Partida Rol por web

3 de marzo de 2000 - 22:08

La noticia de la cuasi destrucción de la Bruja fue recibida con gran alivio y ánimo por parte de Morgan. El fruto supo dulce a cada mordisco compartido, y mientras el jugo dulce les caía por la barbilla comenzaron a rozarse y a tocarse. Afuera empezó a llover suavemente, y las gotas repiqueteando en la ventana provocaban un rumor agradable en la habitación de Morgan al tiempo que él la desnudaba. Sus labios fueron amantes y cariñosos, sus manos cálidas y reconfortantes. Se despojaron de la ropa sin ambajes, despacio, con un deseo nacido del amor y no de la hechicería. Disfrutaron del placer compartido y de la pasión sincera, y cuando terminaron, abrazados y cubiertos por una manta, se sintieron tan dichosos como nunca antes. ¿Ocurría por el fruto o era cosa del alivio? No lo sabían con certeza. Lo único que sabían es que se amaban y que juntos todo parecía mucho más sencillo.

Los dedos de la sidhe repasaban de forma distraída las líneas de su rostro, anegada por la serenidad que inspiraba el momento. La tortura que había padecido durante las últimas horas vagando por la mente de su amiga, con sus debidas consecuencias, habían aprisionado su corazón con dudas y tormentos, del mismo modo que enjaular a un pájaro tras su primer vuelo. A pesar de ello, la generosidad de Hesperia les había brindado mucho más de lo que esperaba.

Entregada de una forma que ni la primera vez, con una calma inusitada en seres tan pasionales y saboreando cada roce y caricia, yacieron juntos como amantes recién encontrados. El sonido de la lluvia acompañó la melodía de su pasión durante largo rato hasta que, colmados de placer y satisfechos, reposaron recuperando el aliento, entrelazados bajo la manta. No sabía exactamente la razón de aquello, pero se sentía tan plena que poco importaba. Deseaba permanecer allí eternamente, sin afrontar los cambios venideros.

Evonne suspiró y buscó una de sus manos para entrelazar los dedos.

-Nunca había deseado tanto tener la capacidad de frenar el tiempo para seguir aquí contigo.

Morgan le acarició la mandíbula mientras le sonreía. Tenía el pelo alborotado y húmedo alrededor del rostro y respiraba deprisa.

-Lo sé. Si pudiera, yo también lo haría.

Le dio un beso que aún sabía al fruto dorado. El cosquilleo agradable se multiplicó en su cuerpo otra vez, augurando nuevos placeres y nuevas sensaciones.

-No sabes lo bien que me siento ahora -murmuró el Eiluned apretándola contra su pecho-. Después de temer estar maldito, es un alivio.

La Leanhaun se estremeció al probar sus labios de nuevo, ese sabor dulce y adictivo. Sonrió, todavía acalorada.

-Te dije que no dejaría que nada malo te ocurriese. Y si no fuese como Hesperia ha dicho, encontraría la manera.

Se aupó sobre los codos, sumergiéndose en el azul de sus ojos, y su melena color fuego resbaló por los hombros, ondulada y humedecida. Le acarició la nariz con la suya, cariñosa, y volvió a besarle con vehemencia unos segundos.

-Le pregunté por nosotros. No hay malos augurios sobre nosotros, aunque debemos llevar cuidado en este lugar –dijo, apagando el tono de voz y acompañando cada frase de suaves besos sobre su piel.

-¿De verdad? ¿Nada más? -preguntó él con comicidad-. ¿No hay ninguna otra criatura que quiera destruirnos, sólo lo habitual en el Condado? -Morgan hundió sus dedos en la melena roja y la peinó hacia atrás. Cuando le hacía cosquilla al caer en cascada sobre su pecho, él se removía.

-Bueno... Marion. La ninfa me previno de Marion y sus últimas acciones, y las futuras que están por venir. 

Bajó la mirada, triste al reconocerlo en alto y cobrar las palabras más fuerza, y se tendió sobre su pecho buscando el cobijo y el confort de sus manos. No quería amargar el rato tan agradable que estaban compartiendo, pero tarde o temprano debería decirlo.

