-Podemos salir a dar un paseo, si quieres -ofreció Craig.
Marizze se la estrechó.
-Suelo estar en la Caja de Juguetes. Pásate por allí y te tomaré medidas y hablaremos del diseño.
Asintió y condujo a Craig hasta la puerta de la mano, pero tan pronto como estuvieron fuera le soltó. Se imaginaba que ni a Craig ni a la foca de su madre, que estaría espiando por la ventana, les haría mucha gracia que fuera dándole la mano por la calle. Eso sin contar con cualquier vecino que les viera.
-¿Te lo estás pasando bien? -le preguntó cuando empezaron a andar.
-Gracias, Marizza -Sonrió, esta vez con ganas-. Nos veremos allí, entonces. Bonita gorra.
Le hizo un guiño y se despidió con la mano para volver con Rose.
Craig asintió con las manos metidas en los bolsillos.
-¿Podemos ir a tu casa? No me apetece irme a la mía ahora. Voy a estar mirando por la ventana y pensando en que podría haberme quedado un rato más contigo -murmuró.
Aunque sabía bien que no podía volar delante de mortales Calandra hubiera jurado que acababa de elevarse un poco un el aire. Se mordió el labio para evitar soltar una risita de colegiala y se encogió de hombros.
-Como quieras. Ah, si es que en el fondo eres un galán.
Mientras caminaban por los desiertos suburbios, Craig buscó su mano para entrelazar los dedos. Sólo cuando estaban seguros de que no había nadie mirando, ningún peligro acechante.
A pocos minutos de llegar al centro, bajo el cielo cuajado de estrellas y la luna ausente, Craig murmuró.
-¿Sabes? Creo que me estoy enamorando de ti.
5 px Van Doren.
3 px Calandra.