Partida Rol por web

El viejo skaldi se levantó haciendo que el cuervo saltara de su hombro y saliese por una de las ventanas.

-De eso nada jovencito. Seguro que tienes cosas que hacer, y yo también. Así que largo, y si no tienes nada seguro que te puedo buscar alguna cosa.-

El viejo se levantó y se dirigió al interior de la casa para examinarla. Incluso al caminar parecía quejarse de todo y murmurar.

La Princesa salió de la casa para acercarse al montaraz enano. Una vez fuera se había recompuesto y el frío y la humedad le devolvieron la entereza que casi había perdido allí dentro. —Lamento la tardanza, Strumni. ¿Damos un paseo por aquí mientras hablamos? ¿Qué es lo que querías hablar conmigo?—

La charla de Runi con los más jóvenes del grupo había terminado, así que mientras la princesa se dirigía a hablar con Strumni, Ylva y Glyrhel decidieron ir a investigar la granja que no estaba deshabitada. Cuando salieron al exterior, vieron que era ya de noche y que las nubes de la tormenta se habían dirigido al norte. La luna estaba en cuarto creciente e iluminaba los campos y los bosques cercanos.

Olaf, con su mal humor habitual, les señaló a los chicos el camino por el que habían llegado a la granja un rato antes.

—Tu padre ya se ha ido —le dijo a Ylva—. Creo que se dividieron en dos grupos en el cruce, pero todos han ido hacia el sur.

Lo más probable era que hubieran formado varios grupos para revisar más rápido las granjas.

Runi se había quedado en la granja, junto a la mayoría de guerreros y sirvientes de la caravana skaldi. Con su paso renqueante, no tardó en recorrer el interior del pequeño edificio. No vio nada que le llamase especialmente la atención, aparte de lo que todos habían visto nada más entrar. Pensó en la sospechosa mancha de sangre que Ylva había descubierto. Era algo sospechoso, pero, si allí había pasado algo fuera de lo común, alguien se había ocupado de que no quedara ninguna señal. O al menos, ninguna que fuera sencilla de ver...

Estaba examinando las estanterías de la granja, llenas de útiles de cocina, botellas y viandas como embutidos y quesos, cuando Sven se le acercó por detrás y carraspeó de aquella forma tan característica suya.

Al volverse, Runi se encontró frente a frente con el consejero, que le miraba desde arriba. Era bastante más alto que Runi, y más estirado.

—¿Podemos hablar un momento, Runi...?

–Gracias Olaf. Glyrhel y yo vamos a la granja vecina, donde se escondió aquel hombre. Vamos a preguntar al dueño qué es lo que pasa... No se asustará de nosotros dos. Cogeremos uno de los candiles y unas yescas por si acaso– La luna iluminaba bastante, pero no estaba de más llevar algo de luz. Ylva hablaba de forma despreocupada, a pesar del mal humor de Olaf. Puede que fuese peligroso y tuviese mal carácter, pero esa era la tónica general de los guerreros del norte– ¿Tenemos campanos en el carro? Si hay alguno lo llevaremos también, y así podremos avisar si hay problemas, para que estéis alerta con In...la princesa.

Runi no había encontrado nada, pero tampoco lo esperaba. Aunque notaba en sus huesos que algo raro pasaba allí. Una familía no deja una granja como esa abandonada porque sí.
Pero antes de que pudiera concentrarse en ello le sorprendieron por detras. Desde luego sus sentidos ya no son lo que eran antaño, y su cuervo estaba fuera vigilando. Se resignó, al menos era sólo Sven.

-Sí, por supuesto. ¿Qué es lo que quieres? Y por favor. No me digas que no nos podemos fiar de los enanos.-
 

Glyrhel permaneció en un segundo plano mientras Ylva hablaba. Después de todo de ella había sido la idea de ir hasta la única granja que parecía habitada. Él tan solo se había sumado respondiendo a una invitación no verbalizada. Además, por la seguridad con la que su amiga hablaba, parecía que lo tenía todo muy bien planeado.

- Si no siempre podemos gritar- intentó bromear, una broma que tan pronto la soltó, comprendió que probablemente no causaría el efecto deseado, sobre todo cuando la mitad de la audiencia estaba formada por un enorme guerrero que parecía tener igual de musculado el pecho que el ceño. 

