Partida Rol por web

Recompuestos mínimamente de la carrera y del susto, Crono, Temperance y un cojeante Nick se encaminan hacia abajo. Conforme bajan por la escalera principal escuchan de nuevo el sonido de cadenas arrastrándose.

Una vez llegan al vestíbulo principal donde la chimenea continúa encendida y la puerta principal entreabierta, el sonido se ha intensificado hasta tal punto que parece que quien sea que esté arrastrando las cadenas contra el suelo está allí mismo.

Solté un ligero silbido de admiración al ver la sala en l que nos encontrábamos. -Caray, esta biblioteca deja en ridículo la sala de lectura que tengo en mi castillo. -La cantidad de volúmenes era abrumadora. Pese a que estábamos relativamente a salvo, no podía quitarme la sensación de que algo malo iba a ocurrir y ésta me impedía relajarme totalmente. -¿Qué es lo que buscamos aquí exactamente? -Aparte de que nos terminen de trinchar como a un pavo en acción de gracias.

Entro en la sala con mis compañeros y creo que todos alucinamos con la cantidad de libros que hay ahí reunidos. El olor que desprenden es peculiar, de seguro que en nuestras vidas cotidianas no estamos familiarizados con el olor de la piel curtida y con unos cientos de años a sus espaldas. Y el polvo. Y quizás algo más que no distingo. Quizás a papel viejo, a madera vieja o a lugar que ha estado muchos años solitario, sin más compañía que la de los espectros que tienen tomado el castillo; nadie que pueda gozar de su lectura ni de su conocimiento. Una biblioteca abandonada y solitaria.

Miro a mi alrededor y lanzo un gran suspiro.

- Si es obra de Sir Gawain y quiere mostrarnos algo, sin duda es su increíble colección de libros de su biblioteca personal... -digo a Abie- Aunque... ¿y si no es la biblioteca de Sir Gawain? Creo entender por la historia que nos contó que este castillo pertenecía a su hermano. Su hermano, el de los poderes oscuros, el de conocimientos malvados. ¿Y de dónde se sacaba el conocimiento antes de la llegada de Google? Exacto, de las bibliotecas -miro a todos mis compañeros alternativamente- Tenemos que buscar si hay algún libro que explique la manera de romper ésta maldición que gobierna en el castillo y así poder darles paz a todos de una vez por todas.

Dicho esto, me pongo a buscar por las estanterías, libro a libro. De momento tenemos tiempo y debemos de aprovecharlo al máximo.

Las palabras de la rusa me intranquilizan aún más. ¿Y si todo es una trampa de ese monje cabrón? ¿Y si los otros están sufriendo ahora mismo una muerte lenta, dolorosa y agonizante?. Eran demasiadas cosas que me escamaban, que hacían que me planteara todo demasiadas veces. 

No obstante e inspirado por los actos de Irina, me acerqué a la librería que tenía más cercana buscando un libro que pudiera sernos de utilidad para poder salir de aquel castillo maldito de una pieza.

-Mientras el fuego permanezca encendido no tenemos que preocuparnos...

Crono susurró una frase al entrar en el hall. Si lo recordaban bien, el mayordomo había recitado esas palabras con su famoso tono arido y seco. Quizá, y realmente estaba seguro, todo lo que les había ocurrido con anterioridad tenía un simbolismo especial.

Allí la chimenea seguía encendida, y de alguna manera, haciendo referencia a la frase del mayordomo, Crono intentó tranquilizarse. Y lo hubiera conseguido, si no fuera porque cada vez que se agitaban aquellas cadenas invisibles le recorría un escalofrío por toda la espalda. La verdad es que no tenía mucha intención de permanecer allí mucho tiempo.

Crono miró a su alrededor, cuatro puertas distintas, cada una de ellas llevaba a un lugar del castillo; la cocina, el invernadero, el comedor...

¿Pero qué?

Cron parpadeó un par de veces. No podía ser. Miró la foto que había sacado Abie con detenimiento, quizá le había engañado la luz, quizá se había revelado mal...

No...

-No hay... puerta al camino que lleva a las mazmorras. Fijaos bien... -dio un suspiro- el camino nace de la misma chimenea...

Y las cadenas se agitaron, y una gélida sensación volvió a recorrer su columna.

El dolor de la pierna va disminuyendo poco a poco. El escalofriante sonido de las cadenas ayuda a ello, dándome otras en las que pensar. Qué son esas cadenas? Y lo más preocupante de todo... qué hay atado a ellas? Aún así no pedo andar con normalidad. Cojeo ligeramente.

Llegamos al vestíbulo principal y las palabras de Crono me preocupan. Cómo que no hay puerta? El acceso a las mazmorras tenía que estar aquí! Recorro con la mirada la estancia y me fijo en el escudo de armas que había fotografiado antes de la cena. Servirá para defendernos.

-Voy a coger el escudo y la espada. Puede sernos de utilidad.-Me acerco cojeando a la chimenea e intento alcanzarlo.-Mejor cogerlo uno de los dos. No quiero abrirme la herida.

