Partida Rol por web

La expresión de Ingelyn no varió al escuchar al consejero Sven, mirándole de reojo cuando el hombre comenzó a argumentar en contra del enano. Asintió una única vez a sus palabras a modo de entendimiento e hizo lo propio con Astrid, muy conforme con la idea de que ella y quien lo deseara pudieran pertrecharse como era debido para el viaje que tenían que llevar a cabo. Confiaba en que todo estuviera pronto listo para comenzar.

La Princesa pudo reprimir una sonrisa al escuchar la reacción de Ylva y el argumento de su padre, manteniendo como pudo en aquella situación una enigmática expresión muy entrenada con su padre que tratase de no mostrar lo que pasaba por su cabeza en aquel momento. No siempre funcionaba.

—Creo que el consejero Sven tiene toda la razón. No le conocemos de nada y no podemos confiar en su palabra... pero los skaldi nos guiamos por los actos más que por las palabras, así que la única manera sensata de comprobar lo lícito de su ofrecimiento es aceptarlo. No me cabe duda de que el enano Strumni nos guiará de la mejor manera por estas tierras para llegar a nuestro destino y demostrará que nuestra falta de confianza estaba totalmente errada, ¿no es así?— e Ingelyn sonrió de nuevo al enano con una mirada cargada de significado—. Marcharemos cuando Astrid y el resto se hayan pertrechado, si os parece correcto: quiero aprovechar todo lo posible las horas de luz que tenemos para adelantar terreno.

El enano elevó levemente las cejas pues no esperaba tanta oposición a su presencia en lo que para él no era más que una tarea rutinaria. Estaba acostumbrado a no ser una visita deseada en casi ningún lugar pero no se esperaba una oposición tan frontal y clara. Sin embargo no habló hasta que todos los miembros de la delegación y en especial la princesa se pronunciaran. Cuando ella lo hizo, se consideró oportuno dar su opinión.

—He sido enviado directamente para facilitar el encuentro entre ambos pueblos. Entiendo el recelo pero igual que vosotros tenéis un cometido, yo tengo el mío y al igual que yo no dudo del valor de los skaldi sería bueno que nadie dudara del compromiso de este enano. Con mi mejor hacer os llevaré por los caminos.

Había dicho más palabras seguidas de las que había dicho en mucho tiempo, tantas que hasta él mismo se sorprendió. Por ese mismo motivo guardó silencio esperando a que determinaran cuando podían ponerse en marcha.

Dewa se sentía identificada con el enano ya que ella misma había sufrido situaciones similares en algún momento. No era quien debía hablar y nadie la tendría en cuenta seguramente -Yo confío en él, quien mejor que uno de ellos para guiarnos- Se cayó porque no debía hablar, su padre se lo había aconsejado. Era mejor que escuchase y pasase lo más desapercibida posible. Lo había intentado pero la pérdida de tiempo no le gustaba y por lo que veía, era algo común en los pueblos ¿Como pensaban que esta negociación iba a llegar a buen puerto si ninguno confiaba en nadie - ¿Que miedo tienen unos aguerridos guerreros a un único enano?- Vergüenza y enfado, esos serían los sentimientos que su padre tendría si hubiese escuchado sus palabras. Suerte para Dewa que se encontrase tan lejos y así, no le viese meter la pata

-Hrrrmm.- Fue la respuesta junto con una mirada un tanto desaprovadora ante el comentario del delegado Sven. No estaba nada contento con que hubiese venido con ellos, aunque reconocía el valor que podías tener sus conocimientos. Pero para poner cada de pocos amigos y quejarse ya estaba él.

La princesa supo salir del paso de manera más que aceptable, aunque el enano no pudo sino replicar. No en vano eran un pueblo orgulloso como los skaldi. 

-Hrrmmm, hrrmmm.- Aún así el viejo volvió a carraspear molesto. Al parecer el guía envíado tampoco era lo que se dice un diplomático. Al menos esperaba que sí que fuera competente como guía.

