Partida Rol por web

Abrió la boca para responder sobre lo de estar preparada pero al final se calló lo que fuera que iba a decir. En realidad, no tenía nada que criticar sobre prepararse para aquella locura salvo por el hecho de que ninguno de ellos sabía a qué atenerse y, por tanto, la mayoría de preparaciones serían desatinadas. Además estaba el hecho de que hacía ya varias jornadas que había empezado la aventura para ella y llegados a aquel punto, agradecía un descanso, por nimio que fuera. La alternativa eran las ampollas en el trasero.

- Algún matorral encontraremos - acabó por responder con una sonrisa relampagueando en sus labios momentáneamente cuando la elfa dijo que siempre se la podría quitar. aunque el único gesto amistoso que había mostrado hasta el momento se desvaneció cuando la última pregunta logró que sus labios se tensaran en una mueca contrariada, aunque era difícil decir si iba dirigida hacia Morwen o no -. No. Ni tampoco en una en que no corriera peligro. Las locuras son cosa de mi hermana, yo estaba bien donde estaba, sin misiones ni sobresaltos ni ampollas en el trasero. Con mi vida aburrida, sin necesidad de más - se contuvo de repente al darse cuenta de que había dicho más de lo que probablemente le importara a la elfa, por no hablar del leve matiz de amargura que teñía sus palabras. Al final, se encogió de hombros -. Tú tampoco, ¿no? Hueles a novata a la legua.

- Oh... -dejó de ajustarse los refuerzos de las piernas para mirar a Lakara. El tono de voz de esta parecía indicar que quizás Morwen había preguntado algo que no debía, aunque por otro lado, le alegró ver que la mediana parecía abrirse algo a ella-. Pues la verdad es que pareces de las que les gustan las aventuras. Muy echada para adelante y eso. -Bajó la mirada para seguir colocándose los refuerzos, pero volvió a levantarla rápidamente-. No pretendo hacer de menos a quien no les gustan las aventuras, es solo que parecías de las que sí. Pero no hay nada malo con ninguna de las posturas. -Añadió rápidamente, con las palabras casi atropellándose unas a otras. Había querido hacerle un cumplido sincero y no sabía si le había salido por la culata.

Terminó de ajustarse los refuerzos de las piernas y los brazos soltando algún que otro suspiro antes de volver a hacer contacto visual con la mediana.

- Lo máximo que he hecho fue recuperar del bosque una gallina que se le había escapado del corral al vecino. -Se encogió de hombros mientras sonreía tímidamente-. Siempre me han llamado la atención las aventuras, pero hasta ahora me he dedicado a ayudar en la taberna de mis padres. Y ya estaba muy cansada de lidiar con borrachos así que creí que esta era mi oportunidad.

Pues sí que debía parecer de las que le gustaban las aventuras, o eso debió pensar su madre cuando la había presionado hasta lo indecible con tal de embarcarse en aquella locura. Mas allí estaba y sin muchas opciones a su espalda sólo le quedaba tirar hacia adelante, aunque su determinación no fuera exenta en absoluta de quejas.

Dejando aquello para otro momento de su novela de "mi madre, un monstruo", enarcó una ceja al mirar a Morwen que parecía tratar de justificar cada palabra que salía por su boca, como si temiera que todo fuera a tomarse a mal. Curioso, aquella elfa tenía poco del estereotipo racial de seres prepotentes. Igual le iba a caer bien y todo.

- Relájate, elfa. Sólo puedo hablar por mí pero si nos tenemos que poner picajosos por todo lo que se diga no vamos a llegar ni a la vuelta de la esquina enteros. Además, a mí me da que el bardo bufón y la elfa loca ya van a ser lo bastante cargantes como para que los demás nos piquemos por la primera falta de tacto de los otros.

Escuchó cómo terminaba de ajustarse la armadura antes de hacerle un gesto con la cabeza en dirección a la salida para ir a reunirse con los demás.

- A mí me da que ninguno de nosotros está demasiado preparado, que digamos. La verdad es que como última esperanza del reino, apestamos. Eso sí, como primera aventura tengo que decir que la has escogido a lo grande.

