Partida Rol por web

El golpe de carga de los Orcos consigue hacerme retroceder, por lo que el espacio se llena inmediatamente de asquerosos pieles verdes que se amontonan para atravesar nuestra defensa. Los malditos han conseguido atravesar el puente y nuestra línea organizada ha sido rota. Hay dos opciones, la que me enseñó mi padre en estos casos y la mía.

Mi padre me enseñó que cuando una línea cae o tiene brechas que ya no pueden ser tapadas, se debe realizar un repliegue organizado para reorganizarse y así recrear un nuevo muro.

Lo que yo haré es seguir repartiendo hachazos hasta matarlos a todos o morir, lo que ocurra antes.

 - "¡Malditos orcos, no podrán derrotarme!"

Lanzo un corte contra un orco, matándole y un segundo hachazo contra el que me empujó, partiendo su pecho como un madero viejo. Su sangre salta sobre mi rostro, sumándose a una capa gruesa de fluido vital de enemigos, detrás de la cual ya casi no puede verse mi rostro.

La batalla se ve cada vez más oscura pero no por eso me desanima. Sé que no tendrán el poder de matarme. Son unas mierdas y no tienen el poder. Tengo la fortaleza para luchar contra todos ellos y vencer. Resistiré.

"Maldita sea... No pueden resistir mucho más... El puente está perdido..." Pensó el caballero al ver de reojo como los enanos, los milicianos y los campesinos se vieron obligados a retroceder hasta abandonar el puente. Ya no quedaban demasiados orcos, eso era cierto, pero las bajas que estaban sufriendo en aquella zona de la batalla eran casi insostenibles. Eso enfureció a Gerard, que se propuso acabar con las molestas criaturas voladoras cuanto antes para cargar contra el puente. Ni siquiera el escuchar a la lejana caballería, algo que desalentó visiblemente a los pieles verdes, no hizo que se plantease ni lo más mínimo frenar el ritmo.

- ¡No dejéis de luchar aunque se os estén cayendo los brazos! ¡Los nuestros nos necesitan, están muriendo! - trató de levantar los ánimos de los jinetes que le acompañaban, para ver si eran capaces de abatir ya a esas malditas bestias. Estaba, de hecho, tan motivado, que al lanzar su siguiente golpe con la lanza pareció, por un momento, que iba a fallar, más desvió el arma en la última fracción de segundo para conseguir golpear a una de esas cosas.

Seiger ya se encontraba cerca, y vio como las líneas empezaban a ceder en el puente... Mientras escuchaba el sonido de lo que sólo podían ser cuernos de caballeros imperiales. 

-¡Hoy no caeremos, Sigmar está con nosotros!-gritó, intentando hacerse oír por encima del barullo de la batalla, mientras seguía corriendo. Aunque esta vez empezó a alzar el martillo, listo para descargarlo contra los orcos que no se encontraban demasiado lejos-¡Adelante, por Sigmar y por el Imperio!

¿Cornetas? ¿Venian refuerzos? Genial... Pero hasta que llegaran tenían que aguantar como fuera el tiempo. Los matagoblins, estaban de camino, y aunque podrían haber venido con anterioridad en vez de seguir a esos goblins en desbandada, se agradecía el socorro que iban a recibir.

No sabía si fruto del cansancio, o pericia del orco, su siguiente golpe acertó pero no fue tan letal como otros a los que estaba acostumbrado últimamente, pero un gemido de un orco se habría escuchado tras el hachazo al otro lado de su escudo, que ya estaba otra vez arriba.

Ahora estaban de cara, en superioridad, pero de cara, contra un contingente de orcos que aunque mermados, aún eran un peligro de muerte notable. Lucharían, y ganarían. Era su sino. Hoy no iban a morir, no señor.

Gurnik continuó luchando, hasta darse cuenta que estaba quedando solo...

Los otros enanos retrocedían por efecto de la carga.

