Partida Rol por web

Mormnir y Strumni salieron fuera, donde continuaba lloviendo con ganas. El montaraz se aseguró de preparar sus trampas a conciencia, rodeando bien la casa. Mientras tanto, su compatriota enano iba detrás murmurando entre dientes, como si estuviera ansioso por expresar algo pero no supiera cómo hacerlo.

—Strumni, ¿qué es lo que ves en esos humanos? —preguntó al fin—. ¿Por qué tenemos que partirnos la cara por ellos? ¡Son ellos los que deberían defender sus tierras, no nosotros!

Nada más entrar en la cabaña, el ojo experto de Ylva empezó a captar cosas. Como había dicho Mara, todavía quedaban muchos utensilios y provisiones en el interior de la granja. Parecía que sus ocupantes se habían marchado sin llevarse casi nada, lo cual era muy extraño. Quizá hubieran sido víctimas de un asalto, pero entonces... ¿por qué habrían dejado allí los bandidos todo ese botín?

Las señales que encontró en los cobertizos de los animales parecían normales, las típicas que dejan unas cabras o gallinas con su ir y venir cotidiano. La puerta del vallado estaba abierta, así que lo más probable era que cualquier animal que hubiera quedado allí, se hubiera marchado por su propio impulso. Sin embargo, Ylva pudo distinguir una mancha de sangre en uno de los troncos que formaban el vallado. Había quedado resguardada de la lluvia por estar bajo un pequeño porche, y desde luego parecía fresca, pues aún no se había oscurecido.

Por extraño que pudiese parecer, Ylva ignoró la pregunta de su amiga y líder. La muchacha estaba cerca de un vallado, y aunque había oído la pregunta de Ingelyn no parecía prestar mucha atención. Cuando levantó la cabeza parecía extrañada. Antes de dar la voz de alarma, miró alrededor de aquella mancha. No parecía un lugar donde se sacrificasen animales, ni había huellas que indicasen que alguien hubiese tenido que salir corriendo.

–Será mejor que vengáis a ver esto. Nadie se ha cortado con la leña ni nada de eso ¿no?– dijo levantando ligeramente la voz. Lo suficiente para que sus compañeros la oyesen. La niña tocó aquella sustancia con la punta de los dedos– Aquí hay sangre. Es reciente.

Ylva esperó a que se acercasen antes de continuar. Por un momento se preguntó si un zorro o una marta no habrían hecho de las suyas con una gallina, pero habría muchas plumas. Además, las martas dejaban los cadáveres.

–No parece que aquí hayan hecho matanza.–dijo refiriéndose a los animales de granja– No está revuelto como cuando matan los cerdos ni parece que los animales hayan huído por el ataque de un lobo. Es... como si alguien se hubiese olvidado la valla abierta y se hubiesen escapado. Pero la sangre es mucho más reciente que eso. 

La chica miró con desconfianza hacía más allá de la valla. Posiblemente hubiese alguien herido en algún lugar. De pronto, pensó que lo mejor sería que Dewa y ella fuesen inmediatamente a la granja donde habían visto gente. Algo pasaba.

Tras aclararle a su amiga que se los hubieran dado a él o no, él quería darle uno a ella tan pronto supiera para qué servían, Glyrhel asintió a las palabras de Runi. No se iba a alejar mucho, adónde podía ir estando donde estaban. Y lo de tratar los viales con cuidado sobraba decirlo, no había hecho otra cosa desde que los había conseguido. De vez en cuando incluso palmeaba el bolsillo para asegurarse que seguían allí guardados pues teniendo en cuenta cómo se había marchado quien se los había dado, nadie le aseguraba que terminasen desapareciendo por arte de magia en el momento más inesperado.

- Bien, princesa- sonrió en respuesta a la sonrisa de su amiga Ingelyn cuando se les acercó.- Muy bien. El viaje en barco fue genial. Me gustó. Me gustó mucho. Y ya en tierra... Bueno...- se rascó la nuca.- Es interesante No paran de pasar cosas.

