la opción más segura. Allá vamos. Y el checo se lanza like a thunder contra Velvet.

— ¿Por qué estamos en la granja de Mirka? ¿Qué habéis hecho con ella?  —espeta en checo, forcejeando con el austríaco-. ¡No diré nada, alemanes hijos de puta! ¡Bien podéis matarme ahora, porque no me sonsacaréis nada!

No ha visto el cadáver de Mirka, lo habéis escondido de él para que no reaccione desmesuradamente.

No le gustaban las acusaciones de Heinrich. No era lo mismo no actuar en el momento en que el checo estaba huyendo, que ocultarle lo de su esposa. Si actuaban sin saber a qué se atenían, podían acabar todos muertos, incluido el propio checo. La misión se iría al traste e inclso podrían ser torturados hasta sonsacarles algún tipo de información relevante. En el otro caso no había nada en juego que no pudieran conseguir de otra forma y no le parecía ético mentir a aquel joven.

Se fue a dormir, pues Emil haría la primera guardia. Su despertar fue abrupto y pudo ver cómo el checo despertaba totalmente desorientado y agresivo. Normal por otra parte después de lo que había vivido.

- Bran, ¿se llama así, verdad? - Le preguntó mostrando las manos desarmadas. - Mi nombre es Thomas Penwater, soy americano y pertenezco al ejercicio de los Estados Unidos. - Se presentó tratando de calmar a aquel hombre. - ¿Recuerda a una patrulla nazi que le perseguía con un perro? ¿Recuerda que el perro se abalanzó sobre usted? - Miró a los ojos de aquel hombre. Todo lo que decía era verdad y esperaba que le creyera. - Nosotros estábamos agazapados entre las matas. Acabamos con la patrulla. Le salvamos, pero le hicieron. La doctora Marlowe... - Señaló con la mirada a si compañera. - ...le ha durado las heridas. Somos aliados. ¿Lo entiende?

Klaus no era un oponente demasiado peligroso en las distancias cortas. Menos aún para un checo enfurecido del tamaño de Bran. Estaba el austríaco en el séptimo cielo cuando aquel oso -y no precisamente en sentido figurado, ¡pues olía como un úrsido!- se abalanzó sobre él y le robó su preciado Mauser. ¡Qué descaro! ¡Atacar a un hombre dormido! ¡Qué indecencia!

Klaus alzó las manos y esbozó su sonrisa torcida mientras asentía a las palabras de Penwater.

-Mi querido amigo checo, no cometa el error de confundirme con un alemán, ¿ja? Comprendo que a sus ojos pueda parecer una incoherencia andante dados mis adorables rasgos teutónicos, mi uniforme militar aliado y el rifle de factura alemana que sin duda usted me ha arrebatado con notable firmeza, pero le aseguro que soy austríaco. Vienés, para mayor honra personal. Tal y como dice mi colega amerrikaner aquí presente, le salvamos de ser devorado por una mala perra-.

Klaus estaba ligeramente nervioso con el cañón del Mauser apuntándole a la cara y no calibró el doble sentido de su afirmación, así que se apresuró a matizar.

-Ahemmm... No lo entienda en el mal sentido, buen hombre. Le perseguían unos aviesos natsis, ¿ja? Le azuzaron a un can en la persecución, ¿recuerda? Nos involucramos en un tiroteo por salvarle el pellejo. Ya ve, nos mueven los derechos humanos y el altruismo general, ¡Jijijiji! Perrrrmítame decirle que sin esa mujer que tiene ahí delante, usted, amigo mío, estaría acabado. Acabadísimo, si me permite el matiz ligeramente enfático.

Pausa dramática para que el checo procesase la información. Entre Penwater y él a buen seguro lograban calmarle.

-¿Le... Le importaría bajar el arma? Verrrá, sufro de la espalda y mantener los brazos en alto tanto tiempo me está matando. Uno ya tiene una edad, ¿sabe? Podemos... Eh... Podemos seguir la conversación como hombres civilizados, ¿ja?-.

La doctora observaba preocupada al checo que les apuntaba con el rifle ya que el esfuerzo que estaba realizando aumentaba considerablemente las posibilidades de que su estado empeorara. Penwater y Heizinger se esforzaban por comunicarse, con mayor o menor acierto, con una persona que había despertado desorientada y rodeada de desconocidos tras haber vivido un infierno. Concretamente, Heizinger le soltó tal discurso al pobre hombre que la doctora empezaba a dudar de si esperaba verdaderamente calmarle o recibir un premio Óscar... La joven sintió el fuerte impulso de poner los ojos en blanco, aunque logró contenerlo a duras penas...