"Es mi oportunidad para al fin, tener una muerte justa, bañado en la sangre de mis enemigos" -pensó para si el matatrolls.

"Vamos , Vamos, recuperaos hermanos, ya viene el apoyo!"

"MUERAN MALDITOS, MUERAN!!!"

Su primer hachazo impacto tan fuerte al orco que tenia en uno de sus flancos, que su cabeza voló por aires..

Sin embargo, esto hizo que Gurnik se descuidara, y su segundo hachazo pasó lejos del otro piel verde.

También lo hizo trastabillar un poco, y tuvo que moverse un paso atrás, acercándose a sus camaradas.

La elfa, ahora que estaba más cerca y teniendo ya a varios de sus compañeros al lado, se despreocupó de lo que ocurria en el puente y buscó con la mirada, en la zona en la que había detectado la afluencia corrompida de los vientos de la magia, al posible causante de aquello y siguió su avance hacia el lugar para ponerse a rango de tiro, incluso aunque ello implicase vadear con su caballo el río.

No podían olvidarse, aunque estaba convencida de que muchos de sus compañeros lo habían hecho ya, que debían coger a alguien con vida para obtener la información que necesitaban para desentrañar el misterio de la muerte de Haldir. Es más, de haber robado algo, era más que probable que ese algo lo llevasen con ellos, lo cual, sería un problema añadido si, tras salir victoriosos, lo reclamaban para sí las fuerzas imperiales.

No estaba ayudando mucho a mis compañeros en esta batalla, mis acciones habían sido pobres en la mayoría de los casos o nulas si veíamos la batalla con perspectiva. Ahora no era el momento de dejar me llevar por el desánimo había de intentar sacar lo mejor de mi, Aria ya nos había comentado que sentía un mal tergiversando la magia al otro lado del río. Quizás podíamos cruzar para cortar esa ayuda a los orcos y que el combate cambiara a nuestro favor.Si los pequeños pieles verdes habían vadeado el río, estaba claro que había algún paso por este para poder hacer el camino a la inversa.

- Aenalor podemos intentar ir al otro lado del río, para acabar con el que este trasteando con la magia.*

El Alto Elfo se permitió una ligera sonrisa al ver el momento de duda ante el sonido provocado por su Arte, esperaba que fuera suficiente como para salvar algunas vidas, cuando en ese momento Resha le instó a hacer lo mismo que estaba pensando.

-Yo pienso lo mismo -dijo mientras se ponía en marcha. Según Arianne había algo en esa casa que estaba concentrando Vientos de Magia, y el Alto Elfo iba a averiguar de qué se trataba.

Tras perder parcialmente el puente, las defensas en la zona encabezadas por los tres recios enanos, habían logrado rehacerse y mantener al enemigo a raya a la espera de la llegada de refuerzos. Los orcos por su parte, a pesar de llevarse a muchos imperiales a cuestas, estaban perdiendo a demasiadas tropas, sobre todo bajo el yugo vengativo de los enanos. Lo cual había llevado a que el contingente mas retrasado, el cual Arianne había asociado con aquellos que atacaran días atrás aquella ya remota aldea llamada Kiel del otro lado del bosque muerto, se replegasen con una clara intención de abandonar la batalla.

Y eso quizá hubiera bastado para quebrar a los ya maltrechos orcos, pero lamentablemente los murciélagos gigantes habían causado estragos en la retaguardia imperial impidiendo concentrar las fuerzas. Dichos murciélagos ya prácticamente habían sido derrotados tras la llegada de la caballería y de los soldados imperiales, aunque bajo un alto coste en vidas. A la par, las levas de campesinos y la milicia imperial se habían concentrado ya en la batalla sobre el puente al igual que Sir Hugo y Seiger.

Por su parte, la elfa y los magos parecían tener intensiones de cruzar el rio sin protección de la infantería con un motivo que era todos desconocido salvo la locura un un suicidio violento y desesperado.

