Partida Rol por web

—Nos dirigiremos entonces a una de esas granjas de inmediato. ¡Comitiva, partimos para dormir bajo techo! —gritó al grupo para que volvieran a emprender la marcha, agradeciéndole a Fygrod su labor antes de echar a andar de nuevo. Estaba escuchando con curiosidad desde lejos lo que estaba contando Runi sobre la Aguja y unos Círculos que ella desconocía por completo cuando Sven se inclinó para decirle algo...

Escuchó las palabras del consejero real con escepticismo, pero en su rostro se mostró una mueca de preocupación. Si los bosques estaban teniendo cosas extrañas como aquella no debería ser tan raro que los campesinos, supersticiosos por lo general, tuvieran miedo de lo que pudiera ocurrir. Pero Sven tampoco estaba diciendo algo tan descabellado como para que la posibilidad no pasase por la cabeza de Ingelyn.

—¿Y con qué motivo, Sven? La capitana no nos ofreció sus guerreros, si Runi no lo hubiera pedido habrían partido sin ofrecernos a ninguno... ¿Qué ganan los enanos espiando una comitiva cuya misión es devolverles una reliquia que antaño fue suya? —en otras circunstancias aquello hubiera sido más bien una pregunta retórica para replicar al consejero, pero realmente se preguntaba si ellos podían tener alguna clase de motivo para hacer algo así

Así como el viejo sabio, Gunnar también permitió que sus sombríos pensamientos, dudas e inquietudes permearan hasta su rostro. Durante todo su tiempo de servicio, Gunnar se había enfrentado a decenas de enemigos, pero en toda su vida jamás había conocido algo tan aterrador como un insepulto. Gunnar abrió su boca para responder, pero el millón de preguntas que se le formaron tras escuchar a Runi se le atragantaron todas, por lo que ninguna palabra brotó de su boca en los instantes siguientes. El guerrero tuvo que tomarse un segundo para recomponerse y organizar sus ideas.

— Aprecio tu consejo, Runi —respondió—. Y tienes mucha razón en cuanto a la princesa Ingelyn, al igual que tú estoy gratamente sorprendido por la madurez que ha demostrado... también porque nos da más tiempo de preocuparnos en nuestras respectivas tareas —continuó y fue el comentario acerca de Svartfloy el que hizo que su gesto se agriase más, si es que eso era posible—. Tendré mucho cuidado, y si, me parece sensato que los niños viajen en el mismo carromato que la princesa, y también el tomarme un tiempo para comunicarle a nuestros hombres la situación y la gravedad de la misma.

Gunnar se masajeó el tabique con el dedo índice y el pulgar de su mano derecha y soltó un largo y pesado suspiro.

— ¿Decapitar a los insepultos hará que se detengan? —preguntó. Sabía que amputar una extremidad no los detendría, pero quizás separar la cabeza del cuerpo los detendría... ¿Y quién mejor para saber la respuesta a esa pregunta que Runi?

Runi reflexionó al escuchar la pregunta de Gunnar. La magia no era una ciencia exacta, pero aunque Runi no conocía ninguno, sí sabía que existía más de un conjuro para levantar a los muertos de sus tumbas. Unos eran más poderosos, otros menos, pero todos eran difíciles y arriesgados de ejecutar. Algunos eran capaces de dotar a los muertos de inteligencia y discernimiento, mientras que otros sólo los convertían en siervos sometidos con poco más raciocinio que un animal salvaje.

En cuanto a la resistencia de los no muertos, la única vez que Runi recordaba haber oído que alguien había derrotado por completo a un cadáver animado había sido gracias a la magia, revirtiendo el conjuro que lo había alzado. Quizá hubiera otras maneras, como acabar con el nigromante responsable del hechizo. Pero en cualquier caso, el viejo mago sospechaba que con las armas físicas que los guerreros llevaban, como mucho conseguirían frenarlos o incapacitarlos, no acabar completamente con ellos.

Runi suspiró, se esperaba esa pregunta. Pero lamentablemente no tenía una buena respuesta que darle.

-En realidad la mejor manera de derrotarlos es matando al nigromante que los controla.- Se encogió de hombros.-Si reciben el suficiente daño puedes frenarlos, en incluso incapacitarlos y con mucha suerte destrozarlos. Y una decapitación siempre ayuda claro, pero no es algo cierto al cien por cien.-

Se quedó un momento pensativo.