- Por favor, por favor... No vamos a hacerle daño... Baje el arma... Le dispararon mientras huía... Si sigue así solo conseguirá que se le vuelvan a abrir las heridas... Por favor... - La doctora Marlowe se dirigió a Bran en checo con el tono suave y cercano que siempre utilizaba con sus pacientes y con el que pretendía mostrarle que su única intención había sido la de ayudarle. 

Bran os mira uno a uno con el Mauser en alto y amartilla el arma a la vez que una gran vena se le marca en la frente cuando Heizinger pronuncia la palabra natsis.

Sin embargo, el hombre no es tonto y sabe que está en total desventaja. Suspira profundamente, vaciando los pulmones y bajando el arma, aunque sin soltarla. Espera que esas palabras de tranquilidad que le dedicáis sean sinceras, se la está jugando. Al fin y al cabo, unos nazis ya le estarían torturando.

— Gra... gracias —dice a Marlowe, mirándose el brazo antes de devolverle la mirada tímidamente a la británica. Se aclara la garganta—. Supongo que tenéis razón. Si fueseis nazis ya me habríais arrancado seis o siete uñas. Malditos hijos de puta. ¿De dónde sois? Habláis alemán, y tú, señorita... tú sabes mi idioma. Pero no sois checos, ¿qué hacéis aquí? Yo sólo soy un granjero, vivo aquí con mi mujer, no sé cómo agradeceros que me hayáis salvado... —mira hacia otro lado, claramente incómodo.

Habla un alemán muy chapurreado, de forma muy directa, muy coloquial, casi irrespetuoso teniendo en cuenta la época. Aunque esto es la guerra y este hombre, solo un granjero.

Emil, que se encontraba algo alejado revisando el perímetro, irrumpe en la cabaña al oír jaleo. Llega en pleno discurso de Penwater, por lo que decide no sacar el arma todavía. Pero mantiene su mano en tensión y cerca de ésta.

Finalmente, el supuesto rebelde parece relajarse, aunque no suelta el arma que le ha arrebatado al austriaco.

- Y yo que creía que, si llegaban problemas, serían de fuera - suelta Emil con desdén, apoyándose contra el marco de la puerta pero sin alejar su mano demasiado del arma - ¿Por qué no nos lo agradece soltando el arma, amigo? Al final se volará un pie, y nuestra querida doctora no hace milagros.

-  Si, devuélvale el arma a nuestro amigo el señor Velvet. - Reforzó las palabras de Emil. - Tenemos que hablar largo y tendido con usted y todas sus preguntas serán respondidas, al menos aquellas de las que dispongamos de respuesta y tengamos el permiso para responder.

Tenían que ir con pies de plomo. Aquel hombre seguía armado y cualquier alusión a lo sucedido con su esposa, podía ser un detonante de violencia. Le contaría lo sucedido, pero antes quería tener claro que fuera en el momento oportuno. Además, viendo el estado de alteración en el que se encontraba, antes deseaba aclarar ciertos asuntos sobre su pertenencia a la llamada "resistencia".

- Mi madre era alemana, pero afincada en EEUU desde hace más de treinta años. - Le comentó. - De ahí que hable alemán. Saber alemán y checho, es uno de los motivos por los que estamos aquí.  - Esperaría a que soltara el arma para profundizar en la conversación.

El granjero no había advertido la presencia de Heinrich, quien se encontraba algo más alejado debido a que estaba montando guardia para advertir cualquier presencia que pudiese acercarse desde el exterior del granero.

Por un momento, Las palabras de Sidewinder provocan el efecto contrario en Branislav. ¡Un alemán! Menos mal que Penwater interviene a tiempo. Un alemán nunca se aliaría con un americano, de eso no cabe duda.

Herido, confundido y derrotado, baja el arma, la descarga con maestría y se la entrega a Heizinger.

