Partida Rol por web

Damara se apartó como pudo para dejarle espacio a Shyam, casi tropezando. Sin pensarlo demasiado se llevó la mano a la parte baja del jersey y tiró de un hilo suelto con fuerza, enrollándoselo en los dedos como un niño tejiendo un nudo e intentando concentrarse por encima de los latidos frenéticos de su corazón. Una veintena de raices toscas aparecieron alrededor de la quimera, tejiendo una prisión bastante primitiva pero robusta. Cuando vio cómo la calavera quedaba atrapada se dio cuenta de que había estado aguantando la respiración y tomó aire, caminando unos pasos hacia atrás; estaba muy bien intentar echar una mano, pero sin duda lo más prudente era quitarse de en medio.

Calandra llegó medio asfixiado, y lo primero que pensó al ver a la quimera es que era tremendamente grande. Su determinación se tambaleó durante unos instantes. ¿Y si se ponía enfermo, como Shyam? Pero sus dos compañeros ya habían empezado la ofensiva, y leches, era el thanes o qué. La criatura intentó agarrar a Damara, pero Shyam se interpuso y ella se defendió bastante bien.

Cuando Damara intentó apartarse, Calandra la detuvo agarrándola por el codo. Acercó la mano a la cara de su compañera.

-No te vayas todavía, cielo. Tienes algo en la oreja -dijo, y procedió a extraer su espada del oído de Damara.

Ya armado, Calandra le dedicó a la sluagh una sonrisa morada y se lanzó sobre la criatura batiendo furiosamente las alas para intentar hacerle un agujero en el cráneo.

La rapidez de los changelings sorprendió a la quimera. En tanto que Shyam y Calandra atacaban con furia y espadas, Damara hizo crecer del suelo unas raíces que atraparon el sudario de la calavera. Por primera vez su rostro dejó de lado la perpetua sonrisa. Shyam y Calandra consiguieron cortar parte de su mortaja, cuyos pedazos cayeron al suelo convertidos en una sábana.

La mano de la quimera se extendió hacia el pooka, que era quien más daño había causado. El toque de la muerte se apoderó de su esencia feérica cuando absorbió casi todo su Glamour. Calandra se sintió súbitamente debilitado por esto, mientras que la calavera inspiraba aún más temor.

Del fondo del parque llegaron otras dos quimeras, un hombre con una jeringuilla colgada del brazo y pústulas rojas en el rostro y una niña que apenas podía respirar y hacía un ruido horripilante.

El sidhe no se lo pensó demasiado ante el percal que tenían delante, menos al ver el devastador poder de la quimera. No fue consciente, sin embargo, de que la Plaga venía por sus espaldas, aunque se imaginaba que eso acabaría ocurriendo. Rápidamente separó las piernas colocándose como si fuera a esprintar, trazó un círculo en el aire con una floritura y lanzó su espada al aire, hacia adelante. Seguidamente, dio dos zancadas y saltó hacia adelante como si atravesara el círculo que había dibujando, dando una voltereta al caer, con una rodilla en el suelo y extendiendo la mano para recoger la espada.

Calandra soltó un grito terrible y después pareció quedarse sin aire. Era como si le hubieran sumergido en una bañera llena de cubitos de hielo. Se apartó lo más rápido que pudo de aquella criatura, aterrorizado. Aquello no era como ninguna otra quimera que hubiera cazado.

Retrocedió y estuvo a punto de tropezar sobre sus propios pies, sosteniendo la espada como si fuera lo único capaz de mantenerle a salvo.

La quimera yonki le tosió encima a Damara, momento en que Calandra se interpuso para recibir el escupitajo sanguinolento de la niña.

Calandra estaba retrocediendo cuando de pronto le escupieron en la cara. El salivazo resbaló y goteó hasta la camiseta, y el pooka se volvió, soltando un chillido de miedo e indignación y blandiendo la espada sin importarle conta qué.

Damara se quedó paralizada un segundo, la adrenalina registrando cada movimiento de Calandra mientras se interponía entre ella y el ataque más asqueroso que habría podido imaginar, horrorizada. Afortunadamente, el instinto de supervivencia de Damara era demasiado fuerte como para dejarla paralizada mucho tiempo y pronto se centró en la quimera que seguía atrapada, que era la amenaza que más le preocupaba. Se agachó para arrancar un puñado de hierba y lo frotó enérgicamente entre las manos como si intentara hacer fuego con dos palos; de inmediato vio las llamas prender en su objetivo.

Una gran llamarada surgió de las raíces como si fuese una hoguera de campamento y la quimera esquelética se retorció gritando sin voz. Su sudario prendió y los huesos se chamuscaron. Lo siguiente que ocurrió fue que... ¡puf! La quimera desapareció del lugar y lo único que quedó de ella fueron unas pompas de jabón y los pedazos de sudario convertidos en sábana que se consumían sin llama.

De repente, ante sus ojos, una potente llamarada calcinó por completo la quimera cadavérica reduciéndola a nada. Sorprendido, se giró hacia Calandra con intención de socorrerle, y fue entonces cuando se percató de que todavía no había acabado el peligro. Sin dudarlo un momento y aprovechando el cantrip que le volvía rápido como una flecha, se lanzó para defender a sus compañeros atacando a la quimera yonki, asestándole dos certeros espadazos mientras que el último se perdió en el aire.

Calandra sintió que el miedo remitía. Aún estaba temblando debido al ataque de la calavera, pero al menos ahora podía blandir la espada en condiciones. Saltó sobre la niña y trató de atravesarla de lado a lado, tratando de no pensar demasiado en que parecía una niña enferma y necesitada de ayuda.

Shyam derribó a la quimera masculina mientras que el revés de Calandra hizo que la niña saliese corriendo despavorida y llorando de dolor. El pooka estaba lleno de manchas rojas y notaba la boca en carne viva. Le ardían los pulmones y los notaba llenos de mucosidad. Damara estaba algo mejor, pero la tos de la que había conseguido librarse había regresado.

Cuando las quimeras dejaron de plantear una amenaza directa, Damara se volvió hacia Calandra y acercó las manos a su brazo sin llegar a tocarla varias veces; nunca estaba segura de si alguien se incomodaría si les tocaba. Al final decidió que Calandra seguramente tendría otras cosas de las preocuparse y le sujetó por el codo.

-¿Te encuentras bien? -dijo, arrepintiéndose de inmediato. Estaba claro que no estaba bien.

Calandra dejó caer la espada, que se desvaneció en el aire con un pling, y se apoyó en Damara. De pronto se encontraba fatal. Quería meterse en la cama y no salir. Correr por un parque bajo la lluvia había sido mala idea. Tenía que encontrar un buen abrigo y hacerle un par de boquetes en la espalda. Rodeó a la sluagh con el brazo y apoyó la cabeza en su hombro.

-Sí, sí. Creo que solamente necesito tumbarme un poco. -Hablar hacía que la boca le ardiese y la garganta le doliese-. En un hospital, a lo mejor.

-Claro. Vamos -dijo Shyam, cogiendo su brazo para pasarlo por encima de sus hombros. La suya la posó en su cintura, teniendo especial cuidado con sus brillantes alas-. Te llevaremos al hospital. Por cierto, Damara. Impresionante.

Le dedicó una sonrisa a la sluagh y echó a caminar fuera del parque.