Partida Rol por web

7 de noviembre de 1984 - 22:14

Shyam había citado a Eddie aquella noche y por primera vez desde que descubrió que tenía sida, el redcap dijo que sí. El cambio de vida del Fiona y del redcap les había separado, pero por algún motivo, hoy no era el caso. Cuando se saludaron, Eddie fue cercano y llegó a palmearle la espalda. La última vez que se encontraron, tuvo reparo hasta de hablar con él a menos de dos metros.

Estaba tan contento y amistoso que el Fiona tuvo sospechas de que se había metido Adam. Siendo el dueño de varios sitios de encuentro gays, no le sería difícil conseguirlo. Pero sus pupilas no estaban dilatadas ni hablaba atropelladamente, así que no debía de ser nada serio.

El redcap había cambiado el traje por una camisa sencilla y unos vaqueros. Su abrigo estaba detrás de la silla. El bar estaba casi vacío: nadie tenía ganas de emborracharse un miércoles por la noche excepto ellos, quizá.

Eddie ya había empezado: tenía una botella de cerveza sobre la mesa y había pedido otra para Shyam tan pronto lo vio entrar por la puerta. El sidhe se percató de que tenía una herida quimérica en el brazo que no se había molestado en vendarse. Eddie tomó un trago largo y le animó a sentarse.

-¿Qué tal? Hace mucho que no quedábamos. Tendríamos que haberlo hecho antes. ¿Cómo estás?

El sidhe agradeció de corazón que Eddie aceptase aquella repentina invitación, necesitaba desconectar de su rutina urgentemente y no se le había ocurrido una opción mejor. Hacía mucho que no se encontraban, años, y lo cierto es que tenía razón al decir que deberían haberlo hecho antes. Habían sido compañeros de correrías, compartiendo algunos de los años más memorables para Shyam. Y mucho antes, cuando apenas era un Infantil, había conocido al dedillo la leyenda de Eddie el Rojo.

Tomó asiento con una amplia sonrisa y aceptó la cerveza.

-Agobiado. Muchos problemas últimamente. Pero me alegra volver a verte, aunque hoy tenga mejor aspecto que tú -Con un movimiento de la botella señaló el brazo del redcap-. ¿Una quimera o algo peor?

-Un cocodrilo de las alcantarillas -respondió el redcap-. Hacía mucho que no tenía un buen día de caza. Lástima haber tenido que dejar la cabeza ahí abajo; habría quedado bonito en mi salón. Ya volveré a por otro. -Volvió a beber-. Ayer me dijeron que has empezado a trabajar en el Terciopelo...

-Que bien que sigas hablando tanto con la Madame -rió antes de responder, dándole un trago a la cerveza-. Sí, aunque no sé cuánto me va a durar el trabajo. Esta mañana su kinain estaba Encantada y le ha faltado poco para arrancarme la camisa. 

-No me lo ha dicho, pero ahora que mencionas a la Kinain... Digamos que estaba bastante prendada de ti. Me contó en un momento que te había conocido y que quería saber algo sobre ti. Intentó tirarme de la lengua cuando le dije que habíamos sido buenos amigos, pero llegó Van Doren antes de que pudiera darle detalles. -Eddie hizo una pausa-. Su kinain, ¿eh? ¿Qué relación tiene con ella?

Shyam se echó hacia atrás en la silla y arrugó la frente.

-Pues... No lo sé, pero me tiene prácticamente prohibido acercarme -hizo memoria-. Creo que la sacó de la calle y por eso le tiene tanto aprecio. O eso me comentó Rose.

-Ha sido bastante territorial con ella, sí. No he conseguido sacarle nada de nada. Pero en fin, ¿qué me va a decir a mí? -suspiró Eddie. Aplicó los labios a la botella-. De todos modos... ¿Qué intenciones tienes con ella? Parecía una chica encantadora, pero los pooka siempre son encantadores. Incluso cuando muerden.

-Ya. Ya lo sé -Se tomó unos segundos para responder-. Pero de verdad que no tengo ninguna intención. Quiero decir, sería de las cosas más estúpidas que podría hacer en este momento. Es encantadora, pero no me jugaría el cuello contra Van Doren por ella ni loco -Hizo una pausa-. Esta misma mañana le he dicho que se buscase a otro. No la he vuelto a ver el resto del día. Pero es una chiquilla, lo que le pasa es que está alocada, como todos a esa edad.