— Toma, qué más da —se resigna—. Huí de Krupna cuando las SS entraron al pueblo, me vieron salir de la iglesia. Tenía que volver con Mirka, pero traté de despistarles por el bosque para que no me siguieran hasta aquí, espero que esté bien... —apuntilla con un tinte de amenaza en su voz—. ¡Les traicioné y encima me encontraron! Esos sucios perros que entrenan para hacer el trabajo que ellos no pueden. ¡Joder, les dejé en la estacada, si no me matan los nazis, me matarán ellos! Ese teniente Schlachter ya nos llevaba siguiendo la pista desde hace tiempo —hace una pausa, pensativo—. Ya había tenido algún encuentro en Karlstein con Krystof, con Andrej, incluso con Mojmir. Es cuestión de tiempo, estamos perdidos, nunca tuvimos que quedarnos aquí...

- ¿El padre Andrej? - Preguntó esperanzado. 

No podía ser una coincidencia. Aquel joven ya había aportado suficientes evidencias, como para tomarlo por un miembro de la resistencia y que hablara de aquella manera y pronunciara ese nombre, no dejaba lugar a dudas. 

- Quien nos envía quería que nos pusiéramos en contacto con el padre Andrej. - Desveló. - Es importante que nos diga dónde encontrarle. - Había olvidado en esos momentos todo lo referente a Mirla. La emoción del hallazgo, pero pronto lo recordaría y debería darle la triste noticia a Bran.

Klaus miró a Penwater y alzó su dedo matizador. Su favorito.

-...Ahem. Thunder. Herr Velvet Thunder, mi querrrido amigo. ¡Jijijijiji!-. Estos amerrikaners... Su intelecto luchaba duramente por coordinar nombres en clave de más de un vocablo. A Morty le ocurría lo mismo. ¿Quizás era un mestizo? Eso debiera ser motivo suficiente para explicar su ojo estrábico.

Con todo, Klaus tenía una exquisita paciencia. Más aún con Penwater. El cabo le resultaba un militar excepcional, tan voluntarioso y preocupado por el éxito de la misión.

El austríaco intercambió una significativa mirada con el soldado amerrikaner cuando Bran pronunció el nombre de "Andrej", alias ANGEL. Al parecer el sacerdote no estaba en Krupna, sino en Karlstein. Tomó el rifle que le tendía el checo sin perder la sonrisa y lo depositó junto a la pared, bajando ya sus cansados brazos y sin ponerse en pie siquiera. Desde luego, Klaus no parecía especialmente rencoroso con Branislav tras la acometida.

-Una historia cierrrtamente interesante, Herr Bran. Una ristra de nombres de lo más sugerente, ¿no creen ustedes, Kameradin? Así que usted es integrante de la Resistencia... O al menos, lo era, ¿ja? Y dice que Krupna ha caído. Es un interesante giro de los acontecimientos, sin ninguna duda. Dígame, ¿por qué teme que sus antiguos aliados acaben con usted? Es algo francamente excepcional, perdone mi sorpresa. A menos... A menos que sean comunistas, claro. ¿Saben? Los discípulos de Vladimir Ilich Uliánov manifiestan una testaruada tendencia al apuñalamiento por la espalda... Curioso. La erótica del poder nunca pide orgías, ¿ja? ¡Jijijijiji! ¡Es un veneno que se desea consumir en absoluta soledaT! ¡JA!-, comentó como si reflexionase en voz alta sobre la naturaleza de la tiranía humana.

Qué metafísico podía llegar a ser Klaus von Heizinger.

— ¿Conocen al padre Andrej? —balbucea, sorprendido—. No he coincidido mucho con él, pero le vi hace unas ¿tres? cuatro semanas, quizás? —trata de recordar—. Los días son tan intensos en esta guerra que uno pierde la noción del tiempo. El caso es que acababa de ejecutar con éxito una misión en el Castillo de Karlstein. A veces llegan carros de gente al castillo y por la noche se oyen gritos. Salvó a un buen puñado de críos. ¡Joder, lo hizo todo solo, el puto cura!

Estábamos celebrando la victoria y hasta Vaclav, de los Tres Reyes, mostró interés en Andrej. El tío estaba extasiado, todo el mundo le vitoreaba pero... —hace una pausa, frunce el ceño, os mira—. Llamadme loco, pero algo en ese tipo no me gustó. No sabría definirlo. ¿Ego? ¿Narcisismo? ¿Cinismo, tal vez? Todo el rato hablaba de la palabra del Señor y esas mierdas, como que todo valía. Pero yo creo que lo hacía por él. Llevar toda la vida oficiando misas tiene que ser un coñazo. Estaba teniendo su momento.

Intenta reincorporarse, no sin soltar un siseo entre dientes.