Mientras discuten si están preparadas o no y se van conociendo un poco, ambas pueden notar un humillo que sale por debajo de la puerta de uno de los reservados. En concreto, el que está justo al lado del que han utilizado. Un humillo de dudosa procedencia, pero no parece que sea peligroso. Vamos, no parece que el fuego sea el origen de tales vapores. Además, Morwen comienza a notar que no huele exactamente agradable.

Al menos, para alguien que no está habituado a los vapores tóxicos de la combinación de ciertos productos.

-Ah... qué contar con tan poco tiempo. Seguramente, aquellos que vivan cerca del bosque tengan más historias. Mi abuelo nació en una aldea situada cerca del Bosque. Nos contaba a mi hermano y a mí que a veces se adentraba en él cuando era niño. Obviamente, ajeno al peligro que eso suponía. Nos dijo que allí conoció a una mujer. Caminaba descalza por el bosque y hablaba con los árboles.

Sirve a otro de los cliente.

-Pero claro... era un niño. Nos dijo que también conoció hadas. Todo el mundo sabe que son seres de leyenda. Si alguna vez existieron, desaparecieron hace cientos de años. Mi abuelo siempre nos dijo que no debíamos temer al Bosque si nuestros corazones eran puros y nuestras intenciones eran nobles. 

El posadero se encoje de hombros ante eso.

-Nunca lo intentamos. El bosque queda a 2 días de camino, a pie. Cuando pudimos salir de la ciudad sin que mi padre nos acompañase o nos pusiese pegas, ya éramos demasiado mayores. Ni nuestros corazones eran puros ni nuestras intenciones demasiado nobles.

El hombre deja una jarra limpia en el mostrador tras la barra y continúa con la siguiente. La camarera hace otro pedido para una de las mesas y eso hace que el posadero tenga que despedirse.

-Si me disculpáis, Maese Enano... debo seguir trabajando si no quiero que mi hija me de una reprimenda luego. Espero que vuestro viaje sea seguro. Vigilad con los peligros de su interior. Demasiados aventureros han perdido la vida entre sus árboles.

Gemnir escucha con atención el relato del posadero sobre su infancia y los cuentos de su abuelo. Es una información más que interesante, y sin duda de mucha utilidad para cualquiera que piense internarse en el Bosque de las Almas. En cuanto a lo de las intenciones puras... en el caso del enano, no está muy claro hasta qué punto acompañar a un grupo para luchar por él a cambio de dinero son intenciones puras, pero tendrá que arriesgarse o renunciar al trabajo.

Cuando el posadero se disculpa para seguir atendiendo a sus clientes, Gemnir asiente y deja dos piezas de cobre más sobre el mostrador para agradecer la información.

—Gracias por vuestra ayuda y vuestro relato —dice—. Si todo va bien, volveré para tomar otra cerveza y esta vez espero ser yo quien os cuente una historia interesante. Hasta entonces.

Se aleja de la barra para encaminarse a la salida. Es hora de dirigirse al punto de encuentro del grupo, y comprobar si desean contar con su martillo.

Las calles están tranquilas y parecen ajenas a lo que pasa o a lo que podría llegar a pasar. Luthica está esperando a los demás en la zona de la puerta. O, bueno, lo que creen que es Luthica porque no lo único que hay es torre armada con forma humana cuyo casco asusta bastante. Lo único reconocible es el mazo que siempre acompaña a la consejera de guerra.

Pero a la vez que llegan Jaskier y Erik, también llega un hombre barbudo, pelirrojo y no demasiado alto. Es raro ver a un enano por esas tierras. No se acercan a las ciudades humanas salvo que sea para comerciar.

- Tienes razón -suspiró relajándose, mostrando una sonrisa más amplia-. Luthica creo que será buena aliada, aunque parece obcecarse fácilmente con las cosas -elevó las cejas, recordando cómo mandó a tomar vientos la silla-. De quien no me fio mucho es de nuestros compañeros -hizo incapié en "os"-. No por nada en particular, es solo que en las tabernas la lían demasiado. Los del género masculino. Aunque suelo darles el beneficio de la duda. Más o menos.

Comenzó a caminar en cuanto la mediana le hizo el gesto de irse en busca del resto.

- Lo cierto es que siempre me ha gustado apuntar a lo grande, si.

