Partida Rol por web

Por puro instinto, Strumni había preparado su ballesta para lanzar un dardo contra aquél enemigo, pero se detuvo. No tuvo la menor duda de que aquél esqueleto era el mismo que habían encontrado en el bosque, a la entrada de la fortaleza. El mismo que les había confesado estar bajo el dominio de Murgin, y que se había quedado en el exterior tras ofrecerles su ayuda.

Aunque se había alejado para explorar, Ylva estaba lo suficientemente cerca como para oír el ruido. Cuando se giró, con el cuervo en el hombro como sacada de un cuento, fue perfectamente capaz de ver lo que se acercaba.

—Papa...— murmuró al ver el esqueleto, intentando procesar lo que aquello implicaba. Si el esqueleto estaba allí, significaba que habían conseguido pasar. Y Gunnar nunca se rendiría ni dejaría que los enemigos los siguiesen. Los ojos de la arquera comenzaron a humedecerse, pero eso no la detuvo. Puede que su padre hubiese caído, o que ese esqueleto saliese de otro lado, al fin y al cabo, la puerta se había cerrado a sus espaldas, pero el peligro en aquel momento era real. En voz baja susurró al animal, señalando con la cabeza al joven mago— Svartfloy, que no le hagan daño, ¿vale?

Decidida, la chica se acercó al grupo, sacando una flecha del carcaj.

—Glyrhel, Mawi alejaos —La chica abrió el arco con el corazón latiendo a toda velocidad. Sabía que no le haría ningún daño, ya lo había visto antes, pero tenía que ganar tiempo para que Glyrhel se alejase... aunque por otra parte — Alejate y haz lo que hizo Ilwen. Si no sale, sigue corriendo. Ya te alcanzaré.

A Runi no le gustó nada ver sonréir a Lognar. Eso no indicaba nada bueno, para ellos claro. Sólo se habían marchado con él dos, pero lo cierto es que no le había entretenido todo lo que le hubiese gustado.

-Puedes correr, pero no puedes huir de mí Lognar. No hay lugar en estos túneles donde no te pueda encontrar.-

Con el lider fuera no tenía sentido quedarse allí peleando con esos soldados, a pesar de que cuatro menos podía ser la diferencia entre la vida y la muerte para los demás.

-No tiene sentido lamentarse ahora de eso. Tendremos que volver a lo basico.- Pensó el viejo skaldi mientras hacia que su imagen se detuviese y agarrase el bastón con ambas manos.

-Bah. Ni siquiera me voy a molestar con vosotros. Mis huestes elementales acabarán con vuestra miserable vida mientras persigo a vuestro lider.-

Desde su posición en lo alto, Runi trató de lanzar un proyectil de hielo a uno de los soldados, pero la tensíon de mantener el otro hechizo le estaba pasando factura .

Levantó la mano pidiendo calma pues reconocía aquellos huesos, los había visto con anterioridad, para él no eran novedad. Su ballesta no se desplazó ni un milímetro, seguía fija en el cuerpo sin piel que tenía frente a él. Su ancho dedo de enano estaba acariciando el percutor pero sin embargo quería arriesgarse.

—Esperad —susurró a los jóvenes que estaban a su lado—. Byrald ¿eres tú? ¿Me recuerdas? Nos conocimos a las afueras de este sitio, nosotros no te atacamos y tú nos ayudaste a llegar aquí. ¿Sigues estando bajo tu control o ese malnacido se ha adueñado de ti?

Recordaba lo que el esqueleto les había explicado de los poderes del hechicero traidor, lo recordaba con claridad meridiana. Por eso era posible que ya fuera tarde o no, lo sabría con el siguiente gesto del difunto. Él marcaría las siguientes acciones de aquel improbable grupo de rescate.

—Si hace algún movimiento extraño no dudéis, nos ayudó en el pasado pero desconozco sus intenciones ahora mismo —susurró de nuevo al grupo mientras él mismo se mantuvo en tensión. La posibilidad de un fatal desenlace era algo que ya habían valorado y el enano había sido muy claro con el esqueleto en su encuentro anterior.

