Partida Rol por web

Merial se había quedado de una pieza ante la explosión de furia de Ylva. No se había atrevido a interrumpir ni a la joven skaldi, ni al montaraz enano cuando este había replicado. Miraba a uno y a otro, sin saber qué decir o qué hacer... hasta que Ylva se dio la vuelta y echó a correr por el túnel que iba hacia la mina norte.

—¡Eh! ¡E... espera! 

Antes de darse cuenta, estaba corriendo tras Ylva, intentando no tropezar con las rocas que podía ver a la tenue luz que llevaba.

Mawi se había quedado tan sorprendida como Merial, pero al igual que la joven elfa, cuando Ylva salió corriendo no lo dudó un instante y se apresuró a seguirla.

—¡Esperadme! ¡Yo no puedo correr tanto!

Y se perdió también en el túnel.

Glyrhel fue el que más dudó de los tres, pero finalmente corrió detrás de las tres chicas. Habían estado juntos desde que todo aquello había comenzado, y no estaba dispuesto a dejar que se fueran solas. Sobre todo, no iba a separarse sin más de Ylva, y él quería encontrar a Ingelyn tanto como ella.

Segundos después de echar a correr, Ylva oyó a la elfa y la arbórea, por lo que frenó en seco para esperarlas y ayudar a Mawi a subirse a sus hombros. Al fin y al cabo había comprobado que no pesaba nada, y no le costaría moverse y disparar el arco con ella encima. El único inconveniente era que al hacer aquello obligaba a Svartfloy a cambiar de su posición, pues la cabeza no sería un lugar muy cómodo en el que posarse... Para ninguno de los dos. En cualquier caso, ella ya había manifestado al cuervo su deseo de que acompañase al joven. Y tanto si el animal hacía de ojos para el viejo Runi como si era la señal de la magia que había en ellos, estaba claro que su lugar estaba con él.

La arquera estaba más bien triste, pues había oído las voces de sus compañeras pero no la de Glyrhel, a quien había jurado proteger. En cualquier caso, su corazón le decía que alejarse de quienes mentían era lo mejor. Porque decir que un esqueleto que habla era "anecdótico" era una soberana mentira. Pero... ¿Quién era ella para forzarle a seguirla? ¿sería mejor que volviese o estaría el joven más seguro con el enano? Vale. Strumni había mentido, pero eso no significaba que no fuese un buen explorador y que fuese a dejar atrás a su amigo. 

Con el corazón acelerado y algo angustiado, la chica giró la cabeza, planteándose todas esas cosas y más. Entonces vio la inconfundible figura del muchacho bastón en mano, como el mago que era, y una sonrisa volvió a aparecer en su rostro. La muchacha se las apañó para dar un fuerte abrazo al muchacho a pesar de llevar a Mawi en hombros y el arco en una mano.

—¡Gracias! —le dijo aun abrazada a él antes de separarse, casi con timidez— Gracias por seguirme... Y a vosotras también...

La niña miró al pequeño grupo bajo la luz del orbe de Merial y de nuevo a los túneles. La cara de Ylva tenía un tono anaranjado, fruto de la mezcla del leve rubor de su piel con la luz verde, pero ya no parecía triste. Al contrario, tenía la expresión alegre y decidida de costumbre. Llevaban algo de ventaja al viejo Strumni pero no podían confiarse. Debían marcar aún más. Y aún así, necesitaban unos segundos para poner las cosas claras. .

—Parece que no podemos confiar en los adultos. Pero aunque no nos cuenten nada encontraremos Ingelyn —aseguró— Y también la respuesta a los secretos de los que no nos quieren hablar. Tenemos que hacerlo...

La respiración de Runi era bastante rápida por el descenso realizado, y el esfuerzo claro. Ya no estaba para esos trotes, aunque se alegraba de haber podido bajar sin descalabrarse.