-Hum -dijo Morgan, pensativo. La apretó contra su cuerpo, transmitiéndole el calor tan necesario en una noche fría como aquella-. Ya lo sabía. No es que lo supiera, claro, pero lo sospechaba. Siempre creí que Marion podría ser una buena líder de la Corte Oscura, pero eso no suele ser síntoma de una gran capacidad de perdón... ni de bondad. Lo siento, cariño, pero estoy bastante seguro de la maldad de Marion. Y dado que es incapaz de poner su amor por ti por encima de lo ocurrido... No creo que te convenga seguir pendiente de ella. Al menos no como antes.

Evonne permaneció quieta junto a su pecho, sin querer aceptar sus palabras pero sabiendo lo cierto que había en ellas.

-Lo sé, pero… No puedo creer que haya cambiado tanto desde que la conocí. En el León Rampante éramos como uña y carne –explicó, sentándose a su lado, cabizbaja. Sus ojos se volvieron turbios, a punto de llorar-. Este lugar la ha corrompido absolutamente, Morgan. Ella no era así, jamás habría hecho todas esas locuras y atrocidades. Yo… la quiero. Es mi mejor amiga, no puedo creer que me dejara encerrada, que... -Hizo una pausa para recuperar el aliento-. Este sitio es... horrible.

Morgan se incorporó y le rodeó la cintura con un brazo. Le besó el hombro y la mejilla y la consoló lo mejor que pudo.

-No, no es tan malo. No es peor que cualquier otra corte de Neustria. ¿No echaron a Marion del León Rampante por sus intrigas?

Evonne le miró, confusa durante unos instantes.

-No. Se marchó después de que esa trama se resolviese. Buscando un puesto en alguna Baronía dado que allí no la había. A mí me daba igual el título y me había ganado un buen puesto, por eso me quedé.

O esa era la versión que conocía, cosa que ahora ponía en duda, como muchas otras cosas relacionadas con Marion. Se inclinó hacia adelante y apoyó la frente sobre su hombro.

-Pero si no hubiese venido, tampoco te habría encontrado- susurró, más dulce-. Ahora no quiero pensar en ella, ya resolveré todo ese asunto o encontraré algo. No te preocupes.

Morgan asintió y tiró de ella para volver a la posición inicial, tan cómoda enredando las piernas el uno con el otro. El sidhe le acariciaba el hombro bajando la mano por el costado curvilíneo.

-Pedirle a un Eiluned que no se preocupe es como pedirle a un Fiona que piense antes de actuar -dijo sonriendo-. Pero si es por aprovechar este momento, no seguiré preguntando. Ojalá se pudiera vivir toda la vida en este instante. Jamás me había sentido tan dichoso ni tan entregado a nadie. Soy vuestro más fiel vasallo, señora mía. Haré lo que sea preciso para ti... cualquier cosa.

Se dejó caer a su lado, embriagada por su presencia y su voz, las cuales hicieron que el malestar se desapareciese enseguida, como el rocío al amanecer.

-No eres mi vasallo ni deseo que lo seas, mi amor -susurró peinando su pelo con los dedos, sonriendo-. Te amo tanto como tú a mí, y estaría tan dispuesta a sacrificarlo todo del mismo modo que me acabas de describir. Eso no nos sitúa en escalones diferentes sino en iguales. Soy tan vasalla tuya, mi señor, como tú eres mío en cuerpo, alma y pensamiento. Me siento enamorada y plena de una forma no imaginada antes. Sólo deseo, como dijiste, disfrutar de esta pasión, de un pasión que derrote al tiempo.

Las últimas palabras eran una cita literal de una frase del Eiluned dicha durante la boda. Frase que se había quedado grabada a fuego en su memoria.

Morgan la estrechó contra él una vez más, buscando su boca tan apasionadamente como ella decía. Giró su cuerpo hasta quedar encima de ella para volver a besarla mientras entrelazaba su mano con la suya.