La advertencia de Strumni no llegó a tiempo de evitar que Ylva disparase aquella flecha, pero el esqueleto fue capaz de levantar el escudo a tiempo para cubrirse del proyectil.

—¡Ey! —dijo con su curiosa voz cavernosa y monocorde, mientras sus cuencas vacías se volvían hacia la joven arquera—. Menudo recibimiento...

Ylva, Glyrhel, Merial y Mawi se quedaron de una pieza al estar delante de un esqueleto que hablaba. Por si no fuera poco haber visto cadáveres andantes, ahora también podían comunicarse.

—Sí, te recuerdo —dijo para responder a Strumni—. Tranquilos, soy yo. Bueno, quiero decir que el nigromante no me controla. Recuerdo lo que me dijisteis sobre permanecer en el exterior, pero por desgracia, Murgin volvió a tomar el control de mi cuerpo poco después, y me puso a patrullar estos pasadizos. Os vi a lo lejos, y mi cuerpo se dirigió a vosotros para atacaros.

Se rascó el cráneo pelado con sus finas falanges.

—Pero es raro —continuó—. Desde hace apenas unos minutos, estoy libre de nuevo. Y no creo que sea porque Murgin necesite descansar. Quizá esté concentrando su poder para otro propósito... En cualquier caso, he venido a advertiros. Creo que algo ha cambiado en los últimos minutos, aunque no sé qué puede ser. Sólo sé que vuestros enemigos están peinando estas minas con todo su empeño. Lo que buscan debe estar sin duda muy cerca.

Runi se concentró al máximo para extraer el poder contenido en los recipientes mágicos que habían encontrado. Fue una sensación curiosa, pues no era un poder al que estuviera acostumbrado, pero funcionó. Pudo utilizar sus conjuros sin drenar sus propias reservas vitales.

Su ataque había fallado, pero logró que la imagen se desvaneciera en el preciso instante en que el ataque del skaldi que tenía más cerca la alcanzaba. Todo quedó de repente en silencio, y los esbirros de Lognar miraron a uno y otro lado, confusos.

—¿Dónde está? ¿Dónde se ha metido?

—¿Lo... hemos matado?

—¡Imbécil! ¿Acaso ves aquí su cadáver? ¡Ha debido de largarse, es un mago!

La treta parecía haber funcionado, pues los skaldi buscaron por los alrededores durante unos instantes, pero después echaron a correr en pos de su jefe.

—¡Tenemos que informar al jarl! ¡Vamos!

Pero entonces uno de ellos se detuvo en seco y señaló a uno de sus compañeros.

—Espera, tú quédate aquí y monta guardia. Por si acaso...

El guerrero que había recibido aquella instrucción no protestó. Debía de tratarse del soldado de menor rango, así que permaneció en aquella galería mientras el resto desaparecían por la entrada. Por la expresión que tenía, no parecía muy satisfecho de la labor que le había tocado...

Runi se alegró de que perdieran algo de tiempo en buscarle, pero para él no había sido el suficiente. El que además se quedara uno de ellos le fastidió aún más.
No dudaba de que Logmar tenía algún as en la manga. Aunque si era lo que el viejo skaldi se imaginaba no le iba a salir como el traidor creía. El viejo mago se imaginaba que esa arma secreta era el sonrisas. Seguramente esa entidad estaba dirigiendoles a todos a donde él quería. Y fijo que no sería nada bueno para nadie.

-En fin. Es hora de mover el trasero.-

Divisó al soldado que se había quedado de guardia y le lanzó un proyectil de hielo. Tal vez eso, junto con su amenaza anterior, bastase para hacerlo huir. Si no, tendría que malgastar más magia en él. Y no era precisamente una fuente grande.

—Tranquilos, tranquilos —repitió el enano para evitar que las agresiones continuaran. Acompañó aquellas palabras de un movimiento de manos enérgico pero calmado que buscaba distender el tenso ambiente que tenían allí.