—No ha sido molestia princesa —respondió el enano mientras se dispuso a caminar al lado de la mujer humana—. Verá es complicado de decir pero intentaré hacerlo. Sé que su intención es la de lograr una alianza y yo soy totalmente partidario de lo mismo pero... me gustaría saber ¿cómo de dispuesta?

Hizo una pausa en su discurso en ese momento y miró directamente a Ingelyn carraspeó un poco y volvió a hablar con toda la rotundidad que pudo encontrar.

—Mi rey es un enano fuerte y buen gobernante, pero terco como buen enano. La situación de mi pueblo como habéis podido comprobar, también es complicada y es posible que no esté todo lo predispuesto que pudiera parecer para ayudaros con el problema orco. Dentro de las fortalezas enanas los peligros externos parecen lejanos e insignificantes.

Escuchó atentamente las palabras de Strumni mientras caminaban, con sus ojos puestos en la luna que iluminaba parcialmente aquella noche en otro caso oscura. Caminaba con las manos unidas tras la espalda, volviendo a embutirse en aquel corsé de responsabilidades mientras dejaba que el enano terminase de hablar. Quizá era demasiado joven para considerar que podría existir una posibilidad de que no consiguiera convencer al rey enano.... pero tenía esperanzas.

—Mi padre me dijo claramente que la alianza debía llevarse a cabo, Strumni, y el Rey Thoran no acepta trabajos a medio hacer, ni siquiera por parte de su hija.— se ahorró que su padre había hecho hincapié en que debía hacerse 'a cualquier precio', pues no creyó que eso hablase bien de la situación de Skald y la necesidad que había porque esa alianza prosperara—. Poseemos algo que siempre ha sido muy importante para el pueblo enano, Strumni, y nuestro deseo es entregarlo al Rey Grummdar a cambio de su ayuda. ¿Qué problemas preocupan a vuestro pueblo para que consideres tan difícil esa negociación, montaraz?

Olaf no respondió, sólo emitió un gruñido gutural tras las palabras de Ylva y Glyrhel. Hinchó el pecho y continuó montando guardia junto a la entrada de la granja.

Ignorando el gruñido de Olaf, Ylva dio a Glyrhel el candil y cogió el campano. La muchacha le dio un pequeño codazo para ponerse en marcha. Aquello iba a ser muy distinto y a la vez muy parecido a las veces que el muchacho había podido escaparse con ella para pasear por los bosques cercanos.

Sven abrió la boca, pero no dijo ninguna palabra. Daba la impresión de que Runi le había leído el pensamiento, y frunció un poco el ceño antes de carraspear de nuevo.

—No, no me fío de los enanos —dijo—. Creo que están pasando cosas sospechosas, y que la princesa se está precipitando al confiar tan pronto en ellos. Es joven e impulsiva, y su ingenuidad le puede jugar una mala pasada si está mal aconsejada.

Se cruzó de brazos y alzó un poco el mentón.

—¿Puedo saber de qué has hablado con los niños?

Mientras Ylva y Glyrhel se alejaban en pos del grupo de Gunnar, Olaf volvió a gruñir, pero no dijo nada. La lluvia seguía amainando, y en poco tiempo se convirtió en un ligero chispeo.

La brisa se levantó una vez más y meció los brotes de los campos mientras Strumni y la princesa conversaban. De no estar inmersos en una misión de la que dependía tanto, incluso se hubieran sorprendido de lo agradable que parecía la noche.

Escuchó a la princesa y abrió ligeramente la boca cuando ella le hizo partícipe de una información que hasta entonces él desconocía. Bajó su mirada y por ende sus espesas cejas en un triste gesto al escuchar las preguntas de la chica.

—Los mismos problemas que todos los gobernantes. Es complicado unir a dos pueblos diferentes, siempre produce recelos y más cuando uno de ellos solicita ayuda militar a otro en una guerra que no es la primera urgencia de uno de los pueblos. Mi gente puede resistir en Krar Umgar durante mucho tiempo y eso no ayudará a que se levanten de sus cómodos salones de piedra para librar una guerra. Y como que hay tierra en la que pisamos, puedo asegurar que los enanos somos un pueblo terco como pocos. Simplemente quiero avisarla princesa Ingelyn para que sepa que la reunión puede ser ardua y complicada. Confío en que sabrá llevarla bien.