Pero las malas noticias no habían dejado de llegar. Cerca del puente, los enanos y otros de los mercenarios pudieron ver como Wamud sostenía a Sir Steffon en sus brazos en medio de la batalla con los murciélagos sobre el flanco izquierdo, al parecer el joven noble había caído en batalla. Igual de preocupante pero por otros motivos, era el surgimiento de una bruma oscura de gran extensión del otro lado del río, justo sobre la torre de vigilancia improvisada que había disidido dejar atrás durante los preparativos de la batalla. Si la oscura bruma se extendía mas y los orcos se adentraban en ella, sería muy difícil perseguirles.

Los orcos comienzan a titubear, por lo que es nuestra oportunidad para contraatacar y obtener la victoria. Los murciélagos nos atacan por atrás pero ya han sido contenidos mientras que de los esqueletos ya nada queda. Es solo cosa de seguir aguantando sin morir, pero la batalla está prácticamente decidida.

Lamentablemente ya estoy cansado. He luchado y matado como nunca antes y mi cuerpo comienza a agarrotarse de la fatiga. Mi brazo no responde como debería y fallo los dos ataques que lanzo, uno por mucho menos que el otro. Miro a mi lado y sé que aguantaremos, ya lo hicimos en la parte crítica, ahora es pan comido.

Otro golpe, otra masa verde al suelo, estaba sin resuello, aguantando estoicamente cuando vio como los hechiceros cruzaban el río. Parecía que ese noble había muerto en la defensa, mal augurio. Lo que parecía una niebla que aparecía de repente también era preocupante... Todo estaba en su contra, pero sobrevivirían, lo sabía. No sabía como, pero estaba seguro de que saldrían adelante.

Quizás y por ese cansancio, su ataque se fue lejos de la cabeza del enemigo. Era solo un esfuerzo mas y estarían libres de esa amenaza. La gloria les aguardaba, pero tendrían que luchar un poquito mas. Solo un poquito para conseguirlo...

- Animo camaradas, ya quedan pocos...

Levantó instintivamente el escudo esperando alguna respuesta de los orcos que tenía delante. Eran muchos aún. Pero estaban rodeados.

Gurnik vió como sus compañeros retrocedían y eso lo desanimó un momento.

Vió venir el golpe de los pieles verdes e intentó esquivar, mas sus sentidos eran mas lentos y su pesado cuerpo en vez de moverse al lado, se puso en el camino del asqueroso piel verde, el cual traspasó la armadura de Gurnik y le hizo un feo tajo.

Su primer hachazo sin ganas fallo por mucho, pero entonces la determinación nuevamente subió por sus gordas manos, y su siguiente hachazo impactó de lleno en otro de los pieles verdes, aunque no lo suficientemente fuerte como para tronarlo.

"Ahh, malditos, VENGAN por MI, VENGAN"- siguió gritando el enano.

"Vamos camaradas, levanten esos brazos, destruyan..DESTRUYAN"

Se había quedado corto la vez anterior, pero en esta ocasión el sigmarita ya estaba lo suficientemente cerca como para cargar, cosa que hizo, con fuerza y energía. Aunque, por desgracia, el golpe que descargó, agotado por toda aquella carrera en apoyo del puente, fue extremadamente débil.

-¡Adelante!-gritó, prácticamente sin resuello-¡Por el Imperio! ¡Acabad con los pieles verdes!

Dejando tras de nosotros el pueblo que habíamos dicho que protegeríamos Aria, Aelanor y yo misma nos dirigíamos al otro lado del río para poner fin a lo que fuera que estaba invocando criaturas no muertas a nuestro lado del río. Durante el tiempo que habíamos estado cruzando el bosque Aenalor y yo nos habíamos enfrentado a una criatura que tenía cierto poder sobre los muertos...quizás esto fuera algo parecido, pronto lo sabríamos.