Entonces se detuvo al ver que del reservado de al lado salía cierto humillo apestoso. Miró a Lakara y acto seguido se tapó la nariz como pudo con el cuello de la camisa y le dio una patada a la puerta para ver si podía abrirla y ver que ocurría. No parecía que la causa fuera el fuego, pero prefería cerciorarse. Eso sí, de lejos.

Erik intentó disimular, pero no pudo evitar mirar al enano con curiosidad. ¿Alguno de los hombres de Luthica que iba a acompañarlos?¿O quizás lo había mandado Rodolphus a última hora con algún encargo para ayudarles? O en realidad, puede que no tuviera nada que ver con ellos el que estuviera allí, y sólo quisiera pasar por la puerta.

-Disculpe, ¿tenía algo que decirnos o sólo está de paso?-Le preguntó Erik. Despues de todo, si querías saber algo, lo mejor era preguntar.

El enano ha llegado a buen paso a la puerta, y siente cierto alivio al comprobar que no es demasiado tarde. Parece ser que, en efecto, la información era buena. Al menos, hasta ese punto...

—Buenas noches —dice con una leve inclinación—. No les conozco, pero no puedo si no intuir que vos no sois otra que Lady Luthica. He oído hablar de vos, lo suficiente para estar seguro de no equivocarme.

Hace un gesto hacia la persona envuelta en la llamativa armadura, y luego se dirige a todos y a ninguno en particular.

—Por azares del destino ha llegado a mis oídos que vuestro grupo parte hacia una importante misión. Y según algunos, muy arriesgada —pasa una mano por el mango de su imponente martillo—. He venido porque soy un guerrero en busca de trabajo, y por tanto querría ofreceros mis servicios y los de mi arma, si pueden seros de utilidad.

No dice más por el momento, y queda en silencio esperando a ver qué le responden los recién reunidos.

Mi cara de sorpresa la está ocultando el yelmo ahora mismo, pero de cualquier forma el instante en que me quedé quieta mirando al enano podría haber delatado mi expresión.
—Lo soy —respondo—. Y no es necesario ser tan formal, soy menos importante de lo que piensas.

Suspiro mirando al cielo. Al momento en que lo vi pensé que sería el guía que habrían encontrado, pero no, es otro peleón con ganas de hacer plata. 

—Faltan algunos, así que toca esperar otro rato. ¿Me dices tu nombre?

Ante el comentario de Lady Luthica, el enano se apoya en su martillo con una leve sonrisa.

—Bueno, por lo que he oído hay quien os respeta bastante... pero aceptaré vuestra palabra, yo tampoco disfruto con los formalismos.

Hace de nuevo una inclinación cuando la dama con armadura le pregunta su nombre.

—Disculpad mis modales —dice—. Mi nombre es Gemnir, a vuestro servicio.

—Bien, este entiende que formalidad y modales no son la misma cosa, me gusta. —Otra vez mi yelmo oculta mi expresión.

Decido quitármelo, ya que aún no vamos a salir, así tomo una bocanada de aire fresco. Sacudo levemente la cabeza para dejar suelto el pelo.

—¿Y cuales son esos servicios que ofreces, Gemnir? —Pregunto, señalando su martillo—. Aparte de aporrear cosas con eso. Sería estupendo si pudieras decirnos que has estado en el bosque antes o que al menos lo conoces en teoría.

La puerta de abre de la patada y cae de las bisagras, haciendo bastante ruido. Quizá llame la atención del posadero. Pero lo importante ahí no es eso, sino que Caleb está ahí, tirado en el suelo. Aunque no hay fuego ni parece que esté herido. Simplemente, parece un poco ido. Quizá los restos en los almanaques y los vapores que aun flotan por ahí son los culpables. Pero tampoco parece demasiado preocupado por eso.

Básicamente, parece que le ha dado mucho a alguna sustancia de dudosa procedencia.

Caleb se encontraba en el suelo, con la mirada perdida hacia el techo de la estancia, esbozando una sonrisa de persona ida.

Al oír el ruido de la puerta abrirse se empieza a incorporar con ciertas dificultades y se queda recostado con los codos apoyados.