-Por si fuera poco, los conjuros que conozco no sirven de mucho contra esas criaturas, ralentizarlos y poco más. Así que si tenemos ocasión de huir será lo mejor.-

Agradecido por la premura con la que los hombres de la comitiva habían hecho los preparativos para el viaje, Gunnar se dirigió a los mismos brevemente para dedicarles unas palabras de agradecimiento, pero también aprovechó para instarlos a estar siempre vigilantes y alertas, pues el camino que estaban por recorrer no sería ni fácil ni seguro, y requerirían de la fuerza y valor de cada uno para llegar hasta la atalaya de Kaz-Umzur. También aprovechó para dar ciertas directrices con respecto a la distribución de las personas en cuanto a los carromatos, asignando a las personas mayores, y a los niños, al central, colocando consecuentemente una escolta acorde a las personalidades que viajaban en el mismo. Cabe destacar que el guerrero contaba con el apoyo de Runi al tomar tal decisión.

Aquel camino abierto era un cambio bienvenido y agradable para Gunnar, pues no recordaba con mucha alegría el viaje por mar. No por el vaivén del mar o por algún mareo, si no por aquel ominoso clima que los había acompañado desde el inicio de la jornada. Sin embargo, su semblante se tornó serio tan pronto aquel agradable viento que los había acompañado desde las afueras de Skermnir empezó a tornarse más violento. El destello que siguió lo tomó completamente por sorpresa, pero al alzar la vista y visualizar la Aguja entendió de qué se trataba todo. El guerrero intentó dar voces de calma, pero tan pronto la luz en lo alto brilló con más fuerza y el haz impactó contra ellos, se olvidó de todo, centrando su mirada únicamente en aquella mística torre.

— ¿Todos están bien? —preguntó de manera general tan pronto hubo recobrado sus sentidos—. Aún tenemos una misión que cumplir —recordó a todos, empezando a caminar hacia adelante instantes después.

El primer día de viaje había pasado con relativa rapidez, pues los caminos estaban despejados y el clima hacía aún más amena la marcha de la comitiva. Sin embargo, con el transcurrir de la tarde, el clima empezaba a ponerse en contra de la caravana, y Gunnar se encontró mirando al cielo en repetidas ocasiones en busca de las grises nubes, pues desde hacía horas que el firmamento amenazaba con dejar caer sobre ellos su acuosa carga. Fue cuando Fygrod llegó ante la princesa que Gunnar pudo bajar la mirada del cielo.

— ¿Hay rastros que podrían indicar hace cuanto dejaron los habitantes sus granjas? —preguntó al explorador luego de escuchar con atención su reporte.

Ignoró a los niños porque eran eso, niños, al fin y al cabo, y no conocían tanto del mundo como los mayores, por lo que eran fácilmente influenciables por leyendas y rumores de fama, fortuna y descubrimiento. Gunnar, por su parte, podría vivir contento cumpliendo con sus votos: Servir, obedecer, proteger. Votos simples para un hombre simple.

La inquietud de Glyrhel e Ylva le preocupó durante unos segundos, pero al ver que Runi manejaba al pequeño, Gunnar se tranquilizó. Sabía que si se enteraba de algo que valiese la pena saber, el viejo sabio no tendría reparos en contarle. Además, también podría preguntarle a su hija más tarde.

La orden de la princesa Ingelyn le dió un centellazo de energía.

— ¡Ya habéis escuchado a la princesa! —bramó, con una voz evidentemente más fuerte que la de Ingelyn, en caso de que alguien hubiese quedado sin escuchar—. ¡Hoy descansaremos en una de las granjas abandonadas para refugiarnos de la tormenta que nos amenaza!

Gunnar suspiró al igual que Runi.

— ¿Por casualidad tienes alguna idea de qué tan cerca necesitaría estar el nigromante para animar los cuerpos? ¿Alguno de tus conjuros podría determinar donde estaría el nigromante? —preguntó, pensativo. Por lo general los magos no eran muy dados al combate, así que una cuadrilla de guerreros podría acabar con él, o quizás una flecha bien dirigida.

Sven se encogió de hombros ante la pregunta de Ingelyn. Para él, la respuesta parecía sencilla.

—Quizá pretendan conseguir el Brazal de otro modo —dijo—. Si nos lo roban, ya no necesitarán aliarse con nosotros para recuperarlo...