- Espero que nuestros compañeros puedan resistir.

No había terminado de decir esto cuando una especie de neblina oscura empezó a manar de la torre que los imperiales habían dejado atrás cuando la batalla comenzó.

- Mas nos vale acabar con el que quiera que sea que convoca esa oscura magia, no sabemos que mas nos pueda lanzar. 

Ante la posibilidad de perder a sus enemigos con la aparición de la niebla, la elfa espoleó de nuevo al caballo, en busca de una posición que le abriera el ángulo de visión y le permitiera ya ver el objetivo de su búsqueda.

Los vientos de la magia eran intensos y el foco claro y estaba convencida de que no tardaría demasiado en dar con el enemigo que era el causante de aquello.

Gerard sentía que los brazos empezaban a pesarle como piedras, pero aún así no estaba aflojando. No podía, no se lo permitía así mismo. Esa batalla tenía que acabarse ya por varias razones, entre ellas la salud de sus compañeros enanos y la salud del caballero imperial.

Al mismo tiempo, la batalla no parecía ir demasiado bien. Si bien era cierto que varios de los pieles verdes intentaban retirarse, los que quedaban aún peleaban como fieras, y los defensores se veían asediados. Al mismo tiempo, las bajas humanas eran muchas, lo que dificultaba las cosas. Por no hablar de la especie de neblina negra que se estaba formando al otro lado del puente.

Pero los enanos y Sir Steffon era lo que más preocupaba al bretoniano en ese momento. y pensaba hacer algo al respecto.

- ¡Fanel, ocupáos de la bestia que queda! ¡Jinetes, seguidme! - dijo, empezando a conducir a su montura hacia la otra bandada de murciélagos.

Una pequeña parte del elfo quería ayudar a los que estaban en el puente; pero su parte lógica e intelectual le decía que si había algo en ese lugar, en la casa, y ese algo controlaba los no muertos, podría, en teoría, librarse de lo que podía ser la mayor amenaza, por lo que continuó con su paso firme siguiendo a las dos mujeres.

-Puede que sea algo parecido a lo que nos atacó en el bosque, así que estad atentos a sus alaridos -dijo recordando los estragos que la criatura causó en el matador enano.

La victoria había sido alcanzada, aunque aun costo muy alto. Justo cuando las fuerzas de los tres poderosos enanos empezaban a menguar ante el ataque del enemigo, la llegada de Seiger junto a varios soldados imperiales y un pequeño contingente de milicia fueron suficientes para no solo quebrar la formación de los orcos sino a la par obligarles a retroceder a través del puente. Lo cual, dada su naturaleza irracional, los llevó a emprender una lunática retirada en la que eran presa facil para los tiradores.

Los ballesteros sobre la torre de vigilancia volvían a dispararles por lo que pocos lograrían alcanzar la neblina, y la caballería fácilmente podría darles caza. No obstante estaba el problema de aquella inminente y temible neblina que se expandía mas y mas al otro lado del río.

Aenalor y Resha ya habían logrado cruzar el río avanzando en dirección a donde habían divisado algo peculiar en los vientos de la magia. Adelante de ellos, montada en su corcel, se encontraba Arianne quien ya empezaba a alejarse de todos para acercarse a la densa neblina.

-Wamud- gritó la voz de Lord Steffon, el viejo hombre se había resguardado en una granja cercana al puente para presenciar la batalla desde allí junto a su escudero. Ambos montaban corceles y no era claro si su intención ante la derrota habría sido escapar con estos o reunirse con los demás en el centro del pueblo.

-Organiza a los hombres, que nadie cruce el río- ordenó para luego notar que entre los jinetes que aun combatían, no se veía a su hijo. -¡Donde está mi hijo!- gritó el señor noble espoleando a su caballo al ver el cuerpo inerte de un caballero que habría de ser Sir Steffon inerte en el suelo de la batalla cerca del puente.