-Eso es lo único que debo agradecer a Marion -susurró mientras le besaba el cuello-. Que fue en su boda cuando te besé la primera vez.

Un suspiro escapó de su boca. Ladeó la cabeza ofreciendo desde su cuello hasta el hombro a los labios y dientes de Morgan.

-Y tarde fue... Debí haberme aventurado antes -contestó, acariciando con la mano libre su brazo torneado por el ejercicio, y perdiéndose por su espalda lo que la largura de su mano le permitía.

Ahora que yacía junto a su lado, desnudos y llenos de pasión, era fácil pensar que podría haber conseguido su amor desde un primer momento.

Cuando terminaron otro apasionado encuentro, Morgan se quedó traspuesto entre las sábanas, dando la oportunidad a Evonne para echarle un vistazo a su habitación y a la casa entera. Se trataba de un piso humilde y poco usado, de mobiliario parco y escasa decoración, pero con una enorme musicoteca de estilos variados, con una potente cadena de música para reproducir los discos.

El Eiluned se asomó a la puerta de su habitación para ver lo que hacía Evonne. Se había puesto ropa interior y el pelo le caía desordenadamente sobre los hombros.

-¿Quieres escuchar algo?

Llevaba por una curiosidad felina, Evonne se vistió lo justo y dejó al Eiluned reposando sobre las sábanas mientras ella danzaba por su casa con libertad absoluta. En lo que a gustos de decoración se refería, diferían notablemente. Quizá para otros sidhes el Mundo Gris fuese algo totalmente secundario, pero ella daba uso a su apartamento y a todas aquellas prendas que gastaba casi tanto como un Liam. Aunque las razones eran bien diferentes.

Se refrescó con un vaso de agua en la cocina para después descubrir el templo musical que Morgan guardaba entre aquellas paredes. Gratamente sorprendida, comenzó a repasar títulos de forma aleatoria dándose cuenta de la inmensa variedad que decoraba las estanterías. Sacó algunos discos que le eran familiares y otros por mera curiosidad hasta que el Eiluned hizo acto de presencia.

-Perdona, no quería molestarte y me he encontrado con esto. No sabía que te gustase tanto la música -se disculpó con una sonrisa traviesa, devolviendo el CD que tenía en las manos a su caja. Danzó hasta él para besar sus labios-. ¿Cuál es tu CD favorito?

-The Dreaming, de Kate Bush -afirmó Morgan acercándose a Evonne y posándole una mano en la espalda para llevarla de nuevo hacia el equipo y buscarlo entre los otros discos-. Es muy bueno, pero raro. La verdad es que no es algo para escuchar de madrugada.

Encontró un disco distinto de la misma cantante y lo puso. Comenzaron a sonar unas notas de piano rítmicas que asemejaban un vaivén y Morgan tiró de ella para bailar.

-Mejor éste.

Imitando el día de la boda, Evonne se dejó llevar por las notas al compás que marcaba el Eiluned, como una hoja siguiendo las ráfagas de viento obediente y de forma armoniosa. Esta vez, la distancia entre ambos era menor que la pura cortesía, pues eran amantes y se encontraban a solas.

-Es bonita...

La melodía que les acompañaba transmitía la calidez que le faltaba al entorno, tan seco e impersonal de no ser por la música. Pronto, la sidhe comenzó a murmurar algunas palabras que su escaso conocimiento de inglés le permitía, dejando pasar la canción arrimada a él.

-Hesperia me advirtió de más cosas -comentó al terminar la canción. En su mente, tras aquel breve descanso, los problemas habían vuelto a tomar un papel principal-. De Gastón, por ejemplo.

-¿Qué cosas? -preguntó él, serio.

-El paradero de Gastón, por ejemplo. Lo que facilitaría las cosas respecto a los movimientos de los plebeyos. Y también sobre Sarianne y la Corte Sombría... Van a ir a por el Conde ahora que se encuentra más débil. Sabotearán el reinado Luminoso, probablemente. Pero desconozco de que manera -contestó, tomando asiento.