Pero no dijo nada más, y buscó algo con lo que cubrirse de la lluvia.

La comitiva reanudó la marcha no bien se escuchó la orden de la princesa Ingelyn. Avanzaron tan deprisa como pudieron bajo la lluvia que ya se había convertido en un buen chaparrón, y efectivamente, unos minutos después distinguieron la primera de las granjas.

Como habían dicho los exploradores, parecía estar vacía. Traspasaron las cercas de madera que rodeaban los cultivos y las parcelas en las que deberían haber estado animales como cabras y gallinas, y llegaron hasta el edificio de dos plantas que era a la vez vivienda y almacén. No se oía nada en el interior, y la puerta estaba abierta. Pudieron comprobar que, en efecto, la granja estaba desocupada y a oscuras. Pero era sólida y espaciosa, por lo que la comitiva al completo podría acomodarse en ella sin demasiadas estrecheces si decidía pasar la noche allí.

Lo último que necesitaba era mojarse. En ese clima tan frío lo peor era empaparse con la lluvia. Se cubrió completamente con la capucha y se arrebujó bajo la capa. Al parecer, la idea de ir a una de las granjas vacías había gustado a la princesa y a los más importantes de la expedición. Quizá eso le abría las puertas a entablar un poco más de relación con los allí presentes. 

Le preocupaba que la información de los ataques o de los muertos vivientes no hubiese llegado hasta ciudades más habitadas o, incluso, hasta el rey. Eso significaba que había asuntos y peligros que no se transmitían con demasiada rapidez. Antes de poder pensar en nada más, llegaron a la primera granja abandonada. No parecía que llevase demasiado tiempo abandonada y coincidía con las noticias que la capitana enana les había transmitido.

Se acercó a una de las ventanas e intentó percibir algo extraño en el interior.

El interior de la granja estaba oscuro y era difícil distinguir detalles, pero aparte del mobiliario típico de una vivienda modesta, Mara pudo ver útiles de trabajo granjero y provisiones en las estanterías. Quien quiera que hubiese vivido allí, se había marchado sin llevarse nada o casi nada.

-Parece vacío. Puedo ver algunas provisiones. Quien quiera que viviese aquí, se marchó sin nada. Lo cual, es preocupante.

Desenfundó su daga para entrar en la casa. No era buena idea entrar con la espada. Abrió la puerta y se introdujo en la vivienda para acabar de asegurar la zona. Se mantuvo alerta mientras intentaba escuchar el más mínimo ruido fuera de lo común. Si la granja no tenía inquilinos indeseables, ese lugar sería perfecto para pasar la noche.

Runi negó con la cabeza. Si Gunnar le conociese mejor podría decir que incluso apesumbrado.

-No. La nigormacia no es un tema que me agrade especialemente. Sé lo justo para reconocerla y poco más. Incluso eso es contraproducente. Supongo que dependerá de la persona y de lo poderosa que sea, pero apostaría que el lugar donde más no muertos haya será el lugar donde se encuentre el nigromante.-

Suspiró.

-Me temo que tendremos que valernos de nuestra intuición y astucia. Y rezar a los dioses que nos favorezcan. Eso y unos brazos fuertes y armados.-

Las primeras gotas del chaparrón que terminó cayendo sobre el grupo golpearon el vidrio de los tres viales que Glyrhel sacó de su bolsillo. Tres viales de tres colores, verde, amarillo y rojo, que el muchacho mostró no sin cierto recelo hacia el anciano ante el temor que aun albergaba por perderlos.

- Me los dieron. Son para la princesa, para Ylva y para mí- le explicó cuando reemprendieron la marcha en busca del refugio de una granja.- Para ayudarnos en lo que se avecina.- añadió antes de tendérselos.- Aunque no sé para qué son.

Desde aquella revelación habían pasado escasos minutos, minutos en los que prácticamente a la carrera huyeron de la lluvia que inclemente les picoteó la cabeza y en los que el joven aún guardó la esperanza de que tras el examen, Runi terminase devolviéndoselos.

Runi apenas podía dar crédito a lo que veían sus viejos ojos. Después de la visión de la Aguja de aquella mañana... ¡ahora Glyrhel le mostraba nada menos que tres Viales de Poder! O al menos, eso era lo que parecían. Runi nunca había visto ninguno auténtico en su vida, y lo más con lo que había topado eran burdas falsificaciones de agua teñida con las que mercaderes sin escrúpulos trataban de estafar a los incautos en las tierras más al sur de Skald.