—Bien Byrald, necesito que nos ayudes a detener a Murgin, multitud de vidas inocentes están en juego. ¿Sabes en qué lugar está el hechicero? O los lugares más posibles en los que podría encontrarse. Este sitio es complicado cuando es la primera vez que vienes y además tienes prisa. El tiempo juega en nuestra contra y cualquier ayuda será bien recibida. — Situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas. En aquel caso la medida era confiar parte de su suerte a un esqueleto parlante que en ocasiones estaba bajo el control del enemigo.

—¿Puedes decirnos cuántos son? ¿Tienes alguna información adicional respecto a la última vez que nos vimos? —preguntó el enano mientras bajaba finalmente su ballesta aunque no la retiraba de su mano. Cargada como estaba el arma, el virote apuntaba al suelo mientras la posición corporal de Strumni era más relajada.

—Se está librando una batalla en el exterior, muchos enanos y skaldi están luchando en ella. Nosotros podemos salvar a muchos de ellos.

—¡En nombre de todos los dioses! ¡¿Por qué nadie nos dijo que los esqueletos podían hablar?! ¡¿QUÉ DIANTRES QUERÍAS QUÉ HICIÉSEMOS SI NO NOS DECÍS NADA?!

La repentina explosión de Ylva fue tan fuerte que, por un momento dio la impresión de que era un fiero lobo gigante, repleto de dientes afilados y garras aceradas. Ni siquiera la naturaleza eternamente alegre y optimista de la joven podía compensar la ira que sentía en aquel momento contra los "adultos". Y desde luego, nadie en el pueblo había visto a la prometedora exploradora tan enfadada. Seguían tratándolos como niños aunque ya no lo eran y eso,en aquellas circunstancias, era peligroso. 

—¡Si no nos contáis las cosas no pod...!— la respiración se entrecortó un momento, antes de ser capaz de continuar, esta vez más contenida— ¡Tenemos que saber estas cosas o no sabremos como actuar!

Ni siquiera les habían explicado la traición o lo que había pasado. Les habían señalado a uno como "el traidor nigromante" sin dar más explicaciones. Y no confiaban en ellos a pesar de que habían hecho todo lo posible por demostrarlo. Eran peores incluso que Sven.

Después de aquel arrebato, Ylva se acercó despacio al esqueleto y le ofreció la mano a modo de disculpa.

—Eh... señor Byrald siento mucho lo de la flecha. Pensé que iba a atacarnos... No sabía que podíais hablar, tener recuerdos y eso... Lo siento... Espero que esté bien. —tras unos segundos,al no saber que más decir señaló el escudo— Me... ¿Me devuelve la flecha?

Byrald observó sorprendido (o al menos tan sorprendido como podía parecer un esqueleto sin facciones) la explosión furiosa de Ylva, y luego sacó la flecha de su escudo para dar dos pasos hacia ella y entregársela.

—Bueno... —dijo—. No todos podemos hablar. Yo soy el único... al menos que sepamos por ahora. Pero quizá haya más.

Luego se volvió hacia Strumni y reflexionó acerca de sus preguntas.

—Es difícil precisar cuántos cadáveres domina Murgin —dijo—. Y tampoco sé cuántos utilizará. Como os digo, de mí ha decidido prescindir, al menos por ahora. En cuanto a dónde se dirige...

Hizo una pausa y alzó un dedo de huesos.

—Lo último que sé es que se encontraba en los túneles. Encontró una forma de acceder a ellos, puede que por la misma puerta por la que vosotros entrásteis, pero lo dudo... os hubiérais cruzado. Tengo la sensación de que se dirigía a algún lugar profundo, en dirección norte. Y parecía tener prisa. Pero no sé exactamente qué espera encontrar allí. Quizá se trate de vuestra princesa, o quizá no...

Luego se encogió de hombros.

—En cuanto a la batalla... de eso no sé nada. Es posible que renuncie a ella si encuentra lo que busca, pero no puedo asegurarlo...

El rayo de hielo impactó en el hombro del desprevenido skaldi, que distraído como estaba fue incapaz de saber de dónde había surgido aquél ataque. Pero tuvo muy claro que, efectivamente, el viejo mago no se había marchado del lugar como sus compañeros habían creído.