Miro con la boca abierta la estancia, algo deslumbrada por lo que ven mis ojos. - Esto ya es otra cosa... - murmuro. Sé que el horno no está para bollos, pero da gusto ver que el tal sir Gawain había sabido decorar algo de forma decente. La respuesta de Gabriel hace que me eche a reír. - Oficialmente nunca te llevaré a ver la mia...

Pero el buen humor se me va de un plumazo al escuchar las palabras de Irina. - ¿Buscar entre todos los libros? Esta tía está pirada - pienso. Aun así, me pongo a buscar yo también. - A este ritmo nos haremos viejos en esta habitación.... si no viene el monje y nos mata antes - hago el comentario de forma inconsciente, aunque no me lamento. Ahora ya estamos más que curados de espanto.

Si había algo que podía tranquilizarla era el tener un objetivo. No algo vago como "ir a la torre X a ver si por casualidad alguien dejó un cadáver de hace siglos", no; ahora podían buscar un libro que les ayudara, algo que claramente, dominaba más.

- Nos interesa cualquier escrito o tratado sobre maldiciones, descartad la paja que trate de brujería en general. Cualquier diario, sea de quien sea, nos sirve, incluso un mapa antiguo del castillo.

Empezó a sacar libros y mirar por encima los lomos pero estaba algo distraída. Quizás fuera la adrenalina que le decía que pararse mucho rato en un mismo sitio era malo o puede que la emoción de estar ante tal biblioteca que podía contener tanta información sobre el mundo que le interesaba le dispara toda la concentración que pudiera tener.

Si sobrevivo y desterramos al maldito psicópata haré que me lleven todos estos libros a la universidad. Al profesor le encantarían.

Bajaron las escaleras, pero el ruido de las cadenas los sorprendió de nuevo, cualquier cosa podía estar acechándolos, como las armaduras, o esa criatura que creyeron matar en la habitación, precisamente ese detalle no le hacia demasiado sentido, porque si era un fantasma, no podían matar, pero eso pareció pasar. 

Llegaron a la plata baja, y los mapas no coincidían,  ella no había estado ahí, así que sólo podía guiarse por el mapa o por los chicos que habían entrado por la puerta principal. Nick dijo que la puerta a las mazmorras estaba cerrada por la chimenea lo que podía significar  un pasadizo.

- Nick no lo hagas, puedes lastimarte más, Crono, ¿podrías ayudarlo? yo buscaré una entrada, debe estar - estaba segura y se acercó a la chimenea, por el costado,  buscando algún botón, tabla suelta, o cualquier cosa que indicara que alguién había movido algo para abrir la entrada, pero no pierde la atención de lo que lo rodea, estaba demasiado tensa, y cualquier ruido la hará alejarse.

Gabriel empezó a buscar entre los libros. No sabía muy bien cual escoger de toda la enorme colección existente, pero no desistiría. O al menos no lo diría.

No obstante, todos los libros que cogía trataban sobre lo mismo.

Informes sobre economía con número y más números.

Eran las cuentas de compras de todo el castillo. Nada que pudiera servir para salir de ahí ahora mismo.

Jennifer comenzó a buscar también por otro lado de las estanterías. Había tantísimos libros que encontrar el adecuado, si es que éste existía, que seguramente se tirasen todo el día.

Lo que encontraba Jennifer hablaba de cuentos infantiles y otros de otra sección sobre el movimiento del sol alrededor de la Tierra.

Poco actualizados desde luego.

Irina se pone a buscar primero con la vista. Fijándose en las portadas. El color, el olor, la letra y el título.

Toca unos cuantos encontrándose con tratados de paz de aquella época y recuentos de torneos. Nada interesante.

Hasta que da con uno en particular.

Quizás lo que más le ha llamado la atención ha sido el color rojo intenso de la portada y las letras en plateado que rezan: "Las llaves se encuentran...".

Lo abre en la primera página y ahí encuentra un mensaje. Un mensaje que aparte de estar escrito, se le es comunicado con voces femeninas que tan solo ella parece escuchar:

- Tráelo al sofá... Si el apuesto caballero se sienta en el sofá... te daremos las llaves de todo el castillo Escarlata... Sin ellas... nunca saldréis. Que se siente... que se siente en el sofá...

Abie se pone en marcha junto a sus compañeros. Se coloca en la zona más libre de compañeros y comienza a mirar los libros.

Los coge y los mira fascinada.

Hablan de historias. Cuentos infantiles, libros de familia, cartas entre gente noble. Cartas de amor, de cortesía, declaraciones de guerra...

Todo lo que se cuenta resulta fascinante. Pero no encuentra nada que pueda resultar útil.

No encontraba nada útil y me frustraba sentirme así, como si fuese un pelele a la merced de los hados. Según iba encontrando más y más libros con la misma temática los iba dejando en el suelo amontonados para no confundirlos. Joder... ya podíamos tener algo de suerte, parece que todo está en nuestra contra para que no logremos sobrevivir. 