-Hrrrmm, hrrrmmm, hrmmm.- El comentario de Dewa sí que le molestó en demasia. Si había alguién que en verdad no quería que estuviese en la espedición era aquella joven. No la había podido catalogar del todo, pero lo que se rumoreaba de ella y sus "peculiaridades" no le gustaban lo más mínimo. No dudaba que muchas fueran ciertas, pero ahí radicaba el mayor problema. Sería demasiado joven e inexperta para poder manejarlas de la manera adecuada. Y eso podía llegar a ser un problema en aquella misión. Sobretodo si seguía hablando cuando no tocaba.

-La princesa ya ha dado instrucciones. Acabemos de equiparnos como pide, y que nuestro buen guía nos lleve ante los suyos. Seguro que será un viaje agradable donde podremos conocernos todos un poco más.

Dicho eso agitó sus hombros y el cuervo que tenía posado alzó el vuelo en dirección a la ciudad.

Sven carraspeó, evidentemente molesto porque la princesa no hubiera seguido su consejo a pesar de sus elogios. Pero no insistió más, y se quedó en silencio detrás de ella.

Astrid asintió y miró al grupo antes de darse la vuelta y alejarse en dirección al centro de Skermnir.

—Muy bien, me daré prisa —dijo—. No puedo partir sin que antes me afilen bien el hacha y el cuchillo, pero al menos el herrero de aquí es bastante diestro con la piedra. Si alguien quiere comprar cualquier cosa, que venga conmigo.

Y empezó a andar mientras los maderos del muelle crujían bajo sus pies.

Ylva sonrió a su padre al sentir la mano en su hombro. Se sentía muy contenta de poder emprender aquel viaje con él y parecía que el resbalón no había sido para tanto, quizás porque los skaldi eran de naturaleza sincera, quizás porque todos parecían de acuerdo en dejar que el enano les guiase.

–Voy contigo, Astrid– respondió inmediatamente, deseosa como estaba de explorar el pueblo– Padre compraré algo de material. ¿Necesitas algo?

La joven estaba pensando en comprar algo de material de trampería y, sobre todo, de ver como eran las flechas y los arcos por aquellas tierras. Además, seguro que descubría algo interesante. 

Runi enarcó una ceja cuando Sven carraspeó molesto, y su dura mirada se centró en el consejero. Si alguien podía carraspear de manera molesta era el viejo mago. No dijo nada, no hizo falta.

-Yo prefiero esperar en el lugar donde vayamos a partir. Estos viejos huesos no están ya para muchos trotes, espero que consigamos un carro bien comodo.-

El viejo skaldi estaba atento a su alrededor, y con Svartfloy en el aire podía tener un vigía mejor que cualquiera de los que estuvieran en tierra.
 

Aún confuso por la repentina sensación de descanso que había acallado los gritos de unos músculos no acostumbrados a los viajes en barco, negó con la cabeza tras seguir con la mirada el lugar al que la mujer apuntaba con el dedo. No sentía nada, absolutamente nada. Quizá, si se concentraba mucho, podía llegar a sentir algo del frescor que bajaba de las montañas, y nada decía que no fuera resultado de sugestionarse demasiado, de intentar sentir algo para no parecer tonto ante la anciana.

Poco duró la confusión, no obstante, pues no tardó en ser eclipsada por el pasmo ante la inesperada mención de sus "amiguitas" y, un instante después, desapareció bajo el desproporcionado peso de su curiosidad.

- ¿Cómo lo sabes? ¿Eres una adivina o algo?- Entonces dudó. Quizá la respuesta era más obvia.- ¿Te conozco de algo?- añadió agachándose un poco para ver si reconocía el rostro bajo la capucha.

Pero fuera cual fuera la respuesta no esperó a obtenerla antes de meter la mano en la bolsa que le tendían. Y para qué hacerlo cuando él podía escuchar mientras palpaba tan bien como la vieja podía hablar mientras sujetaba el saco.

Vió como Ylva se sumaba a la pequeña comitiva de Astrid y lanzó una larga mirada interesada a la joven druida, tratando de buscar lo que había más allá de sus palabras en defensa del enano. Tenía ganas de afrontarla y conocerla un poco más, pero sabía que aquel no era el momento y menos con la mosca que era Sven poniendo la oreja en todo lo que podía. Por lo pronto dirigió sus palabras al enano mientras echaba un ojo desde su posición a los alrededores para empaparse un poco del día a día en los muelles de Skermnir.