Ahora tocaba la decisión dificil. ¿Seguir a Lognar o el supuesto rastro de la Princesa? Por lo que dijo dio a entender que había ido a su campamento. Pero aquella sonrisa de superioridad no le gustaba nada. Además, había creído que la supuesta "arma secreta" del Jarl traidor era Sonrisas, pero cuando hizo el comentario no pareció inmutarse por lo que podía ser otra cosa. Y a pesar de lo que le había dicho, el viejo Skaldi sabía que si Lognar creía tener algo bueno seguramente sería algo preocupante para él y los suyos.

-Maldita sea. No hay una decisión buena. Sólo una mala y otra menos mala. Pero, ¿cuál es cuál?-

No teniendo claro qué hacer decidió que la fortuna le guiase, sacó una moneda y la lanzó al aire para atraparla y colocarla en el dorso de su mano.

-Por favor, que sirva de algo.-

Salió cara, por lo que tocaba ir por donde Lognar quería ir en un principio. Sólo los dioses sabían si era una buena decisión o no, así que se fue por el camino que esperaba le llevara a la princesa.

Después del furibundo arrebato de su amiga, lo último que Glyrhel había esperado de ella era la suficiente frialdad de ánimo como para dedicarle aquel abrazo lleno de sentimiento. Claro que tampoco había esperado que un esqueleto pudiera hablar y, poco antes, que pudiera andar, que él pudiera llegar a ser un mago o que una vieja corriente y moliente, con sus arrugas y canas, fuera una poderosa hechicera tremendamente generosa a la hora de dar regalos…

Se podía decir, pues, que aquel día, de principio a fin, había sido una adaptación para que el muchacho se acostumbrara a esperar lo inesperado. Y sí, era emocionante, pero también extenuante por esa tensión permanente que no llegaba a desaparecer del todo cuando algo nuevo la hacía despuntar, tensión que se sumaba a la presión por encontrar a la princesa.

Ahora, debía reconocer que esa última sorpresa era bastante más agradable que el resto, y por ello se regodeó todo lo que pudo en ella; quizá más de lo que el padre de Ylva, o cualquier ancianita de las que se escandalizan con facilidad por la impudicia de las nuevas generaciones de jóvenes, hubiera considerado apropiado.

- Eh… -

Glyrhel carraspeó mientras recuperaba la compostura y se estiraba la ropa, como si en algún momento de su vida le hubiera importado que estuviera arrugada.

– No hay que darlas. No hace falta – añadió sonriendo. - Esto… Siempre podrás confiar en mí, Ylva.

—Lo sé —Ylva sonrió y, tras unos segundos de incómodo silencio la chica se giró para ver bien donde estaban— Tenemos que ver por dónde vamos. Strumni dijo que había señales del paso de goblins. Y además debemos encontrar a la princesa. Si al menos supiésemos algo de Murgin y de su traición...

Suspiró pues el estallido de la joven era algo que aparte de ser inoportuno e innecesario escapaba a su control. La prioridad seguía siendo la misma, salvar a la princesa Ingelyn pues con ella se podrían salvar multitud de vidas. El camino estaba decidido y lo que debía de hacer también, el tiempo como de costumbre le presionaba.

Movió la cabeza indicando al esqueleto que le siguiera. No tardó mucho en emprender la marcha de nuevo y comenzar la carrera en búsqueda de la princesa mientras levantaba la ballesta y apuntaba con ella al techo, pues correr con el arma en la mano de otra forma podía resultar peligroso. Tenía que ir al norte, esa era la única pista que tenía.

Glyrhel le devolvió la sonrisa.

- Bueno, no creo que saberlo hubiera cambiado mucho-

Temiendo molestarla (pues aún estaba muy reciente su estallido), no dudó en aclarar su opinión por si las moscas.