Tanta mala suerte me estaba volviendo más paranoico de lo normal pero mi determinación seguía en pie, por lo que seguí buscando entre aquel maremágnum de libros. ¿Es que no sabían darle las cuentas a un contable? Sería mucho más sencillo.

- Que increíble... Esto es fascinante...

La chica iba murmurando mientras ojeaba los libros con un entusiasmo frívolo teniendo en cuenta la situación en la que se hallaban. Pero a decir verdad, le costaba contener la emoción y sabía que si no se encontraran en ese difícil momento se pasaría ahí días leyendo y clasificando toda esa información. Por lástima, no era el momento así que carraspeó algo avergonzada por disfrutar el momento antes de volver a tomar la palabra.

- No encuentro nada útil, ¿qué tal vosotros?

En un gesto nervioso su mano se dirigió hacia su grabadora pero supuso que no era el mejor momento para ponerse a registrar las experiencias que habían vivido. De todas formas, sacó la polaroid y se puso a tirar fotos a la biblioteca.

- Esto es una puta basura - exclamo molesta mientras me separo de la sección de la librería en la que llevo más de diez minutos buscando. No sé qué me daba más malagana, que solo hubiese libros infantiles o que hubiese ejemplares de cuando las ranas criaban pelo. Está más que claro que la historia y las antiguallas no son lo mio.

Me vuelvo a mis compañeros con los hombros encogidos y las palmas mirando al cielo. - No encuentro absolutamente nada. Y por sus caras, ellos están igual. Algo amargada, me acerco de nuevo a las estanterías y empiezo a coger los ejemplares a boleo, a ver si con un poco de azar nuestra suerte mejora.

Nick se estira al tiempo que Crono intenta ayudarlo de alguna manera, mientras Temperance busca algún tipo de mecanismo. Un mecanismo secreto que no encuentra.

No hay relieves en la piedra, no hay candelabro que se pueda mover como palanca accionadora... Y tampoco encuentra nada salido de lo común. Hasta que...

¡PLICK!

Nick ha conseguido llegar a la espada y el escudo y tras tirar de la espada como buenamente ha podido, la parte trasera de la chimenea se ha abierto y un viento gélido proveniente del oscuro interior ha apagado el fuego cediéndoos el camino. Un corredor bastante estrecho por el que tendreis que ir agachados y que tiene unas escaleras irregulares por las que descender. Donde parece que se llega al fondo se vislumbra una antorcha encendida.

El sonido de las cadenas continúa y ahora estais seguros de que proviene de ahí.

Voy trasteando entre libros tras echar un vistazo por encima, encontrando tratados de paz, recuentos de torneos y cosas por el estilo de esa época sin ninguna utilidad para nosotros.

- Tsk, parece que no vamos a encontrar nada aquí... -me lamento junto con el resto de mis compañeros que no parece tampoco encontrar nada. Pero algo me detiene.

Tomo un libro con una portada de rojo intenso y con letras en plateado que rezan: "Las llaves se encuentran...". Lo abro apresuradamente, viendo la primera página. Y ahí hay un mensaje escrito, que parece dejarme paralizada.

-Chicos... -les miro tras salir de mi ensimismamiento, y cito-  "Tráelo al sofá... Si el apuesto caballero se sienta en el sofá... te daremos las llaves de todo el castillo Escarlata... Sin ellas... nunca saldréis. Que se siente... que se siente en el sofá..." -y miro a Gabriel- Me temo que es vuestro turno, Sir Gabriel. Si contigo no funciona, entonces deberemos de buscar a otro apuesto caballero -le digo, indicándole el sofá que allí se encuentra.

Miró a Irina con las cejas enarcadas.

- Permíteme que desconfíe de un libro que pide que Gabriel se siente así porque sí. Creo que Gawain nos hubiera dicho algo si esas llaves fueran tan necesarias pero a mí me huele a encerrona. Seguro que si se sienta pasará algo malo, igual que cuando intentó coger la espada y despertaron las armaduras - le dirigió una mirada un tanto socarrona a Gabriel -. Pero bueno, lo que decida Gabriel, pero quería dejar clara mi opinión.

Quizás si hubiera traído a Frankie conmigo podría sentarlo a él, pensó con un vestigio de su humor usual. Siguiendo con su política de fotos, retrato tanto el libro como el sillón.

Las palabras de la rusa* me sacaron del estupor de la búsqueda en la que estaba enfrascado. La miré con escepticismo alzando una ceja. -¿Sen... sentarme?. -pregunté mirando aquel confortable sofá como si fuese un potro de torturas a la espera de su siguiente víctima. 

-¿Estás de broma no? ¿Y si acaba conmigo? -pregunté asustado. -No se vosotras pero yo quiero salir con vida de aquí. -negué con la cabeza mientras mi imaginación volaba en las miles de cosas que podrían pasarme al sentarme en el sofá. 

Las palabras de Abie fueron un gran punto de apoyo en el que refugiarme. -¿Ves? Hasta Abie sabe que me pasará algo malo.