Sonrió al acabar sus palabras aunque no era una sonrisa que desbordara alegría. 

-No. No puedes.-

Fue toda la respuesta que dio Runi ante la pregunta de Sven sobre su conversación con los jovenes. Si esperaba que añadiera alguna cosa más lo tenía mal. No obstante sí que añadió algunos comentarios sobre los otros temas.

-Por supuesto que pasa algo raro. Eso es evidente. Pero creo que también les afectan a ellos, y si podemos ayudarlos nos vendrá bien para tener algo más de fuerza en la reunión con su rey. Eso siempre y cuando tú y los demás brutos que tenemos por soldados dejéis de contrariarlos. Thoran nos ha enviado a forjar una alianza, y no la vamos a conseguir si seguimos así. Ahorraté tus prejuicios y asegurate que los demás también los dejen de lado. No quisiera tener que volver y decirle a Thoran que no hemos conseguido la alianza porque "algunos" han estado insultando a unos soldados que están para ayudarnos y eso llegó a oidos de su rey.-

Runi se puso justo enfrente de Sven y lo miró desde abajo. El consejero era bastante más alto que el viejo skaldi, pero eso no le amedrentaba lo más mínimo.

-En cuanto a la princesa...Lo está haciendo bien. Lo mejor que podemos hacer por ella es estar ahí si nos necesita y pide consejo, pero nada más. Su padre no la habría mandado si no creyese que podía hacerlo. O acaso no te fías de nuestro Rey.-

Una finísima arruga se marcó en la frente de Sven cuando Runi le contestó. Descruzó los brazos y dejó de mirar al viejo mago para observar el fuego de la chimenea.

—Ya sabes que todos los años, los reyes enanos expulsan a algunos de los suyos de las montañas como castigo por alguna afrenta, real o imaginaria. La mayoría se suicidan por orgullo, o viven como parias el resto de sus días en la superficie. Pero algunos entran en tratos con razas inmundas, como por ejemplo los orcos... ¿Cómo podemos saber a qué grupo pertenecen estos que nos acompañan? No tenemos prueba alguna de que sean realmente súbditos del Rey Grummdar. Y aunque estos lo sean, me preocupa que la princesa adquiera la... "costumbre" de fiarse ciegamente de cualquier enano que encontremos por el camino.

Carraspeó, incómodo.

—Aunque reconozco que es cierto que hasta ahora no lo ha hecho mal... deberíamos mantenernos cerca de ella y vigilar que no tropiece. Y sobre todo no airear demasiado nuestros desacuerdos delante de los demás hombres de la escolta. Si se dan cuenta de que el liderazgo se rompe, la moral caerá en picado.

Runi sonrió cuando Sven carraspeó a pesar de su altura. Y lo cierto es que no podía desechar del todo lo que decía Sven. Y como consejero de la princesa tenía derecho a saber algunas cosas.

-No te preocupes. La princesa no es tan igenua. De hecho ya ha mostrado alguna que otra preocupación respecto a los enanos. Pero si te sirve de consuelo, yo me fio de ellos. Así que puedes achacarme a mí cualquier cosa que pase en el futuro si resultan..."agresivos".-

Asintió ante el último comentario.

-Me alegra que estemos de acuerdo. Nos mantenemos cerca y la dejamos hasta que nos pida opinión. Que estoy seguro de que si siente alguna incertidumbre lo hará saber. Y respecto al liderazgo, mientras estemos de acuerdo que quién manda es Ingelyn, no habrá ningún problema.-

No bien Strumni hubo dicho aquello, Olaf gruñó. Estaba mirando al interior de la casa, con expresión de desdén.

—Ya están otra vez discutiendo esos dos vejestorios —murmuró—. No sirven para otra cosa, par de cascarrabias inútiles...

La princesa y el enano se volvieron y comprobaron que, en efecto, Sven y Runi hablaban junto al fuego y no parecían muy contentos.