Partida Rol por web

11 de noviembre de 1984 - 13:02

Tras acudir al Terciopelo Rojo (hasta su regreso, Lady Magnum sería la encargada del lugar) para despedirse de Rose, que seguía feliz de un modo completamente artificioso, Van Doren se acercó a la oficina de Eddie tras asegurarse de que el redcap estaría allí. La secretaria no estaba (era domingo, después de todo), así que tuvo libertad para entrar a su antojo. Cuando la pooka entró en el despacho de Eddie, lo encontró recostado en su silla con un ojo morado y la mandíbula hinchada. Al levantar la vista hizo ademán de sonreír, pero se llevó la mano al labio dolorido antes de hacerlo del todo.

-¿Qué haces aquí? Creía que no te levantabas antes de las doce.

Shyam se dirigió al Terciopelo Rojo después de asegurarse que su alquiler estaría pagado para el mes siguiente, no fuese que al volver del Ensueño se encontrase sus cosas en el descansillo. Le informaron de que Van Doren acababa de marcharse tras poner a Lady Magnum como encargada, por lo que tenía tiempo de sobra para hablar con Rose a solas, si es que la kinain quería hacerlo.

Consiguió dar con ella al verla salir de una habitación con el cubo y la fregona en la mano. Rose dio un respingo y un paso atrás, aunque no tardó en sonreír de oreja a oreja.

-Hola, Shyam. Me pillas ocupadísima.

Tras empacar lo imprescindible y colocarse la armadura, el Fiona le pidió a Nadim que terminase de arreglar las cosas con el casero mientras iba a despedirse de alguien. La respuesta a su curiosidad fue inmediata: la sede. El eshu no tuvo nada que objetar.

Al llegar al Terciopelo se sintió aliviado sabiendo que la madame ya había dejado el lugar. Sólo quería hablar con Rose y despedirse, y su no-presencia estaba bien. Toda aquella situación le resultaba tan molesta como el pitido de una radio mal sincronizada, y tenía la urgencia de arreglarlo antes de irse. Se pasó todo el camino pensando cómo hacerlo, qué frases decir y cuales omitir, y como hacerle saber lo importante que iba a ser aquel viaje. Luego recordó que sólo era una chica que había conocido hacía una semana, que no era tan importante. Segundos después la Rose con orejitas apareció en su mente para reprocharle aquello. Le embargó la pena durante un instante y al siguiente se le olvidó, porque la tenía delante.

Fue extraño respirar y no encontrar aquel suave olor a fresas, ni tampoco las orejas negras sobresaliendo de sus rizos. Dolió que restrocediese, ver aquella mueca nerviosa, y comprobar que no era la Rose dulce y cariñosa con la que había compartido besos de caramelo y el calor de unas sábanas.

-Ya, bueno –Avanzó un paso, cortándole la retirada sin parecer demasiado brusco, aunque lo fue. Apoyó las manos sobre el marco, a ambos lados de la puerta-. Lo siento pero me voy y no sé si volveré. Quiero despedirme y pedirte disculpas. Dame un minuto aunque sea, por favor.

La mención al viaje hizo que una sombra de temor y tristeza apareciera en los ojos de Rose. La limpiadora relajó su postura y dejó el cubo en el suelo. Luego lo cogió y le hizo una señal para que entrase en la mazmorra y, tras mirar a izquierda y derecha del pasillo, cerrar la puerta. Al otro lado encontró una sala oscura que olía a desinfectante. Al fondo había un balancín de cuero y cadenas y al otro lado una cruz de madera con asideros para sujetar a los clientes. Las herramientas de trabajo estaban guardadas en un armarito, por lo que el orden aparente restaba sordidez a la escena.

La kinain le miró con expresión pesarosa y quizá avergonzada.

-Te vas por mi culpa, ¿verdad? Tendría que haberlo imaginado... La verdad es que no sé por qué yo creía que... Si al final nada sale bien.

El sidhe echó un vistazo rápido a la estancia, curioso, descubriendo que sólo se le ocurrían unos pocos sitios peores que aquel para emprender una disculpa. Volvió a centrarse en ella, aunque de vez en cuando miraba aquella cruz, pensando a qué clase de gente le gustaría que le atasen a una cruz y le hostigasen como a Cristo.

Tragó saliva y sacudió la cabeza.

-No, no. Tranquila, no es culpa tuya –Después de decirlo pensó que quizá eso le hiciese sentir peor o menospreciada. Hizo ademán de ponerle una mano en el hombro, pero la mano dio media vuelta y acabó enganchada al cinto-. Verás, tengo responsabilidades para con mi otra vida, igual que Van Doren. Ambos tenemos que emprender un viaje para ayudar a un viejo amigo. Volveré, pero no sé cuándo, así que me gustaría dejar las cosas atadas. Aclaradas. Contigo –Se calló un momento, mirándola largamente-. Tú... Tú me gustas, Rose, me pareces encantadora. Hacía tiempo que alguien no ocupaba mis pensamientos así -Se sonrió de forma tonta-. Pero no me siento muy capaz de, bueno, de corresponder a alguien. No sé si debería. Y creo que di cosas por supuestas respecto a ti cuando no debería haberlo hecho.

