Partida Rol por web

Descendéis los escalones hasta alcanzar de nuevo la planta baja. Cruzáis los barracones repletos de camastros destartalados y los restos de algún que otro goblin que empieza a descomponerse. Alcanzáis la puerta de doble hoja frente a la sucia armería y, tras abrirla, contempláis de nuevo la extraña runa grabada en la aguja central.

Con Drabeorn guiando al grupo, seguís descendiendo hacia las profundidades... una, dos, quizá hasta tres vueltas alrededor del núcleo de la torre... y entonces el bárbaro hace un gesto para que os detengáis... aguantando vuestra propia respiración, conseguís oír los débiles gemidos que ascienden desde la oscuridad, acompañados de vez en cuando por el sonido del metal rozando la piedra... 

El descenso fue tranquilo y silencioso. Las salas ya conocidas parecían nuevas bajo las sombras que arrojaban la luz. Pese a la euforia de la  victoria reciente, el Gnomo no tardó en sentir el ambiente opresivo de nuevo. La oscuridad mágica parecía ensombrecer incluso el carácter más alegre. 

El sonido bajo al final de la escalera rompió el silencio. 

-Puedo intentar sorprenderlos.- Dijo en apenas un susurro. -Podría bajar en silencio... usar una o dos de mis bombas y, cuando vengan rabiosos a por mí, subir corriendo. Si me siguen se encontrarán con un grupo preparado para caer sobre ellos.... Siempre y cuando no nos hayan oído ya. No intento ofender, pero... vuestras armaduras chirrían sobremanera. Y Drabeorn respira más alto que los ronquidos de mi padre cuando se pasaba con la cerveza. Demasiadas noches en vela...- Las noches en vela habían contribuido al avance de su arte, incluso había rellenado las primeras páginas de su libro de formulas con intrincadas composiciones de extractos. Todo ello con el sonido de ronquidos de fondo. Sonrió al recordarlo.

-¿Y bien?-

Yo usaría las armaduras precisamente para atraerlos. Pondría a Drabeorn tapando el hueco de las escaleras y empezaría a hacer ruido con escudos y armaduras para que vengan. Cuando se junten todos, los barremos a bombas y agua bendita.

Lo que decidáis estará bien. En este combate creo que no puedo aportar mucho, quizá acabar de eliminar una abominación no muerta con un conjuro, o ir ayudando donde haga falta. Mirando a Abroshtor, añade. Si puedo elegir, yo no pondría a ninguno de nosotros en peligro.
 

- De acuerdo, Abrosthor, adelántate por si podemos ganar algo lanzándoles tus regalitos. Pero no corras riesgos, a la menor señal de alarma vuelve corriendo y pasa detrás mío.- dijo Drabeorn, mientras se colocaba en primera fila para hacer de muro viviente.- Dynah, preparada con el agua bendita para cuando lleguen.

Se la había dado a Abroshtor... ¿Me las devuelves, por favor?

Dynah seguía sin entender por qué exponer a abroshtor a una encerrona o a un error y que se quedara solo allí dentro pero no iba a discutir.

-Claro!- Le devolvió los frascos de agua bendita. -Seguramente tengamos que bajar a su encuentro. ¿Recordáis la última vez? Ni siquiera nos siguieron. Tal vez no puedan salir de esa cámara.- Dijo mientras ponía a punto su ballesta. -Ahora vengo.- Se adentró en la oscuridad. 

Los escalones caracolean alrededor del núcleo central de la espiral mientras Abroshtor los desciende, manteniendo en alto una de las antorchas intentando inútilmente percibir más allá de la mágica oscuridad. Los gemidos se hacen más nítidos a medida que el gnomo avanza, mientras se acerca cada vez más al rellano unos metros más bajo.

Con el corazón palpitándole a ritmo desenfrenado, el pequeño héroe se aventura a adelantar la llama hacia el interior de la pequeña sala... dos figuras menudas parecen reaccionar a la novedosa iluminación, girándose en dirección al gnomo para poder observarlo a través de sus ojos carentes de vida. Jirones de carne pútrida se desprenden de las extremidades de los seres que una vez fueron trasgos.

A pesar de sus silenciosos pasos, la luz era como un faro, y como tal, atrajo la atención de los seres. No sabía mucho de los muertos, pero el fuego quemaría su carne pútrida muerta tan bien como la viva. O eso esperaba.

Retrocedió escalera arriba mientras sacaba una de sus bombas. Se preparó para arrojarla en cuanto aparecieran. -Ya vienen.-

Recordad que en nuestra anterior visita, los no goblins se quedaron abajo, ignorando nuestra retirada. Si ocurre lo mismo, no quedará otra que bajar.

Antes de que los no-muertos puedan abalanzarse sobre él, Abroshtor pone pies en polvorosa y asciende de nuevo las escaleras, no sin antes echar un último vistazo. Los no-muertos extienden sus brazos hacia él, desde la oscuridad, pero como la última vez, no parecen seguirle en su huida. Esta vez, sin embargo, el gnomo consigue distinguir el sonido de pesadas cadenas arrastrándose por el suelo de piedra.

-Creo que están encadenados- Dijo al ori el ruido metálico. -¿Hora de bajar?-

Por favor. Sonríe Druul, estirando sus cicatrices. Draeborn, haces los honores?

-Me parece buena idea -dijo Dynah golpeando su escudo con la maza.

- Magnífico. Pues bajemos a presentarles nuestros respetos, ¿verdad, Ethelwyn?- dijo el bárbaro, quien tomó la delantera preparado para atajar al primer zombie que se pusiera por el medio.

Seguís a Drabeorn escaleras abajo, hasta alcanzar de nuevo el rellano. La luz de Ethelwyn ilumina a duras penas la fea cara del goblin zombie, que levanta sus escuálidos brazos en dirección al bárbaro: - Rhaaaaaac!

Sin esperar a que se le lanzara encima, Drabeorn se adelantó y lanzó un tajo horizontal con la espada, aunque la cámara era bastante estrecha y no pudo realizar el arco tan amplio como quería.

El tajo de Drabeorn corta de cuajo uno de los brazos del no-muerto y se incrusta casi hasta el centro de su blanda caja torácica, esparciendo por el suelo parte de las fétidas entrañas de la criatura. Aún así, el zombie consigue mantenerse derecho al quedar apoyado contra la pared.

Valorando y descartando rápidamente ponerse delante de todos, no por cobardía si no por practicidad (taponaría el pasillo anulando a los combatientes más hábiles), Druul toca el hombro de Abroshtor fraternalmente y murmura un breve conjuro.

Toma, amigo. Un poco de puntería añadida para tus cachibaches, sonríe.

Apenas podía ver lo que tenía delante. Los humanos eran demasiado grandes. Se pegó a la pared y apuntó al goblin sin vida con su ballesta. -Inclinaros un poco a la derecha...- Accionó la palanca cuando vio un pequeño hueco. No estaba seguro de haber acertado. Rápidamente cargó otro virote en el arma.