No era algo que le molestará, muy al contrario, le gustaba. Para una mente inquieta no hay nada peor que la monotonía, y la posibilidad de ver y experimentar cosas nuevas alimentaba al muchacho que hasta hacia nada bien poco sabía de lo que ocurría más allá de los establos. Ahora, no pocas veces lo nuevo no resulta excesivamente bueno como bien confirmó Ylva cuando compartió con el resto lo que había visto.

- ¿Cuánta sangre? ¿Mucha sangre?- preguntó dirigiendo su mirada hacia donde su amiga señalaba

Gunnar se había acercado a varios guerreros para parlamentar con ellos, pero tan pronto Ylva menciono algo acerca de un rastro de sangre, se acercó a ella a grandes zancadas, su espada mitad fuera de la vaina, mitad dentro.

— Astrid y Fygrod, conmigo —indicó a dos de sus más fieles combatientes—. Creo que no hace falta decir lo que implicaría que la sangre fuese humana... —continuó, mirando fugazmente a Runi y a algunos de sus hombres, y luego a la princesa Ingelyn.

Acto seguido, se acercó a su hija y la contempló durante varios segundos. Pese a su semblante impasible, en su interior estaba en conflicto. Por una parte quería proteger a su hija, pero por otra parte seguramente ella se molestaría si la dejaba de lado. Finalmente, Gunnar suspiró.

— ¿Crees poder encontrar un rastro? —le preguntó a Ylva.

Finalmente dormirían bajo techo, lo cual agradecerían los viejos huesos de Runi. Pero claro, no todo iba a ser sencillo. Había cosas que no cuadraban en aquella casa. Y las manchas de sangre que encontró Ylva era de las más evidentes.

De todas formas, el viejo no podía dejar escapar la oportunidad de que estuvieran los tres chicos juntos.

El cuervo negro se apoyó en la cerca y graznó anunciando la llegada del viejo.

-Me temo que el que pueda o no encontrar el rastro no importa Gunnar. Necesito que la princesa, Ylva y Glyrhel vengan conmigo ahora. Luego ya podrá unirse al grupo de busqueda si es necesario.-

Como siempre, las peticiones de Runi tenían un tono imperioso, con la justa medida de amenaza en la voz. Aunque se había comedido, un poco, al nombrar a Ingelyn.
 

Observó con curiosidad lo que estaba haciendo Ylva sin muchas ganas de interrumpirla, preocupada por el posible origen de aquel rastro de sangre. Pero fue entonces cuando Runi les llamó e Ingelyn fue con mayor presteza de la que habría reconocido jamás: sabía bien que el anciano no usaba esas formas con ella salvo que fuese algo realmente importante.

Ylva miraba el lugar donde estaba la mancha de sangre y sus alrededores, pero no había más pistas ni ningún rastro que seguir. De haber existido, la lluvia seguramente lo habría borrado hacía un buen rato. 

Astrid y Fygrod se colocaron a los flancos de Gunnar en cuanto este los llamó, alertas y preparados. No obstante, no parecía haber ninguna amenaza... al menos por el momento.

Olaf se había levantado también, ceñudo como siempre y con su hacha preparada.

—Estos enanos... —gruñó—. ¿No nos habrán arrastrado hacia una trampa?

Strumni y Mormnir estaban fuera, pero Gungnar continuaba allí. Frunció el ceño ante las palabras de Olaf, pero decidió no responder. En cambio, se acercó a Ylva para examinar la mancha de sangre que había encontrado.

—Es extraño —dijo—. Esta mañana mi pelotón paso por estas tierras. No me fijé demasiado, pero... estas granjas parecían normales. No hubo nada que me llamara la atención. Me pregunto qué puede haber pasado desde entonces...

Ylva miró primero a su padre y luego a Runi, que consiguió ponerle los pelos de punta por la urgencia de la situación. La chica se levantó despacio, mirando a su alrededor y calculando la distancia que había entre árboles. Era una posibilidad remota, pero a falta de huellas era una posibilidad.