— Como digo, no he coincidido mucho con él. Después se marchó, siguiendo con el Plan de Dios, y le perdimos la pista. Lo último que hemos oído es que estaba cerca de Vordertrebain, pero quién sabe...

¿por qué teme que sus antiguos aliados acaben con usted?

— Pues porque les abandoné y puse en peligro nuestra posición. ¡No podía dejar sola a Mirka! Ya estaba pensando en si volver, pero cuando me enteré de que ese Schlachter iba a poner el pie en Krupna, me dí cuenta de que valoraba mi vida. Y ahora además os estoy contando esto.

Hace un amago de risa y el pecho le da una extraña sacudida. No tiene fuerzas.

Klaus sacó el mapa y se ajustó su monóculo con gracilidad mientras escuchaba al checo conjeturar sobre el paradero del padre Andrej.

-Hmmmm... Vordertrebain-, comentó mientras señalaba la localidad ubicada más al Este en el documento. -¿Conoce usted el camino, Herr Bran? ¿Podría, digamos, guiarnos hasta allí? Debemos localizar al sacerdote narcisista y tal y como usted señala, los días en esta región son verrrrdaderamente intensos. Hay que darse prisa o esos natsis no dejarán piedra sobre piedra buscándole tanto a usted como a nosotros, ¿ja?

Klaus miró a sus compañeros buscando algo de apoyo dialéctico. Era evidente que lo que había hecho a Bran abandonar su posición en la Resistencia era la difunta Mirka. ¿Cómo encajaría la muerte de su amada aquel checo? Parecía agotado física y mentalmente. La funesta noticia podía dejarle devastado. O, con suerte, podía alentar su espíritu de lucha. Había que manejarlo con extremo cuidado ya que Bran había puesto las cartas sobre la mesa:

Él no luchaba por la Resistencia. Luchaba por Mirka.

- ¿Los  tres reyes? -  Preguntó Penwater. - ¿Es un nombre en clave, un lugar? - Insistió. - Sea como sea debemos dar con la resistencia o con el padre Andrej, lo que sea antes. ¿Usted podría ponernos en contacto con ellos de alguna forma?

Temía el momento en el que tuvieran que contarle a Bran lo sucedido con Mirka. No sabía como iba a reaccionar, pero sin duda acabaría de hundirle. Que luego canalizara su dolor para seguir luchando o que finalmente acabase sumido en la depresión o la locura, era toda una incógnita. Por ello, era vital para la misión, sacar toda la información posible de aquel hombre antes de revelarle la desgarradora verdad.

Eleanor respiró aliviada cuando el checo entregó el arma a Klaus. Aquel hombre había traicionado a la Resistencia y había arriesgado su vida para estar con su mujer, pero había llegado demasiado tarde. Como doctora estaba acostumbrada a dar malas noticias. Era la peor parte de su trabajo: comunicar a los familiares que su ser querido había fallecido. Había algo desolador en ver morir la esperanza en los ojos de otro ser humano. No podían posponerlo. Aquel hombre debía enfrentarse a la cruda realidad. Tenía derecho a saberlo...

- Bran... Debo decirle algo... Cuando le dispararon en el bosque nos vimos obligados a buscar refugio. Estábamos heridos y usted estaba inconsciente. Fue así como descubrimos este lugar. Cuando llegamos... Encontramos a una mujer aquí, en el granero, que se había quitado la vida... Mirka no quería que la capturaran los alemanes... Dejó una carta de despedida... Para usted... Lo siento muchísimo... - Con delicadeza la doctora se había ido acercando al hombre mientras hablaba y una vez a su lado le puso una mano en el brazo y le tendió la carta de despedida de Mirka. 

Emil lanzó un profundo suspiro. Al menos le habían sonsacado bastante información antes de soltarle lo de su novia. ¿Cómo se lo tomaría?

Con sutileza, el joven se acercó a Heizinger para echarle un ojo al mapa.

- ¿Puedo? - no contaba con que el tal Bran les fuese a guiar a ningún sitio, así que mejor estudiar bien el mapa para ver si había algún camino transitable hasta Vordertrebain.

-¿Conoce usted el camino, Herr Bran? ¿Podría, digamos, guiarnos hasta allí?

 El checo niega con la cabeza.

—Es un suicido ir hasta allí, hay que atravesar todo el bosque en dirección este, y ya habéis visto el olfato que tienen esos perros —arruga el morro—. Aunque lograseis cruzar el bosque sin ser vistos, tendríais que atravesar el río. Es casi imposible que no os vean cruzarlo, y más estando tan cerca del pueblo. Hay soldados del Heer patrullando arriba y abajo con esos malditos sonderkrafts por toda la orilla. Aunque no para que nadie entre a Vordertrebain, sino para que nadie escape.