- Quiero decir que… Eh… No sabemos dónde estamos. Ni a hacia dónde vamos. - Se encogió de hombros. - Y seguimos adelante confiando en la habilidad de Mawi- expresó con reconocimiento dedicando una mirada a la arbórea.- Y en que tarde o temprano nos encontraremos con la princesa y seremos capaces de ayudarla. Saber sobre ese traidor no iba a cambiar nada: hubiéramos hecho exactamente lo mismo, ¿no?

—Bueno... sí... —Ylva no parecía muy convencida de aquello pero veía que su amigo tenía parte de razón— Pero si nos hubiésemos encontrado con él a solas no tendríamos motivos para desconfiar de ellos. Y eso podía haber sido muy mala cosa. Aunque afortunadamente no lo ha sido...

Mientras hablaba, Ylva buscaba alguna señal. Confiaba en la suerte de Mawi, claro que sí, pero también quería ver por donde se metían. Además, la pregunta que había hecho al vacío con la esperanza de ser escuchada por Sonrisitas no tenía respuesta. Y seguía escamándola, a pesar de que los adultos no le habían dado la mayor importancia.

—Oye Mawi— decidió preguntar mientras se levantaba, preparada para seguir ganando terreno al enano— ¿Se te ocurre por qué ese ser puede querer a tu raza? Es decir... Entiendo el tema de los grandes artefactos, las guerras enanas, elfas y humanas pero... vosotros no tenéis nada que ver con ello, solo vivís pacíficamente en... Bueno, no sé donde vivís, pero habéis estado alejados de estos conflictos  ¿no es raro que también os secuestrarán?

Runi se apresuró a recorrer el camino que había escogido. No tenía ni idea de a dónde iba a llevarle esa galería, pero fuese donde fuese, no había tiempo que perder. Y sería mejor que tuviera cuidado. Las cosas habían salido bien hasta ahora, pero quizá la suerte se agotase en el peor momento.

No tardó en encontrarse sumido en la más profunda negrura. Si quería continuar, tendría que iluminar su camino de algún modo, aunque aquello pudiera llamar la atención de alguna criatura indeseable. Podía usar su luz mágica, pero eso implicaría gastar más poder. La alternativa era el pedernal que siempre llevaba en su zurrón, podía utilizarlo en alguna de las viejas lámparas enanas que había en los muros.

Mientras decidía aquello, oyó una voz distante delante de él. No podía saber de dónde provenía, ni qué decía, pero sonaba aguda. ¿Goblins? ¿Alguno de los chicos? Estaba demasiado lejos para saberlo...

Strumni se apresuró a continuar camino, seguido de Tressa y Byrald, el esqueleto. Los huesos del guerrero cadavérico hacían un ruido curioso al entrechocar mientras corría.

Entonces notó un temblor, y del techo cayeron algunas piedrecitas sobre su capucha, al tiempo que una sensación desagradable le recorría el cuerpo. Conocía bien ese signo, el escalofrío que presagiaba un desprendimiento...

Byrald se paró en seco al notar aquello y miró al techo.

—Esto no me gusta —murmuró—. Este camino no es seguro...

Ante la pregunta de Ylva, Mawi abrió mucho sus grandes ojos y se pasó una mano por la hojarasca verde de su cabeza. No parecía haber pensado mucho en aquél detalle hasta ese momento.

—Pues... no lo sé —dijo—. Algunos de nosotros tenemos poderes, pero creo que sean lo suficien...

Se interrumpió al momento y miró al techo.

Todos imitaron el gesto de la arbórea, porque también habían notado aquél escalofrío. Un segundo después, el suelo tembló y del techo cayeron unas cuantas piedrecitas. Aquella sensación desagradable que parecía venir de su pecho no dejaba lugar a dudas. En cualquier momento iba a iniciarse un temblor de tierra.

Runi llevaba buen paso, para alguien de su edad claro está. Aunque suponía que la adrenalina que tenía del "combate" anterior era lo que le estaba manteniendo por el momento, pero sabía que aquello no aguantaría mucho más.