–No creo que se pueda encontrar... Pero yo vigilaría los árboles– la niña se encogió de hombros y sonrió levemente–. No es que piense que haya nada, pero es donde iría yo si estuviese herida, necesitase esconderme y no quisiera dejar huellas en el barro. Quizás Strumni haya encontrado algo más.

Si ella, que apenas era una principiante, había encontrado una mancha de sangre seguro Strumni, que era un veterano,  había encontrado algo mayor. Ya iba a marcharse con Runi cuando oyó el comentario de Olaf y por algún motivo se sintió muy molesta con él. Y es que insinuando que era una trampa no solo insinuaba que los enanos eran traidores, sino que ellos mismos eran idiotas por no haber percibido nada.

–Venga ya– murmuró entre dientes como había hecho cuando Sven habló en la reunión, pero en voz mucho más baja– Al final esta gente va a creer que el frío nos ha congelado los sesos.

Runi se estaba alejando con los muchachos para hablar con ellos. Pero no pudo evitar escuchar el comentario de Olaf. El anciano no era muy diplomático que digamos, pero desde luego que ni a él se le ocurriría decir semejante tontería justo. No digamos ya delante de los enanos.

-Vaya Olaf. Me alegra que te ofrezcas voluntario para las primeras guardias. Y además las de patrullar el exterior, que con éste tiempo son las más peliagudas. Sobretodo con éste tiempo. Dice mucho de tí. Gracias.-

Seguramente Gunnar también le increparía. Pero no estaba la situación para tonterías y mejor dejar las cosas claras antes de que fuese a más. Siguió caminando hasta la casa.

El anciano entró en la casa y se sentó cerca de uno de los fuegos. La gente estaba ocupada preparandolo todo, así que tendrían algo de tiempo.
Se calentó las manos mientras miraba a los chicos. Glyrhel parecía preocupado, nervioso y quizás algo temeroso. Por lo que Runi sacó a relucir un aspecto muy poco conocido suyo. Un lado amable. Incluso su voz parecía tranquilizadora.

-Ven aquí Glyrhel. No te preocupes. Enseñamé otra vez esos viales y cuéntame cómo los conseguistes. No te dejes nada. Por más insignificante que creas. Todo es importante.-

Se agachó con profesional diligencia mientras ataba uno de los extremos de la cuerda a la parte baja de un árbol, a la altura de los tobillos de un hombre medio. Lo suficientemente alto para que alguien se tropezara y lo suficientemente bajo como para no detectarlo y que el viento no moviera la trampa en exceso. 

—Cuesta entenderlo cuando vives entre los muros pero cuando sales al exterior y caminas... descubres muchas cosas Mormnir. Formamos parte de un mundo mucho más grande de lo que parece en los mapas —dijo el enano con algo de pesar, como si esa reflexión le llevara a malos recuerdos—. Aunque nos encerremos en nuestras fortalezas de piedra seguimos siendo parte de un todo y en ese todo hay mucho mal. Si nos aislamos el mal nos arrastrará cuando sea demasiado tarde para evitarlo. Los skaldi aunque orgullosos y faltos de maneras nos pueden ayudar a evitar ese mal. Si nuestros pueblos se unen en una alianza creo que yo ya habré hecho mi parte para conseguir un mundo mejor.

Terminó de colocar la última madera que sujetaba la cuerda y la zarandeó para comprobar que sonaba como debería. Más tranquilo por haber terminado su trabajo, volvió a hablar a su compañero enano.

—He terminado por aquí, volvamos a descansar un poco. El viaje es largo y no ha hecho más que empezar... por cierto ¿qué más puedes decirme de la misión de Agga y su grupo?

Mormnir gruñó al escuchar la defensa que Strumni hizo de los humanos.

—Hablas como el capitán Snorri —dijo—. En fin, no sé qué les veis... Pero supongo que el tiempo dará la razón a unos o a otros. A lo mejor este viaje me sirve para cambiar un poco mi opinión de ellos.

Luego dio un par de golpes con su hacha en el suelo y se dio la vuelta para regresar junto al montaraz al interior de la granja.