—¡Eh! —retrocedió un par de pasos, cubriéndose con su escudo mientras el otro brazo colgaba adormecido por el proyectil helado—. ¡Eeeeh! ¡Volved, está aquí!

Sus gritos de alerta resonaron en la galería, mientras el soldado daba vueltas buscando algún rastro de Runi y caminaba hacia atrás en dirección a la pared más cercana para cubrir sus espaldas.

—¡Maldito vejestorio! ¡Déjate ver!

Runi se tuvo que aguantar el maldecir en algo cuando el tipo se quedó allí acojonado en lugar de marcharse con el resto. No quería pero tuvo que recurrir nuevamente a la magia.

-Esto me está drenando demasiado.-

A pesar de los almacenadores que tenía, los estaba gastando muy deprisa. Si seguía así aunque alcanzase a Logmar no iba a poder más que usar palabrotas contra él.

Una vez más el rayo de hielo surgió de su mano y alcanzó al tipo, aunque era casi imposible que no le viera. O le derribaba o le descubrían. No había más.

—Gracias, señor Byrald —dijo recogiendo la flecha— Al menos alguien nos cuenta algo

Toda aquella explicación no hizo sino que poner más furiosa. Nada de lo que decía el esqueleto parecía tener sentido para ella pero sí para Strumni. Strumni parecía entender todo lo que decía aquel ser como si estuviesen discutiendo sobre si era mejor el pan con leche o con nata y por algún motivo extraño estuviese ganando la opción de la leche. Y el esqueleto conocía a Ingelyn y hablaban de ella con total naturalidad. ¡De su amiga! ¡La que estaba en peligro! No era de extrañar que la joven estuviese sacando su lado más temperamental. Ese que su padre achacaba a su madre y su madre a su padre. Ylva continuaba esperando explicaciones de Strumni y o eran convincentes o tenía claro cual sería su siguiente paso.

—¡Se os llena la boca hablando de confianza entre razas, pueblos y personas pero no nos has dicho nada! ¿O es por qué somos jóvenes? ¡Y no me vengas con que os olvidasteis de un esqueleto que habla! — le recriminó antes de disculparse con Byrald por llamarle esqueleto— Perdón, señor Byrald...¡No me vengas con que os olvidasteis de él! ¿QUIEN DEMONIOS PODRÍA OLVIDARSE? ¿Y DE QUE ESTÁ HABLANDO? ¿Y si tenemos que decidir algo sin tener información porque considerabais que eramos tontos? ¡Entonces si seríamos ignorantes!

—No hay tiempo para gritos, ni es lugar. Byrald fue algo anecdótico en nuestro camino, vimos multitud de cosas, enfrentamos a multitud de peligros y teníamos la urgencia de encontrar a Ingelyn. Dentro de ese contexto Byrald y su extraña condición no eran algo reseñable para ninguno de los que allí estuvimos. Tressa aquí presente puede atestiguarlo. La prioridad era Ingelyn, igual que lo sigue siendo ahora. Hay un ejército asaltando la atalaya, una sombra parlante de incalculable poder y dudosa moral, unos pasadizos de los que nadie sabía nada y un hechicero enano al que todos dábamos por muerto que ha vuelto a la vida. Ni Runi, ni tu padre, ni Astrid, ni Tressa, ni yo reparamos en eso al relatar la historia en el poco tiempo que tuvimos. Sin embargo me cuestionas únicamente a mí, ignoro el motivo y espero que no sea racial pero no entraré en ello.

Hizo una pausa en sus palabras y volvió a mirar a lo que en algún momento había sido un hombre y ahora era un conjunto de huesos que articulaban palabras, de alguna forma que prefirió no averiguar.

—Bien pues entonces iremos rumbo al norte y a prisa para encontrarla antes de que lo haga Murgin o alguno de los suyos. ¿Conoces estos caminos Byrald? ¿Podrías ayudarnos? No tengo ganas de toparme con más esqueletos y que estos nos dificulten el camino.

El nuevo ataque de Runi alcanzó una vez más al soldado, esta vez en una pierna. No fue suficiente para acabar con él, pero quedaba bastante claro que su estado físico era ya bastante lamentable. Lo tendría muy complicado en una pelea, y era consciente de ello.