—Mientras esperamos, Strumni... cuéntame un poco sobre ti. ¿Eres un explorador? ¿Cuántos dias crees que tendremos de viaje, aproximadamente, siendo una comitiva de nuestro tamaño?

Asintió a la pregunta de la princesa aunque lo hizo con ciertas reservas que explicó mediante sus palabras.

—Supongo que la definición más concreta sería montaraz aunque explorador podría estar bien. En cuanto a los días que necesitaremos... es complicado decir, desconozco a que ritmo marcha la comitiva. De hecho desconozco hasta el número exacto de la misma, pero intentaré que sea un viaje rápido y seguro, lo prometo.

Asintió de nuevo, esta vez a sus propias palabras para dar mayor veracidad a las mismas. Su pose era menos relajada de lo habitual pues quería aparentar seriedad frente a la princesa. Estaba poco familiarizado a tratar con seres inteligentes, menos con humanos y mucho menos con una princesa por ese mismo motivo no quería dar una sensación de desgana o desinterés.

—Como comienzo a ver que seremos un grupo grande, me gustaría realizar una compra rápida aquí. No tardaré, lo prometo pero creo que nos vendrá bien al grupo. Si me disculpa.

Dijo aquello pero no se movió hasta entender un gesto afirmativo por parte de la jovencita.

Al menos había respondido con la sinceridad del desconocimiento antes que inventar algo basándose en cábalas. Satisfecha, Ingelyn hizo un gesto a Strumni para que fuese a terminar de prepararse.
 

La joven Dewa se quedó con el anciano, ella no necesitaba comprar nada porque ya tenia todo lo necesario. Era previsora y ya le habían advertido que el viaje seria largo. Poco a poco se estaba familiarizando con las costumbres que se le presentaban y alguna le continuaba extrañando ¿Porque no hacían caso al anciano Runi? Las personas mayores deben de ser respetadas y sus opiniones son dadas con la sabiduría de los años. Ella misma debía acatar las decisiones de otras personas que en numerosas ocasiones poseían un menor poder que ella, solo por el pelo blanco que portaban en sus cabezas. El respeto es algo que se debe mostrar

Astrid se alejó del muelle y los barcos, seguida por el grupo de viajeros que quería pertrecharse antes de partir. No tardaron en adentrarse en las calles de Skermnir, dejando atrás casas de madera toscas pero resistentes. La guerrera les condujo hasta un edificio algo más grande, con un cartel en la puerta tan castigado por las inclemencias del tiempo que apenas podía leerse nada en él, aunque parecía una lista de precios.

Astrid entró primero e indicó a los demás que la siguieran.

Cuando entraron en la tienda, pudieron ver detrás de un mostrador tosco a un hombre calvo y con barba afilando una espada en una piedra de amolar que giraba sin descanso. Al verles entrar, el hombre alzó la cabeza e interrumpió su tarea.

—¡Astrid! —dijo, reconociendo a la guerrera—. ¡Cuánto tiempo! Así que por fin habéis llegado de Frondby, ¿eh?

Los dos intercambiaron un saludo rápido, estaba claro que se alegraban de verse. Luego el tendero se dirigió a Strumni e Ylva.

—Así que necesitáis provisiones. Bien, bien... a ver qué puedo hacer por vosotros. Mi nombre es Rothnan. Decidme qué necesitáis y veremos si puedo ayudaros.

Sin perder tiempo, Astrid se dirigió al pueblo seguida por Ylva y Strumni. Mientras tanto, la princesa Ingelyn se quedó con Runi, Gunnar y Dewa junto a los barcos para esperarles. Pero no bien les hubieron perdido de vista, uno de los soldados de la escolta de Ingelyn llegó a paso rápido hasta ellos.

—¡Princesa! —dijo al llegar—. Los centinelas del pueblo dicen que han avistado a una partida de enanos. ¡Parecen guerreros y vienen hacia aquí!

Aquello era sin duda inesperado. ¿Más enanos? Y además guerreros, lo cual era todavía más extraño, pues los señores enanos preferían las tácticas defensivas y no solían enviar a sus soldados fuera de sus fortalezas a no ser que tuvieran un buen motivo para ello.

—Se acercan a la puerta sur de la empalizada —continuó el soldado—. Parece que vienen de Krar Umgar...