-Demasiado viejo. Demasiado. Después de esto hay que retirarse de verdad. Si es que hay un después claro.-

El viejo Skaldi estaba acostumbrado a hablar con su cuervo, y aunque ahora no estaba con él las costumbres eran dificiles de olvidar.
Avanzó todo lo que pudo hasta que ya no veía más allá de su nariz, y después de dos caidas decidió que mejor arriesgarse a la luz que romperse una pierna (o algo peor). Por un momento pensó en usar magia, pero apenas le quedaba y algo le decía que podría necesitarla todavía. Así que pasó lo que a él le pareció una eternidad encendiendo una de las lamparas enanas que habían por los pasillos.

-Benditos enanos y sus construcciones duraderas y practicas. Quién si no dejaría lamparas con acéite que se pudieran volver a utilizar en laberintos bajo tierra largo tiempo olvidados.-

Ylva se había acercado un poquito más a Glyrhel cuando el techo pareció caerse encima de sus cabezas. Había oído hablar de esa sensación, pero nunca había creído que fuese tan literal. La gravilla que cayó sobre sus hombros le hizo volver a la realidad de golpe. Aquello no era un terremoto en su interior que ponía todos sus sentidos, corazón y su estómago patas arriba. Era un terremoto. Y en cierto modo, tenía muchas similitudes con la metáfora, pues el corazón dio un vuelco por el susto.

—Será mejor que corramos. ¡Esto se viene abajo!

Al final iban realmente a tener que tomar un camino muy diferente al de Strumni. 

A Glyrhel no se le ocurría peor sitio en el que estar durante un terremoto que bajo tierra. Kilómetros y kilómetros de túneles más o menos angostos, todos ellos oscuros, en los que uno estaba rodeado de tierra y roca por todos lados. Si la tierra se resquebrajaba, si se hundía y cedía, no había escapatoria posible. Incluso si no resultaban aplastados, siempre existía la posibilidad de que los túneles que conectaban con la superficie colapsaran dejándolos allí encerrados para siempre. Bueno, siempre era una palabra que englobaba demasiado tiempo, era mejor decir que estarían allí encerrados hasta que murieran de sed o de hambre. O asesinados, por supuesto. Con una plétora de enemigos compartiendo espacio sería negligente no contemplar esa posibilidad.

A la luz de pensamiento tan positivos, y sin ocurrírsele qué decir, el muchacho se limitó a asentir a las palabras de su amiga. Solo después de un rato corriendo, con el corazón saliéndosele del pecho y concentrado en no tropezar y caer, se le ocurrió que podía haber preguntado que hacia dónde corrían, aunque si todo se venía abajo poco importaba el lugar preciso en el que terminarían encerrados o aplastados.

Runi acababa de encender la lámpara enana cuando a su alrededor todo tembló. Del techo cayeron algunas piedrecitas sobre su cabeza, y el mago temió que en cualquier momento toda la galería se derrumbara, sepultándole. Pero el temblor pasó, y lo único que pudo oírse fue un fuerte crujido en algún lugar por delante de él.

El mago iluminó el camino, pero no vio nada peligroso. Sin embargo, le había parecido escuchar algo más aparte del sonido de los cascotes cayendo. Un graznido de cuervo que conocía muy bien.

Cuando el temblor comenzó, Svartfloy soltó un fuerte graznido. Sin pensárselo dos veces, todos corrieron por la galería, deseando que las rocas del subsuelo aguantasen y no les sepultaran en vida. Pero un crujido sobre sus cabezas hizo que se les helara la sangre en las venas.

Un montón de piedras tan grandes como un buey cebado se precipitaron sobre ellos. Tuvieron que lanzarse hacia delante y saltar, cayendo sobre el duro suelo. Una roca estuvo a punto de caer sobre Glyrhel, pero se libró por los pelos. Sin embargo, cuando se levantaron tosiendo y cubiertos de polvo, se dieron cuenta de que Mawi no estaba.