—No sabemos mucho —dijo para responder a la pregunta de Strumni—. Parece ser que hace un tiempo que ha empezado a haber problemas. Sabíamos que los orcos estaban atacando a los skaldi en el norte, y también que los humanos de Quralia están teniendo problemas en el sur con partidas de bandidos y otras bestias salvajes... pero desde hace unos días, parece que también hay fortalezas enanas bajo ataque. El grupo de Agga no es el único que ha partido, otros se han dirigido al sur, a ayudar a otros vasallos del reino.

Pareció incómodo antes de continuar.

—El Rey está preocupado. Krar Umgar todavía es inexpugnable, claro... pero si seguimos teniendo que enviar refuerzos a fortalezas menores, podemos quedarnos vulnerables pronto. No pretendo desanimarte, pero... quizá esta princesita no encuentre fácil convencer a nuestro Rey de que firme un tratado de alianza si las cosas siguen así.

Con el trabajo ya hecho Strumni volvió a encender su pipa y a disfrutar de las primeras caladas del duro tabaco que consumía.

—Eso es un buen cumplido, el capitán Snorri siempre me pareció uno de los más sabios entre los nuestros. Ojalá esté cuando se produzca la reunión entre la princesa y nuestro señor. Seguro que su consejo sería bien escuchado —dijo con cierta desazón pues temía que eso no iba a suceder.

—He caminado por la superficie lo suficiente como para ver y conocer suficientes peligros para nuestra raza. Media decena de especies que nos quieren muertos y con los que no se puede negociar como pueblos civilizados. Otras tantas habrá que yo desconozca y sean tan o más terribles que las conocidas. Nuestros muros son fuertes y nuestros guerreros bravos y aguerridos, tú eres un buen ejemplo, pero no se puede luchar eternamente. Seguro que lo sabes mejor que yo —dijo antes de terminar sus palabras con un suspiro que cobró la forma de una triste voluta de humo—. Si nosotros ayudamos a los skaldi ellos nos ayudarán a nosotros. Podremos defender nuestras fortalezas menores sin perder efectivos en Krar Umgar.

Asintió con preocupación a las palabras de Mormnir pues temía enfrentarse a una situación como esa cuando se diera el encuentro real.

—Entonces tendremos que hacer que ambas partes se entiendan. Me temo que todos nos jugamos mucho.

Mientras el viejo Runi reunía a los más jóvenes de la comitiva en un rincón más apartado, Strumni y Mormnir volvieron al interior de la granja. La lluvia fuera había perdido algo de intensidad, pero todavía no había terminado del todo.

Olaf miró a Runi con furia, pero no contestó y salió a hacer el primer turno de guardia. A pesar de sus músculos, no solía llevarle la contraria al anciano, al igual que la mayoría de los skaldi. Quizá fuera viejo, pero no estaba indefenso gracias a sus habilidades mágicas.

A Astrid no le había pasado por alto que, por algún motivo, Runi quería hablar con los tres niños sin interrupciones. Se volvió hacia Gunnar y se aseguró de que los demás también oyeran lo que decía.

—Mientras el mago se las entiende con los chiquillos, podríamos hacer una batida corta por los alrededores —dijo la guerrera—. Quizá Ylva tenga razón y podamos descubrir algo más sobre esa sangre...

Observó la reacción del resto, deteniéndose especialmente en Mara y Dewa, para saber si estarían dispuestas a acompañarles. No podía ordenárselo, pero la ayuda de una exploradora y una druida probablemente fuera útil en los bosques.

Las noticias de la sangre no eran buenas. Si había sangre fresca es que algo había pasado en ese lugar y, seguramente, no fuese a los antiguos inquilinos de la granja. La granja llevaba días vacía, o eso le parecía a ella. Esa noche deberían reforzar la vigilancia y no deberían dejar a los animales de tiro desatendidos. Si lo hacían, se despertarían sin ellos. Tenía esa sensación.

-Con esta lluvia, los rastros se habrán borrado, pero quizá pueda ayudaros con esa batida. Será mejor que salgamos ya, antes de que la luz del sol sea más escasa.