Os mira de nuevo, comprobando si sus palabras no os han desmoralizado ya lo suficiente, preguntando en silencio, con la mirada, si queréis que continúe. Y continúa.

— ¡Y aunque consigan entrar en la ciudad! Aunque no haya mucha presencia del Heer allí, la Gestapo controla el lugar con la inestimable ayuda de las SS, ¿saben? Ese Schlachter que asaltó Krupna, es el Obersturmführer de las SS. Aunque probablemente no esté allí... —se muerde el labio, valorando las posibilidades—, seguro que ha dejado a alguien al mando. No recibí muchas noticias al respecto, Zajic se encargaba de contactar con la margen derecha del Berounka. No os puedo decir más.

 ¿Los  tres reyes? -  Preguntó Penwater. - ¿Es un nombre en clave, un lugar? - Insistió. - Sea como sea debemos dar con la resistencia o con el padre Andrej, lo que sea antes. ¿Usted podría ponernos en contacto con ellos de alguna forma?

Bran no puede hacer más que soltar una carcajada ante la suma ignorancia de Penwater.

— ¿En serio? ¿Estáis jugándoos el cuello aquí en un país que no es ni el vuestro y no sabéis ni quiénes son los Tres Reyes? ¡Son la esperanza de Checoslovaquia! Masin, Balaban y Moravek... —chasquea la lengua—. Yo no les he visto nunca, pero sé que están al tanto de todos los movimientos que hacemos. Hacíamos. Tampoco sé dónde está el padre Andrej, nadie lo sabe.

Bran... Debo decirle algo... Cuando le dispararon en el bosque nos vimos obligados a buscar refugio. Estábamos heridos y usted estaba inconsciente. Fue así como descubrimos este lugar. Cuando llegamos... Encontramos a una mujer aquí, en el granero, que se había quitado la vida... Mirka no quería que la capturaran los alemanes... Dejó una carta de despedida... Para usted... Lo siento muchísimo...

Bran se queda completamente pálido, como un muerto. La cara le va cambiando a medida que la doctora va hablando. Aunque lo hace con mucho tacto y con un tono muy dulce, la verdad es muy amarga. Lo peor que el hombre podría haber oído.

— No puede ser, no, ¡NO! —el checo enloquece y se lanza a por el rifle que Heizinger había dejado apoyado en la pared—. ¡Es mentira! ¡Es una treta de esos alemanes, espías de mierda, queríais que os lo contase todo! ¡Enseñádmela! ¡Llevadme hasta ella! ¡Necesito verla! No puede ser, ¡estáis mintiendo!

Se levanta por primera vez, a duras penas. Le da igual el dolor físico, ya le da igual todo. La adrenalina corre por sus venas. Amartilla el rifle, lo mantiene firme, cambiando de objetivo de uno a otro. No atiende a razones.

Klaus, que escuchaba con atención a Branislav mientras pasaba el mapa al joven Emil, intuyó que el checo iba a entrar en erupción ante las palabras de Marlowe. Y así fue.

-Herr Bran, lamento prrrrofundamente su pérdida. Créame. Lo relatado por mi compañera aquí presente es literalmente cierto. Si quisiéramos matarle a usted, no habríamos entablado combate con esa patrulla alemana que iba tras sus pasos. Comprendo su dolor, pero debe pensar por un instante, ¿ja? Mire nuestros uniformes. ¿Ha visto usted alguna patrulla con una Fraülein de melena azabache como nuestra querida doctora? ¡Ahá! Así es, no estamos aquí para causarle ningún mal. Después de todo, le hemos salvado arriesgando nuestra vida. Eso debe significar algo, ¿ja?

>> Verá, al llegar al granero encontramos la misiva y... temo decirle que también a su querida Mirka. Lea la carta, bitte. Su amada temía ser apresada por los natsis y optó por quitarse la vida a buen seguro guiada por la leyenda que acompaña a los oficiales de la Gestapo y de las SS cuando atrapan a un guerrillero de la Resistencia.

Palabras medidas y nada de sonrisas. Klaus sospechaba que aquel hombre estaba al límite. Y ahora sostenía un Mauser. 