— Vaya.. una manera igual de efectiva para entrar a una habitación. Sobretodo si no es tu casa y no tienes que arreglarla luego. — parecía extrañamente de mejor humor que cuando llegó a la posada.

— ¿Estamos ya listos para partir? Podrías echarme una mano para levantarme o acercarme el bastón — preguntó finalmente y alzó un brazo para señalar su bastón que se encontraba caído por el golpetazo de la puerta.

Se empezaba a incorporar y se quedó sentado mientras empezaba a recoger todos aquellos cacharros y potes que había dejado desparramados a su alrededor.

Cerró los ojos cuando vio a cámara lenta cómo la puerta se iba a la mierda. Joder.

- En mi taberna esto no habría pasado. -Murmuró mirando la puerta en el suelo. Luego su vista se detuvo en el tuerto que estaba tirado cerca de donde estaba ahora la puerta y que tenía cara de estar en un mundo mágico.- Tenemos que encontrarnos con el resto, fuera. -Miró los potes que estaba recogiendo su compañero-. ¿Qué... hacías? -Su mirada volvió a pararse en él con desconfianza mientras, con la nariz aún tapada, cogía el bastón y se lo tendía. Luego volvió a situarse fuera de la puerta para evitar inhalar aquellos vapores.

Con bastante esfuerzo se levantó ayudándose del bastón que le había tendido Morwen. No hizo nada al respecto de aquella mirada, pues estaba acostumbrado a generar ese tipo de reacciones en la gente.

— Me preparaba para el viaje — contestó.

Acabó de recoger todos aquellos cachibaches y los colocó en su mochila de manera ordenada. Luego, como si por primera vez se diera cuenta del extraño olor, abrió una de las ventanas para que corriera el aire.

Sabía que mas de uno se podría desmayar con aquellos vapores y no quería sumar problemas a su lista ya bien gorda de ellos.

— Vamos — concluyó.

Cualquier atisbo de conversación entre ambas fue cortado cuando el olor de aquellas substancias llegó hasta sus narices. No es que tuviera mucha duda de lo que significaba aquel hedor y, por su parte, hubiera preferido marchar sin mediar palabra que jugársela con un o una drogada imprevisible, pero por lo visto Morwen no pareció pensar igual cuando, en su afán de probarse a sí misma, o tal vez de solucionadora oficial de problemas taberniles, decidió tirar la puerta abajo de una patada.

Y, por lo visto, menos mal que lo había hecho porque a quien se encontraron allí era precisamente al cojo que ella había pretendido buscar. Le miró, con las cejas totalmente enarcadas con incredulidad antes de empezar a reír, sin poder evitarlo, a pesar de que no había atisbo de diversión en aquella carcajada sino más bien cierta frustración que enmascaraba la desesperación que sentía por momentos.

- No sólo eres cojo y tuerto sino que además eres un yonki. Esto mejora por momentos, promete a misión exitosa.

Caleb sonrío con amargura ante el comentario de aquella mediana. Acabo de coger el último pote de cristal que quedaba en el suelo y se ató bien su mochila. Empezó a andar apoyado a su bastón

— Los prejuicios son la razón de los tontos joven mediana — dijo justo cuando pasó al lado suyo, sin esforzarse en mirarla.

Andó sobre el tablón de madera que hacía unos instantes era una puerta y cruzó el umbral en dirección hacia afuera de la posada.

— Me voy afuera a esperar al resto

Oh, así que era eso... pensó al escuchar las palabras de Lakara. No había tenido experiencias tratando con yonkis en la taberna (al menos que ella supiera), pero si se comportaban igual que los borrachos aquello no pintaba nada bien. Y viendo lo que había dicho la mediana, no tenía muchas esperanzas. A parte de eso, ya de primeras ser dependiente de una sustancia no auguraba nada bueno.

- No hay más ciego que el que no quiere ver... -respondió a las palabras de Caleb cuando este pasó junto a ellas, sin importarle mucho si llegó a escucharlas. Al terminar de decirlo se dio cuenta de que quizás no era el refrán más apropiado dadas las circunstancias, así que tuvo que morderse el labio para evitar reirse por su propia mala pata.

- Vayamos a por el resto, sí. -Y comenzó a caminar tras Caleb a paso lento, esperando por Lakara.