—Ma... maldita sea...

Estuvo a punto de ver de dónde había venido el ataque, pero de algún modo no logró percatarse de ello. Dudó durante un momento, pero después fue acercándose a la salida poco a poco, cubriéndose todo lo que podía con el escudo. No quería seguir enfrentándose solo a un mago que además no tenía ni idea de dónde se encontraba.

—¡¿Dónde demonios estáis?! —siguió llamando a sus compañeros, pero ninguno respondió—. ¡Volved!

Poco a poco, iba acercándose al marco de piedra por el que habían llegado. Quedaba bastante claro que su intención era escapar y unirse a sus compinches.

Un tema racial... Un tema racial. Aquel fue el insulto que faltaba para que la arquera perdiese por completo la confianza en el enano. No significaba que creyese que fuese a traicionar a su pueblo, pero si fue el momento en el que entendió que Strumni no confiaría en ella. Ni aunque la vida de Ingelyn dependiese de ello. Y en cierto modo, se sentía traicionada por todos los adultos. Su padre incluido.

—¿Anecdótico? ¿Qué unno-muerto tenga consciencia es anecdótico?

Ylva pensaba que no se podía decir una tontería mayor y más insultante, pero no tardó en descubrir que la estupidez de la gente cuando se enrocaba era como el mar: inabarcable.

—¿Un tema racial?— repitió muy despacio y seria, luchando por controlar el temblor— ¿Cómo tie...? No conozco a Tressa, la vi por primera vez cuando nos reencontramos. Y ni mi padre ni Runi ni Astrid están aquí ahora, sino también les habría preguntado a ellos... Y sigues sin decirnos nada de Murgin, aunque ahora podrías haber explicado algo. Solo esperas que te sigamos, como los pollos a la gallina. 

Ylva miró a Mawi, Merial y Glyrhel antes de fijar la vista en los túneles. No podía hablar por ellos, pero si podía hablar por ella misma y actuar conforme su instinto le indicase. Y ella (ellos, en realidad) eran mucho más rápidos que el enano. Y siempre podía cargar a Mawi si lo necesitaba.

—No se puede confiar en "los adultos". Eso está claro. — Ylva acarició al cuervo que tenía en el hombro. y le sonrió dulcemente— Svarty... Haz lo que debas... Yo haré lo mismo. ¿Glyrhel? ¿Mawi, Merial...?

Ylva miró al grupo de jovenzuelos durante unos segundos, invitándoles con la mirada a seguirla. Confiaba en ellos. Ellos no le habían traicionado. Pasados esos segundos, la muchacha se lanzó a la carrera por el túnel norte. No permitiría que nadie dañase a la princesa.

Runi suspiró un poco aliviado al ver que el soldado se marchaba por fin. Sólo esperaba que sus compañeros fueran tan valientes como se imaginaba y hubiesen huido. Después de todo eran hombres de Lognar, y los traidores no solían reclutar gente demasiado honesta y leal entre sus filas. Aunque había de todo.
Miró hacia abajo y volvió a suspirar, esta vez de fastidio.

-Va a tocar bajar. Espero no matarme, sería ridiculo haber pasado por todo esto para abrirme la cabeza aquí.-

El viejo skaldi se lo tomó con calma. No le servía nada ir con prisas para romperse una pierna, o algo peor, y luego tardar más.

Runi pudo bajar sin prisas, lo que le permitió asirse bien a la piedra. Afortunadamente, los enanos que habían tallado esa galería la habían llenado de molduras y ornamentos, lo que facilitó mucho la escalada. En menos de un minuto llegó al piso inferior y se encontró solo en la galería oscura.

No se escuchaba nada cerca, pero Runi tenía la impresión de oír voces al otro lado del arco de piedra por el que los traidores habían escapado corriendo. Quizá fuera su imaginación, o quizá el guerrero al que había lanzado aquellos rayos de hielo ya estuviera alertando al resto.

No había muchas rutas entre las que elegir. O seguía a Lognar y sus esbirros, o iba en dirección contraria y se internaba en la oscuridad...