-¿Ah sí? -murmuró Rose-. Hum...

-Eso creo, sí -dijo.

Se quedó mirándola, expectante, sin tener muy claro el efecto que habían causado sus palabras en ella.

-¿Qué cosas? -quiso saber ella.

Shyam alzó una ceja.

-Pues todo eso que te dije de que era mejor que te buscases a otro porque no tenías ni idea de dónde te metías. -Cerró la boca-. ¿Qué te pasa conmigo?

-¿A mí? -Rose le miró confusa-. ¿Qué te pasa a ti? No fui yo la que decidió que no merecía la pena...

-No. Quiero decir, ya sé que lo hice muy mal. Por eso te pido perdón. Me refiero a qué... a qué sientes tú por mí, qué buscarías conmigo -explicó, gesticulando demasiado con las manos debido a los nervios-. Necesito saberlo.

Rose tragó saliva.

-No sé, yo... Siento...

Se puso de puntillas y le besó en los labios. La fregona golpeó el suelo con un gran estruendo y el cubo no hizo lo mismo de milagro. La kinain permaneció a escasos centímetros de su boca y sonrió, nerviosa.

-Esto. No sé explicarlo. No sé qué es. Pero es... Es distinto. No lo sé. De verdad, no lo sé.

Shyam suspiró. No había fresas ni orejitas, pero había sido más real que lo de la otra noche. Él también sonrió, sostuvo su rostro con ambas manos y se inclinó para devolverle el beso con dulzura. Después la abrazó torpemente debido a la armadura.

-Ya lo sé. Me pasa parecido... -murmuró peinando sus rizos. Cerró los ojos un momento-. Lo siento. Volveré a Encantarte cuando regrese, ¿de acuerdo?

-Tu te crees muchas cosas.

Van Doren se aproximó a la mesa de Eddie, pero en vez de sentarse la rodeó y miró el horizonte a través de los ventanales. Siempre le había gustado aquella vista, de hecho era lo único que le gustaba de aquel edificio tan gris y descolorido. Cuando se dio por satisfecha se volvió hacia Eddie.

-¿Pregunto por tu cara o mejor me mantengo al margen? -dijo alzando una ceja. Eddie solía meterse en problemas con mucha asiduidad, así que no le sorprendía nada encontrársele de esa guisa.

-Dos hombres con opiniones enfrentadas, cerveza. Uno es un capullo, el otro es un imbécil. Llegan a las manos. Nada del otro mundo. Cosas que pasan los sábados y que a mí particularmente me encantan -dijo él torciendo la boca-. En cambio tú estás perfecta, como siempre. Ni un pelo fuera de sitio. ¿Quieres algo de beber?

Rose reposó su cabeza en el pecho de Shyam y dejó escapar un largo suspiro.

-No quiero olvidarme de ti. Prométeme que volverás, ¿sí? No quiero que me dejes como todo el mundo hace antes o después. Prométemelo, Shyam...

El sidhe la estrechó con calidez y dejó un beso en su frente. La tomó por el mentón con gentileza para que alzara la mirada.

-Te lo prometo. Volveré en cuanto pueda, no te voy a dejar tirada.

Y cuando lo dijo ya era tarde para arrepentirse, aunque no encontró razón para hacerlo con aquella chica tan preciosa. Se sonrió y acarició su mejilla con el pulgar.

Como en un sueño, Nadim se apartó un poco para hablar con Ashantii. Tendría que despedirse de Janice, o al menos dejarle algún mensaje. Puede que también avisara a Sara o a Jeremy, porque el viaje podría llevarles unos días, y no quería desaparecer sin más. Pero todas esas conexiones con el Mundo Gris parecían simples caprichos a comparación con ese momento. Porque Ashantii había vuelto, y levantaba tantos interrogantes como alegrías. Luego aprovecharía para dejarlo todo arreglado. Pero no podían negarle unos minutos...

Yo... Empezó, pero rápidamente se calló. Durante unos segundos estuvo tentado de abrazarle, pero reprimió el impulso. No sabía bien como empezar. Intentó bucear en los ojos de su amigo, pero estos se encontraban tan impenetrables como siempre

Tú siempre supiste leer dentro de mí sin necesidad de que lo enunciara en voz alta. ¿Qué ves ahora?

Quizás no había necesidad de hablar

-Gracias... -murmuró la kinain, levantando la cabeza y entreabriendo los labios para ofrecerle un beso.