O eso quería creer Shyam, que en el fondo se sentía terriblemente mal por haber sido tan duro e inflexible con ella. Algo que se reflejaba en la forma que miraba su botella de cerveza, el licor que aquella noche iba a ser su salvador.

-Dios, Eddie, me he vuelto un señor aburrido y responsable. 

-Mierda. Estamos todos así, ¿eh? -dijo Eddie con rabia. Miró a su alrededor fríamente y luego negó con la cabeza-. Joder, Shyam, no pienso seguir así. A tomar por culo.

De improviso, el redcap cogió la botella y la rompió contra la mesa. El sonido del cristal roto sobresaltó a los presentes.

-¿Qué cojones miráis? ¿Nunca habéis visto a alguien romper una botella? -Eddie se levantó y tiró la silla al suelo sin ningún cuidado-. ¿Cuál es vuestro puto problema?

El dueño del bar salió de la barra y trató de dirimir con el hombre que hasta el momento bebía tan pacíficamente.

-Por favor, señor, cálmese.

-¿Que me calme? No me da la puta gana. Quita de enmedio, enano.

Al principio no supo muy bien cómo reaccionar ante el repentino cambio de actitud. Alzó los brazos para cubrirse cuando los cristales estallaron y le siguió con la mirada. De repente las preocupaciones se le olvidaron y volvió a sentirse joven y vivo, como cuando andaban como maleantes buscando gresca por los bares. Envalentonado, Shyam se levantó también dándole un largo trago a la botella. Después la arrojó intentando acertarle a la diana que había en la pared.

-¡500 puntos! ¡Woho! -gritó a pleno pulmón, notando como el éxtasis le subía por el pecho. Y no había hecho más que empezar-. Eddie. Agarra el whisky y vámonos de aquí.

El hizo lo propio cogiendo una botella que había en la barra, echando a andar hacia la salida. Al pasar junto a una mesa donde había un par de mujeres hizo una reverencia quitándose un sombrero ficticio.

-Señoritas -saludó, guiñándoles un ojos con una sonrisa rompedora antes de salir del local.

-Señor, voy a llamar a la policía -dijo el hombrecillo. Eddie le dio un empujón.

-¿Qué has hecho hoy, payaso? Yo he matado un cocodrilo del tamaño de la barra. -Eddie sacó la cartera y le tiró al pecho un billete de cincuenta pavos-. Toma, por la botella. Yo me voy de aquí.

Eddie recogió la chaqueta y salió del bar con Shyam. Riendo, le pasó un brazo por el hombro y le señaló la calle.

-Vámonos al parque. Tengo algo que enseñarte.

-¿Qué me vas a enseñar, bribón? Si es que tantas saunas... -comentó, negando con la cabeza.

De camino destapó la botella para darle un trago, haciendo una mueca al notar el licor descender por su garganta. Iba a tener que beber mucho para batir record, aunque no era exactamente lo que le apetecía. Sólo perder el control un rato y liarla, olvidándose de lo demás. Le tendió la botella.

-Calla, mamón. Es otra cosa.

Tardaron un rato en llegar, pero cuando lo hicieron Eddie se dejó caer en un islote de hierba ajeno al hecho de que la noche era más fría y húmeda de lo que sería bueno para echarse en el suelo. El redcap dio un trago a la botella y apenas pareció sentir el azote del licor. Calmadamente sacó un paquete de cigarrillos, le ofreció uno a su colega y encendió otro para sí. Después, del bolsillo superior de la chaqueta, sacó un cuadrado de papel de colores metido en una bolsa de plástico.

-Al ir a buscar mis machetes me he encontrado esto. Debí de dejarlo ahí guardado hace años. La verdad es que he venido sin saber muy bien si debía tomar uno. Mañana tengo que trabajar. Pero cuando me has dicho eso me he dado cuenta de que no quiero ser un viejo aburrido. No recuerdo mi último viaje. ¿Hace uno?