El austríaco no se movió del sitio. Prefería apostar por mantener la calma haciendo gala de sus nervios de acero y su mirada azul acerado.

-¿Está... seguro de que quiere verla, Herr Bran?-. Klaus dejó un instante para que su interrogante calase en su interlocutor con la gravedad adecuada. Cuando este asintió con la lividez grabada en su rostro, el austríaco suspiró, se alisó la chaqueta, se puso en pie y con notoria solemnidad extendió una mano invitando al checo a seguirle. -Si es tan amable, sígame...-.

Klaus condujo a Bran hasta la parte trasera del granero, donde yacía el cadáver de la joven con sus dedos de las manos entrelazados. Si no fuese por la sombra purpúrea que surcaba su cuello, uno diría que estaba dormida. Marlowe había hecho un trabajo digno adecentando el cadáver, dadas las circunstancias.

El austríaco apoyó la mano en el hombro del checo y musitó unas palabras de condolencia, muy metido en su papel. Podría resultar absurdamente persuasivo gracias a su total falta de empatía y escrúpulos.

-Mi más sentido pésame. Era una mujer preciosa. Su causa, amigo mío, nunca estuvo equivocada. Al fin y al cabo, usted luchaba por ella, ¿me equivoco?-.

Klaus dedicó una significativa mirada a Penwater y a Emil. Una mirada que decía "¡Atención! ¡Riesgo de suicidio!".

¡Qué elocuente era la mirada de Velvet Thunder!

Por una vez Velvet Thunder había sido delicado con sus palabras y éstas además, habían sido las adecuadas. Sólo  esperaba que Bran fuera comprensivo y dejara el arma donde la había encontrado. Algo que también era evidente para Pennwater era el hecho de que el checo era una tormenta de emociones. Quizás por todo lo vivido se había convertido en una persona emocionalmente inestable y muy peligrosa, pues era violento y por suerte, bastante predecible. No volvería a dejar un arma a su alcance nunca.

Thomas no dijo nada. Nada más podía decir por el momento. Al menos no hasta observar la reacción de aquel hombre a las palabras de su compañero austriaco y a la visión de su difunta esposa. Si todo salía como cabía esperar, su  intervención no sería necesaria, pero de lo contrario, estaba dispuesto a todo por sus compañeros y por el bien de la misión que tenían entre manos.

Emil ya casi tenía la mano en el arma cuando las palabras de Heizinger le hicieron frenar en seco. El austriaco hizo lo posible por endulzarle la verdad al pobre desgraciado. Aunque era evidente que, en realidad, le importaban una mierda tanto él como su novia muerta. Pero si surtía efecto, tal vez se ahorraría pegarle un tiro al checo.

De todas maneras, Emil no alejó la mano de su pistola. Si Bran hacía algún movimiento en falso, no dudaría en pegarle un tiro.

Eleanor comprendía cómo se sentía aquel hombre en aquel momento desolador. Había perdido a la mujer de su vida y esa realidad era tan dolorosa que la mente racional se negaba a su aceptación. De eso ella sabía algo... Acompañó a los hombres hasta el cadáver de Mirka y miró con respeto renovado a su amigo Klaus. Aquel hombre era un embaucador nato... 

- Bran... Comprendo por lo que está pasando... Yo también perdí a alguien muy querido. Esa es la razón de que haya cruzado media Europa para arriesgar mi vida en esta misión. Jack, mi prometido, desapareció aquí, en Checoslovaquia. Le dieron por muerto a manos de los alemanes. Pero yo no descansaré hasta que descubra la verdad o hasta que obtenga mi venganza... Mirka fue una víctima. Ella no merecía esto. La mataron ellos... Esos asquerosos nazis que destruyen todo lo que tocan y contaminan la tierra que pisan... Nosotros somos su mejor opción para vengarla. Y si no quiere vengarla, al menos, le suplico que no me robe la oportunidad de descubrir la verdad sobre lo que le sucedió al amor de mi vida... - Eleanor habló en checo, dirigiéndose a Bran, mientras sus compañeros la miraban sin comprender lo que estaba diciendo y las lágrimas inundaron sus ojos. El tono de su voz se volvió dolorosamente desgarrador mientras sentimientos que había intentado enterrar afloraban a través de su discurso.

Cuando terminó respiró profundamente y permaneció con su mirada abrasadora fija en Bran. Nadie impediría que hiciera lo que había ido a hacer a aquel país, ni siquiera un hombre que acababa de perder al amor de su vida...