Según se contaba, los Viales de Poder eran pequeños frasquitos llenos de un bebedizo mágico que incrementaba la suerte de aquél que lo tomaba. Bastaba un sorbito para que hicieran efecto, que era diferente dependiendo del color de la pócima en cuestión. Nadie, o al menos no Runi, conocía a ciencia cierta el origen de los Viales, ni sabía tampoco como fabricarlos. Pero uno sólo de aquellos frasquitos, de ser auténtico, era más valioso que todas las provisiones que la comitiva había llevado consigo desde Frondby. ¿Quién podía haberle entregado algo así a un chiquillo como Glyrhel?

–¿Para mí?– Ylva miró a Glyrhel sorprendida y halagada por su generosidad. Segundos después, cuando se recompuso negó con la cabeza–. Te los han dado a ti, Glyr. De verdad, no hace falta que me des uno...

Apenas habían terminado de hablar cuando fueron a refugiarse a la cabaña. Parecía que la volariana desconocida había revisado a fondo la cabaña y no había encontrado nada. Mientras la chica hablaba Ylva se puso a mirar por los alrededores, buscando algún tipo de rastro que indicase si los animales se habían escapado o si los dueños de la granja se los habían llevado. 

Acompañó al grupo de humanos hacia la granja y se mantuvo tenso y a la espera hasta que determinaron que nada peligroso habitaba en el interior de la construcción. Tras eso Strumni se acercó hacia la princesa que a sus ojos era la líder de la expedición, y por ende a la persona que debía de dar cuentas, y habló.

—Si el grupo ya está instalado voy a dar una vuelta por los alrededores y a colocar algunas trampas, por si algo se acerca —dijo esas palabras mientras guardaba su pipa en su faltriquera—. No tardaré mucho y todos dormiremos más tranquilos. Si se van a repartir los turnos de guardia preferiría estar en los primeros turnos o en los últimos aunque me adapto bien a todo.

Tras esas palabras levantó la mano e inició su camino alejándose de la granja para moverse por los alrededores. El frío apretaba a medida que la noche avanzaba y por ese motivo se arrebujó en su espesa capa.

El cuervo en el hombro de Runi seguía mirando a Glyrhel de manera inquientante, pero Runi sólo tenía ojos para los viales. Negó con la cabeza y miró al joven como si fuera la primera vez que lo veía.

-Guardalos bien. Y con mucho cuidado.-

En ese momento no podían seguir hablando, pues la lluvia molestaba mucho.

-Una vez estemos instalados volveremos a hablar de ello, y sobretodo me dirás quién te los ha dado. No se te ocurra alejarte mucho de mi vista, que no te tenga que buscar.-

El anciano no dijo nada más, pero era obvio que la conversación no había terminado. Ni mucho menos.

Ajena como estuvo al intercambio entre los dos jóvenes y Runi, Ingelyn continuó la marcha con un gesto sombrío que solo se disipó cuando llegaron a las granjas. Pese a lo extraño de aquel abandono eso significaba que iban a descansar bajo techo y eso siempre ayudaba a la moral de la comitiva.

Una vez estuvieron dentro se dedicó a echar un ojo al lugar donde pasarían la noche y en ese momento Strumni se acercó a hablarle. —Entendido, Strumni. Primero dejaremos que se compruebe la zona y entonces haremos que todo el mundo se acomode... —ella misma necesitaba darse un rato para desconectar de todas aquellas responsabilidades y pronto se despojó de sus útiles de viaje para ver cómo le iba al resto. Se acercó a Glyrhel e Ylva con una sonrisa cansada.

—¿Cómo os encontráis? Estaba deseando descansar en un sitio así...—

Sin perder tiempo, Strumni se alejó para reconocer el terreno y preparar sus trampas. Mormnir decidió acompañarle y le siguió al exterior de la granja.

El resto del grupo puso a salvo las carretas en el cobertizo que había junto a la vivienda principal y después empezó a preparar el campamento. No pasó mucho rato hasta que tuvieron listo un buen fuego al lado del que calentarse. Sin duda, aquello era mucho más agradable que una noche al raso, y más bajo aquella lluvia.