Shyam se lo pensó dos veces antes de tomar asiento, pero finalmente lo hizo. Le dio otro trago a la botella e hincó el talón en la tierra para hacer un hueco donde ponerla y que se mantuviera en pie. Ya no sabía dónde había ido a parar el tapón. Lo mismo se lo había comido Eddie. Aceptó el cigarrillo, tosiendo como un condenado ante la primera calada. Después la cosa fue a mejor.

-A ver -dijo con curiosidad, mirando las manos del redcap. Cuando vio la pequeña bolsa su rostro cambió. Eso ya se pasaba de largo, aunque él tampoco recordaba el último viaje. Sólo que lo había tenido. Sostuvo el cigarrillo entre los dedos, dudando-. Puf... Tú no tienes que ver la cara de Van Doren en el trabajo, capullo. No quiero que me saque el látigo.

-He vivido con ella cinco años. La tengo más que vista. -Eddie se miró el caro reloj que llevaba en la muñeca-. Son casi las once. En doce horas se te habrá pasado casi del todo. ¿No te da tiempo? En cualquier caso, mejor. Así te aseguras de que todo vaya bien.

Y sin esperar a su respuesta, Eddie rasgó un cuadro del papel troquelado y se lo metió en la boca.

-Además, está viejo. Seguro que ni nos funciona.

El sidhe resopló, mirando con cautela la droga. Pero finalmente accedió imitando a Eddie. Una noche era una noche, y si Van Doren tenía quejas la solución era bien fácil: marcharse. Después de todo tenía planes para el futuro, no inmediatos pero sí para los meses venideros. No quería dejar escapar lo que le quedaba de vida vigilando la puerta de un burdel. No quería, en general, dejar escapar su vida.

-No creo que esto tenga fecha de caducidad. Por cierto, otro día tengo que hablar contigo de cosas serias. No quiero pasarme mucho tiempo bajo la batuta de la dama araña. -No era de su incumbencia, pero él no había tenido mucho tiento a la hora de preguntarle y él no se vio en la obligación de corresponder-. ¿Por qué se fue al garete lo vuestro?

Shyam le dio un trago corto a la botella y se echó hacia atrás, enlazando las manos tras la nuca.

-No voy a responder a eso ahora -dijo Eddie poniendo las manos tras la cabeza y mirando el cielo-. Deja de beber. Te va a dar un mal viaje.

El redcap se relajó sin decir nada a la espera de notar los efectos. Mientras tanto le fue contando cosas sobre su juventud.

-Cuando empezó la guerra, todo el mundo estaba tomando ácido. Antes de la guerra tenía amigos hippies y me enseñaron. La verdad es que es lo único que he seguido tomando con los años, y hace tiempo que ni eso. Hoy es un día especial. Es como volver a los sesenta, antes de que todo se volviera asqueroso. Sueno como un viejo, ¿a que sí?

-Ya, ya -dijo, dejando que el whisky de nuevo en su improvisado agujero.

Mientras el redcap hablaba siguió fumando tranquilamente. Nunca lo había hecho con asiduidad y tampoco lo recordaba tan asqueroso, pero le daba la falsa sensación de relax que andaba buscando. Los setenta habían coincidido con su adolescencia, cuando la guerra ya había terminado. Había sido un chico bastante decente hasta que decidió que quería ver mundo. La mejor y la peor decisión de todas, sin duda.

-Suena a carcamal, sí. Yo lo probé estando en Europa, en Francia concretamente. Con un grupo que decían ser bohemios pero que a mí sólo me parecieron pirados adictos. Fue muy guay. Pero las cosas no andaban muy bien por allí así que tardé poco en irme a los Países Árabes. Eso fue casi peor. -El sidhe resopló, nostálgico-. Eran buenos años, mejores que los de ahora. 

-Si sólo vas a decir eso, cierra la boca. Me pones de mala hostia y el único imbécil al que dar una paliza en los alrededores eres tú -contestó Eddie de mal humor.

El redcap dejó de hablar y pasó a mirar el cielo y de vez en cuando su reloj. Al cabo de un rato, en una de esas veces en las que miraba su reloj, Eddie se quedó fascinado y sonriente.

-Mierda, había olvidado lo que era esto.